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miércoles, 28 de enero de 2015

Diálogo con Almacenero Devenido en Cajero de su propio minimercado (ver diálogos de vacaciones 2013)

Me encamino a hacer unas pocas compras al minimercado. Cuando llego me sorprendo al ver que se ha expandido.

Yo: “Buenas tardes. ¿Cómo le va? Ya veo que bien – se agrandó la cosa.”
ADC: “¡Como le va! ¿Vino tarde este año?” (Léase: ‘ya sé que estás hace rato y nunca viniste’)
Yo: “No. ¡Pero cómo ha cambiado esto!” (Y, bué, hay que esquivar el reproche)
ADC: “Y, sí, ‘alguito’. Ja ja. Ahora la gente se puede mover mejor – aunque para lo que ha venido últimamente….”
Yo: “¿Floja la venta?” (Me parece increíble que no venda – si la gente entra y sale continuamente)
ADC: “No, no. Me refiero al ‘tipo’ de gente.” (Enunciación de la palabra con clara connotación negativa. ¡A la pelotita! ¿Se me volvió snob el armenio?)
Yo: “¿Eh?”
ADC: “Y, fíjese que el otro día vino una doña – buen pasar si se fija en el auto que tiene – pero queriéndose hacer que no es porteña. ¡Pero por favor!” (¡Ay! Ya sé a quién se refiere. (ver diálogo con ‘vacacionante’ – 18/01/14) “Y que qué lindo es el lugar, cómo hablamos, y haciéndose la graciosa.” (Dice todo esto imitando a la ‘vacacionante’ y claramente destilando veneno por los poros)
Yo: (Con cara de póker desarrollada en años de docencia) “¿Pero… a lo mejor es así no más, digo, a lo mejor no lo hace_” (Me interrumpe)
ADC: “Todavía no le conté lo peor. Cuando viene a pagar – con una Visa de morondanga no más – (bueno, ¡cómo le dirá a la mía!) ¿qué me dice la muy burra? Y encima con el almacén lleno de gente que me conoce - ¿qué me dice?” (Le va subiendo la presión al tiempo que le suben las cejas en la frente)
Yo: “¿Qué le dijo?” (Entonación de ‘debe ser terrible para que se enoje tanto’)
ADC: (Imitando nuevamente la ‘vacacionante’) “ ‘¡Ay! Qué lindo este almacén’ – almacén dijo – ‘Y nunca me atendió un cajero’ – cajero me dijo – ‘turco’. ¡TURCO me dijo!” (¡Ay!¡ Pero qué mina idiota! ¡Y eso que le dije que era armenio!)
Yo: “Bueno, pero si es nueva por acá, no debe saber que Ud._” (Me interrumpe nuevamente – ya me parece estar hablando con Mi Otro Yo)
ADC: “¿Y entonces por qué me dijo ‘turco’, eh? Me vio la cara y pensó que era turco. ¡Yo, turco! Le juro que casi me da un ataque. Y encima después me empezó a preguntar por la novela esa – una nueva – ‘Las mil y una noches’ - ¿y sabe qué dijo? ‘¡Ay! No sabía que Uds. los turcos hacían novelas tan buenas. Lo felicito’.” (La verdad, la imita muy bien. Pero ya las cejas se están juntando con la línea de cabello rizado)
Yo: (Tratando de calmar la cosa un poco) “¿Y Ud. qué le dijo?”
ADC: “¡Y qué quiere que le diga! Le dije ‘soy armenio, no turco’. Eso, a cualquier idiota le dice algo, no? A ella no. ¿Qué me dice, eh? ‘¡Ah! ¿Vio que para nosotros los argentinos son todo lo mismo, no?’. ¿Yo no soy argentino? ¡Pero qué – qué –“ (Le faltan las palabras y, que quieren que les diga, lo entiendo.)
Yo: “Bueno, ya está. No se lo tome así.”
ADC: “Mire, diga que hizo una compra grande, porque si no…. le contaba lo del genocidio armenio por los turcos bien detallado.”
Yo: “Bueno, no se haga mala sangre. Hace mal, ¿vio?”
ADC:  “Seee. Bueno, vaya, doña, yo entreteniéndola y capaz Ud. está apurada.” (Entonación de ‘ya sé que está al dope, pero compre, compre’)


Empiezo a caminar por los pasillos pensando que la ‘vacacionante’ debe haber pagado caro su ignorancia - literalmente.                                                                                                                                                      

viernes, 23 de enero de 2015

Diálogo con …eh…. un …. ¿Quitaposte? (Acabo de inventar una palabra. ¡Me encanta!)

Estoy en la cocina cuando veo por la ventana un camión parado frente a mi portón y el poste que está a la izquierda inclinándose.  Como la vecina no aparece, salgo yo a recabar información.

