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jueves, 12 de diciembre de 2013

Diálogo con empleado de ‘atención al cliente’ de empresa de telefonía móvil.

Después de esperar 20 minutos a que el turno C26 aparezca en la pantalla, escucho que alguien ‘canta’ el número… (y bueno, a los dueños de la tecnología… ¡también los jode la tecnología!)

EAC: (Con sonrisa digna de comercial de pasta dental) “Buen día, Sra. ¿En qué puedo servirle?”
Yo: “Eso lo voy a decidir cuando termine esta pequeña entrevista” (Y, estoy recaliente con la compañía. Pero a pesar de mis palabras, también le sonrío un poco porque podría ser mi hijo.)
EAC: (Quizás pensando ‘me tocó la loca del día’, emplea una entonación condescendiente que me cae más que mal) “Bueno. Bueno. Veamos qué le pasa.” (¿Qué sos? ¿Médico?)
Utilizando técnica de respiración para clamarme, le explico la situación.
EAC: “Ah. Pero podía comunicarse con atención al…
Yo: (No lo dejo terminar) “Traté toda una mañana y el tiempo de espera no bajaba de 15 minutos. ¿Sabés? Mi tiempo vale tanto como el de la compañía.”
EAC: (Insistiendo con tratarme como si fuera una neurótica peligrosa a la que hay que hablarle suave – me parece que ve demasiadas series de rehenes y negociadores) “Claro. Claro. ¿Y probó por mail?, porque…”
Yo: (Otra vez lo interrumpo) “5 mails. Ninguna respuesta. (Creo que acorto las oraciones para no revelar la bronca que tengo) ¿Vos crees que me banqué esto (miro a mi alrededor) porque no tengo nada que hacer?”
EAC: “No. No. Claro. Veamos qué pasa. (El plural me molesta tanto como el tono que sigue usando) Bueno, acá aparece la factura impaga.”
Yo: “¿No me digás? ¡Qué novedad! ¿No te dije hace un ratito que nunca me llegó? A no ser que la pagara Cadorna, debe estar impaga todavía.”
EAC: “¿Quién es ‘Cadorna’? (¡¿Realmente es tan joven como parece o me está tomando el pelo?!) Se ve que mi cara va de mal en peor porque agrega rápidamente: “Ah. Es una expresión. Claro. Ja ja. Ejem… bueno, va a tener que pagarla.” (¿Pero es salame o se hace?)
Yo: “¿En serio?” (Ironía que hasta un nene de 10 años pescaría).
EAC: “Y, sí. Se la puedo imprimir desde acá.” (¡Bravo! ¡Bravo! Media mañana para solucionar parte de un problema. ¡Viva la tecnología!)
Se levanta y vuelve con la hojita. Me pongo a revisarla mientras que el EAC adopta un lenguaje corporal que dice ‘Bueno, ya está. Movete que tengo que seguir atendiendo.’
Estoy por levantarme cuando veo un recargo. Sin dirigirle la palabra le muestro la factura y señalo la cifra.
EAC: “Es el recargo por pago fuera de término.”
Yo: Ya casi sacada – lo que me hace muuuuy HDP. “Se leer. Pero parece que vos no sabés escuchar. No pienso pagar un recargo por culpa de la compañía que no mandó la factura en término. Así que levantá el traste de la silla, hablá con quien tengas que hablar e imprimime la factura que me corresponde  pagar.”
Se levanta y casi vuela por el pasillo. Unos segundos después vuelve con una nueva boleta. Casi estoy por darle las gracias cuando comete el error de decir:
EAC: “Le vamos a hacer el favor esta vez, pero tenga en cuenta que la próxima vez va a tener que pagar con recargo.” (¿Pero este chico no se da cuenta que puede ligarse un puñetazo en la nariz por defender la empresa?)
Yo: “Querido, te lo voy a decir despacito para que te entre. La próxima vez que la factura no llegue a tiempo no voy a perder MI tiempo viniendo acá. Voy directo a defensa del consumidor. Y otro consejo: cortala con el tonito condescendiente – cae mal y alguien podría tener peor carácter que yo.”


Me levanto de la silla y mientras me dirijo a la salida giro para mirar al pobre EAC que parece estar haciendo un esfuerzo mental sobrehumano…  Y entonces caigo en la cuenta: debe estar pensando qué quiere decir ‘condescendiente’!!!

jueves, 5 de diciembre de 2013

Diálogo con compañera consumidora en supermercado (Perdón a las ideologías de donde vienen los términos por ponerlas en contacto).

Estoy frente a la góndola de las yerbas cuando una señora mayor se para a mi lado.

