miércoles, 31 de diciembre de 2014

Diálogo con Mi Otro Yo …. ¡Ay!

Recién levantada voy bajando la escalera cuando mi cabeza registra un murmullo interno que se convierte en grito.

MOY: “¡BAAAA-LAAAAN-CEEEE! ¡BA-LAN-CE! ¡BA-LAN-CE!”
Yo: “¡Pará! Me vas a destrozar los oídos – y de adentro hacia afuera! ¿Qué querés?”
MOY: “Tu sordera va in crescendo, che. ¿No escuchaste? Quiero que hagas un balance de este año que se va.”
Yo: “Yo estaré más sorda, pero vos estás cada día más tarada.”
MOY: “Pará que anoto en la columna ‘débito’: ‘aumento de sordera e irritabilidad’. ¿Tenés algo para la columna ‘crédito’?”
Yo: “No pienso seguirte la corriente.”
MOY: (Por supuesto sin registrar lo que digo) “Por ejemplo, ¿Hiciste nuevas amistades este año?”
Yo: “Eh….”
MOY: “No, claro que no. Eso va a débito también”
Yo: (Y ya me enganchó la muy HDP)  “¿Por qué a ‘débito’? Yo tengo mis amigos y si no se da el hacer nuevos amigos, no se da.”
MOY: (Haciendo oídos sordos nuevamente) “¿Dónde pongo lo de la jubilación? ¿Crédito o débito?”
Yo: “¿Sabés que me tenés podrida, no?”
MOY: “ Yo diría que por una parte es un logro… y por otra una cagada.”
Yo: “¡Y tenía que aparecer tu vocabulario excelso! Mirá, voy a dedicarte unos segundos para explicarte que lo que pasa en la vida no se puede volcar en un ‘balance’ como el que vos querés. Cada experiencia tiene algo positivo y algo negativo.”
MOY: “¡Ah, claro! Entonces no se puede hacer un balance real. O sea, querés esquivar catalogar lo que te pasó este año. ”
Yo: (Pienso una vez más: ‘Quieeeeeero operaaaaaarme de ti’ – pensamiento que viene acompañado de melodía de vieja canción) “¿Por qué no hacés VOS un balance de TU año, eh?
MOY: “Lamentablemente mi año está atado al tuyo. Y fue A-BU-RRI-DO. En realidad esto del balance es para hacerte pensar un poco. Ya ni boludeces pensás. En cualquier momento empiezan a morir neuronas a mi alrededor por falta de ejercicio.”
Yo: “Mirá, no sé cómo no se mueren más teniéndote a vos cerca. Sos lo que hoy en día se llama ‘un ser tóxico’.”
MOY: (Sin inmutarse) “¡Ah! Pero sin los ‘seres tóxicos’, cómo sabrías que hay otros seres que no lo son, eh?”
Yo: (¿Qué hago un 31 de diciembre bancándome esto?) “No voy a entrar en esta discusión. Es el último día del año. ¿Vos no tenés una pizca de amabilidad, de sosiego, de cordialidad, benevolencia_?”
MOY: “Ya entendí. Ya entendí. Ahora te voy a dejar – pero sólo porque tengo que ‘googliar’ todas estas palabras que usaste.” (¡Ay! Y serán usadas en mi contra en algún momento) “Pero voy a volver – agradecé que no te pedí que hicieras resoluciones de año nuevo.”
Yo: “La verdad, te agradezco que desaparezcas tan rápido.”
MOY: “ Y, si no se puede tener una conversación medianamente inteligente con vos….”
Yo: “Feliz año nuevo para vos también.” (Juro que no utilicé entonación irónica)
MOY: “¡Ay! ¡Qué conmovedor!” (Sarcasmo al cuadrado. ¡Es una reverenda HDP!) “Feliz año para vos también y, solo para evitar aburrirme el 2015, me voy con una cita de tu amado Oscar Wilde: ‘Lo menos frecuente en este mundo es vivir. La mayoría de la gente existe, eso es todo’. Quedate tranquila que yo siempre voy a estar para que no te pase lo segundo.”


Y se va sin más. Y yo pienso que, muy a mi pesar,  MOY también es algo que podría ir en las dos columnas: débito y crédito.

lunes, 29 de diciembre de 2014

Diálogo con Sra. ‘parlemitana’ (gentilicio que, debo reconocer, no tenía idea que existía)

Estoy fumándome un puchito en la vereda en Palermo, Bs. As., cuando veo una Sra. de edad avanzada que viene hacia mí paseando un perrito Pug. Impecablemente vestida y maquillada, y a pesar de ayudarse con un bastón para caminar, podría ser tomada como miembro de la realeza inglesa – quisiera yo tener ese porte.

El Pug pasa a mi lado y luego gira violentamente, casi arrastrando a la Sra., y me olfatea las zapatillas.
Sra.P: “¡Ay! ¡Mil perdones! No sé qué le pasa. Por lo general es muy educado.” (Dice esto mientras tira de la correa con tan poca fuerza que no creo que el Pug se dé por enterado que tiene que dejar de olerme las zapatillas)
Yo: “No hay problema. Seguramente siente olor al perro de mi hija.” (El Pug me mira como diciendo ‘¿Y dónde está que quiero jugar?’)
Sra. P: “¡Ah! Con razón. No es de tener este tipo de comportamiento. ¿Ud. vive en este edificio? Disculpe la pregunta pero cómo no la he visto antes…” (Vecinas son vecinas – en Palermo o en El Leyes)
Yo: “No. Vine a visitar a mi hijo que vive acá.” (Señalo el edificio)
Sra. P: “¡Ah! No pudo elegir mejor lugar para vivir. Yo que soy Parlemitana – nací en Palermo - ¿Puede creer que donde está aquel edificio estaba mi casa paterna?”
Yo: (Sin poder evitarlo) “¿No me diga?”
Sra. P: “Sí. Ahora tengo un piso ahí. Pensar que en esta calle me enamoré por primera vez.” (¡Ay! Miro al Pug que parece saber lo que viene porque ya se echó a los pies de su dueña y parece estar tomando una siesta)
Yo: (Jurándome no decir ‘¿no me diga?’ nuevamente) “Ah”
Sra. P: “Sí. Él era poeta. Falleció hace poco.”
Yo: “Ah.”
Sra. P: “Pero en esa época los padres tenían la última palabra y no aprobaron nuestra relación.”
Yo: “Ummm” (Y bueno, hay que variar las onomatopeyas)
Sra. P: (Exhalando un suspiro digno de la Garbo) “En fin. Después de todo tan mal no me fue.” (Y parece volver lentamente de sus reminiscencias) “Ahora sólo tengo a Ícaro” (Y mira al Pug que responde incorporándose. Y yo pienso ¿Por qué le habrá puesto ese nombre? ¡Pero NO voy a preguntar!)
Yo: “Es hermoso.” (No me gustan los Pug, pero a un dueño de perro jamás se le dice algo así)
Sra. P: “Me lo regaló mi hijo para que ‘me haga compañía’” (La entonación que denota las comillas es una obra de arte)
Yo: “Y, es lindo tener una mascota.”
Sra. P: “Sí. Pero éste me va a mandar al psicólogo.” (¿Eh?) “Parece que quiere manejarme la vida. Yo antes me levantaba a la hora que quería y desayunaba tranquila. Ahora ni termino el té que Ícaro ya va a buscar la correa y se para al lado mío. Y me mira de una manera…”
Yo: “Ja, ja. Pueden ser muy manipuladores.”
Sra. P: “ Y me hace sentir culpable si no lo saco enseguida. Y no puedo ver Guapas porque no le gusta. (¡Ah, bué!) Ladra y  ladra hasta que cambio de canal.” (Miro al Pug y él se hace el distraído) Pero póngale ballet o música clásica y es un angelito.” (Perro finoli este Ícaro)
Yo: “Bueno, no se le puede criticar el buen gusto. Ja,ja.” (La Sra. se ríe también)
Sra. P: “Bueno, ha sido un gusto  conocerla. Voy a seguir porque tengo que dar la vuelta a la manzana con Ícaro.” (Y, sí, no creo que lo pueda pasear más de eso)
Yo: “Un gusto para mí también.”


Y se aleja, con Ícaro siguiéndole el ritmo lento. Y yo me arrepiento de no haber preguntado por qué le puso Ícaro. Bueno, siempre hay otra oportunidad …