Yo: “Buen día. ¿Lo está enderezando?”
QP: “Buen día, doña. No, no.”
Yo: “¡Ah! Pensé que por fin iban a poner luz acá.”
QP: “No, no. Me dijeron que lo saque”
Yo: (Expresando, creo, mi sorpresa) “¿Eh? ¿Por qué? ¿Está en malas condiciones?”(Miro  el poste que está mejor que yo)
QP: “No, no. Esta de diez. Buena madera, ni una rajadura.”
Yo: “Y, si lo pusieron hace dos años -  pero yo pensé que era para poner luz acá.”
QP: “No. Si tiene una ahí en la bocacalle.” (Sí, querido, pero no ilumina el resto de la cuadra)
Yo: “¿Sos de la EPE?”
QP: (Entre palada y palada de tierra que saca para aflojar más el poste) “No, no” (¡Pero y la PM! Es peor que yo cuando no quiero largarle prenda a la vecina)
Yo: “¡Ah! De la comuna entonces.” (¿Me vas a tener acá todo el tiempo tratando de sacarte quién te mandó?)
QP: “No, para nada.” (¿¡Pero quién carancho sos?!)
Yo: (Riéndome) “¿No te estarás choreando el poste, no?”
QP: (Se rie)“ No, no.  Me contrataron con el camión para sacar el poste”
Yo: “Si, ¿pero quién? ¿El gran bonete?”
QP: (Me mira como si la última pregunta fuese algo más allá de su comprensión – cosa que perfectamente puede ser) “No le puedo dar esa información.” (¿Este me está tomando el pelo? Lo único que me faltaba justo en estos días – ¡secreto de estado quién mandó a sacar el poste!)
Yo: (Ya un poquito caliente) “Bueno, no importa. Voy a llamar a la EPE y a la Comuna”
QP: “Claro. Está en todo su derecho.”  (Esto me suena  a los reportajes radiales y/o televisivos de estos días. ¿Será que veo conspiraciones donde no las hay? Que es raro, es raro. Y sigue dándole a la pala el muy HDP)
Yo: “Bueno. No te puedo impedir que lo saques, pero me resulta muy raro que no puedas decirme quién lo manda a sacar.”
QP: “Y, vio, unos no quieren que otros sepan lo del poste – y como a mí me pusieron uno arriba del otro para el laburo… Menos pregunta dios y perdona.”
Yo: (Tardo, tengo que reconocerlo, en recuperarme de esto) “Eh… Bueno, como yo soy una simple mortal, voy a preguntar hasta averiguar cómo viene la mano acá.”
En ese momento el poste cae lentamente sobre la caja del camión como quien se acuesta cuidadosamente sobre una cama. A regañadientes le admiro la precisión para el laburo.
QP: “Que tenga buen día, y suerte con lo de averiguar eso.”


Me saluda sacándose la gorra, sube al camión y parte. Yo me deprimo pensando que la vecina sí hubiese sacado la información. Un misterio esto – misterio que seguramente NO voy a develar llamando a la EPE o la comuna…. Pará, pará, tené un poco de fe en el sistema, che.

domingo, 18 de enero de 2015

Diálogo con ‘vacacionante’ (sí, ya sé que la RAE tiene el verbo ‘vacacionar’, pero…. ¡¿quién cara… ncho dice ‘vacacionante’!?)

Tardecita de un día muuuy caluroso. Estoy por cerrar el portón cuando un auto de altísima gama frena y la ventanilla del conductor se baja y me baña un chorro helado  de un excelente aire acondicionado)

V: “Buenas tardes. Estoy buscando un local comercial (¿eh?) pero me parece que me perdí. Soy  vacacionante nueva por acá…” (Bueno, bueno, bueno. ‘vacacionante’, ¿eh?)
Yo: “¿Y qué negocio busca?”
V: “¡Ay! ¡Hace mucho  que no escuchaba la palabra ‘negocio’! Me encanta acá. Todos hablan tan distinto…” (Y, sí, querida, para empezar, ¡nadie usa la palabra ‘vacacionante’! Pero que la palabra ‘negocio’ te suene raro…. No puedo ubicar el acento que tiene – leve pero ahí está)
Yo: “¿De dónde es?”
V: “De Buenos Aires – pero no soy lo que acá llaman ‘porteño’ – para nada.” (Se ve que  alguien – o muchos – ya le hicieron sentir la opinión que se tiene de los porteños por estos lados)
Yo: “Ah. Pero no es originaria de Buenos Aires, ¿no?”
V: “¿Cómo se dio cuenta? ¡Si vivo en XX (ciudad al oeste de la capital) desde que tengo 2 años!” (Podés vivir donde quieras, pero el acento materno, paterno o de los abuelos siempre encuentra la forma de recordarte tus orígenes – eso si los querés recordar, claro.)
Yo: “No sé. Me pareció notar un pequeñísimo acento puntano”
V: “¡Qué oído! Sí. Mis padres eran de San Luis. Pero hace años que no voy por allá.” (Se queda pensando en algo y yo, satisfecha mi curiosidad, vuelvo al tema que la hizo frenar en mi portón.)
Yo: ¿Qué anda buscando?”
V: “¿Eh? Ah, sí. Un minimercado. Bah, no sé, porque algunos le dicen minimercado y otros almacén. Creo que es de un turco.”
Yo: “Armenio.”
V: “Bueno, sí. Armenio, turco, sirio, ruso, ¿vió? Son todo lo mismo.” (¡Ah, bué!  Que a vos no te importen tus orígenes no quiere decir que a los demás no les importen los suyos. Además, se ve que sabe los gentilicios pero no tiene idea de las diferencias)
Yo: “Le pueden parecer lo mismo, pero a ellos, no, ¿vió? Ja, ja” (¿Qué otra cosa puedo decir? ¡Para desasnarla necesito un mapamundi!)
V: “Ja, ja. Quizás tenga razón.” (Perdón que sea reiterativa, pero ¿quién dice ‘quizás’ en una conversación informal?)
Yo: “Está cerca. Lo que pasa es que debe haber tomado la diagonal y volvió para atrás” (Le doy las indicaciones necesarias y arranca después de agradecerme ‘profusamente’ – y bué, ¡la cosa es contagiosa!)