CC: “¡Pero mire! ¡Mire esos precios! ¡Es una tomada de pelo!”
Yo: (Que estaba mirando los precios) “Qué aumento, ¿eh?”
CC: “¡Y éstos se dicen Peronistas! Si Perón viera esto se vuelve a morir.”
Yo: (El comentario me toma por sorpresa y giro para verla mejor: ochenta y tantos, con jogging y zapatillas deportivas, y anteojos que deben tener menos aumento que los míos. Y sí, debe haber vivido el Peronismo.) “Bueno, la verdad no sé mucho de política, pero_”
CC: “¡Pero nena! (¡Ay! Debe tener ochenta laaaargos) ¡Si no hay que saber de política – basta con ver lo que pasa! (Resopla como caballo enojado) Y de qué ‘revolución’ hablan?”
 (Lo dice con tanta pasión que me pica la curiosidad y me debato entre seguir la conversación, a riesgo de que le suba más la presión, o amablemente despedirme y seguir mi camino. Y no puedo con mi genio.)
Yo: “Bueno, el término ‘revolución’ quiere decir tantas cosas…” (Se la dijo picando)
CC: “Mi padre laburó toda su vida y tuvo casa gracias a Perón. Eso sí, la pagó centavito a centavito. Yo conocí un hospital gracias a Perón. Nadie en mi familia había ido a un médico antes. (Bueno, o tenían una salud de hierro, o ciertamente la medicina no estaba al servicio de todos)Pero cuidábamos el hospital como si fuera nuestra casa. Yo pude ir a la escuela y seguí estudiando y ninguno de los que veníamos de familias obreras destruía bancos o tomábamos escuelas… ¡Eso fue una revolución!” (Como veo que la presión parece estarle subiendo la interrumpo)
Yo: “Y, los tiempos cambian” (A punto estuve de decir ‘eran otros tiempos’)
CC: “¡Para peor! Y te lo dice alguien que siempre fue optimista (¡Menos mal!) Y cuando milité en el partido Intransigente _”
Yo: “¿Cómo? ¿Pero ese partido no venía de la UCR?”
CC: “No era que no sabías nada de política? (¡Me agarró!) Bueno, mi familia era Peronista, pero Alende me conquistó. (¿?) ¡Casi me expulsan de casa! (Se ríe). Había cosas por cambiar. (Se queda pensando)
Yo: “Bueno, hoy puede estar pasando lo mismo. Quien gobierna piensa que hay cosas que cambiar también, ¿no?”
CC: (Me mira y me dedica una sonrisa indulgente – casi como una abuela a un nieto que no entiende una suma de dos cifras) “Si querida, pero las cosas no se cambian haciéndole creer a la gente que solo tiene derechos y ninguna obligación. Se cambia generando trabajo y educando para que esa gente educada pueda ponerte los puntos sobre las íes y tenerte a raya cuando tengas el poder. (¡Chan! ¡Si se presenta a elecciones la voto con los ojos cerrados!) Ni pienso pagar eso por la yerba. Defensa al consumidor tendría que hacer algo. Hasta luego.”
Yo: “Hasta luego.”

Y se va. Y a cada paso mira los productos y menea la cabeza.

Y yo me quedo ahí, mirándola y pensando… 

lunes, 23 de septiembre de 2013

Diálogo con vendedor de frutillas en medio de un embotellamiento de tránsito.

La ruta Pcial. 1 – mano a Santa Fe – parece una víbora multicolor formada por autos, camionetas, colectivos, camiones… . La cola se extiende hasta donde me da la vista. Me aflojo en el asiento, resignada. De pronto escucho alguien gritar:

VF: “ ¡Eh, doña! ¿Le vendo frutillas? Mire, son las últimas.”
Giro la cabeza y del otro lado de la ruta, veo un señor que me enseña una bolsa llena de frutillas. Por un momento desaparece tras dos o tres autos que pasan por la mano contraria.
Yo: (También gritando) “No, gracias. ¿Sabe qué pasa?”
VF: “ No. Pero va para largo. Lleva casi una hora así. ¿Seguro no quiere frutillas?”
Dudo por un instante y es suficiente para que cruce la ruta y se pare, bolsa de frutillas en mano, al lado de mi ventanilla.
VF: “Debe haber un accidente más adelante, porque hasta pasan pocos autos para el norte. O puede ser que hayan cortado a la entrada de Santa Fe por lo de la primavera. Como le dije – va para largo. ¿Segura no quiere aprovechar?” (Sacude la bolsa a la altura de mi cara)
Yo: “No, gracias. Yo no sé cuándo van a arreglar esto del tránsito acá.”
VF: “Espero que tarden bastante.” Y se ríe.
Yo: (Totalmente sorprendida) “¿Eh?”
VF: “Y, mire, cuando pasa esto se vende todo en poco tiempo. La gente se pudre de no avanzar, nos ven, y compran.”
Yo: Me río para no decirle lo que estoy pensando. “Si, claro, pero los autos se recalientan, ¿vió?”
VF: “También tengo agua por las dudas alguien necesite tirarle al radiador.” No me animo a preguntarle si la vende también – pero no es necesario, porque sigue: “Un peso la botella.” (¡Pero qué HDP!)
Yo: “¿Y alguien se la compra?”
VF: “Y, sí, a los de los autos viejos no les queda otra.”
La cola se mueve un poquito y yo avanzo también y me despido del vendedor de frutillas.
Yo: “Bueno, parece que ya se mueve. Hasta luego.”
VF: (Ya cruzando la ruta para volver al puesto) “Chau doña. Y si se traba más adelante, ¡acuérdese que podría estar comiendo frutillas mientras espera! ” ( ¡Un reverendo HDP!)


Y dicho y hecho. Dos kilómetros más adelante la cola se inmoviliza nuevamente. Pero en vez de pensar que podría estar comiendo frutillas, pienso que los sociólogos, filósofos y políticos que creen que el capitalismo es exclusivo de  los grandes grupos económicos, deberían darse una vueltita por la ruta 1 un domingo a la tarde. El vendedor de frutillas la tiene clara: ‘oferta y demanda’- no importa por qué la demanda; ¡ razonamiento capitalista si los hay!

jueves, 5 de septiembre de 2013

Diálogo con empleada pública

Me siento en una silla muy cómoda a esperar mi turno en una dependencia pública, y no puedo evitar pensar en cómo han cambiado las cosas. Años ha hubiese estado parada en una cola interminable, chupando frío. Además, estudiando el lenguaje corporal de las empleadas, también descubro una actitud positiva y solícita hacia quienes están atendiendo.
Cuando llega mi turno….

