martes, 19 de febrero de 2013


Diálogo con vendedor ambulante: (14/01/2013)

Salgo de la Comuna ( sí, yo cumplo mi promesas – así que llevé mi DNI para que fotocopiaran lo necesario (véase diálogo con empleado comunal). Pero el profe de JARBAR (ver diálogo con kiosquero) no estaba. Aparentemente tomó sus vacaciones y se fue a Tucumán a visitar unos pocos parientes que le quedan (todo esto recibí como información no requerida por mi parte, incluyendo nombres de los parientes en cuestión). Llego a la esquina y me encuentro con montones de cosas colgadas de una soga: artículos inflables para agua, shorcitos, remeritas, toallones,  y hasta hamacas paraguayas. De una de estas hamacas también colgaba una pierna que terminaba en alpargata negra. Al escuchar mis pasos sobre las piedritas, el vendedor emerge de la hamaca con una agilidad envidiable.

VA: “¿Qué le vendemos, Sra.”? (Miro para todos lados pero está solo!)
Yo: “No. Estoy mirando no más.” (Mentira – sólo iba de pasada!)
VA: “Tengo ‘tuaiones’ (sí, sonó como ‘iones’ y juro que escuché una ‘u’ en vez de la ‘o’ ), juguetes, ropita para chicos….” (Si, Don, parezco ciega pero todavía me funciona el ojo izquierdo!) Muero por preguntar de dónde es, pero sabiendo los peligros que esto entraña, me contengo.
Yo: “No debe vender mucho acá, no?” (Por qué me tengo que meter en lo que no me corresponde? Ya parezco mi vecina!) Pienso que va a empezar a llorar – o ‘iorar’ miseria, pero:
VA: “No vaya a creer. Los de las quintas compran cualquier cosa!” (Uhm… no sé si entender ‘cualquier cosa’ como referido a cantidad o calidad). Me mira y parece caer en cuenta que, a pesar de mi pinta, puedo ser una de las de ‘las quintas’. “Ud. es de acá, no?” Pienso que le voy a hacer pasar un mal momento pero igual contesto:
Yo: “No. Soy de Santa Fé.” (De buena no más evito decir ‘soy una de las de las quintas’)
VA: “Ya me parecía”. (Ni se inmutó!) “Yo tampoco soy de acá” (Ah! La vieja técnica de asociarse con la otra persona como parte del grupo de no-pertenencia al lugar!) “Pero un día a la semana me toca estar acá. Hago desde San Javier a Colastiné” (Entiendo el ‘hago’ como la ruta que cubre vendiendo ‘cualquier cosa’.)
Yo: “Es muy sacrificado, no?” (Y, algo tenía que decir!) Nuevamente rehúsa darme la respuesta que anticipé en mi cabeza.
VA: “No, que vá! Un poco aburrido a veces, no más. Vió? Cuando uno no es del lugar, no tiene con quien charlar”. (Está hablando del  mismo lugar donde estamos parados!? Pero si acá te charlan hasta las Achiras de las cunetas!) Tomo el comentario como intento de afianzar el ‘lazo de extranjería’ que nos une,  y, no queriendo fortalecer ese lazo mucho más, digo:
Yo: “Bueno, que le sea leve y que venda mucho”. Empiezo a alejarme.
VA: “ ‘iá’ (¿yá?). Pero si todos son como Ud….”  Ya creen saber cuál es el final de la frase, no? Yo también pienso lo mismo. Y mientras ‘elucubro’ mi respuesta, intento ‘girar sobre mis talones’ (linda expresión, pero los quiero ver realizando la pirueta con ojotas y en la arena mezclada con piedritas!) Antes que me dé vuelta totalmente continúa: “por lo menos no me voy a aburrir.” (Me c…gó! Cómo me c…gó!)

No hay comentarios:

Publicar un comentario