Cierro el portón y pienso que si le llega a decir ‘turco’ al armenio – e independientemente de  si el armenio ve el auto en el que anda – cosa que es segura – se le va a descomponer el ‘pohne’ (ver diálogos de vacaciones 2013/14) y la pobre ‘vacacionante’ va a sentir un ‘shock inflacionario’. Bueno, después de todo, parece que en la costa argentina tampoco aceptan las tarjetas de crédito o débito.

martes, 13 de enero de 2015

Diálogo con Vecina. Inevitable después de haber charlado con el vecino médico/mecánico a unos 10 metros (aunque en diagonal) de su casa.  (09/01/2015)

Llueve y no hay miras de que pare, así que me siento en la cochera a leer. No alcanzo a abrir el libro cuando, de debajo de un paraguas, escucho:

V: “¡Hola! Me pareció ver que se sentaba en la cochera. Cómo llueve, ¿no?”
Yo: “Hola. Ya le abro.” (Aunque ganas no me faltan de dejarte  del otro lado del portón para que te hagas sopa)
V: “Gracias. Iba al kiosco, pero como se largó de golpe… y la vi acá….” (En realidad, podrías haberte vuelto a tu casa – está más que cerca – y, si no se me dio vuelta el mapa, ¡el kiosco queda para el otro lado! En fin)
Yo: “Claro. ¿Quiere una toalla?” (Imagen mental de la toalla insertada en su boca)
V: “No, no. Apenas amaine un poco me vuelvo a casa.” Y de esto salta a: “¿Así que es amiga del Dr. XX? La vi el otro día charlando acá en la calle. Hace años que tiene quinta acá. ”
Yo: “No lo conocía. Me pidió agua porque_”
V: “Seguro que se le quedó el auto de porquería ese. No sé cuándo se va a cansar de jugar al mecánico. Con la plata que tiene… ¡¿Hay necesidad?!” (Eso me pregunto yo, pero sobre vos. ¿Hay necesidad que me vengas a romper los quinotos de esta manera? Perdón RAE que listás la expresión ‘romper los quinotos’ como ‘lunf. gros.’)
Yo: “Y, si a él le gusta…”
V: (Demostrando una vez más el arte de ignorar olímpicamente lo que la otra persona dice si la desvía de su objetivo de conseguir información) “¿Así que no se conocían? Porque como vi que charlaron un rato y Ud. miraba el motor del auto….” (Por las dudas, ¿¿¿no viste qué color de calzones tenía puestos también??? Insisto, ésta debería trabajar para una agencia de inteligencia)
Yo: “Ah, claro.” (No te la voy a hacer fácil)
V: “Qué raro que no me pidió agua a mí, porque yo lo conozco de hace rato. También conoce a mi marido…” (Pienso: ‘¡porque te conoce no te pidió a vos!’)
Yo: “Uhm” (Vamos, lluviecita, ¡dame una mano y pará!)
V: “Raro, ¿no?” (La enunciación de la palabra ‘raro’ es magistralmente ambigua, y, aunque sé a qué se refiere, elijo ir por otro lado)
Yo: “¿El Dr.? No me pareció ‘raro’” (A ver si con esto te dejás de joder.  ¡Error! No importa qué digas, ella va – como caballo de sulky – derecho a su destino sin desviarse ni un milímetro)
V: “No, no. Ja, ja. No él. Que no haya golpeado en casa, digo.”
Yo: “¡Ah!” (¡Vamos que se van abriendo las nubes!)
V: “Debe haber pensado que no había nadie. Y yo estaba en la cocina.” (Seguro, escondida detrás de la cortina) Y como Ud. dice que no se conocen…” (O sea, ¿seguro que no se conocen?)
Yo: “Parece que ya afloja un poco el agua.” (La que no afloja sos vos. ¡La proverbial gota que orada la piedra!)
V: “¿Eh? Ah, sí.  Bueno, vuelvo a casa.” (¡Gracias Zeus! Pero ya que tenés rayos en tu arsenal también, ¿no podrías….?) Gira para irse, y como si una idea le saltara al parietal derecho de golpe, se vuelve. “¡Ya sé! ¡Él a Ud. la conoce!”
Yo: “¿Eh? ¿Cómo_”
V: “Un día charlando con él, me parece que me preguntó de quién era esta casa. Y creo que yo le dije algo de Ud.” (Por ‘me parece’ y ‘creo’, léase: ‘me acuerdo patente’ y por ‘algo’,  léase: ‘le di currículum completo aderezado con ideas propias varias’) “Bueno. Después charlamos. Hasta luego.” (Lo dice como si ella fuera la apurada por terminar la conversación.)


Cierro el portón y pienso en Michel de Montaigne y su frase: “La curiosidad de conocer las cosas ha sido entregada a los hombres como un castigo.” Siempre pensé que quería decir otra cosa, pero….  ¿No será que Michel tenía una vecina como ésta?

