martes, 19 de febrero de 2013


Diálogo con otro vecino desconocido (vuelvo a hacer la salvedad que acá son todos vecinos) (09/01/2013)

Salgo a caminar por la ribera – que no será la ‘cintura cósmica’  – pero sí está al sur. Escucho que un vehículo se acerca a mis espaldas, salgo de la huella y me muevo hacia la derecha. Un cuatriciclo me pasa a toda velocidad y me envuelve una nube de arena. Pienso: “ Y la PMQTP!!!” Podría haberlo gritado también – total, con el ruido no se iba a escuchar! Ni bien termino de pensar el improperio (qué fina que estoy!) el cuatriciclo se levanta como si una mano lo hubiera alzado, gira en el aire y termina en la cuneta al lado del terraplén que – se supone – sirve como defensa contra las inundaciones y no debe ser transitado con ningún tipo de vehículo. Corro los 50 metros que me separan de una figura chiquita que está desparramada en el suelo. Veo que es un chico de no más de 10 años.

Yo: “Estás bien?” Me agacho y el chico se da vuelta. Veo  una mata de pelo rubio (o será la arena?) y  ojos pardos que ya se están llenando de lágrimas.
Ch: “Sí, yo…” No termina la frase cuando se escucha que alguien viene corriendo y grita:
VD: “QUÉ HICISTE ?!”  
Lo primero que pienso es: ‘Sonamos! Le afanó el cuatriciclo al padre!’
VD: (Mientras sigue corriendo hacia nosotros) “Te dije! Te dije que tuvieras cuidado!” Ah! Bué! Se lo prestó el muy p…..do! Ayudo al chico a ponerse de pié.
Yo: (Pensando que el padre necesita tranquilizarse con respecto a la salud del hijo) “Parece que está bien.”
VD: Mira el vehículo tumbado y se dirige al chico: “Mirá lo que hiciste!”
O alguien le hizo creer que el chico es inmune a tener conmociones cerebrales o es un boludo importante. Me siento en la obligación de defender al vástago.
Yo: “Lo que pasa que ahí (señalo) hay un cráter!” (Hipérbole para ‘pozo’ que supuse calmaría un poco el enojo del padre) y agrego: “Es un vehículo muy inestable para esta clase de terreno” (A buen entendedor: ‘Cómo se te ocurre que esta criatura lo puede manejar!?’) Evidentemente no es buen entendedor.
VD: “ES para este tipo de terreno. Hay que saberlo manejar no más!” (A bué!!!). “Gracias”. (Bueno, menos mal!) Al hijo: “Te lastimaste?” (Sííí! Ahora parece el padre!)
Ch: “Un poco, pa. Me duelen las rodillas” Escupe un poco de arena que se le metió en la boca.
Yo: “Bueno, espero que no tenga  ningún golpe serio” (O sea: vigilalo todo el día y si muestra algún síntoma, llevalo al médico)
VD: Mirando todavía el maldito cuatriciclo: “Ajá. Gracias por ayudarlo”.
Yo: “Por nada”. Al chico: “Chau. Y cuidate si subís a eso otra vez”. Señalo el vehículo y el chico ensaya una sonrisa torcida.
Ch: “Chau, Sra. Gracias” (Cómo le salió tan educadito?)
Me alejo unos pasos y sigo escuchando la padre retando al hijo, pero ya más calmado.  Lo último que escucho es:
VD:  “Ibas muy rápido, no te acordás que te dije cómo tenés que….” Apuro el paso. No vaya a ser que ceda al impulso de volverme y decirle lo que estoy pensando.

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