EP: “Buen día, Sra. ¿En qué le puedo servir?” (¡Qué diferencia con el antaño ‘¿seeeeeee?’)
Le explico el problema que tengo con un trámite muy importante para mí.
EP: “A ver. Déme un momento que controlo con la base de datos.” Los dedos vuelan sobre el teclado mientras ingresa mi número de expediente. “Um… acá no está. A ver si en…” Y sigue tecleando como loca. “No. Acá tampoco.” Más sonido de teclas.
Yo: “Tal vez si me decís en qué oficina está, yo puedo ir en persona y _”
EP: (Con mirada en la pantalla y los dedos aún recorriendo el teclado). “No. No. Tiene que estar acá.” (No sé si ‘acá’ es en la pantalla, en algún lugar recóndito del ciberespacio, en el edificio, o dónde) “ ¡Pero no puede ser! ¡Tiene que estar!” (Perdiendo, me parece, algo de la calma y seguridad con la que me atendió)
Yo: “Mirá, no te hagas problemas, puedo venir otro día o preguntar en_”
EP: “No. No. Deme el número de expediente de nuevo.” (Um… ¿no hay ‘por favor’?)
Yo: Le repito el número y agrego (¡Ay! ¡¿Por qué agrego?!) “Yo no tuve problemas para seguirlo por internet, pero lo que quería saber_”
EP: “Si ud. no tuvo problemas, (entonación de: ‘dudo que no haya tenido problemas porque yo sí los tengo’) tiene que estar.”
Me quedo callada unos momentos – y la dejo seguir , ya con movimientos frenéticos, su sinfonía ‘teclística’.
EP. “Y encima esto está más lerdo que… ¿Y ahora qué pasa?” Todo esto dirigido a la pantalla. Después de unos segundos: “ ¡Ay, nó! Se cayó el sistema.
Yo: “Bueno, no importa. (Me mira como diciendo ¿Sos tarada? ¿No te das cuenta de lo que esto significa?) Si me decís dónde queda la oficina voy en persona y pregunto”.
EP: Todavía mirando la pantalla como si el suelo se le estuviese moviendo bajo los pies. “No, no. Para eso estamos nosotras, para que la gente no los moleste.”
Yo: “Y eso está muy bien. Pero en este caso…”
EP: “No. Mire, va a tener que esperar a que vuelva el sistema o venir otro día.”
Miro a mi alrededor y veo el mismo pánico en las caras de todas las otras empleadas y escucho a la de al lado decir exactamente lo mismo que me dijeron a mí.
Yo: “Bueno, vuelvo otro día. Gracias (Evito decir ‘por nada’)”

No me contesta porque ya está hablando con las otras empleadas. Mientras me levanto escucho que una dice: “Menos mal, así nos aflojan un poco. Traete unos cafés.”

Mientras voy hacia la salida pienso que la cosa no ha cambiado tanto desde que hacíamos colas interminables chupando frío.

martes, 30 de julio de 2013

Diálogo con inspector de tránsito.
(Y sí, alguna vez tenía que pasar)

Estoy volviendo a casa en el auto cuando me sorprende ‘el ocaso’ – por si no lo saben, no tengo permitido manejar de noche por mi ojo derecho, calificado como ‘vago’… en fin). Consciente de que si oscurece rápido voy a estar en infracción, hago la típica – tomo una ruta alternativa y evito las avenidas donde  puede haber controles, pero al desembocar en la calle que me llevaría derecho a casa me encuentro con un control municipal y empiezo a transpirar)

IM: “Buenas tardes” (Bueno, ‘la tarde’ ¡no va a durar mucho!)
Yo: “Buenas tardes” Me inclino hacia la derecha y empiezo a sacar documentación de la guantera.
IM: “Qué frío hoy, ¿eh?” Su voz suena totalmente tomada por un resfrío.
Yo: (Todavía sacando papeles de la guantera) “ ¡Pero mire cómo está. No tendría que estar en este frío!”
IM: “Y, que se le va a hacer. Horas extras, ¿vio?”
Yo: (Ya con los papeles en la mano y transpirando como si la calefacción del auto estuviese al máximo) “Pero se va a gastar todo lo que gane hoy en remedios. ¿Qué necesita que le muestre?” ( ¡Hay que ser caradura!)
IM: (Sin contestarme la pregunta) “Probé de todo. Té con limón y miel, algunos remedios, y nada.”
Yo: (Viendo que la poca luz que había va desapareciendo) “Mi abuela decía que la gripe se cura con remedios en siete días y guardando cama en una semana.”
IM:  Se ríe. “¡Mi mamá decía lo mismo!” (Los dos autos delante de mí ya están arrancando)
Yo: (Extendiéndole los papeles entre los cuales puse mi carnet – sí, medio escondido, lo admito) “Acá tiene”
IM: (Toma los papeles y pienso: ‘bueno, ya está. Multa en puerta’). Estornuda y empieza a toser de tal manera que se le caen los documentos de la mano. Los junta uno por uno y me los da. “Tome señora, y siga no más.”
Yo: “Muchas gracias, y cuídese.” Manoteo los papeles y los pongo en el asiento del pasajero. Estoy por arrancar cuando escucho:
IM: “ ¡Espere, señora. Su carnet!” (¡LPMQLP! ¡¿ Justo el carnet tenía que quedar en el suelo!?)
“Perdóneme, casi si va sin carnet. ¡Mire si la paran por ahí!” (Se ríe y tiene otra acceso de tos)
Yo: “Muchas gracias. Y que le sea leve”


Y ahora sí arranco. Levanto la ventanilla y pienso que la próxima vez voy a chequear  a qué hora es la puesta de sol antes de salir de casa en auto por la tarde.

martes, 16 de julio de 2013

Diálogo con peluq… perdón, ‘estilista’.