domingo, 14 de diciembre de 2014

Diálogo con ‘poeta’ costero

Voy hacia el portón en respuesta a un …

PC: “Doña, la molesto un ratito”
Yo: (Pensando: ¿Qué venderá? Pero no veo nada en sus manos, excepto un papelito. ¡Ya sé! Anda buscando una dirección. Eeeerrrorrr) “¿Perdido?”
PC: “¿Eh? No. No. Ando leyendo mis poemas” (¡Ah, bué! Se vino la ‘cultura ambulante’)
Miro al muchacho – de unos 15 o 16 años, y pienso que si escribe poesía y la lee ‘itinerantemente’ y en este lugar, se merece toda mi atención.
Yo: “¡Pero qué bien!”
PC: “Gracias.” (Y pasa a la parte ‘prosaica / pecuniaria’) Yo le leo mi poesía por solo $ 10.” (Buen curro, che)
Yo: “Bueno, ¿eso no depende de si me gusta la poesía?”
PC: “Ja. Ja. Está bien, que sea por $ 5” (¡Uy! ¡Cómo será el poema si baja el precio así! Pero bueno, viene la Navidad….)
Yo: “Bueno, a ver, leela.”
PC: “Es sobre la zona. Como las de Julio Miño son.” (¡Ah, bueno! ¡Cacho de ego tiene!)
Se aclara la garganta y con una muy buena dicción procede a la lectura.
PC: “Pueblo alma de arena/Venas de arroyos/ y cuerpo de gladiolos./ Perfumaron mi infancia/y acompañaron mi vida/el amarillo de tus aromos.” (Me digo: ‘bueno, no empezó taaaan mal, aunque algo no me cierra) “Ya está. ¿Le gustó?”
Yo: “Eh…. corta la cosa, ¿no?”
PC: (Con una caradurez digna de modelo hueca que nunca dio un paso y la llaman para bailar en lo de Tinelli) “A mí me enseñaron que ‘lo bueno, si breve, dos ves bueno” (¿Qué tul el niño?)
Yo: “¿Estás seguro que ese ‘poema’ es tuyo?”
PC: “Eh… por qué le parece que no es mío?”
Yo: (Le voy a dar los cinco pesos, pero primero le voy a enseñar a no mentir) “Bueno, para empezar, acá hace como tres décadas que no se plantan gladiolos – es todo frutilla y sandía. No podés haber visto una plantación de gladiolos ni en tus sueños.” (Baja la vista al papelito y la mantiene ahí) “Además, los aromos que ‘perfumaban’ toda la ruta 1 son también de otro tiempo.” (Omito decir ‘de MIS tiempos de infancia’) “No creo que hayas visto un aromo cargado de flores en tu vida.”
PC: “Eh… bueno… sí. Esto lo escribió mi abuelo – aunque capaz fue mi tatarabuelo. Pero el abu me dijo que fue él….” (¡Pucha que estoy vieja!) “Es más largo, pero lo divido, ¿vió? Leo una estrofa por casa, si no me canso.” (¿Esto está pasando o las algas de la pileta que estoy limpiando me afectaron mal?)
Yo: (Me río) “Esperá que busco la plata.”
Vuelvo al portón con cinco pesos ( el espíritu navideño es fuerte, che) y se los doy.
PC: “Gracias, doña.”
Yo: “Por nada. Y yo que vos pruebo a escribir algo. Tal vez heredaste algo de tu abuelo – o de tu tatarabuelo.” (Hay que estimular la poesía, aunque sea ésta poesía)


Ya no me escucha y se aleja, dirigiéndose a la siguiente casa. Y yo vuelo ‘al verde de las algas/que como esmeraldas opacas/se adherirán a mi piel/ y después ¡quién te las saca!’

martes, 7 de enero de 2014

Diálogo con vecina desconocida

Son las 11 am  y estoy sacando yuyitos en el frente. Hay un vientito agradable, pero el sol raja la tierra cuando aparece entre nube y nube.

VD: “Disculpe”.
Me enderezo y me encuentro con lo siguiente: Sra. de más o menos mi edad que viste shorts, zapatillas y gorrita verde fluo y una remera impecablemente blanca excepto por las manchas de transpiración bajo las axilas. Oro en las orejas, cuello y muñecas – sí, en ambas muñecas. Podría ser la versión femenina de Toti – pero sin perro (ver diálogos de vacaciones 2013).
Yo: “¿Si?”
VD: “Le molestaría darme algo de agua fresca? Salí a caminar y me dejé la botellita de agua mineral en el  ‘dressoir’(Pronunciado ‘dresuaggg’- ¡lo tuve que buscar en google! Lo dicho, ¡la versión femenina de Toti!) “¡Ay, Dios! ¡Como odio el calor!” (Flash mental: ¿Y qué m….da hacés caminando a esta hora?)
Yo: “Para nada. Pase.” La dejo en la cochera y voy en busca de agua. Pienso darle directamente de la perforación – que sale helada, pero considerando la posibilidad que sufra el síndrome de ‘Toti’, le traigo de la heladera. “Acá tiene. La verdad, es arriesgada salir a caminar a esta hora.”
VD: “Es que el vientito estaba lindo. Pero por supuesto me llené de arena. ¡Ay, cómo odio la arena!”
Yo: (Riéndome) “Bueno, a juzgar por el bronceado que tiene (Caribe, Caribe, créanme), no debe odiar la arena de las playas, ¿no?”
VD: “¿Esto? No. Es cama solar. Me hice instalar una acá en la quinta que alquilo. Pero con los cortes de luz… es un embole” (Ah, bué. Toti queda chiquito al lado de esta.) “Y aunque me bañé en repelente… (yo hubiese dicho ‘Off’ aunque use ‘Paff’, ¿vió?) ¡Ay, Dios, cómo odio los bichos!” (A esta altura ya me pregunto qué cuernos hace en el Leyes, entonces) “Gracias. Necesitaba hidratarme.” (Yo hubiese dicho ¡Qué sed que tenía!, pero bué…) “Y encima, se me pegaron esas espinitas, ¿‘toritos le dicen acá?”
Yo: “Cadillos. Sí. No sé cómo le dicen acá.”
VD: “Ah. Ud. es veraneante como yo?” (Sí, querida, pero sin la cama solar, con arena hasta en el traste de tanto carpir, con espinas de Santa Rita en la mano y usando Paff)
Yo: “Se puede decir eso. En verano me instalo acá. Me encanta esta zona.”
VD: (Me mira como si fuera extraterrestre o hubiese dicho una gansada) “¿Eeeen serio?
Yo: “Aja. ¿Y Ud?” (Hago pregunta vaga porque si nó tendría que decir ‘qué carajo hacés acá?)
VD: “Mi novio insistió en venir. ¡Y yo que quería irme en un crucero!” (Lo del crucero concuerda con lo que veo, pero ¡¿’Novio’?!) “Es un poquitín más joven que yo (¡oh là là! – para seguir en la onda  franchuta del ‘dressoir’) y le encanta esta vida.” (Traducción: ‘me la tengo que bancar si quiero seguir teniendo ‘novio’)
Yo: “Ah.” (¿Qué más se puede decir?)
VD: “Bueno. Muchas gracias por el agua. Y si algún día sale a caminar, pase por la quinta. (Me da las indicaciones necesarias) Y no necesita llevar agua. Ja ja.” (O sea, si me olvido la botellita en ‘el dressoir’ le puedo pedir ella)
Yo: “Hasta luego. Y le tomo la palabra.” (No puedo perder la oportunidad de conocer al ‘novio’)