domingo, 14 de diciembre de 2014

Diálogo con ‘poeta’ costero

Voy hacia el portón en respuesta a un …

PC: “Doña, la molesto un ratito”
Yo: (Pensando: ¿Qué venderá? Pero no veo nada en sus manos, excepto un papelito. ¡Ya sé! Anda buscando una dirección. Eeeerrrorrr) “¿Perdido?”
PC: “¿Eh? No. No. Ando leyendo mis poemas” (¡Ah, bué! Se vino la ‘cultura ambulante’)
Miro al muchacho – de unos 15 o 16 años, y pienso que si escribe poesía y la lee ‘itinerantemente’ y en este lugar, se merece toda mi atención.
Yo: “¡Pero qué bien!”
PC: “Gracias.” (Y pasa a la parte ‘prosaica / pecuniaria’) Yo le leo mi poesía por solo $ 10.” (Buen curro, che)
Yo: “Bueno, ¿eso no depende de si me gusta la poesía?”
PC: “Ja. Ja. Está bien, que sea por $ 5” (¡Uy! ¡Cómo será el poema si baja el precio así! Pero bueno, viene la Navidad….)
Yo: “Bueno, a ver, leela.”
PC: “Es sobre la zona. Como las de Julio Miño son.” (¡Ah, bueno! ¡Cacho de ego tiene!)
Se aclara la garganta y con una muy buena dicción procede a la lectura.
PC: “Pueblo alma de arena/Venas de arroyos/ y cuerpo de gladiolos./ Perfumaron mi infancia/y acompañaron mi vida/el amarillo de tus aromos.” (Me digo: ‘bueno, no empezó taaaan mal, aunque algo no me cierra) “Ya está. ¿Le gustó?”
Yo: “Eh…. corta la cosa, ¿no?”
PC: (Con una caradurez digna de modelo hueca que nunca dio un paso y la llaman para bailar en lo de Tinelli) “A mí me enseñaron que ‘lo bueno, si breve, dos ves bueno” (¿Qué tul el niño?)
Yo: “¿Estás seguro que ese ‘poema’ es tuyo?”
PC: “Eh… por qué le parece que no es mío?”
Yo: (Le voy a dar los cinco pesos, pero primero le voy a enseñar a no mentir) “Bueno, para empezar, acá hace como tres décadas que no se plantan gladiolos – es todo frutilla y sandía. No podés haber visto una plantación de gladiolos ni en tus sueños.” (Baja la vista al papelito y la mantiene ahí) “Además, los aromos que ‘perfumaban’ toda la ruta 1 son también de otro tiempo.” (Omito decir ‘de MIS tiempos de infancia’) “No creo que hayas visto un aromo cargado de flores en tu vida.”
PC: “Eh… bueno… sí. Esto lo escribió mi abuelo – aunque capaz fue mi tatarabuelo. Pero el abu me dijo que fue él….” (¡Pucha que estoy vieja!) “Es más largo, pero lo divido, ¿vió? Leo una estrofa por casa, si no me canso.” (¿Esto está pasando o las algas de la pileta que estoy limpiando me afectaron mal?)
Yo: (Me río) “Esperá que busco la plata.”
Vuelvo al portón con cinco pesos ( el espíritu navideño es fuerte, che) y se los doy.
PC: “Gracias, doña.”
Yo: “Por nada. Y yo que vos pruebo a escribir algo. Tal vez heredaste algo de tu abuelo – o de tu tatarabuelo.” (Hay que estimular la poesía, aunque sea ésta poesía)


Ya no me escucha y se aleja, dirigiéndose a la siguiente casa. Y yo vuelo ‘al verde de las algas/que como esmeraldas opacas/se adherirán a mi piel/ y después ¡quién te las saca!’

viernes, 12 de diciembre de 2014

Diálogo con Mi Otro Yo

MOY: “HOOOOOLAAAAAA” (Me rompe los tímpanos desde dentro de mi cabeza)
Yo: “Hola. Tanto tiempo.”
MOY: “JUS-TA-MEN-TE. Hace siglos que no puedo hablar con vos. Tenés la cabeza taaaan vacía…”
Yo: “ ¡Y empezamos con una agresión! Además, vos no hablás conmigo – solo querés_” (Como de costumbre, me interrumpe)
MOY: “Quiero una charla – pero como te dije, vivís en una nube de pedo últimamente.”
Yo: “Bué. Si eso no es agresión… Además, aunque esté jubilada, estuve ocupada con_” (Ooootra vez me interrumpe)
MOY: “Sí, claro. Ocupada con el Pet Rescue y, cuando te trabás ahí porque no te da más la cabeza, seguís con cualquier otro jueguito boludo, yo no sé_” (Acá interrumpo yo)
Yo: “¿Tenés algo IMPORTANTE para decir o solamente apareciste para jo… eh… ‘jorobarme la paciencia?”
MOY: “¡Pero qué fina! No, tu paciencia se jodió por los 34 años de docencia no más-“ (¡Pero qué HDP!)
Yo: “Bueno, dale. De qué querés hablar?
MOY: “¿DE QUÉ? ¿Sabés todo lo que tengo atragantado? El cepo al dólar mientras se lavan dólares negros  con los cedines, el procesamiento del vicepresidente, el nuevo Código Penal, el nuevo Código de Procedimiento, los buitres de afuera, los buitres de adentro, el fallo del juez Griesa,  los ‘pases’ de políticos de un lado a otro, la_”
Yo: “¡Pará! ¡Pará! Seguís enganchada con la política? Te vas a enloquecer… y me vas a enloquecer a mí. ¡Dejate de joder!”
 MOY: “Loca siempre fuiste, así que no me culpés a mí…. aunque a veces ayudé un poquito. ¿En serio no te importa un carajo? Se ve que la jubilación, además de hacerte aumentar kilos, ¡te afectó el cerebro! ¡Menos mal que la parte donde yo estoy no sufrió daños!” (¡Ojalá te hubiese afectado! Imagen de MOY siendo devorada/o por partículas grasas)
Yo: “Mirá, pará con la agresión. Lo que te quiero del decir es que con ‘charlar’ no se soluciona nada. Lo que_” (Y sigue interrumpiendo)
MOY: “Eso ya lo sé. Pero de alguna manera hay que descargar las frustraciones, che. ¿O te olvidás cómo hablabas sola cuando corregías prácticos y exámenes?”  (No, ¡si es una HDP con todas las letras y más!)
Yo. “Bueno, ya descargaste un poco. ¿Ahora me podés dejar en paz?”
MOY: “Mirá, estás en paz hace casi un año. Tan en paz estabas todo este tiempo que pensé que habías estirado la pata.” (¡La boca se te haga a un lado!)
Yo: (Tratando de no dejarme llevar por la provocación) “Ojo, eh, porque si yo estiro la pata, vos desaparecés – y daría cualquier cosa porque eso sucediera, excepto ‘estirar la pata’ como vos decís.”
MOY: “Pero qué tranqui que estás. Bueno, volviendo a la política_”
Yo: “No pienso seguir con esta conversación. Pensá la política como ‘el arte de lo posible’ como se dice. Si la pensás así, no podés sorprenderte de nada, ¿no?”
MOY: “Veo que no tenés el más mínimo interés en sostener una conversación medianamente inteligente, así que por ahora te voy a dejar. Pero te aclaro, la política podrá ser ‘el arte de lo posible’, pero yo más bien creo lo mismo que Groucho Marx: “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados.”


Y se va. Pero no dudo que va a volver a la carga en algún momento. Tengo que ganarle de mano y ‘googlear’ varias citas sobre la política para calmarla un poco.

martes, 18 de noviembre de 2014

Diálogo con traumatólogo

Entro al consultorio rengueando, saludo al doctor y me dejo caer en la silla.

T: “No le pregunto cómo anda porque ya veo que no anda bien.” (¿Te parece?) “A ver, muéstreme el pie.” (Mi traumatólogo – quizá debido a sus años en salas de emergencias - parece creer que la camilla está reservada para los casos graves, por lo tanto ese ‘muéstreme el pie’ significa ‘poné la pata arriba del escritorio’ ¡Menos mal que no es psicólogo! Se me presenta imagen mental de paciente acostado sobre el escritorio.)
Yo: “Ahora está bastante deshinchado porque_”
T: “¡Uy! ¿Pero dónde metió la pata?” (¡Ah, nó!) “Parece una empa_” (Acá lo interrumpo levantando la mano como lo hacía con los alumnos cuando me parecía que iban a decir alguna b… eh… algún ‘desatino’)
Yo: “Si me va a decir que parece una empanada y, en particular, una empanada gallega, lo mando a manejar un colectivo de larga distancia.” (Me mira sin entender, o quizás pensando que además de un trauma óseo o de tendones, tengo algún otro tipo de trauma – mental. Así que le cuento la anécdota con el chofer – ver diálogo 15/11/14)
T: “Jaaaaaaaaaaaaaa. ¡Un genio el chofer!”
Yo: “Mire, si ahora ud. me dice que es una ‘torcedura’, me voy a la empresa de colectivos y le pago la consulta al chofer.”
T: “Jaaaaaaa. La verdad que me parece que no le erró mucho. Pero él no la revisó, ¿no? Ja ja.” (¡Cómo me gusta que la gente se divierta!)
Procede a toquetearme el pie, lo mueve para todos lados (este se cree que mi pie es la cabeza de una poseída y puede girar 360º?) y finalmente me extiende el pie hacia abajo y me hace ver las estrellas.
T: “Aaaaaaajá. Voy a usar el vocabulario por el que me paga: esto es una bruta tendinitis.” (Bué, no creo que el ‘bruta’ sea un adjetivo calificativo que le enseñaron en la facultad). Va a necesitar quinesiología.”
Yo: “¡Ay, no!”
T: (Mirando mi historia clínica) “Sí, ya sé. No le gusta la kinesiología. Busquemos alternativas entonces.” (Acá me da medicación y una crema) “Pero si esto no funciona en 4 o 5 días no le va  quedar más remedio.”
Yo: “Mire, muchos me han dicho que no tengo remedio, así que ….”
T: “Ja ja. Menos mal que se lo toma con humor.” (¿Y qué querés que haga?) Bueno, vaya y acuérdese – no más de 5 días de este tratamiento. (Me levanto para irme)  Y no quiero que se ‘acuerde de mí y de mi familia’ en estos días, ¿eh? Ja ja”
Yo: “Lo voy a recordad con mucho cariño, no se preocupe. Ja ja.”



Y me voy, rengueando nuevamente, y recuerdo a Santiago Ramón y Cajal: “Sólo el médico y el dramaturgo gozan del raro privilegio de cobrar las desazones que nos dan.” ¡Tendría que agregarle los choferes de larga distancia!

sábado, 15 de noviembre de 2014

Diálogo con chofer de colectivo larga distancia. 

