Diálogo con
‘poeta’ costero
Voy hacia el
portón en respuesta a un …
PC: “Doña, la
molesto un ratito”
Yo:
(Pensando: ¿Qué venderá? Pero no veo nada en sus manos, excepto un papelito. ¡Ya
sé! Anda buscando una dirección. Eeeerrrorrr) “¿Perdido?”
PC: “¿Eh? No.
No. Ando leyendo mis poemas” (¡Ah, bué! Se vino la ‘cultura ambulante’)
Miro al
muchacho – de unos 15 o 16 años, y pienso que si escribe poesía y la lee ‘itinerantemente’
y en este lugar, se merece toda mi atención.
Yo: “¡Pero
qué bien!”
PC:
“Gracias.” (Y pasa a la parte ‘prosaica / pecuniaria’) Yo le leo mi poesía por
solo $ 10.” (Buen curro, che)
Yo: “Bueno,
¿eso no depende de si me gusta la poesía?”
PC: “Ja. Ja.
Está bien, que sea por $ 5” (¡Uy! ¡Cómo será el poema si baja el precio así!
Pero bueno, viene la Navidad….)
Yo: “Bueno, a
ver, leela.”
PC: “Es sobre
la zona. Como las de Julio Miño son.” (¡Ah, bueno! ¡Cacho de ego tiene!)
Se aclara la
garganta y con una muy buena dicción procede a la lectura.
PC: “Pueblo
alma de arena/Venas de arroyos/ y cuerpo de gladiolos./ Perfumaron mi
infancia/y acompañaron mi vida/el amarillo de tus aromos.” (Me digo: ‘bueno, no
empezó taaaan mal, aunque algo no me cierra) “Ya está. ¿Le gustó?”
Yo: “Eh…. corta
la cosa, ¿no?”
PC: (Con una
caradurez digna de modelo hueca que nunca dio un paso y la llaman para bailar
en lo de Tinelli) “A mí me enseñaron que ‘lo bueno, si breve, dos ves bueno” (¿Qué
tul el niño?)
Yo: “¿Estás
seguro que ese ‘poema’ es tuyo?”
PC: “Eh… por
qué le parece que no es mío?”
Yo: (Le voy a
dar los cinco pesos, pero primero le voy a enseñar a no mentir) “Bueno, para
empezar, acá hace como tres décadas que no se plantan gladiolos – es todo
frutilla y sandía. No podés haber visto una plantación de gladiolos ni en tus
sueños.” (Baja la vista al papelito y la mantiene ahí) “Además, los aromos que ‘perfumaban’
toda la ruta 1 son también de otro tiempo.” (Omito decir ‘de MIS tiempos de
infancia’) “No creo que hayas visto un aromo cargado de flores en tu vida.”
PC: “Eh…
bueno… sí. Esto lo escribió mi abuelo – aunque capaz fue mi tatarabuelo. Pero
el abu me dijo que fue él….” (¡Pucha que estoy vieja!) “Es más largo, pero lo
divido, ¿vió? Leo una estrofa por casa, si no me canso.” (¿Esto está pasando o
las algas de la pileta que estoy limpiando me afectaron mal?)
Yo: (Me río) “Esperá
que busco la plata.”
Vuelvo al
portón con cinco pesos ( el espíritu navideño es fuerte, che) y se los doy.
PC: “Gracias,
doña.”
Yo: “Por
nada. Y yo que vos pruebo a escribir algo. Tal vez heredaste algo de tu abuelo –
o de tu tatarabuelo.” (Hay que estimular la poesía, aunque sea ésta poesía)
Ya no me
escucha y se aleja, dirigiéndose a la siguiente casa. Y yo vuelo ‘al verde de
las algas/que como esmeraldas opacas/se adherirán a mi piel/ y después ¡quién
te las saca!’
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