Se aleja espantándose ‘bichos’ imaginarios porque no hay ni jejenes a esta hora, y yo me agacho a seguir sacando yuyitos…. ¡Qué deprimente lo mío!

sábado, 4 de enero de 2014

Primer diálogo de vacaciones 2014 con…

Después de una tarde de trabajo arduo estoy disfrutando de la pile cuando oigo que golpean las manos en el portón. Pienso ‘¡Ay! Que no sea la vecina!’ mientras me envuelvo en un toallón. A no ser que se le haya oscurecido la piel de golpe, vista como hombre – gorra incluida – o haya cambiado de sexo – no es la vecina.

P: “Hola doña. ¡Tanto tiempo!” grita el podador al tiempo que me saluda efusivamente con la mano. Imposible no reconocerlo.
Yo: “Hola. ¿Cómo le va? ¿Y los hijos?”
P: “Todos bien gracias a Dios.” Pausa en el diálogo, porque no sé para qué vino. “Umm… ¿se acuerda que me llamó para ver si le podaban los pinos del frente?” (Sí, hermano, me acuerdo, pero eso fue en julio!)
Yo: “E.. sí… ¿Pero cuándo fue? (¡Vas a transpirar por dejarme plantada, petiso!)
P: “Y… ¿Agosto? ¿Setiembre? Por ahí, ¿no?” (No, querido, no)
Yo: “A mí me parece que fue julio.”
P: “ ¡Ay, doña! Con todo el trabajo que tiene se le mezclan los meses. Ja Ja. (¡Pero qué HDP!)
Yo: “Mire que la cabeza me funciona bastante bien, ¿eh? Para mi edad…”
P: “¡Pero si es una piba! Lo que pasa es que trabaja mucho.” (Seguí insistiendo con lo de la cabeza ¡y en cualquier momento te reboleo algo por la tuya! Y lo de piba no me lo trago ni después de varias cervezas) “Bueno, de todas maneras, ¿qué quiere hacer con los pinos?” (Me guardo la respuesta que viene a mi mente y que incluye una visión del podador colgado de una de las ramas más altas y sin escalera donde apoyarse)
Yo: “Mire, yo andaré mal de la cabeza, pero ud. necesita ir al oculista. Ja Ja. ” Acompaño esto con gesto de la mano señalando los pinos que están podados.
P: (Mirando los pinos) “Um… un poco chuecos, ¿no? ¿A quién llamó? Porque vio que acá cualquiera cree que puede podar. Mire lo que le pasó a Fulanito. Acá 2 km al este. El que tenía el ligustro_” (Ya no lo escucho y solo espero que la boca deje de moverse, pero como no hay señales de que eso vaya a pasar pronto, lo interrumpo)
Yo: “Yo los podé.” (A ver cómo salís de ésta)
P: ¿Ud. los podó? ¡Ay, doña! ¡Mire si se cae de la escalera! Uno ya no está para estas cosas…
Flashes instantáneos: 1- ¿No era que soy una piba?  2- Otra vez está buscando laburo para el pobre hijo mayor. Y 3- ¡Hay que admirarle la habilidad que tiene para que nada le haga mella y cómo cambia de tema!
Yo: “¿Así que le parece que están chuecos? (No te voy a largar tan fácilmente)
P: (Sin retractarse para nada – ya me hace acordar a algunos personajes de la política nacional) “¿No quiere un retoque? (Sí, ¡de cirugía estética puede ser LPMQTP, no para los pinos!)
Yo: (Ya decidida a terminar la conversación) “La verdad que no. Me gusta cómo quedaron.”
P: “ Y bueno. Si a ud. le gusta…” (Entonación de ‘sarna con gusto no pica’)
Yo. “Pero dígale a su hijo que pase uno de estos días porque todavía queda sacar el raigón del pino que se cayó el año pasado.”
P: “¡Ah, sí! Me acuerdo. (¡Menos mal que de eso te acordás!) No se lo pudimos sacar porque se nos rompió la motosierra. (Ya volvió al plural aunque él nunca hace nada) “Quédese tranquila que uno de estos días venimos. Ahora me voy a misa – ya estoy llegando tarde.” Y se aleja en dirección de la iglesia mientras yo quedo petrificada donde estoy parada.


¿A misa? ¿Se confesará el muy HDP?

viernes, 27 de diciembre de 2013

Diálogo pre-vacaciones 2014 con kiosquero

Tengo una espina de Santa Rita clavada en la palma de la mano y no tengo nada en casa para poder sacarla o desinfectarme, así que decido ir en busca de algunos elementos para la ‘cirugía’. Por supuesto, al kiosco – que dicho sea de paso – tiene lo que busqués.