Abro la puerta de la peluq… perdón, del ‘salón de belleza’, saludo, y…
P: (Gritando – el no habla, grita) “ ¡Ayyyyyyyyy! ¡Paren las rotativas que llegó ‘aguinaldo’! (Me dice así porque voy dos veces al año) Como ya lo conozco, solo sonrío y me siento a esperar mi turno. “ ¡Pero mirá ese ‘quincho’ que tenés ahí! ¿Cómo podés andar por la vida así?
Yo: “Peor lo tuyo. La pelada va expandiéndose.”
P: “ ¡QTP!”
Yo: “Y bueno. Vos me jodés,  yo te jodo.”
P: “Pero yo por lo menos uso boina.” Me largo una carcajada y el termina con una de las clientas. “Vení que te lavo.”
Me siento en la silla de tortura y empieza a aporrearme la cabeza mientras me cuenta chismes de gente que ni conozco.
P: “No me estás dando pelota, ¿no?”
Yo: “Ya sabés que nunca te doy pelota. Si ni sé de quién estás hablando.” (Temo por la seguridad de mi cuero cabelludo porque el aporreo se intensifica)
P: “¿Qué pensás hacer con esas canas?” (Empieza el diálogo de siempre)
Yo: “Nada por ahora.”
P: “Claro. Ya me veo tiñéndote cuando estés en el cajón.”
Yo: “Autorizado. Total ya no voy a sentir nada.”
P: “ ¡Pero qué HDP que sos!” (Y me arranca una cana). Me arruinan cualquier peinado que te haga.”
Yo: (Trasladándome a la silla de corte) “¡Ah! Eso que me hacés cuando vengo es un peinado?”
P: (Me arranca más que retira la toalla) “¡Me encanta cuando me peleás! Todas estas (pasea la mirada por las otras clientas) son un flan.” Todas se sonríen como lo hice yo al entrar porque todas lo conocen también.
Yo: “Vos no tenés paz, ¿eh?”
P: “Tampoco tengo canas ni nariz de Pinocho.”
Yo. “Qué problema tenés con mi nariz?”
P: “Es demasiado grande y no es fácil cortarte cortito como vos querés y que no quedes como ave zancuda.”
Yo: (Me vuelo a reír) “Bueno, dale. Hacé lo tuyo, pero dejame algún pelo para peinar, ¿eh?”
P: “Te voy a dejar divina.” Trabaja por unos minutos con la velocidad de manos y tijera que siempre me llamó la atención. “Mirá. Mirá cómo te dejé la nuca.” (Pone un espejo detrás de mi cabeza y me da tiempo de calzarme los anteojos)
Yo: “Hermosa. Ahora, ¿tengo que caminar para atrás?”
Me da un coscorrón y sigue pelándome. Al ratito empuña el secador y el cepillo y sigue maltratando mi cabeza.
P: “Ahora ponete ‘los ojos’ de nuevo y mirá.”
Yo: (Tomándole el pelo) “¡Ay! ¿Esa soy yo? Pero mirá que chiquita me quedó la nariz.”
P: “La próxima vez  te afeito la cabeza y vas a tener que usar peluca.”
Me vuelvo a reír, le pago y me despido. Cuando voy llegando a la puerta me grita: “El corte que te hice no te va a durar 6 meses, ¿eh? Así que te espero en diciembre.”
Yo: “Sí, doctor.”
Mientras salgo, escucho que empieza con otra clienta:
P: “Y vos, parecés una gata. El pelo tricolor tenés. ¿Otra vez te teñiste sola?”


Toda una experiencia ir al peluq… perdón, al ‘estilista’.

sábado, 29 de junio de 2013

Diálogo con ‘Miguelito’ … alguien muy especial.

Paro en un semáforo y un muchacho me hace señas para limpiar el parabrisas. Como de costumbre, pongo mi peor cara de vinagre (cosa que no me cuesta mucho, dirán algunos). El muchacho insiste, bajo el vidrio y niego con la cabeza. De pronto escucho:

M: “A esa no la jodás porque se baja y te pone un piñazo.”
Puedo ser medio ciega, pero las voces son para mí como una huella digital. Reconozco, en un cuerpo desproporcionadamente grande para lo que está en mi memoria, a ‘Miguelito’ – uno de los ‘chicos de la calle’ que estaba en el centro de evacuados de mi escuela durante la inundación del 2003.
M: “¿A que no se acuerda de mí?”
Me tiro a la derecha y me bajo del auto.
Yo: “¡No lo puedo creer! ¡Qué andás haciendo?”
Me da un abrazo que hace que todos los otros ‘trapitos’ se maten de la risa y los automovilistas, que ya están arrancando del semáforo,  se mueran de curiosidad.
M: “Y me conoció, no más.”
Yo: “ ¡Cómo no acordarme si me sacaste canas verdes a la hora de la cena!” Me río y lo miro de arriba abajo. “Para mí todavía sos el petiso rompe….s que me tiraba del carrito de la comida.”
M: “Ya tengo 20, profe.” (Y claro, debe haber tenido 10 años en el 2003.)
Yo: “¿Y qué hacés de tu vida?”
M: “No crea que soy como éstos (señala a los ‘trapitos’).  Vengo a vigilarlos para que no hagan ca_ … boludeces.” (Bueno, cambió la primera mala palabra por otra ‘más suave’) “Ahora soy panadero. ¿Se acuerda que nos pusieron a hacer pan con Julio, el portero? Nadie nos bancaba más.” Se vuelve a reír. Ahí aprendí, y después, bueno, cuando volvimos al barrio no había nada, así que con ‘Pincho’ - ¿se acuerda de ‘Pincho’? lo ayudamos a un vecino panadero a reconstruir la panadería y empezamos a laburar ahí. Yo todavía sigo… Pincho, bueno, el se fue ‘para otro lado’. Me mira directo a los ojos, tal cual hacía cuando era un enano insoportable, pero ahora la mirada no es desafiante sino triste.’
Yo: (Pensando en ‘Pincho) “Me alegro que estés trabajando. Me alegro de verte tan bien.”
M: “Ud. está igual, profe.” ¿Se acuerda cuando la cansé y se agachó a mi altura y me dijo: ‘me volvés a empujar el carrito y te emboco’? Se larga una carcajada y yo, debo reconocerlo, me pongo colorada. Pero es verdad que ese día me sacó de quicio. “¡De ahí en más fui un soldadito!” Vuelve a reírse.
Yo: “Bueno, dos cosas: primero, si me ves igual es que ya te llegó la vejez y no ves bien, y segundo… realmente ese día creo que había llegado a mi límite.”
M: “Naaaa. Si ud. nos tenía ca…..ndo, pero se le notaba que nos quería. Siempre sentí  no poder despedirme de Ud.”
Yo: No sé por qué, pero se me hace un nudo en la garganta. “Bueno, realmente un alegrón haberte encontrado, verte bien y con laburo. ¡Quién lo hubiera dicho! Ya sos todo un hombre.”
M: “Yo también me alegro de haberla visto. Y quédese tranquila – yo no soy Pincho.”
(¿Cómo puede alguien que no veo durante 10 años y que me conoció siendo un chico, y quizás en el peor momento de su vida, leerme la mente con tanta facilidad?)
Yo: “Ya sé. Vos sos distinto. Ya hace 10 años eras distinto a los otros.” Esta vez lo abrazo yo y después  abro la puerta del auto. “Chau. Cuidate.”
M: “Ud. también, profe.”


Y arranco dejando atrás a Miguelito – una de esas personas que entran y salen de  tu vida – o eso creemos – hasta que nos damos cuenta que nunca, en realidad, salieron, y siempre van a estar ahí.

sábado, 25 de mayo de 2013

Diálogo con taxista

Paro un taxi frente a la escuela.  Después de tirar adentro el maletín, el bolsito, y los libros,  finalmente me dejo caer en el asiento. El taxista se da vuelta y…

T:  “Mire que esto no es transporte de carga, ¿eh?” Y se ríe.
Yo:  (Después de darle la dirección de casa) “Sí. Debe parecer que vendo cosas en vez de dar clases…”
T: “Naaa. No estaría tan hecha pelota si vendiera cosas” (¡Ah Bué! Se me debe notar el agotamiento … ¡o la edad!)
Yo: “Lo suyo no debe ser fácil tampoco.” (Me río y abro el maletín para ir sacando el monedero)
T: (Mirando por el espejo retrovisor) ¿No la levanté el sábado pasado?” (Bueno, ché, ¡cuidando las expresiones!) “Sí, seguro. Eran como las 5 y media de la mañana” (Va de mal en peor el hombre)
Yo: (Riéndome) “Menos mal que sí soy yo. ¡Mire si le dice eso a otra!”
T: Se larga una carcajada. “Sí, tiene razón. Pero la reconocí por el ruido del maletín.  (Bueno, siempre supe que no soy Angelina Jolie, pero ¡reconocerme por el ruido del maletín!)
Además, ¡ ya no estoy en edad de levantar otra cosa más que pasajeros!” (Bueno, Don, no quería saber tanto)
Yo: (Evitando el tema ‘levantada’) “¡Ah!  ¿Ud. era el que estaba resfriado?”
T: “Sí. ¡Qué memoria!” (Y, si vos te acordás de mí por el ruido del maletín,  ¡cómo no me voy a acordar de vos que me tosiste y estornudaste todo el trayecto!) “Ando mucho mejor ya. ¿Y a Ud. cómo le fue? ¿Cómo la trató el XX (nombre del colectivo que recorre la ruta 11 hacia el norte Santafesino)? ¿No la dejó a pata? Porque mire que se rompen dos por tres esos.”
Yo: “Sí, eso me dijo cuando me llevó a la estación.” (Y no menciono que también habló de accidentes los días de lluvia el muy HDP.) “No. Todo bien. Un poco de agua en la ruta, pero bien.”
T: “¿Y mañana va de vuelta? Porque ya podemos quedar para que la le_ (frena a tiempo) la busque, si quiere.”
Yo: “No. Voy cada 15 días no más.”
T: “Ah. Lástima. Un sábado a esa hora llevo borrachos, no más.” (Bueno, me levanta  la autoestima ser un poco mejor como pasajera que un borracho.) “¡No va a creer las cosas que han hecho en el taxi! Mejor ni le cuento.” (Sí, mejor, Don, ya estamos llegando y quiero poder cenar.)
Yo: “Ahí en la _” No me deja  terminar.
T: “Sí, ya sé, en la esquina, sobre la izquierda.”
Le pago,  junto todos mis bártulos y cuando estoy por bajar lo saludo:
Yo: “Bueno, buenas noches y que le sea leve el resto del turno.”
T: “Buenas noches, Sra. y si pide coche el otro sábado, seguro que la llevo yo. Y le puedo contar un par de cosas más de esa empresa con la que viaja.”