Entrego mi boleto de vuelta a Santa Fe al chofer acompañante, quien mirando el número de asiento, me dice:

Ch: “Arriba Sra.” (La entonación está entre ‘el asiento es arriba’ y ‘Muévase’)
Yo: “¡Ay, no! No puedo ir arriba.”
Ch: (Mirándome como si fuese tarada) “Pero el asiento que le dieron es arriba.” (Sí, ya sé, querido) “Y ud. lo compró hace dos días en Santa Fe.” (O sea, ‘No sea idiota – ud. eligió el asiento)
Yo: “Si. Pero en ese momento no sabía que me iba a lesionar el pie. Mire cómo lo tengo.” (Y subo pudorosamente el pantalón para que contemple la masa amorfa que es mi pie derecho que rebalsa de la zapatilla sin cordones)
Ch: “¡Uy! ¿Pero dónde metió la pata?” (¡Si yo supiera!) “Eso es una empanada – gallega.” (¡Muy gracioso que te tiró!) “Es una torcedura fea.” (Bueno, chofer, comediante y diagnosticador al paso)
Yo: “Sí. Por eso no quiero ir arriba. Primero, me llevaría una vida subir. Segundo, me va a llevar otra vida bajar.” (Me mira como diciendo: ‘bueno, bancatela, pero ya detecto en el tono de voz que ‘se puede trabajar la situación’) “Bueno. Si no se puede no se puede. ¿Me ayudás a subir? Me vas a tener que llevar el bolso. Y te voy a tener que molestar para que me ayudes a bajar si tengo que ir al baño….” (La dejo picando)
Ch: (Reaccionando con la velocidad de servicio de emergencias) “No. No. Cómo va a hacer con ese pie. Vaya abajo (y me da el número de asiento) Es individual. (¡No vaya a ser que un pasajero se queje porque tiene que moverse para dejarme pasar y le perturbe el descanso! ¡O que me caiga por ahí y el seguro tenga que pagar!)
Yo: “¡Muchísimas gracias!” (Dulce sonrisa de ancianita que cree que el Sr. es un ser humano  comprensivo)
Ch: “Suba con cuidado. ¿Puede con el bolso? A ver, vos, dame el pasaje y subile el bolso a la Sra. (Esto dirigido a un pobre muchacho que está detrás de mí en la cola. ¡Pero qué HDP!)
Yo: “No. Está bien. Puedo. Gracias.”


Subo y me siento. Mientras pongo el bolso en el piso y lo empujo bajo el asiento viene a mí la expresión ‘esquivar el bulto’. En este caso creo que el chofer más que ‘esquivar’ quería encajárselo a otra persona.

lunes, 27 de octubre de 2014

Diálogo con Vecina (la de la quinta)

Después de cortar, podar y limpiar, me siento (más para descansar que para otra cosa) en el césped y me pongo a sacar yuyitos de un cantero. Ahí estoy, disfrutando la sombra cuando desde las rejas escucho:

V: “¡Hola! Esta vez se quedó anoche.” (Se ve que registró las luces prendidas en la cochera y el patio)
Sin muchas ganas me levanto y me acerco al portón. (No se va a ir, y no estoy para hablar a los gritos)
Yo: “¿Cómo le va? Sí, me quedé para poder regar hasta tarde y_”
V: “Me imaginé. Además ahora parece una quinta. El pasto estaba alto.” (¿Cuándo va a aprender la palabra ‘césped’??)
Yo: “Quedó bien ahora.”
V: “Yo pensé que iba a venir más seguido ahora que está jubilada.” (¿¿Cómo carajo se enteró?? Pero no pienso confirmarte la noticia.)
Yo: “Su jazmín del cielo está hermoso.”
V. “Y, sí, yo lo cuido.” (O sea: ‘no como vos que abandonás las pobres plantitas’.) “Se ve que la jubilación ya la hizo engordar.” (Y no contenta con este comentario, señala mi abdomen – como para que no queden dudas que no inventa sino que se nota)
Yo. (Automáticamente escondo la panza – lo que dura hasta que necesito el diafragma para hablar) “¿Le parece? Lo que pasa es que ésto (señalo mi pecho) no me deja ver la panza. Ja Ja.” (Y omito decir: ‘Vos te la verás porque sos más chata que tabla de planchar’.)
Por supuesto, no se inmuta.
V: “Siempre me pregunté por qué usa malla de dos piezas. Acá no se usa mucho, ¿vió?” (¡No! ¡Ésta sí que le da toda una nueva dimensión a la palabra ‘impertinente’!)
Yo: “Siempre usé dos piezas. Y mis vacaciones casi siempre fueron en Brasil y ahí sí se usa – independientemente de la edad o el físico.” (¿Por qué le contesto y no la mando a la M…..?)
V: “¡Ah! Claro. Yo usé hasta hace un tiempo. Pero con la edad …..”
Yo: “Claro. Si a ud. le molesta…. La verdad, con no pasar frente al espejo eso se soluciona. Ja. Ja. Bueno, voy a seguir con el cantero…”
V: “¿No limpió la pileta todavía, no? Porque no escuché la hidrolavadora.” (O vuelvo al cantero o le tiro con algo)
Yo: “No. ¿Y ud.?”
V. “No. Vio que a mí me la limpia el Chicho. (Eso suena feo) El de acá al fondo… ( y viendo que por supuesto no sé de quién habla, sigue:) ¡Pero lo tiene que conocer! El casado con…. (y acá vienen 5 minutos de detalles físicos, psicológicos, familiares y geográficos para que yo ubique quién es ‘el Chicho’. Yo ya no escucho sino que me dedico a pensar cómo cortar esto)                                                                      
Yo: “¡Ah! ¡Sí! Ya sé. Bueno, voy a seguir porque en cualquier momento me da el sol en el cantero y no voy a poder terminar. ¡Que siga bien! Y nos estamos viendo.” (Y giro para volver al ‘trabajo’)
V: “Bueno, la próxima le cuento las novedades del barrio.” (Levanta la voz porque yo ya estoy a buena distancia y la saludo con la mano – aún de espaldas – no sea cuestión que piense que voy a volver a la reja para que me ‘informe’)


Me siento nuevamente en el césped y continúo mi ataque a los yuyos. Viene a mi mente un dicho y me entretengo cambiándole algunas palabras: definitivamente la vecina ‘ve la grasa en el abdomen  ajeno y no la celulitis en el propio’ 

jueves, 2 de octubre de 2014

Diálogo con Empleada de Empresa de Energía (2)

Habiendo llevado a cabo la tarea encomendada por la EEE (ver diálogo 1/10/14), y munida de los datos correspondientes, me dirijo nuevamente a la oficina de la empresa de energía. Voy ‘rumiando’ cómo darle las noticias que tengo.

Yo: “Buen día. ¿Te acordás que vine ayer?
EEE: “Eeeee.” (Evidentemente no se acuerda)
Yo: “Por el problema del medidor que_”
EEE: “¡Ah! Sí, sí. La que quieren que le cobren.” (Bué, cada uno rotula las cosas como quiere, ¿no?)
Yo: (Con media sonrisa no más, porque todavía tengo que darle las nuevas – que no sé si son buenas) “Mira, hice como vos me dijiste.” (No sea cuestión que no se acuerde) “Miré el medidor.”
EEE: “¿Y?”
Yo: “Tengo una buena y una mala. La buena es que el medidor anda. La mala es que la lectura no coincide para nada con lo que dice la boleta.”
EEE: “¿Cuánto más? Así le hago una nueva factura.” (¡Pero mirá que son rápidos para sumar!)
Yo: “No. (Y le paso la boleta donde anoté la cifra). Cuando llegué era 1250. Después enchufé la heladera y el celular. Me fijé y la ruedita gira – lento pero gira. Cuando me vine la lectura era 1255. La factura dice 1264.” (Énfasis en la cifra para que se note que no va a poder sumar)
EEE: (Se toma un tiempito para corroborar los datos en su compu.) “O sea que….”
Yo: (Terminando la frase) “O sea que la cifra que está repetida durante tres bimestres NO es la que tiene el medidor. Es mayor. Para mí quién tomó la lectura se equivocó. Pero lo que no entiendo es cómo ‘se equivocó’ tres veces…. ” (¡Te quiero ver explicar eso!)
(Espero que me pregunte algo como ‘¿está segura?, ¿no habrá visto mal? – pero nada de eso pasa)
EEE: “¡Ya sé lo que pasó!” (Debe ser psíquica) “La primera lectura está mal (sí, querida, ya sé) y después no le podían poner menos porque no le puede dar consumo negativo, así que repitieron la cifra.” (¡Eso es hacer magia! ¿O sea que yo iba a tener ‘0 consumo’ hasta que consumiese más de 1264 kw???? ¡Si no fuera honesta me sentiría una pelotuda!) “Yo le voy a corregir acá (en la compu) y ahora la lectura tiene que ser a partir de esta cifra.” (Subraya la cifra que yo anoté en la boleta). “Ahora, cuando le llegue la próxima boleta, controle que ésta sea la lectura anterior. Cualquier cosa, dese una vueltita.”
Yo: (Sonriendo) “Perdoname, pero no sería más fácil que uds. llamaran a los usuarios un determinado día y nosotros les diéramos la lectura?”
EEE: (Entre carcajada y carcajada) “¿Sabe lo que perdería la empresa así? Ja. Ja.


Me entrega una hoja donde consta que la última lectura debe ser 1255 y yo me levanto y parto. Me siento como si hubiese presenciado un muy buen acto de magia. Roald Dahl dijo que “El que no cree en la magia, nunca la encontrará”, yo creo que hasta el más escéptico terminaría creyendo si estuviese en mis zapatos en este momento.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Diálogo con Empleada de Empresa de Energía

Después de recibir la boleta de la luz de la quinta con un ‘0 consumo’, y sabiendo que eso no puede ser, me dirijo a la oficina correspondiente.

