Diálogo
con vendedor ambulante: (14/01/2013)
Salgo de la Comuna ( sí,
yo cumplo mi promesas – así que llevé mi DNI para que fotocopiaran lo necesario
(véase diálogo con empleado comunal). Pero el profe de JARBAR (ver diálogo con
kiosquero) no estaba. Aparentemente tomó sus vacaciones y se fue a Tucumán a
visitar unos pocos parientes que le quedan (todo esto recibí como información
no requerida por mi parte, incluyendo nombres de los parientes en cuestión).
Llego a la esquina y me encuentro con montones de cosas colgadas de una soga:
artículos inflables para agua, shorcitos, remeritas, toallones, y hasta hamacas paraguayas. De una de estas
hamacas también colgaba una pierna que terminaba en alpargata negra. Al
escuchar mis pasos sobre las piedritas, el vendedor emerge de la hamaca con una
agilidad envidiable.
VA: “¿Qué le vendemos,
Sra.”? (Miro para todos lados pero está solo!)
Yo: “No. Estoy mirando no
más.” (Mentira – sólo iba de pasada!)
VA:
“Tengo ‘tuaiones’ (sí, sonó como ‘iones’ y juro que escuché una ‘u’ en vez de
la ‘o’ ), juguetes, ropita para chicos….” (Si, Don, parezco ciega pero todavía
me funciona el ojo izquierdo!) Muero por preguntar de dónde es, pero sabiendo
los peligros que esto entraña, me contengo.
Yo:
“No debe vender mucho acá, no?” (Por qué me tengo que meter en lo que no me
corresponde? Ya parezco mi vecina!) Pienso que va a empezar a llorar – o
‘iorar’ miseria, pero:
VA:
“No vaya a creer. Los de las quintas compran cualquier cosa!” (Uhm… no sé si
entender ‘cualquier cosa’ como referido a cantidad o calidad). Me mira y parece
caer en cuenta que, a pesar de mi pinta, puedo ser una de las de ‘las quintas’.
“Ud. es de acá, no?” Pienso que le voy a hacer pasar un mal momento pero igual contesto:
Yo:
“No. Soy de Santa Fé.” (De buena no más evito decir ‘soy una de las de las
quintas’)
VA:
“Ya me parecía”. (Ni se inmutó!) “Yo tampoco soy de acá” (Ah! La vieja técnica
de asociarse con la otra persona como parte del grupo de no-pertenencia al
lugar!) “Pero un día a la semana me toca estar acá. Hago desde San Javier a
Colastiné” (Entiendo el ‘hago’ como la ruta que cubre vendiendo ‘cualquier
cosa’.)
Yo:
“Es muy sacrificado, no?” (Y, algo tenía que decir!) Nuevamente rehúsa darme la
respuesta que anticipé en mi cabeza.
VA:
“No, que vá! Un poco aburrido a veces, no más. Vió? Cuando uno no es del lugar,
no tiene con quien charlar”. (Está hablando del
mismo lugar donde estamos parados!? Pero si acá te charlan hasta las
Achiras de las cunetas!) Tomo el comentario como intento de afianzar el ‘lazo
de extranjería’ que nos une, y, no
queriendo fortalecer ese lazo mucho más, digo:
Yo:
“Bueno, que le sea leve y que venda mucho”. Empiezo a alejarme.
VA: “
‘iá’ (¿yá?). Pero si todos son como Ud….”
Ya creen saber cuál es el final de la frase, no? Yo también pienso lo mismo.
Y mientras ‘elucubro’ mi respuesta, intento ‘girar sobre mis talones’ (linda
expresión, pero los quiero ver realizando la pirueta con ojotas y en la arena
mezclada con piedritas!) Antes que me dé vuelta totalmente continúa: “por lo
menos no me voy a aburrir.” (Me c…gó! Cómo me c…gó!)
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