Camino los metros para llegar a la puerta de casa pensando seriamente en llamar otra empresa de taxis el sábado que viene.

martes, 23 de abril de 2013


Diálogo telefónico con promotora de tarjeta de crédito:

Atiendo el teléfono (casi contenta por usar el aparatito que está cayendo en desuso rápidamente)
Yo: “¿Hola?”
PTC: “Quisiera hablar con la Sra. Adriana Díaz.”
Yo:  “Sí. Soy yo.”
PTC: “Buen día, Adriana. Mi nombre es Estela (La entonación viene con subtítulos: ‘esto es una promoción’) “La estoy llamando del banco XX, para ofrecerle la tarjeta XX ‘gol’ (Hasta que me di cuenta que era ‘Gold’ pensé que el banco pertenecía a un club de ‘fúbol’) “que tiene muchísimas ventajas _”
Como toma aire antes de seguir, aprovecho para interrumpir:
Yo: “Te agradezco, pero no necesito otra tarjeta en este momento.” (Ya atendí, ahora a cortar de la manera más educada posible)
PTC: “Ah! Bueno, le explico.” (¿Qué parte de NO me interesa no entendés?) “En Buenos Aires tiene descuentos en tales negocios (menciona 3). En Rosario también tiene facilidades con nuestra tarjeta en tales y tales negocios (nombra 5).”
Yo: “Ya te digo, te agradezco, pero por el momento…” Me interrumpe y siiiiiiiiiigue enumerando todos los beneficios – solo uno en la ciudad donde vivo – y agrega: “Ud., Adriana, ha sido elegida y su tarjeta ya la tiene adjudicada por su buenas referencias bancarias _” Acá interrumpo yo:
Yo: “Perdoname, ¿pero cómo tienen mis ‘referencias bancarias’?”
PTC: Se queda cortada un momento pero reacciona con: “Quiere decir que nuestro banco sabe que Ud. siempre paga en tiempo y forma los cargos de su tarjeta de crédito” (y arranca de nuevo) “por eso ha sido seleccionada para_”
Yo: “Se lo que significa ‘referencia bancaria’, pero me contestaste. ¿Cómo obtienen Uds. esa información?
PTC: (Casi dejando de lado la entonación y tono robot) “No lo sé, Adriana, pero mire que la tarjeta no tiene costo si Ud. no la usa.” (¡Hay que darle un premio por persistencia!)
Yo: “Mirá. Dejemos de lado que el banco para el cual trabajás ha conseguido información que es personal y confidencial.  ¿Por qué crees que tengo ‘buenas referencias bancarias’?
PTC: “(Sin inmutarse) Eso quiere decir_ (¡Ya sé qué quiere decir!)
Yo: (Con la paciencia con la que explico la inversión de sujeto y verbo en inglés) “No nos estamos entendiendo Estela. Lo que te pregunto es si sabés cómo hago para, como vos decís, ‘pagar en tiempo y forma’ los cargos de mi tarjeta.”
PTC: “Eh… Nó, por supuesto que nó.” (Ya está perdiendo el tono paciente y persuasivo) “Pero lo que le estamos ofreciendo_”
Yo: “Lo que me están ofreciendo no me interesa.  Y te cuento que puedo ser tan buena clienta, entre otras cosas, porque no gasto más de lo que puedo pagar y ayuda mucho NO tener más de una tarjeta de crédito, ¿sabés?”
PTC: “Bueno. Le puedo dar unos días para que lo piense” (Ya sé que te tenés que ganar la vida de esta manera, ¡pero los de este lado del teléfono tenemos un límite de paciencia!)
Yo: (Ya rebalsando)“De verdad espero que NO llamen de nuevo. Te informo que esta conversación fue grabada y queda claro que NO quiero la tarjeta. Buenos días.”

 Corto evitando romper el auricular – después de todo, el aparato no tiene la culpa. En fin, ¡que le vas a hacer!  Uno quiere ser educada, ¡pero hay gente que no te deja!

miércoles, 10 de abril de 2013


Diálogo con conductor maleducado

Llego hasta la esquina (caminado). Veo que viene un auto más o menos por la mitad de la cuadra y empiezo a cruzar la calle. El auto (que en vez de desacelerar, acelera) frena con un chirrido escandaloso de cubierta que ya no tiene dibujo.

CM: “¡Vieja de M…! ¡Cruzá no más que te van a llevar puesta en cualquier momento!”
Lentamente y respirando profundo me doy vuelta, pero no me muevo de dónde estoy, que es exactamente a 5 cm del capó del auto.
Yo: “¿Perdón? ¿Dijiste algo? ¿No te andan los frenos? ¿O tenés Parkinson y apretaste el acelerador por error?”
CM: “¡Dale, salí de ahí!”
Yo: “Y además sos más ciego que yo o no tenés espejo en tu casa. Porque seguro que sos más viejo que yo también.” (Pone cara de querer arrancar y pasarme por arriba)
CM. “¡Pero dale! ¡Correte!”
A todo esto, ya hay varios curiosos que se empiezan a juntar.
Yo: (Manteniendo tono de voz calmo) “No salgo nada. ¿No te enseñaron cuando te dieron el carnet que el peatón tiene derecho de paso? ¿Y en tu casa no te enseñaron a no ser maleducado?”
El CM comete el error de bajarse del auto, por lo que los curiosos empiezan a acercarse cual patota del far west para linchamiento. Viendo esto, baja el tono un poco y modera sus movimientos para que no parezcan amenazantes.
CM: “¡Pero mirá si te choco! La verdad es que no te vi hasta que te tenía en frente” (¡Ah! Ya cambiaste el ‘vieja de M….’ por el tuteo, ¿eh?)
Yo: “La verdad, eso no me interesa. Dame tu nombre, porque la patente ya la memoricé.”
CM: “¿Qué?¿Me vas a denunciar porque te insulté?”
Yo: “No. Te voy a denunciar por pelotudo y maleducado.” (Y acá tengo que levantar la voz porque ‘la barra brava’ irrumpe en risas).
CM: (Evidentemente aguantando las ganas de cazarme del cogote) “Disculpá. No sabés el día que tengo. Pero no vamos a hacer tanto escándalo por esto, ¿no?”
Yo: “Yo no hago escándalo. Ese sos vos. Y si no me querés dar tu nombre, no hay problemas, tengo la patente. Además te aviso que las letras de tu patente te describen perfectamente en inglés. ‘ASS’ quiere decir pelotudo, boludo, estúpido, y muchos otros sinónimos.” (Ahora ya las carcajadas de mis ‘guardaespaldas’ ahogan hasta el ruido del tránsito.
CM: “Me estás cargando.”
Yo: “No. Es así. Y ahora sí te dejo seguir.”
CM: “¿Me vas a meter la denuncia?” (¡Yo te ‘metería’ una patada en el traste!)
No le contesto y sigo mi camino escuchando cosas como: ‘¡Denúncielo!’ ‘¡Maleducado!’ ‘¡Atorrante!’ etc. etc. 
Sigo, pensando en que voy a tener que estar atenta a este auto cuando ande a pata, pero también en que si el CM ya tenía un mal día, yo se lo empeoré bastante.
Reconfortante, realmente.