EEE: “Buen día.”
Yo: “Hola. Mirá, vengo porque me parece que van a tener que revisar el medidor de mi casa porque_” (No me deja terminar)
EEE: “¿Tiene sobrefacturación? A ver.” (Y me extiende la mano para que le dé la factura, cosa que hago)
Yo: “No. No. Me da ‘0 consumo’ y_” (Oootra vez me interrumpe)
EEE: “No entiendo cuál es el problema. Viene con consumo 0 desde el 2do bimestre de este año.”
Yo: “Es que no puede ser.  En los dos bimestres anteriores estoy de acuerdo porque la casa estuvo cerrada y no fue nadie. Pero en este bimestre yo fui a cortar el césped, prendí la heladera, regué, en fin… No puede ser que no haya consumido luz. Van a tener que revisar el medidor.” (Omito agregar: ‘O decile a los que deben tomar la medida  que realmente vayan y miren el medidor’)
EEE: (Mirándome como si fuese extraterreste y finalmente cayendo en cuenta de cuál es el problema) “¿Ud. cree que consumió y quiere que se le facture?” (¡Y sí querida! No creo. Sé.)
Yo: (Con la paciencia con la que solía explicar la tercera condicional a mis alumnos - ¡y miren que se requiere paciencia para eso!) “Mirá, o el medidor no anda, o….” (Lo dejo ahí, pero la EEE inmediatamente completa la oración)
EEE: “O no pasaron a medir y repitieron las lecturas anteriores.” (Lo dice como alguien que declara que el sol sale todos los días)
Yo: “No sé. Lo que quiero es ver si el medidor anda y que me cobren lo que consumo.”
EEE: (Me parece que paso de la categoría ‘extraterrestre’ a ‘extraterrestre salame’) “Bueno, si a Ud. le parece…” (¿Estoy loca, soñando, delirando, o qué?) “Mire, hagamos esto, ¿Ud. va para allá ahora?”
Yo: “Sí, por eso_”
EEE: “Bueno, tome Ud. la lectura y anótela acá.” (Escribe algo como ‘Lect.’ en la mismísima boleta seguido de dos puntos para que yo registre la medición) “Ya le explico cómo se hace.” (Mira algo en la compu.) “¡Ah! El suyo es un medidor mecánico. Es fácil. Baje la tapa y mire los números no más.” (Tendría que mirar si anda primero, ¿no? ¡No se puede creer!)
Yo: (Sorprendida como argentino al que un arbolito le ofreciese el dólar a $8) “Eeee. Bueno. Pero mirá que vuelvo a la tarde, así que te tendría que traer eso mañana a la mañana recién.”
EEE: “No hay problemas. Fíjese y así salimos de la duda. Buenos días.” (O sea, andá hacé vos el laburo que debería realizar la empresa y después contame.)
Yo: “Hasta mañana.” (A ver si entiende que me va a ver mañana nuevamente)


Salgo de la oficina con la boleta en la mano y todavía no puedo creer lo que pasó. Subo al auto y mientras recorro la ruta en dirección a la quinta me pregunto si tengo una pinza para poder abrir la tapa del medidor y ¡qué puede pensar la vecina si me ve haciendo eso!

lunes, 8 de septiembre de 2014

Diálogo con Conciudadana Caminante

El día que logro cruzar el puente colgante, empiezo a estirar un poco antes de pegar la vuelta. De pronto:

CC: “¡Agggggg….yyyyyyy! (Sí así sonó) ¡La PMQLP!”
Giro y veo a una chica de unos veintitantos, tirada de espalda en el pasto, tomándose la pierna derecha. Me acerco, le agarro la pierna y comienzo maniobras anti-calambre.
Yo: “Aguantá un cachito. Ya se va a pasar.”
CC: “¡Aaaaayyyyyy’!” (Seguido de otras varias expresiones soeces). Viendo que esto no funciona, le saco la zapatilla e implemento lo poco que se de reflexología.
CC: “Ahhh. Ya … tá. (Así se habla cuando uno larga aire en medio de una secuencia de sonidos)
Yo: “¿Segura?”
CC: “Si. Gracias.” (Se seca las lágrimas)
Yo: “¡Flor de calambre! Parate y hacé unos pasos. Sin miedo.” (Le tiendo la mano y la ayudo a incorporarse.)
CC: (Mientras pone a prueba la pierna) “Ese masaje me sacó el calambre de una. ¿Qué es? Reiki?” (¿Eh?)
Yo: “No, no. Reflexología.”
CC: “¿Dónde aprendió?”
Yo: “Un libro.” (Omito decir que es una novela de suspenso  donde un personaje hace lo que yo le hice a ella – hasta ahí mi conocimiento. ¡Qué bueno que Joe de Mers sea confiable en la descripción de los movimientos a realizar!) “¿Cómo la sentís?”
CC: “La verdad que bien. Me acalambré por boluda. (bué – yo nunca desmiento nada sin pruebas) Es que estoy hecha una cerda.”
Lo que yo veo es una joven de buenas formas y para nada obesa – para nada. Empezamos a caminar despacio.
Yo: (Riéndome) “Peso no te sobra. Me parece que te faltaba ejercicio.” (Pienso en ‘Narciso’ – ver diálogo 28/08/2014 – y me callo)
CC: “¿En serio no me ve gorda? Yo me miro al espejo y me odio. Las chicas de la facu son unos palos en comparación.” (Allá ellas, pedazo de salame)
Yo: “¿Qué estudiás?” (Me cuenta que está en primer año de una ingeniería) “¡Ah! Todo ciencias duras.”
CC: “Sí. Me gustan porque al contrario de las sociales, todo se puede medir y comprobar.” (No coincido totalmente, pero me guardo el comentario)
Yo: “Bueno, entonces me sorprende que digas que sos gorda.”
CC: “¿Eh? ¿Qué tiene que ver?”
Yo: “Bueno, las ciencias duras son empíricas, ¿no? ¿Cómo comprobaste que sos gorda?”
CC: (Me mira como si fuese lela) “Tengo espejo en casa. Le dije_”
Yo: “Ummm. Eso no es muy empírico, ¿no? Después de todo, lo que uno ve es lo que nuestro cerebro dice que estamos viendo.”
CC: (Se sonríe) “Los famosos misterios de la percepción. Lo vimos en biología.”
Yo: “Eso. Así que tenemos que admitir que tu percepción de tu ‘gordura’ puede estar equivocada.”
CC: (Se ríe) “¿Es psicóloga?”
Yo: (También riéndome) “No. Fui docente mucho tiempo.”
CC: “¡Ah! ¿Y lo empírico qué sería?”
Yo: “Ir a una nutricionista que te haga ese estudio – no sé el nombre – que te da cuál es tu peso ideal de acuerdo a distintas variables: edad, altura, y otras cosas.”
CC: (Se le ilumina la cara) “Tiene razón. ¿Cómo no se me ocurrió? Pero y si_”
Yo: (Anticipando lo que viene) “Si te dice que estás excedida de peso, primero, por lo menos se comprobaría la hipótesis que tenés. (Nos reímos) Y segundo, te daría una dieta para ajustar eso. Bueno, acá cruzo.”


Nos despedimos y mientras cruzo la avenida pienso en la autoimagen – esa fotografía interna que muchas veces nada tiene que ver con cualquier imagen de nosotros que se capte con una cámara.

jueves, 28 de agosto de 2014

Diálogo con Conciudadano Caminante.

Salgo a caminar un poco y descubro que estoy en un estado lamentable – de hacer la mitad de la costanera, cruzar el puente colgante y volver a casa como si nada, he pasado a no poder llegar a más de dos cuadras después del faro. Paro y empiezo a estirar nada más que para poder descansar cuando…

CC: “El precio de la vida sedentaria, ¿eh?” (Esto viene de un señor de más o menos mi edad que está estirando como si fuera de goma)
Yo: “Y de ser fumadora.” (Me mira horrorizado – ¡ni que le hubiese dicho que soy asesina serial!)
CC: “¡Con razón ya casi venía arrastrando los pies!” (¡Pero y la PMQTP! Que eso sea cierto no te habilita para decírmelo en la cara) “Debería nadar también, además de caminar todos los días por lo menos una hora.”
Yo: “Umm” (No es que no quiera contestar – solo estoy tratando de respirar)
CC: “Yo hice deportes toda mi vida y cuando me casé me negué a dejarme estar. Le enseñé a mi mujer a cocinar sano. ‘Mi cuerpo es mi templo’ - buena frase, esa.”
Yo: “Aja.” (El mío debe ser uno de esos templos medio en ruinas en la selva)
CC: “Uno tiene que mantenerse joven. Mirarse al espejo y verse avejentado es terrible ¿Cuánto me da?” (Empiezo a pensar en Narciso – no la flor sino el de la mitología griega)
Yo: (Nunca es bueno contestar una pregunta como esa directamente) “Mas o menos mi edad.” (Tomá. El chasis puede estar ‘tuneado’  pero la edad se nota igual)
CC: “¿En los 50?” (No sé si está preguntado por mí, por él, o si está afirmando que ambos estamos en los 50)
Yo: “Ajá.” (Mientras inhalo y exhalo lentamente pienso que, después de todo, sí estoy en los 50 – en qué parte de los 50 es otra cosa) “Lo que pasa es que  hace rato que no caminaba. Ya me voy a acostumbrar de nuevo.”
CC: “Dejar es lo peor. El cuerpo pide ejercicio. Yo ya caminé 2 horas y después me voy a jugar al tenis un rato.” (Al dope está el hombre)
Yo: “Yo ya voy a pegar la vuelta. Como me pesan las piernas me va a llevar un rato.”
CC: “Pero no camine despacio. Póngale energía. Tiene que sentir que su mente domina sus músculos.” (¿Qué músculos? ¿Los que tengo agarrotados?)
Yo: (Le sonrío y giro para irme) “Bueno, que tenga buen día.”
CC: (Sin registrar que eso es una despedida) “Y cuando llegue a su casa hágase un buen jugo de zanahorias – nada mejor que eso después de hacer ejercicio.”


Le sonrío y asiento. Empiezo la vuelta que se siente más como una retirada. Pero me las arreglo para caminar como si nada me doliese hasta estar fuera de su vista. Y juro que la próxima vez que salga a caminar voy a tratar de evitar a Narciso.

martes, 12 de agosto de 2014

Diálogo con verdulero – en la quinta

Estoy pintando cuando escucho a alguien golpear las manos. Cuando veo que no es la vecina, bajo la escalera y voy hasta el frente sacándome los guantes. Allí está el verdulero, con carro y todo.