Yo. “Buen día. Qué lindo está acá con el aire.”
K: “¿Le parece? Yo tengo calor.” (¡Entonces date una vueltita por afuera!)
Yo: “Necesito una aguja y alcohol o mertiolate.”
K: “¿Espina de qué se clavó?”
Yo: (¿Me equivoqué y entré en el dispensario y no en el kiosco? O el kiosquero es psíquico y yo no lo sabía) “De Santa Rita.”
K: “Ay, ay, ay. ¿No sabe que a la Santa Rita no hay que irle de frente?” (Pienso: ¡como a muchas personas!)
Yo: “No estaba podando. Fue cuando se largó el viento fuerte ayer. Se me vino una rama a la cara y me protegí con la mano…”
K: “Ay, ay, ay. ¿Con la palma para afuera? Eso no se hace.” (¡Pero yo lo hice y me está doliendo la mano y LPMQTP! ¡Vendeme lo que te pedí y deja de tratarme como si fuera una nena de 5 años!)
Yo: “Bueno, si hubiese puesto la mano al revés, capaz que ahora tenía la espina en una vena.”
K: “No, no, no.” (¿Por qué repite tres veces lo mismo?) “La Santa Rita nunca ataca las venas.” (Ah! Bué! ¡Cuando vuelva la entrevisto para ver si es verdad! ¡Este tipo es increíble!) “Hay remedios caseros que le pueden servir.” Y empieza a enumerar muchas ‘recetas’ que no sé qué tienen de ‘caseras’ porque yo en casa no tengo ni un décimo de los ingredientes que menciona.
Yo: “Ajá. Pero lo que necesito_”
K:  “Es un botiquín de primeros auxilios, ya sé. Tengo unos muy buenos y baratos.” (A la m…a con las recetas casera, ¿eh?) “Ay, ay, ay. ¿Por qué la gente no tiene botiquín? Nunca lo pude entender.”
Yo: (Manteniéndome firme a pesar que la mano me duele como para comprarle el botiquín y ya) “Sólo quiero la aguja y algo para desinfectarme la herida.”
K. “Bueno. Si le parece…” (¡Sí me parece! No te pienso comprar el botiquín!) Como no respondo a los puntos suspensivos me trae lo que le pedí. “¿No va a llevar cigarrillos también?”
Yo: (Pensando que sí tendría que llevar cigarrillos, pero decidida a no comprárselos a él a pesar que el otro lugar me queda más lejos). “No, gracias.”

Le pago la aguja y el alcohol, me despido y vuelvo a salir al calor satisfecha de no haberme doblegado ante el kiosquero… Pero pienso que la próxima vez voy a hacer diez pasos más hasta el dispensario.


jueves, 26 de diciembre de 2013

Diálogo de pre-vacaciones 2014 con ferretero.

Entro a la ferretería – después de chorrear transpiración por un kilómetro – aunque los camiones y autos que pasan por la ruta hacen bastante ‘viento’. 

Yo: “Buen día”
F: “Si le parece … hoy se rompe el termómetro. Hace 37º y son las 8:30” (Sí, ya sé, Sr. No me lo va a decir a mí que pateé 1 km!)
Yo: “ Ajá. Yo estoy transpirada entera.”
F: “¿Anda a pata?”
Yo: “Sí. No sé a cuánto va a llegar hoy.” (Expresión que de ninguna manera requiere respuesta, pero_)
F: “Dijo la radio que vamos a andar en los 40 de sensación térmica.” (Bueno, espero que eso ocurra cuando esté de vuelta en casa)
Yo: “Necesito eso que conecta el caño de la mochila al inodoro. (Silencio por parte del ferretero que me obliga a seguir parafraseando por no saber cómo carajo se llama lo que necesito) Es de goma  y como un acordeón.”
F: (Riéndose,  el muy HDP – aunque admito que yo he frenado más de una carcajada cuando los alumnos parafrasean) “Es tal cual. Lo de acordeón, digo. Se llama fuelle.”
Yo: “¡Ah! No le anduve lejos, entonces.”
F: (Jocoso a pesar de los 37º que debe hacer adentro de la ferretería) “Por lo menos no dijo ‘necesito el coso que va del coso que tira agua al  inodoro’. Ja Ja. (Sí, dale con el  ‘ja ja’. ¡Te quiero ver a vos tirando la cadena e inundando el baño!) ¿De 30, 40, 50…?
Yo: (Siguiendo con la ‘jocosidad’ porque no tengo idea de qué cuernos me está preguntando) “Y, treinta años más o menos”
F: (Vuelve a reírse) “Entonces debe ser de 30. (Desaparece entre las estanterías y yo sigo preguntándome: ¿30 qué? Al ratito aparece con varios fuelles – ¡no sabía que había distintos modelos y tamaños!) ¿Qué le parece éste?” (¿Qué querés que te diga? ¡No es un modelo Christian Dior!)
Yo: “Eh… no sé. Me parece que esta boca es más grande.” (Refiriéndome al caño de la salida de la mochila)
F. “¿Cómo de grande?”
Yo: (Sintiéndome una estúpida formo un círculo inconcluso con el pulgar y el índice) “Así más o menos.”
F: “¡Pero eso es un caño de 50! ¿Qué tiene? ¿Un inodoro o un jacuzzi? (Debe ser la temperatura, porque el sentido del humor del ferretero me hace desear tener una granada  y volarle la ferretería. Pero la paz social primero, así que…)
Yo: “Por la manera en que sale el chorro de agua bien podría ser un jacuzzi.”
F: (Vuelve a reírse, pero calculo que ya quiere ir a sentarse en la reposera que tiene afuera bajo una palmera, porque acelera el trámite) “Lleve estos tres y me devuelve el que no va.”
Yo: “Bueno. Pero no se los voy a traer hoy.” (Sinónimo de: ‘Ni en pedo vuelvo a caminar hasta acá con este calor’)
F: “No se haga problema. Tráigalos cuando refresque. Le cobro el de 30 y si es alguno de los otros,  cuando me traiga los otros le cobro la diferencia.” (Generoso el hombre o ya está derritiéndose como yo)
Yo: “Muchas gracias. Ahora, si le tomo la palabra y vuelvo cuando refresque… ¡eso puede ser junio, más o menos!”
F: (Ya no se ríe, pero sonríe solamente) “No importa. No voy a ser ni más rico ni más pobre por tres fuelles. ¿Va a saber cambiarlo?” (Sí, Don, no soy estúpida)
Yo: “Sí. No es ninguna ciencia.”
F: “No vaya a creer. Hay que tener mano para cambiar un fuelle.”
Yo: (Retirándome con mi paquetito y sintiéndome Anibal Troilo con tres fuelles) “Como para todo. Ja ja.”


