miércoles, 4 de junio de 2014

Diálogo con empleada bancaria – o ‘asesora de clientes’ como reza la plaquita sobre su escritorio.

Después de una prolongada espera para que mi numerito de papel se transforme en lucecitas en el display gigante, me siento frente a un escritorio muy mono y moderno

EB: (Acomodando la plaquita que algún cliente recientemente asesorado debe haber movido) “Buen día Sra. ¿En qué le puedo ayudar?”
Yo: “Vengo a buscar una tarjeta a mi nombre. Me dijeron en la sucursal que estaba acá.”
EB: “Veamos.” (Y se acabó el contacto personal ya que gira para estar cara a cara con su mejor amiga – la pantalla de la PC) “¿Su documento?”
Le doy mi documento y toda la información que me solicita.
EB: “¡Pero esta tarjeta estuvo acá por un año y tres meses!” (1- noto un leve reto a la clienta que no fue a retirar la tarjeta, y 2- empiezo a temblar por el pretérito en ‘estuvo’)
Yo: “¿Y cómo iba a saber que tenía que buscarla si nadie me avisó?”
EB: (Con la vista fija en la pantalla y realizando mohínes varios que no logro descifrar) “Debe haber recibido un aviso.”
Yo: “Para nada. Ni por correo, ni por mail, ni con paloma mensajera.” (Digo esto último sonriéndole para ponerle un poco de humor a la cosa.)
EB: (El humor le resbala) “No, no. Acá dice que se le informó.”
Yo: (¿Para qué discutir? Capaz que me mandaron señales de humo y ese día me olvidé de mirar el cielo.) “Bueno, no importa. ¿Me la podés dar?"
EB: (Tornando realidad el temor provocado por el pretérito en ‘estuvo’) “Eso se mandó por correo – todas las tarjetas no reclamadas salieron por correo.”
Yo: “¿Y cuándo me llegará? ¿Hace mucho que la mandaron?”
EB: (Sin contestar ninguna de las dos preguntas) “Está yendo en el correo.” (Y yo me imagino una pobre cartita, apretada por miles de otras cartas, estirando los bracitos para asirse del borde de la bolsa del cartero para poder ver la luz y disfrutar ‘del viaje’)
Yo: “¿Por cuál correo lo mandaron?”
EB: (Clickea un ratito y me da el nombre de la empresa) “Va a tener que ver si ellos la tienen, pero para mí ‘está yendo’.” (Y esta vez me imagino la pobre cartita caminando perdida por la ciudad)
Estoy por levantarme cuando tengo una de esas brillantes ideas esporádicas.
Yo: “Disculpame, pero, ¿qué dirección tienen?” (Me dice la dirección y no puedo evitar reírme)
“Esa altura de la calle no existe. Con razón nunca me llegó nada. El cartero debe estar buscando una casa en el medio del Salado.”
EB: (No reacciona. O no sabe lo que es el Salado, o no conoce la ciudad, o le importa un joraca) “Es la que tenemos en la base de datos.” (Interpreto esto como ‘si está en la base de datos es real’)
Yo: (Entrando en calor – siempre me hace entrar en calor la incapacidad de la gente para admitir un error. A los únicos que siempre les perdoné eso son los alumnos, quienes por supuesto, me enseñaron a mí a admitir los errores ) “Entonces corregí la base de datos. Ahí está mi documento. De ahí sacaron mis datos. Y como verás, esa no es la dirección que figura en tu ‘base de datos’.”
EB: (Toma el documento, mira la dirección y clickea un poco más – y yo ruego que esté poniendo los dedos en las teclas apropiadas) “Bueno, de ahora en más va a recibir notificaciones, pero la tarjeta está yendo por correo.” (Ya lo dijiste querida – pero ahora ya sé que la pobre cartita está definitivamente perdida pobrecita.)

Le doy las gracias (podré estar caliente pero soy educada) y salgo del banco en búsqueda de mi tarjeta y hasta puedo imaginarme el abrazo emocionado que le voy a dar cuando la encuentre – ¡eso si la encuentro!            

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