V: “¿Le doy algo, doña?”
Yo: “¿Qué tal una mano con la pintura?” (Digo esto tirando los guantes tan torpemente que termino con la nariz blanca)
V: “Ja. Ja. No. Por algo soy verdulero y no pintor. Y ud. debería dedicarse a enseñar no más” (Señala mi nariz y me limpio como puedo. Y por supuesto no actualizo mi información a ‘estado: jubilada’)
Yo: “Bueno. A ver. ¿Qué lleva hoy?”
V: “Mire esta frutilla. Es espectacular.”
Yo: “La verdad que se ve muy buena. ¿Cuánto?”
V: “ Treinta el kilo.”
Yo: “¡Epa! ¡Se le fue la mano! Si en la ruta está entre 20 y 25.”
V: “Ah, claro. Pero yo se la traigo a la puerta. Los de la ruta hacen competencia desleal.” (¡Ah, bué!) “Yo tengo gastos. El caballo, (en ese momento el equino me mira como diciendo ‘¡Pero qué HDP!’) mantener el carro en condiciones… Y todo eso es gasto.” (Tendría que terminar acá la conversación, pero me viene bien un recreíto de la pintura)
Yo: “¡Me imagino lo que le cobra el veterinario por controlarle el caballo!” (¿Te tomé por sorpresa, ¿eh?)
V: “Eh… No. Este, ‘Lucho’ nunca se enferma – tocando madera.” (El equino vuelve a mirarme y me muestra los dientes. Para mí se está riendo)
Yo: “¿Entonces qué gasto tiene con Lucho? ¿Le compra comida especial?” (Lucho vuelve a mostrar los dientes y después, como para evitar una mentira del dueño, se pone a comer yuyitos)
V: “No. No. El pasta acá y allá. Hay tanto terreno baldío por acá…”
Yo: “Entonces no entiendo_”
V: “Yo ando todo el día, doña. Y últimamente nadie me compra nada, ¿vió?” (Cara de lástima falsa como el argumento de los ‘gastos’)
Yo: “Y, está dura la cosa. Además por acá la mayoría de la gente siembra verdura o tienen árboles frutales…” (O sea: ‘¿Cómo se te ocurre ser verdulero en esta zona?’)
V: “¿Entonces no quiere la frutilla?”
Yo: “No. Esta vez paso.”
V: “Y bueno. Sigo entonces. Ya vendrá el verano.” (Claro, cuando las quintas están ocupadas y vende bien – y bien caro también)
Yo: (Siendo maldita a sabiendas) “Y sí. Con todas las quintas y cabañas de por acá, ya va a tener oportunidad de vender mucho y va a poder bajar los precios.”
V: (Desde el asiento del carro me mira como si lo blanco en mi nariz fuese otra substancia y  me hubiera afectado el cerebro) “No. No. Yo soy como la hormiga. Junto y junto en el verano para después pasar el invierno. Que le quede linda la pintada.”


No necesita ni decir ‘¡arre!’ porque Lucho ya se puso en camino – más a paso de tortuga que de equino. Mientras vuelvo adentro pienso que en algo tiene razón y por lo menos se identifica con la hormiga y no con la cigarra.

miércoles, 30 de julio de 2014

Diálogo con Inspector de Tránsito

Estaciono en calle céntrica y voy en busca del parquímetro – nada. Vuelvo sobre mis pasos y me dirijo a la esquina opuesta – nada. Además no veo cartel alguno que indique si se puede estacionar o no. Lo que sí veo es un inspector de tránsito que se me acerca.

Yo: “Buen día. Disculpe, ¿se puede estacionar acá? (Pregunto esto mientras miro para todos lados indicando que no hay señalización en contrario)
IT: “Muy buen día para Ud. también, Sra.” (Lo dice como si estuviese deseándome suerte en la lotería) “Y, como poder, se puede.”
Yo: (Reconociendo en su entonación la mía propia cuando decía cosas similares para que un alumno fuera más preciso en una pregunta) “Este… está permitido estacionar acá?”
IT: “¡Pero qué alegría me da ver que hay gente que usa el idioma con propiedad!” (¡Nooooo! ¡Me tocó un IT lingüista!!!!!) “¡Hay que ver las cosas que dice la gente! A veces hay que hacer un curso para entenderles. Y ni le cuento cuando insultan.”
Yo: “Y eso le debe pasar seguido, ¿no?” (¡Ay! ¿Por qué le sigo la corriente???)
IT: “Con mucha frecuencia. Pero después de la primera semana uno se acostumbra. Pero ni en los insultos hay creatividad, mire. Siempre lo mismo.”
Yo: (A esta altura ya sin saber qué decir) “Eh… estresante lo suyo, ¿no?”
IT: (Sonriendo de oreja a oreja) “¡Pero no! La gente está estresada. No tienen equilibrio emocional (¡Ah bué!). Hay que relajarse un poco, saber respirar. Si la gente se tomara unos minutos al día para meditar, todo andaría mejor.” (¡Ah, ya está! ¡Este hace yoga!)
Yo: “¿Hace yoga?” (¿Para qué pregunto?)
IT: “No. No. Lo mío es el Zen.” (Nooooo. ¡Esto NO puede estar pasando!) “¿Sabe qué es?”
Yo: (Pensando cómo cortar ‘cordialmente’ esta charla) “La verdad que no. Pero_”
IT: “Debería probar. Es genial.” (Y me da una tarjetita con los datos de un lugar donde se practica)
Yo: “Gracias. Y volviendo a lo del estacionamiento…”
IT: (Sonriendo) “Vivir apurado también hace mal.” (Sí, querido, pero no me queda otra – como a muchos) “¿Cuánto tardará?”
Yo: “Y… unos 10 minutos no más.”
IT: “Bueno. Vaya tranquila.”
Yo: “¿Pero se pue– está permitido estacionar acá? No veo carteles.”
IT: “Lo sacaron ayer para poner uno nuevo, pero todavía no lo trajeron. Por eso estoy acá. Para explicarle a la gente que no debe estacionar. Es difícil, porque al no haber cartel, te discuten y discuten… en fin.” (Parece que el sosiego de la meditación va desapareciendo) “Pero quédese tranquila, vaya no más.”
Yo: “Mil gracias. En un ratito estoy de vuelta.”


Y me alejo rápidamente preguntándome si estuve charlando con un purista de la lengua o con Lao Tse – o una mezcla de los dos.

viernes, 18 de julio de 2014

Este diálogo corresponde al 26/06 ... ¡me olvidé de subirlo ese día!

Diálogo con empleada de correo en cuyas manos puede estar el final – o no – de mi angustiosa búsqueda de la tarjeta de débito.

La sala de la empresa de correos está atiborrada de gente. Saco número y me dispongo a esperar. Con cada diálogo entre cliente y empleada siento que los planetas han cambiado de posición violentamente mientras yo venía para acá y ahora están alineados para joderme la vida – ocho de trece con mi mismo problema, ocho personas que van a tener que reclamar a Rosario o pedir reimpresión de tarjeta. Finalmente…

EC: “Buen día, Sra. ¿En qué la puedo ayudar?”
Yo: (Tratando de ponerle humor – tanto por mí como por la pobre chica con la que varios descargaron su bronca por no encontrar sus respectivas tarjetas) “Soy la novena.”
EC: “De la última hora. Del día es la vigesimosegunda.” (Y me mira como diciendo ‘ya se te va a ir el humor en un ratito’, y yo no sé si felicitarla por saber los números ordinales – cosa rara hoy en día hasta en los medios de comunicación – o empezar a lagrimear)
Yo: “La esperanza es lo último que se pierde, ¿no?” (Y con mano temblorosa le alcanzo el papelito donde está el número de envío)
EC: “¿Esto es un siete o un uno?” (Y me extiende el papelito para que yo le saque la duda – podría haber probado con los dos números, ¿no?)
Yo: (Viendo que es un 1 clarito como el agua) “No tiene palito cruzando la línea vertical, así que debe ser un 1.”
EC: “Mmmm. Ud. no lo va a creer, pero hay gente que no le pone el palito al siete.”
Yo: “Mirá vos.” (Pienso: ‘Pero el 1 es un flaco con nariz recta hacia abajo y el 7 es otro flaco pero tiene la nariz parada, querida’, como éste – pero no digo nada)
EC: (Mientras tipea los números sin mirar el teclado) “Fíjese si el último número es un ocho.” (¡Pero y la PM!  ¡Es un 8 grande como una casa!)
Yo: “Es un ocho. Seguro.”
EC: “Mmmm. Debería haber imprimido la página, así no había confusiones.” (Querida, ¡la única confundida o con mala onda sos vos!) “¿Qué le dije? El número no salta acá.” (¡Yo te salto la soga todo lo que quieras con tal de encontrar mi tarjeta!)
Yo: “Te lo dicto, ¿querés?” (Y sin darle tiempo a replicar, empiezo a ‘cantar’ dígitos lento y clarito)
EC: “¡Ah! Acá está. Me voy a fijar porque según esto (vaya a saber qué es ‘esto’) ya deben haberla embolsado.”  (¡Ay! ¡Mi pobre tarjeta sofocándose en la oscuridad más absoluta!)
Desaparece por una puerta y tarda un rato. Escucho cosas como ‘Seguro se fue a tomar un café’, ‘Se toma un recreíto y nosotros acá’, etc. etc. Empiezo a temer por la seguridad de la EC cuando vuelva. Pero cuando reaparece, tiene un sobre en la mano, y yo inspiro hondo.
Yo: “¿La encontraste?”
EC: “Por supuesto. Con el número nada se pierde. Ya la tenían para embolsar. Firme acá y acá y aclare acá.” (¡Te firmo la camisa también si querés!)
Yo: “Muchas gracias.”
Giro para irme y me encuentro con las miradas adustas de los otros clientes. Me tengo que tragar la sonrisa de felicidad hasta llegar a la vereda. Ahí abro el sobre y…SIIIIIII!!!!! Ahí está mi tarjeta – sana y salva. Y después de cortar el cordón umbilical (la cinta adhesiva con la que está pegada a la carta del banco) casi que me estira los bracitos!!!



lunes, 7 de julio de 2014

Recorro la ruta 1 en busca del lugar donde vi muebles de algarrobo y después de esquivar tachos color naranja (están trabajando en la ruta) logro bajar sin que ningún pozo me trague.