martes, 26 de marzo de 2013


Diálogo con empleada de Rapipago (rapi?)

Yo: “Hola. Vengo a pagar esto” (paso la correspondiente boleta a la empleada)
ER: (Sorprendiéndome, porque tiene una cara de limón agrio que mata) “Buen día. Está lindo hoy, ¿no?” (Mira hacia afuera por la puerta de vidrio)
Yo: “Si. Está fresco. Ya estamos en otoño.” (¿Por qué agrego?! Con ‘sí’ hubiese sido suficiente!)
ER: (Sin siquiera mirar la boleta que tiene en la mano) “Eso discutíamos hoy con una amiga mía. ¿Empezó el 21 o el 22? (¿O yo estoy mamada o estamos hablando de las estaciones?)
Yo: “Creo que el 21.” (Hago una pausa para no sonar brusca) “Es una factura electrónica” (agrego esta última información que a buen entendedor debería significar: ‘vengo a pagar, no a charlar’)
ER: “Eh? Ah! Sí. Cobramos esto.” (Pero sigue sin pasar el papel por el aparatito que lee el código de barras) “Qué cosa, ¿no? ¿Vio que en el hemisferio norte están en primavera?”
Yo: (Resignándome a que la transacción no va a ser ‘rapi’) “Si. Tienen las estaciones opuestas a las nuestras” (Abro la billetera y empiezo a sacar la plata como para cerrar la charla)
ER: “Pero vi que en algunos lugares ya están teniendo nieve. ¿Nieve en otoño?” (Es claro que esto último espera respuesta de mi parte)
Yo: “Y, sí, depende del lugar. Cuanto más al norte, más frío, calculo.” (No es cuestión que crea que sé más, o no me voy en toda la mañana!)
ER: “Me encantaría ir a un lugar así. De visita, claro. No para vivir. Debe ser feo tener frío todo el día! Aunque uno se acostumbra al clima, ¿no? (Esta pobre mujer está charlando con Su Otro Yo a través de mí!)
Yo: “Sí” (Lacónica y mirando detrás de mí para ver si no hay nadie esperando. No. Nadie! )
ER: “Justo ayer fue el dia internacional del clima. Lo escuché en la radio.”
(Noooooooooooo!!! Espero que MI Otro Yo no se exprese a través de mi voz o va a decir algo como: ‘otro día internacional de boludeces’!)
Yo: “Ah! ¿Sí?” (Ya desesperada) “Eh… ¿Cuánto es?” (Ya tengo la plata justa en la mano, pero ya no sé cómo hacer para pagar!)
ER: (Me dice el monto y finalmente pasa el lector por el código de barras!) “Uy! No lee esto.” (Y amaga a pasarme la boleta)
Yo: “Pero tiene los números abajo.”
ER: (Mira el papel) “Ah, sí. Pero son re-chiquitos. Yo no los veo.” (Ah! No! Si los veo yo, que tengo un solo ojo! ) “Va a tener que imprimir de nuevo y agrande la imagen.”
Yo: “¿Y si te leo los números?”
ER: “Bueno, pero si se equivoca es su problema.” (¿Dónde se fue la amabilidad y la charla sobre el clima?) Ni le contesto y empiezo a leer los números. Me hace repetir varias veces y siento que me empieza a subir la mostaza  (expresión algo antigua que quiere decir que, en términos de clima, estoy en el trópico!)
Yo: “Gracias” (Cuando la boleta ‘vuela’ hacia mí nuevamente junto con el papelito que certifica el pago) Y como no me contesta la muy maleducada, parto con: “Y el otoño empezó el 20 de marzo a las 21:07”
Cuando cierro la puerta de vidrio, todavía tiene la boca abierta. Pero seguro que no será para responder a mi ‘gracias’!

domingo, 17 de marzo de 2013


Diálogo con vendedor ‘de puerta en puerta’:

Suena el timbre y me pregunto quién puede ser un domingo a esta hora. Abro la puerta y me encuentro con lo siguiente: muchacho de ‘buena presencia’(diría mi abuela) con maletín – que ha dejado en el piso – y una caja en la mano.