Y emprendo el kilómetro de vuelta preguntándome si voy a poder transformar el jacuzzi en inodoro nuevamente. Sea como sea, ¡ni pienso contarle al ferretero a no ser que lo logre!

lunes, 23 de diciembre de 2013

Diálogo pre-vacaciones 2014 con … el pastorcito.

Tengo que salir a comprar algunas cosas y aunque es temprano el sol ya pega fuerte. Por lo tanto, evito la ruta y sigo el camino ‘de adentro’ donde hay más árboles y la arena no calentó todavía. En uno de los lotes veo unas cuantas ovejas y detecto al pastorcito apoyado contra un árbol, enfundado en su ropa de siempre: bombachas negras, camisa blanca, faja multicolor y la infaltable boina negra.
Um… 23 de diciembre… casi navidad… esto tiene aristas bíblicas, así que…

Yo: “¡Hola! Cómo andás?”
P:  “¡Hola doña! Tanto tiempo! Calor, eh?”
Yo: “Mucho. Cómo te fue en la escuela?”
P: Se le ilumina la cara. “De diez. Saqué todas las materias. (¿Hasta acá llegó el ‘saqué’ por el ‘aprobé’?) Tengo los libros que me prestó. Uno de estos días se los alcanzo.”
Yo: “No. Dejalos. Les pueden servir a tus hermanos, o a un amigo. Si nó, donalos a la biblioteca de la escuela.”
P: “¡Muchas gracias! Estudiamos cinco con esos libros. Y el que tiene las láminas grandes es una masa.” (Bué. También llegó ‘ la masa’ acá.)
Yo: Mirando las ovejas. “¿No tenías más? Y aquella es cría de este año, ¿no?”
P: “Sí. Cuatro ya se fueron.”
Yo: (Bien estúpidamente pregunto) “¿Se fueron? ¿Se te escaparon?”
P: Se ríe. “No, doña. ¿No ve que tengo bici nueva?” Giro y veo una bici – realmente es nueva y la tiene impecable como si fuera un Porsche. Y entonces me doy cuenta de lo que realmente significa ‘se fueron’.
Yo: “¡Ah!”
P: “Y compramos un ventilador también.” Mi sentimiento casi infantil por las ovejas da paso a la idea que la realidad está muy alejada de los libros de cuento donde los animalitos tienen características humanas y más aún, conviven con los humanos en paz y armonía… En fin….
Yo: “Bueno, me alegro que todo vaya bien. Sigo porque si nó, no llego más. Muchas felicidades para vos y tu familia.”
P: “Gracias, doña. Muchas felicidades para ud. también. Y gracias de nuevo por los libros.”


Me alejo y, con cada paso se desvanece ‘la arista bíblica’ y empieza a venirme a la mente algo más Orwelliano – “Rebelión en la Granja”.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Diálogo pre-vacaciones 2014 … con vecina (Ver diálogos de vacaciones 2013)

Después de cortar el césped y poner a llenar la pileta, estoy desparramada en el sillón con las piernas apoyadas en el tronco de la acacia cuando escucho:

V: “¡HOLA!” Y como si no fuese suficiente el grito, golpea las manos.
A regañadientes bajo las piernas y me paro, saludándola con la mano. Ya cerca del portón:
Yo: “¿Cómo le va? Tanto tiempo.” Pero no abro el portón, así que charlamos reja por medio.
V: “Vi que habían cortado el pasto, pero no la vi a ud.”
(Y, claro. ¡Bien que me cuidé de que no me viera! Pequeña satisfacción, pero satisfacción al fin el haber zafado hasta ahora.) “Y se le secó no más el jazmín enano.” Giro y miro las cinco ramitas negras- lo que queda del jazmín.
Yo: “Y sí, y eso que_”
V: “¿Vió la Coca?” Me quedo ‘regulando’ y sin saber si seguimos hablando de plantas – por las dudas  miro a mi alrededor, pero no veo ninguna plantita extraña. “La de allá.” Y como siempre, rebolea la cabeza y yo me quedo sin un punto  cardinal de referencia, pero tranquila, ya que ahora sé que hablamos de una persona y no un vegetal ilegal. “¡No sabe lo que pasó!”
(¡Ay! ¡No! Esto va a ser de terror, y encima el sol me está partiendo la espalda) “¡Le entraron!” (Dos significados de esta frase me pasan por la cabeza, ¡pero con esta mujer puede ser cualquiera de los dos!) “Parece que estaba acostada durmiendo la siesta – bueno, eso dice ella – y sintió ruidos en la cocina. Se levantó, ¡y había un hombre!” (Otra vez se las ingenia para que su entonación de lugar a dos interpretaciones – pero a esta altura ya quiero saber qué pasó) “Dice que gritó y el marido, que estaba en el kiosco, entró corriendo – no sé cómo corrió con ese peso – ¡y la encontró desmayada! ¡Y no había nadie!” Me mira como esperando un comentario y yo, ya entregada, se lo doy al modo local:
Yo: “¡No me diga!”
V: “No saben si se lo imaginó o el tipo salió corriendo cuando gritó, ¿vio? Pero para mí…”
Yo: (Sabiendo que eso significa ‘pregúnteme’ y tratando de hacerla corta porque a esta altura me están saliendo ampollas en el lomo) “¿Si?”
V: “Más claro, échele agua. Para mí le dio al tinto con la comida. A la Coca le gusta el tinto.”
Yo: (Todavía sin saber de quién habla) “¡Pero qué cosa! Bueno, después del 31 _”
V: “Y todas le dijimos lo mismo. Tiene que parar con el tinto.”
Yo: (Ya sin importarme la pobre Coca y pensando sólo en mi espalda) “Después del 31 vengo a quedarme. Así que _ “
V: “El tinto no es para todos, ¿vio?”:
Yo: (Casi en ‘estado alterado’) – nos vamos a ver. Ahora tengo que ir a cortar la bomba.” (¡A vos te quiero cortar!) “¡Nos estamos viendo!” (Hasta sueno entusiasta, miren)
V: (Un poco decepcionada) “¡Ah, bueno! Vaya, vaya. Si se le quema la bomba…” (¡La boca se te haga a un lado!) “Nos estamos viendo. ¡Pasaron un montón de cosas este año!”
Alza la voz mientras yo me alejo.


Desaparezco de su vista lo suficiente como para asegurarme que volvió a su casa y pienso que estas vacaciones ¡van a ser moviditas!

martes, 19 de febrero de 2013


Diálogo con trabajador agrícola de nacionalidad boliviana. (09/01/2013)
(Todo este parafraseo para no utilizar la palabra que ha caído en desgracia como expresión xenófoba, y que sin embargo, supo tener una connotación ‘cariñosa’ para  describir un laburante que trabaja de sol a sol sin chistar.)

Me apoyo en el tejido y miro a  cuatro o cinco muchachos doblados sobre plantitas no muy grandes – aparentemente las están revisando y sacándoles maleza que les haya crecido alrededor. Uno levanta la vista y se acerca al tejido sacándose la gorra.
TB: “Hola doña.”
Yo: Cuando lo tengo cerca: “Hola! No te reconocí. Cómo andás?”
TB: “Por eso me acerqué. Como no ve bien – (¿Tódos saben acá que soy chicata?! ) – Mire que no hay frutilla ahora, eh?”
Yo: Me río y termino de reconocerlo como ‘Micho’, el que siempre me da alguna que otra frutilla cuando están levantando la cosecha y yo me arrimo al lote ‘por casualidad’.  “Ya me dí cuenta – todavía no se siente el perfume desde mi casa.”
Me mira y creo que se sonríe – tiene esa ‘sonrisa de Gioconda’ como la llamo – no sabés si está sonriendo o es parte de sus rasgos faciales.
TB: “Sabe? Me casé no más con la Miriam.”  Ahora no hay dudas – las comisuras de los labios suben hasta formar una sonrisa standard.
Yo: Tratando de recordar cuándo me contó que se estaba por casar. “Ah. Bueno! Felicidades! Y dónde están viviendo?”
TB: “Empezamos a construir al lado de lo de mi hermano mayor. “
Yo:” Ah! Y tu familia? Todos bien?” Sé que con Micho no corro los riesgos que implica hablar con el podador’ (véase diálogo con podador 1 y 2) Micho es más bien parco. Sin embargo me sorprende con:
TB: “Y, bien, pero preocupados por el Lucho” (hermano menor de 7)
Yo: “Sí?” Con Micho hay que usar entonación ascendente siempre porque no da información voluntariamente muy seguido.
TB:”Anda con mala junta, vió? No le importa nada más que tener celu y andar por ahí” (Esta última expresión tiene una carga pragmática que te hace pensar que Lucho va camino a la delincuencia)
Yo: “Bueno, es el más chico. Viste cómo son. Les gusta juntarse con los de su edad y hacer lo que los otros de su edad hacen” (Descripción súper simplificada de la adolescencia!) “Eso los hace felices”. Y Micho vuelve a sorprenderme:
TB: “Cómo va a ser feliz si ni siquiera le gusta trabajar!” Menea la cabeza como diciendo ‘ud. no entiende nada’ y se calza la gorra. “Bueno, sigo. Nos vemos.”
Yo: “Chau.” Intento un chiste final y le grito “Mirá que cuando sienta el olorcito me vengo, eh?” Me saluda con la mano y vuelve a doblarse hacia la tierra.

Sigo mi camino y pienso en la famosa frase “El trabajo dignifica”. Error! Es al revés! Este tipo de gente dignifica el trabajo que le toca hacer. Caigo en cuenta que para los Michos de este país el gusto por el trabajo es la vida. Micho equipara el laburo con la felicidad – si no te gusta laburar no podés ser feliz.  Y de pronto me acuerdo que mi abuelo tenía la misma filosofía de vida. También suena en mi cabeza la frase “Refundar el país” – yo para eso importaría más Michos – eso sí, los pondría como dirigentes, porque así su amor por el trabajo haría que otros trabajaran y ellos no serían explotados como lo son ahora.