Yo: “Buen día.”
C: “La verdad que sí. Para que alguien pueda llegar hasta acá…”
Yo: “Ja. Ja. Sí. No es fácil. Pero ando atrás de una mesa para televisor y me parece que la última vez que pasé por acá vi uno.” (Me mira y sé que duda que yo pueda ver algo desde la ruta – en fin)
C: “Debe haber ido muuuuy despacio.”
Yo: (¡Qué te voy a explicar que a pesar del ojo derecho veo muy bien si tengo los anteojos puestos!) “Sí. Había cola. Íbamos a paso de tortuga.” (¿Contento?)
C: “¡Ah! Ya me parecía. (¡Pero qué HDP!) Acá tengo una en crudo.” (Me la muestra, y yo, rodeando la mesita, noto que la parte de atrás está hecha de cualquier cosa menos de algarrobo)
Yo: “Umm. Éstas no son tablas de algarrobo, ¿no?”
C: “¿Ud. dice porque no están coloradas? Es que el color se le da después.” (O sea, tiñéndolas van a parecer algarrobo)
Yo: “No. Si toda la mesita está sin teñir. A lo que voy es que esto no es algarrobo.” (Y señalo las tablillas que pueden ser un poquito mejor que las de un cajón de manzanas no más.)
C: “¿Conoce de maderas?” (¿Y cómo te creés que sé que esas tablillas NO son de algarrobo?)
Yo: (Me río para no acogotarlo) “¿Tan raro es que una mujer sepa de maderas?”
C: “Es que antes las mujeres no sabían nada y los hombres sí. Ahora ninguno de los dos sabe. Ja, ja.” (Bueno, tal vez en eso tiene razón)
Yo: “¿Cuánto me saldría una como ésta pero con algarrobo atrás?” (Para que le quede claro, ¿vio?)
C: ¿Para qué quiere algarrobo ahí? Si total no se ve.” (Porque si quiero un mueble de esa madera, ¡TODO el mueble tiene que tener esa madera! Pero si no ve eso…)
Yo: “Porque lo quiero crudo para encerarlo – no teñido. Medio difícil encerar esas tablas que ni siquiera se pueden lijar mejor.” (¡Tomá! Ya me hartaste)
C: “Como los viejos.” (¿Este quiere morir con un tarro de barniz en la cabeza?) “Digo, ¿vio que antes los muebles casi no se teñían, se enceraban.” (Rápido para zafar el hombre)
Yo: “Si. Y antes de eso usaban cebo, o sea que en realidad los engrasaban – pero si la madera era buena. O sea, con éstas (y vuelvo a señalar las pobres tablitas) ni eso se podría hacer.”
C: “¿En serio hacían eso?” (¡Pero hay que ser idiota!)
Yo: (Volviendo al tema) “Entonces, ¿cuánto?”
C: “Y, yo la tengo barata – pero si la quiere con fondo de algarrobo le va a salir más cara.” (Y me tira un precio que no está nada mal.)
Yo: “Pero acuérdese que no lo quiero teñido, ¿eh?”
C: “Claro. Pero mire que no hay rebaja por dárselo así, crudo.”
Yo: “Debería, pero bueno. No importa. ¿Para cuándo estaría?”


Me dice cuándo lo va a tener listo y cerramos el negocio. Subo al auto y no puedo evitar recordar algo que decía mi abuelo: “Palo de madera dura aguanta la rajadura.” Espero que el carpintero haga bien las cosas porque si no voy a probar cuán duro es el algarrobo….

viernes, 4 de julio de 2014

Diálogo con Mi Otro Yo sobre el mundial y….

Estoy leyendo plácidamente cuando sin anuncio previo ….

MOY: “¡Hola, hola! ¿Perdiendo el tiempo?”
Yo: “PASANDO el tiempo que es distinto. ¿No ves que estoy leyendo?”
MOY: “Bueno. Pará porque tengo algo importante – es más, puede ser una contribución a eso del ‘pensamiento nacional’.” (¡Ay! ¡No!)
Yo: “¿Todavía enganchada con eso? ¡Dejate de hinchar! Estoy en la parte más interesante del tercer libro de Los Juegos del Hambre.”
MOY: (Cual topadora destruyendo una casilla de madera balsa) “Nada puede ser más importante que desentrañar el ser nacional – y aprovechando el mundial _”
Yo: “Pará. ¿Qué cuernos tiene que ver_”
MOY: “Estoy desarrollando un ensayo sobre cómo se expresa el ser nacional en el fútbol.”
Yo: (Me pica la curiosidad aunque sé que lo que viene seguramente es un delirio) “OK. Dale rápido que quiero seguir con el libro.”
MOY: “Siempre tan incentivadora vos. Bueno, mirá, haciendo un paralelo entre la selección de fútbol y el país_”
Yo: “¿Eh? Lo tuyo va de mal en peor. ¿Cómo vas a comparar_” (Por supuesto interrumpe)
MOY: “Por ejemplo, me tienen podrida con lo de ‘las grandes individualidades’ que tenemos en el equipo. Y es cierto. Por separado son genios. Pero como equipo no funcionan.”
Yo: (Creo que entiendo hacia dónde va). “¿Y vos pensás que en el país es lo mismo?
MOY: “¿Te cayó la ficha? Es IGUAL. Siempre oís que tenemos los mejores científicos, docentes, médicos, etc. etc. Entonces, ¿cómo es que no desarrollamos un carajo, los chicos no interpretan lo que leen y los hospitales se caen de a pedazos?”
Yo: “Estás mezclando todo. No_” (Y ooootra vez me interrumpe)
MOY: “O fíjate cómo nos quejamos de la Justicia. Si fallan a favor son unos genios o unos idiotas a los que logramos engañar, si fallan en contra son unos corruptos. Y mirá la propaganda oficial donde dice ‘hasta Él necesitó una mano’ para ganar – o algo así.”
Yo: “¿Qué tiene que ver_” (¿Me dejará terminar una frase hoy?)
MOY: “¿Pero sos ciega? Ah, sí. Me olvidada. SOS ciega. Bueno, no importa. La cosa es que esa propaganda está validando la trasgresión a una regla cuando eso debería ser penado, ¿no? Pero no, para nosotros eso es una ‘picardía’. Ahora, si los ingleses nos hubiesen hecho un gol así todavía estaríamos peleando el resultado en las Naciones Unidas.
Yo: “Bueno, en eso tal vez tengas razón. Pero tampoco podés reducir la nación a_”
MOY: “Yo no reduzco nada. La ‘nación’ como vos decís, se reduce sola. ¿Y viste? Antes de jugar con Suiza se pidió que cambiaran al juez - ¿te suena eso en otro contexto más … cotidiano, digamos?”
Yo: (Viendo que puede seguir en esta vena por un rato largo, trato de cortar tanta fluidez filosófica) “Lo tuyo es muy… reduccionista. Simplificás algo que es muy complicado. Y_”
MOY: ¿Y esa boludez de dónde la sacaste?” (¡Ah, bué!)
Yo: “Tardaste en usar tu palabrita preferida, ¿eh? El reduccionismo no es eso que vos decís, es_” (Y arrasa nuevamente con mi intento de poner un bocadillo)
MOY: “Yo no ‘reduzco’ nada. Es más, tengo muchos ejemplos. Fijate la hinchada argentina. En vez de alentar a nuestra selección, le cantan boludeces a los ‘torcedores’ brasileros. ¿Tan inseguros somos? Y dicho sea de paso, en cualquier momento los ‘torcedores’ les tuercen el pescuezo.”
Yo: (La verdad, ya cansada de bancarme el monólogo) “Bueno, ya está. ¿Y llegaste a alguna conclusión?”
MOY: “Hasta para vos debería ser claro: si seguimos esperando un Messi o un ‘ángel’ Di María que nos salve…”


Y se va. Suspiro y retomo mi lectura. Y por su culpa, no puedo evitar hacer un paralelo entre ‘el sinsajo’, la selección y mi país. Ya me arruinó el día la muy HDP.

miércoles, 25 de junio de 2014

Diálogo con empleada bancaria – la de mi sucursal. Y sí, tenía que ver si alguien me ayudaba a rescatar mi tarjeta de débito!!! (ver diálogo con EB del 4/6/14)

Desesperada como Lilita Carrió buscando la república, me dirijo a mi sucursal bancaria. Mi turno llega mucho más rápido que en la central del banco y apenas me siento delante de la EBS le cuento mi problema cual paciente a psicólogo.

EBS: “¿Y no le dijeron si está o  no en el correo?”
Yo: “No. La chica me dijo ‘que está viniendo’” (Imitando a la EB de la casa central)
EBS: “Jaaaa. La hace igualita a las de allá (‘allá’ = casa central) ¡Es que tienen taaaaanto que hacer, pobres! (sarcasmo si los hay) ¡Si se la pasan limpiando la plaquita con el nombre! A ver si yo se la puedo rastrear. Porque si no tiene número de envío tampoco se la van a dar aunque esté en el correo.” (¡Chan! ¿Qué pasó con reclamar algo con tu nombre y número de documento?)
Yo: “Pero ni siquiera me dijeron en qué correo está.”
EBS: (Mientras los deditos zapatean en el teclado de la PC) “Pasa que hasta febrero usaban Oca, pero después pasó todo a Andreani. A ver si puedo entrar a la página – ¡esto está más lento! (Deduzco que ‘esto’ es internet)
Yo: “Cuando le dije que nunca me habían notificado, me dijo que eso era imposible, y después le pedí la dirección que tenían y era cualquier cosa.”
EBS: “¡Ah! Qué raaaaro que tengan la base de datos mal. (Otra vez sarcasmo y la madre – se ve que la interna ‘sucursales’ vs ‘central’ está al rojo vivo) No sabe cuánta gente termina acá para ver si le solucionamos problemas que tendrían que solucionar ellos. (Toma mi documento y tipea el número seguido de otros muchos números)
Yo: “Pero acá uds. tienen bien mi dirección y todos mis datos. ¿Cómo puede ser?”
EBS: “Es que nunca actualizan la base de datos. Ummm. Acá no está.” (Terribles palabras esas)
Yo: “Si no, voy a tener que pedir una reimpresión y eso tarda, ¿no?”
EBS: “Primero vamos a ver si la encontramos.”
Yo. “Es que no te quiero hacer perder tiempo – aunque hoy no hay mucha gente, ¿no?”
EBS: “No. Hace frío.” (O sea, los clientes de acá no joden los días de frío)
Siguen unos largos minutos de silencio sólo interrumpido por el sonido del teclado de la PC. Casi me suena a un réquiem para mi pobre tarjetita, miren.
EBS: “¡Aca está! (Creo que casi le agrega un ‘¡Tomá carajo!’, pero se frena a tiempo) Según esto está en Andreani – por lo menos ayer estaba – actualizan la página dentro de un rato. Ya le anoto el número de envío, y yo que ud. voy hoy mismo.”
Yo: ¡No sabés cómo te lo agradezco!”
EBS: “Para eso estamos, Sra. Pero no cantemos victoria todavía. Y avíseme cómo le fue.” (Me extiende el papelito que puede ser certificado de nacimiento o defunción de mi tarjetita en el que también escribió la dirección donde tengo que ir – ¡una divina!)
Yo: “Claro. Y mil gracias de nuevo.”


