Diálogo con podador (2). Y sí, no
zafé. (04/01/2013)
Golpean las manos. Me enfundo en
el pareo y salgo.
P: “Hola, doña! Acá estamos!” (Él,
y, gracias Señor!, el hijo mayor)
Yo: “Hola! Les llevó tiempo
recuperarse de las fiestas, eh? (Por qué no puedo limitar el diálogo al tema de
la podada?!) El hijo se rié, me dá la mano – no un apretón, sino a la manera
que lo hacen los adolescentes – pasa para el fondo y empieza a mirar el pino caído.
P: Con referencia a la manera del
hijo de darme la mano y que evidentemente considera inapropiada: “Ché, que la
doña no tiene tu edad!” le grita. (Bué, hay otras maneras de decir a- ‘no es
una pe….ja’ y b- ‘ese saludo para mí es una falta de respeto’)
Yo: Me rio y me voy a donde está
el hijo y le pregunto: “Y? Podrán sacarlo?”
P: Antes que el hijo pueda abrir
la boca: “Pero qué no lo va a sacar! No vió la Tuya que dejó al ras del suelo
acá a la vuelta?” (Deducción: ya pasó del ‘nosotros’ en el saludo a la tercera
persona del singular – ergo, quien va a laburar es el hijo).
HP: (No Hewell Packard u otra
cosa que se estén imaginando , sino ‘hijo del podador’) “Se lo puedo cortar
hasta acá para que no moleste y puedan volver a levantar el tapial y poner el
tejido”
P: “Como hiciste en lo del Dr. X.
Vió, doña? El que vive para el sur – unas 6 cuadras…” Pongo cara de no sé de
quién me estás hablando. Error! Tiene piedra libre para explicar: “Pero, si lo
tiene que conocer – el que tiene un (marca de auto) – y viene con la hija
porque parece que con la mujer no se lleva bien “ – bla, bla, bla… Pierdo la
noción del tiempo y el espacio…
HP: (Gracias!)“Bueno, mañana
vengo” (Cómo le salió este hijo de tan pocas palabras?)
Yo: “Gracias! Podré enderezar el
pedazo que vas a dejar – así pongo una maceta o algo ahí?”
P: “Y, eso le va a salir más caro
porque hay que hacer una agujero alrededor y cortar raíces….”
Ahora sí utilizás el silencio,
eh? Le debe haber costado un gran esfuerzo dejarla picando.
HP: “Mañana vemos, sra. No se
preocupe” Y comienza a caminar para el portón.
Yo: “Bueno, yo_”
P: “Sí, nos vamos porque tenemos
un montón de laburo. Acá de Fulano y más allá de Mengano; la tormenta….“
Miro al hijo – que seguramente no
ha estudiado lingüística – pero en su sonrisa veo que el nuevo cambio de
pronombres no le pasó desapercibido y tampoco lo tomó desprevenido.
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