Salgo eyectada del banco y me parece que por fin los planetas se alinean en mi favor porque justo viene el cole. Subo con renovada energía y solo espero que los planetas no se muevan de donde están hasta que llegue a Andreani.

jueves, 5 de junio de 2014

Diálogo con Mi Otro Yo sobre pensamientos y 'el pensamiento'.

MOY: “Hola. ¿Estás pensando?”
Yo: “¿Eh? ¿Qué estoy pensando?”
MOY: “No, no. Te pregunto si estás pensando. ¿Se te sumó la sordera a la ceguera?”
Yo: “Mirá, no tengo ganas de pelear hoy. Sabés perfectamente que estoy pensando – si no, no
hubieses aparecido, ¿no?”
MOY: “Te pregunto porque viste que ahora podrías usar todos esos pensamientos en la ‘usina’ de pensamiento que_” (La interrumpo porque ya sé a dónde va y hago caso omiso de las comillas en la palabra ‘usina’)
Yo: “Dejate de joder. Ni sabés de qué se trata y ya estás criticando.”
MOY: “¿No me vas a decir que estás de acuerdo con esta boludez, no?”
Yo: “¡Y salió tu palabrita preferida! ¿Qué tiene de malo promocionar una línea de pensamiento? ¿O una ‘matriz’ de pensamiento, como le dicen? Después de todo, estudiamos el pensamiento de los europeos, asiáticos, etc.”
MOY: “Casi me dejás muda. (¡Ojalá!) ¿La vejez te volvió conciliadora?” (¡Pero qué HDP!)
Yo: “¿Qué tiene que ver ser conciliadora con pensar que se deben conocer todos los tipos de pensamiento?”
MOY: “Entonces quiere decir que yo, por ejemplo, puedo ir a esas ‘usinas’ (¡Y dale con las comillas!)  y decir lo que pienso?”
Yo: “No, pedazo de bruta. Esto tiene que ver con los Pensadores con mayúscula. Gente que se dedica a filosofar, escribir ensayos, etc.”
MOY: “¡Ah! O sea, lo que pensamos la gente común no cuenta?” (Bué, ya se caracterizó como ‘gente’ – la estoy domando un poco) “Pero entonces, ¿por qué se llama ‘pensamiento nacional’? ¿Hay otros pensamientos provinciales, internacionales, galácticos_”
Yo: “Hoy tenés ganas de joder en serio, ¿no? Pensá con lógica, es_”
MOY: “¿La ciencia formal o la lógica de todos los días?” (¡Pero si será desgraciada!)
Yo: “La que quieras. (Y sigo antes que me interrumpa) Si estudiamos a los pensadores de otros lados, por qué no promover los pensadores argentinos?”
MOY: “¿Vos estudiaste en la universidad nacional de Lanús?”
Yo: (Totalmente sorprendida) “¿Qué? ¿Qué tiene que ver?”
MOY: “Bueno, ahí hay un seminario OBLIGATORIO sobre pensamiento nacional y latinoamericano – o sea, lo tenés que cursar y aprobar si te querés recibir.”
Yo: (Recuperándome lentamente) “Bueno, eh… en otras universidades hay seminarios  sobre todo tipo de cosa y también son requisito para graduarse. Insisto. ¿Qué tiene de malo?”
MOY: “Vos mencionaste la lógica, ¿no? Si mal no recuerdo de lo que estudiamos, la lógica estudia los principios de la demostración y la inferencia válida. Yo uso esa lógica.”
Yo: “No entiendo nada.”
MOY: “¡Ay! Y se te suma el declive intelectual también.” (¡Uno de estos días me reviento el parietal derecho contra la pared a ver si desaparece!) Se crea una secretaría de pensamiento nacional, ¿no? Y por supuesto, no se define qué carajo es el pensamiento nacional. Ahora, poné eso en el contexto del gobierno que tenemos – no podés hacer una inferencia sin el contexto donde algo ocurre, ¿no? – ahora realizá la inferencia de a qué quieren llegar con esto.”
Yo: (Regulando como motor que está frío) “¿Tenés una teoría conspirativa? ¿Vos creés que esto está pensado para manipular e indoctrinar? ¡Pero mirá que sos malpensada!”
MOY: “Y, mirá, hay un dicho popular muy lógico que lo resume: “en boca del mentiroso lo cierto se hace dudoso”


Y se va, como de costumbre sin despedirse la muy maleducada. Y yo sigo regulando….

miércoles, 4 de junio de 2014

Diálogo con empleada bancaria – o ‘asesora de clientes’ como reza la plaquita sobre su escritorio.

Después de una prolongada espera para que mi numerito de papel se transforme en lucecitas en el display gigante, me siento frente a un escritorio muy mono y moderno

EB: (Acomodando la plaquita que algún cliente recientemente asesorado debe haber movido) “Buen día Sra. ¿En qué le puedo ayudar?”
Yo: “Vengo a buscar una tarjeta a mi nombre. Me dijeron en la sucursal que estaba acá.”
EB: “Veamos.” (Y se acabó el contacto personal ya que gira para estar cara a cara con su mejor amiga – la pantalla de la PC) “¿Su documento?”
Le doy mi documento y toda la información que me solicita.
EB: “¡Pero esta tarjeta estuvo acá por un año y tres meses!” (1- noto un leve reto a la clienta que no fue a retirar la tarjeta, y 2- empiezo a temblar por el pretérito en ‘estuvo’)
Yo: “¿Y cómo iba a saber que tenía que buscarla si nadie me avisó?”
EB: (Con la vista fija en la pantalla y realizando mohínes varios que no logro descifrar) “Debe haber recibido un aviso.”
Yo: “Para nada. Ni por correo, ni por mail, ni con paloma mensajera.” (Digo esto último sonriéndole para ponerle un poco de humor a la cosa.)
EB: (El humor le resbala) “No, no. Acá dice que se le informó.”
Yo: (¿Para qué discutir? Capaz que me mandaron señales de humo y ese día me olvidé de mirar el cielo.) “Bueno, no importa. ¿Me la podés dar?"
EB: (Tornando realidad el temor provocado por el pretérito en ‘estuvo’) “Eso se mandó por correo – todas las tarjetas no reclamadas salieron por correo.”
Yo: “¿Y cuándo me llegará? ¿Hace mucho que la mandaron?”
EB: (Sin contestar ninguna de las dos preguntas) “Está yendo en el correo.” (Y yo me imagino una pobre cartita, apretada por miles de otras cartas, estirando los bracitos para asirse del borde de la bolsa del cartero para poder ver la luz y disfrutar ‘del viaje’)
Yo: “¿Por cuál correo lo mandaron?”
EB: (Clickea un ratito y me da el nombre de la empresa) “Va a tener que ver si ellos la tienen, pero para mí ‘está yendo’.” (Y esta vez me imagino la pobre cartita caminando perdida por la ciudad)
Estoy por levantarme cuando tengo una de esas brillantes ideas esporádicas.
Yo: “Disculpame, pero, ¿qué dirección tienen?” (Me dice la dirección y no puedo evitar reírme)
“Esa altura de la calle no existe. Con razón nunca me llegó nada. El cartero debe estar buscando una casa en el medio del Salado.”
EB: (No reacciona. O no sabe lo que es el Salado, o no conoce la ciudad, o le importa un joraca) “Es la que tenemos en la base de datos.” (Interpreto esto como ‘si está en la base de datos es real’)
Yo: (Entrando en calor – siempre me hace entrar en calor la incapacidad de la gente para admitir un error. A los únicos que siempre les perdoné eso son los alumnos, quienes por supuesto, me enseñaron a mí a admitir los errores ) “Entonces corregí la base de datos. Ahí está mi documento. De ahí sacaron mis datos. Y como verás, esa no es la dirección que figura en tu ‘base de datos’.”
EB: (Toma el documento, mira la dirección y clickea un poco más – y yo ruego que esté poniendo los dedos en las teclas apropiadas) “Bueno, de ahora en más va a recibir notificaciones, pero la tarjeta está yendo por correo.” (Ya lo dijiste querida – pero ahora ya sé que la pobre cartita está definitivamente perdida pobrecita.)

Le doy las gracias (podré estar caliente pero soy educada) y salgo del banco en búsqueda de mi tarjeta y hasta puedo imaginarme el abrazo emocionado que le voy a dar cuando la encuentre – ¡eso si la encuentro!            

lunes, 19 de mayo de 2014

Diálogo con Conductora Maleducada (2) – porque ya tuve una ‘charlita’ con otro CM – género masculino aquella vez.

Sur de la ciudad. Estoy buscando lugar para estacionar, por lo tanto tengo las balizas prendidas. Encuentro un lugar y freno. Al instante un bocinazo me hace saltar del asiento. Proviene de una camioneta 4X4 que está pegada al paragolpes trasero de mi auto. Bajo el vidrio y le hago señas manuales (parece que las balizas no las vio) para que pase.

CM: (Alineando su ventanilla de acompañante con mi ventanilla) “¿Qué carajo hacés? ¡Venís a paso de tortuga (¿No vio el cartel de velocidad máxima?) y encima pretendés estacionar!”
Yo: (Pienso que va a ser mejor dejar las cosas ahí, pero me puede la docente) “¿No viste las balizas?”
CM: “¡Y qué MIERDA me importan las balizas!” (¡Ah, bueno! Delicadita la Sra.) “¡¿Cómo te dieron el carnet – con esos culos de botella y ese ojo?! (Ahora sí se pudrió todo – ya me calenté)
Yo: “A lo mejor porque con este ojo y estos culos de botellas vi que había un idiota pegado al paragolpes que no mantenía la distancia reglamentaria y encima no le daba bola a las balizas.” (Miro el retrovisor para ver si no estamos obstaculizando el tránsito, pero no hay nadie atrás)
CM: (Sin responder a mis palabras – me parece que soy sustituta para el objeto real de su ira… vaya a saber quién o qué) “Por boludas como vos nos dicen a todas que las mujeres no sabemos manejar.”
Yo: (Sonriéndole ampliamente) “¿No será que necesitás un almohadón en el asiento y sacarle los polarizados a la camioneta? A lo mejor verías mejor. Y además supongo que sabés que las balizas son precisamente para anunciar una maniobra. ¿Vos rendiste para el carnet o te lo regalaron? Porque yo sí rendí.” (Pongo marcha atrás y miro el espejo lateral esperando que esto le indique el final del altercado, siga, y me deje estacionar en paz)
CM: “¿Y vas a estacionar no más?” (¿Pero además de maleducada es idiota en serio?)
Yo: “Y, sí, querida. Si movés ese monstruo de camioneta voy a poder estacionar. Por muy amena que esté la charla, tengo cosas que hacer.”
CM: “¿¡Y vos creés que yo no!? Estoy llegando tarde a buscar los chicos al colegio por tu culpa.” (Ya está. Necesita psicólogo/a – pero no creo que sea el momento de decírselo)
Yo: “Entonces te recomiendo que arranques. ¡Con las cosas que están pasando a la salida de las escuelas! No quiero ni pensar lo que te puede decir tu marido si le pasa algo a los chicos.”
CM: (Con la vista perdida vaya a saber dónde) “Pero y LPMQTP!  ¡Lo único que me falta! Que una tarada que no sabe manejar me diga lo que tengo que hacer.”

Pero arranca, dejando un poco de goma de las cubiertas en el proceso, y el espacio libre para que yo estacione.

Mientras cierro el auto reflexiono que esta CM podrá manejar una camioneta, pero nunca podrá manejar su vida si no empieza por hacerse cargo de ella y deja de culpar a los demás por cualquier cosa que le sale mal.

miércoles, 14 de mayo de 2014

Diálogo con Mi Otro Yo mientras trato de hacer una tarta de champiñones  _ ¡Sí, trato de cocinar!

Estoy mirando fijamente la cebolla en la sartén a la espera que ‘se ablande’ – como dice la receta – cuando…

MOY: “¡Hola, hola! ¿Qué hacés?”
Yo: (¿Justo ahora tenía que aparecer?) “¿Sos ciega? No ves que estoy cocinando?”
MOY: “No, no. La ciega sos vos. Pero quería hablarte de otra cosa.”
Yo: (Con la vista fija en la cebolla) “Umm”
MOY: “¿Viste que hubo discusión de alto vuelo lingüístico entre políticos la semana pasada?”
Yo: (Ya mareada de tanto mirar la cebolla) “¿Qué_”
MOY: “¿Te la perdiste? Tenía que ver con semántica, connotación, denotación, plurisignificatividad, y todas esas porquerías que vos pretendías enseñarle a los alumnos – y encima, en inglés.”
Yo: (Quitando la vista de la cebolla por un instante) “¿De qué carajo estás hablando? Ahora no tengo tiempo para _”
MOY: “Yo que vos saco la cebolla porque la receta decía ‘blanda’, no chamuscada o quemada.”
Manoteo la sartén y la retiro del fuego justo a tiempo.
Yo: (Sabiendo que si no la dejo terminar no me va a dejar en paz). “Bueno, dale y decime, así me dejás cocinar tranquila.”
MOY: “Pero seguí no más. Capaz que entre las dos sacamos una tarta pasable. Bueno, la cosa fue así: alguien dijo que en la argentina se producía droga, ¡y se armó un bolonqui de aquellos!”
Yo: (Dándome cuenta de qué está hablando y ya concentrada en cortar el jamón en juliana) “Ah, sí. ¿Pero qué tiene que ver _?” (Y me interrumpe como de costumbre)
MOY: “¿Eso es cortar en juliana? (¡La PMQLP!) Bueno, la cosa es que el vago se tuvo que retractar porque otro vago dijo que no había ‘producción’, sino ‘elaboración’. O sea, un problema semántico.
Yo: (Ni siquiera intento señalar lo inadecuado de llamar ‘vagos’ a dos políticos que, además, son Ministro de Defensa uno, y Secretario de Seguridad el otro … o no, ¡qué sé yo!) “Umm.”
MOY: “Ché, estás más concentrada que cuando armabas exámenes o corregías.” (¡Me voy a operaaaaar de vos!) “Bueno, la cuestión es que busqué en la RAE. (¡Ay!) ‘Elaborar’ es transformar una cosa u obtener un producto por medio de un trabajo adecuado’, y ‘producir’ es ‘fabricar, elaborar cosas útiles’. (¡Ah, bué!) Pero ‘fabricar’ es producir objetos en serie, generalmente por medios mecánicos.”
Yo: (Pensando en el próximo paso de la receta – se lo podría dejar a MOY – romper los huevos para batir con el queso) “¿Y cuál es el punto?”
MOY: “Nosotros somos los ‘puntos’ – pero bueno, la cosa es que ahora sé que no tenemos la materia prima para la droga, pero somos unos genios para importarla sin pagar impuestos y utilizarla para transformarla en el producto final y, claro, exportarla también sin pagar impuestos.”
Yo: “¿Vos estás muuuuy al dope, no?”
MOY: (Por supuesto sin acusar recibo) “Tenés un pedazo de champiñón en la campera. Y ahora tené cuidado cuando vuelques la mezcla porque_”
Yo: (Finalizando con ese paso tan importante sin que me tiemble el pulso y poniendo  todo en el horno) “Si lo que intentabas era arruinarme el plato, me parece que fallaste.”
MOY: “¡Pero me extraña! Al contrario. Fijate que con mi ayuda has terminado la ‘elaboración’ con éxito – ahora, ¡Ojo! Porque se te puede podrir todo en la ‘cocción’.


Y desaparece la muy HDP. Y yo pienso que, para el común de la gente, la discusión sobre las mínimas diferencias de ‘significado’ entre los términos en cuestión en realidad construyen un significado con una connotación mucho más negativa.

lunes, 12 de mayo de 2014

Diálogo con conciudadano tecnofóbico.

Me siento a esperar el cole en un banco de la plaza ocupado sólo por un señor de más o menos mi edad. Saco un cigarrillo y antes de encenderlo….

Yo: “¿Le molesta si fumo?”
CT: “Para nada. ESO sí me molesta.”
Sigo su mirada adusta y veo que la pasea por las personas sentadas en otros bancos, de distintas edades, que están concentrados en sus respectivos celulares.
Yo: “Bueno, la tecnología es así.” (¿Qué quieren que diga?)
CT: “Ya nadie charla. Nadie te mira a la cara. Ni siquiera se dan cuenta que estás al lado de ellos. ¿Ud. tiene celular?” (Lo dice en un tono tan acusador que casi, casi, le digo que no.)
Yo: “Sí, claro. Es muy útil.”
CT: “¡Bah! ¿Y cómo vivía la gente antes del celular, eh? En mis tiempos_”
Yo: (Cortando, creo que de raíz, el monólogo que veo venir) “Y, los tiempos cambian.”
CT: “Para peor. Los chicos pegados a las computadoras haciendo vaya uno a saber qué, y poniendo fotos de ellos que todo el mundo ve, ‘chatiando’ con vaya uno a saber quién, _”
Yo: (La verdad, no sé si no hubiese sido mejor que lo dejara hablar de ‘sus tiempos’) “Y sí, todo invento o nueva tecnología se puede usar para bien o para mal, ¿no?” (Y me inclino hacia adelante para ver si no viene el cole salvador)
CT: “¡Pero mírelos!  ¡Parecen robots! Para mí todo eso les pudre el cerebro.” (Querido, me parece que el que tiene el cerebro podrido sos vos.)
Yo: “Ni más ni menos que el televisor. Y cuando la tele llegó a argentina también había gente que creía que ‘nos iba a podrir el cerebro’. Y bueno, Ud. y yo crecimos mirando tele, ¿no?” (Como docente siempre pensé que un buen ejemplo clarifica conceptos – se ve que estaba equivocada)
CT: (Mirándome directamente y me parece que cada vez más enojado) “¿¡No va a comparar la tele con – con – ESO?!” (Esta vez vuela un dedo acusador que apunta a los antes mencionados usuarios de celus) “¡Pero mírelos! (¡Ya los miré!) Si hasta hace la gente maleducada. Ni te saludan siquiera.”
Yo: (Ya recalentándome un poco, lo admito) “La mala educación y la falta de consideración no las produce la tecnología. Y conozco familias que se sientan a almorzar con el tele prendido y no se dirigen la palabra hasta que llega la publicidad – y a veces ni ahí. ”
CT: “¿Y eso qué tiene de malo?” (¡Ah, bué. Me parece que metí el dedo en la llaga con el ejemplo.) “En mis tiempos_” (¡pero y la PM!)
Yo: “Ahí viene mi cole.” (¡Y espero que no sea el tuyo también!) “Hasta luego”


Al alejarme mi oído percibe algo como un gruñido en respuesta a mi saludo. Lo dicho, la mala educación no la produce la tecnología.