Yo: “Sí?”
VPP: “ Buenos días, Sra. Se estará preguntando qué hago un domingo a esta hora (Me leyó la mente!) “ Es que estoy ofreciendo (ya con esta última palabra me dan ganas de cerrarle la puerta en la cara, pero termina la oración con algo que llama mi atención) el MI-LA-GRO-SO curso de inglés en video ‘EHPIKISI’” (Ay! Bueno,  por lo menos sabe separar en sílabas en español! ) “Con este curso Ud.  – o sus hijos o nietos – (Claro! Me calculó la edad y se dijo: ‘loro viejo no aprende a hablar’!) pueden hablar inglés en tres meses! Imagínese!” (Sí, querido, no necesito imaginarme! Sé CÓMO se puede hablar inglés en tres meses!) “Le muestro.”
Y me muestra una cajita hermosa que contiene tres DVDs. “Y acá está el ‘guorbu’” (que, me explica, es el libro de ejercitación para trabajar con los videos)
Yo: “¿Y cuánto sale?” ( Y sí, no voy a perder esa información!)
VPP: (Pensando seguramente ‘Sí! A esta se lo vendo!’) “Setecientos cincuenta pesos (No sé si se me hiela la sangre o empieza a hervir). Y lo puede pagar en una entrega y una cuota más!” (Lo dice como si dijese: ‘un ofertón’! Claro, si lo tenés más de dos meses te das cuenta que es un curro y no le pagás la tercera! Pero mantengo la calma.)
Yo: (Ojeando el ‘guorbu’  - donde no consta el autor y el nombre de la editorial es totalmente desconocido) “Lo probaste?”
VPP: “Cómo dice?” (La sonrisa de vendedor se le congela un poco)
Yo: “Que si lo usaste.”
VPP: “Eh… no, no. No tengo tiempo. Laburo todo el día en esto para hacerme unos mangos.” (Ya se fue el vendedor y aparece el ser humano. Pobre! Pero aún así nadie puede vender alimentos podridos porque tiene que sobrevivir!)
Yo: (Cerrando el ‘guorbu’ – en el cual ya vi 4 errores de ortografía y ejercicios más aburridos que chupar un clavo) “Mirá, te voy a dar un consejo gratis: antes de ofrecer algo como esto, asegurate que quien te atienda no sea profesor de inglés.” (Digo esto bajando los anteojos y mirándolo por encima del marco como hago – creo – cuando algún alumno dice una b…. – un desatino.)
VPP: (La mandíbula se le cae, abre los ojos como platos y me mira como diciendo ‘LPMQLP!’ Justo a ésta le toqué el timbre?’ Pero se recupera un poco y suelta una risita nerviosa) “Ah! Bueno. Disculpe. Y sí, tiene razón! Es como ofrecerle un medicamento ‘milagroso’ a un médico, no?” (Gran verdad, querido! Aunque la analogía entre ‘enfermedad a curar’ y el inglés me parece poco afortunada). “Bueno. Disculpe de nuevo. Y que tenga buen domingo.”
Yo: “Igual para vos (aunque no creo que ‘enganchés’ a nadie.) Chau.”

Me vuelvo a sentar frente a la compu (en la que estaba preparando un curso para profesores de inglés (¡!) y chateando con una ex alumna) y no sé si reírme o llorar! Opto por reírme – pero sólo porque es un hábito adquirido a través de más de 30 años de docencia y algunos más de vida. 

viernes, 15 de marzo de 2013


Diálogo con Sra. que siempre pasa pidiendo (ropa, alimento, etc.):

Abro la puerta y me encuentro con Marta, una chaqueña que se vino hace tiempo ya de su monte natal para buscar mejor vida en Santa Fe…

M: “Hola, Doña! Cómo le va?”
Yo: “Hola, Marta! Tanto tiempo! Pensé que se había vuelto al Chaco!”
M: “Ni ahí! Allá sí que hay pobreza!” (Yo pensé que eso había desaparecido con el WiFi para todos!) “Lo que pasa es que, por suerte, tuve varias ‘changas’ seguidas. Con eso tiramos, vió?”
Yo: “ Y los chicos?” (Que recuerde tiene 8 y se hizo cargo de un chiquito discapacitado de una de sus hijas mayores que se volvió al Chaco)
M: “Todos bien. Y lo mejor es que andan re-bien en el colegio!” (Y pasa a enumerarme los éxitos de los chicos asociando cada uno de los nombres con lo que alguna vez le di: mochila, guardapolvo, carpeta, libros de cuentos, etc.) “Y como siempre digo, se cuidan entre ellos, así que no me dan trabajo para nada.” (Qué fuerza que tenés Marta!)
Yo: “Bueno, pero todavía tiene que lavar, cocinar, limpiar…”
M: (Se ríe) “Y salir a pedir! Eso es lo que más me cansa, Doña. Si me viera mi mamá!” (Baja la vista)
Yo: “Y mire, muchos tenemos que hacer cosas que no nos gustan en la vida.” (casi me da vergüenza usar el ‘nosotros’)
M: “Yo le digo lo mismo a los ‘mocosos’. “  (dos de ellos ya deben andar por los 17 o 18 años) “Pedir no es robar! Robar es tener los planes que tienen algunos de mis vecinos y se ‘rascan’ todo el día!”(Ya me empieza a subir la bronca.)
Yo: “Yo le dije que se presentara para alguno de los planes, se acuerda? Ud. tiene derecho a uno. Ya sé que no es lo mejor, pero le ayudaría…”
M: “Mire, Doña, primero que no se los dan a cualquiera.” (Y acá me explica en palabras muy simples que ‘cualquiera’ significa no tener determinada  filiación política o no responder al ‘puntero’ del barrio) “Y yo, que quiere que le diga, nunca me gustó esa ‘mugre’.”
Yo: (Qué se puede decir que melle esa Dignidad – sí, con mayúsculas – que tiene Marta?) “Bueno, y dígame, que anda necesitando?”
Me larga una lista demasiado corta para lo que realmente debe necesitar. Algo tengo, busco las cosas y se las doy.
M:  “Bueno, Doña, gracias! Y que siga bien.”
Yo: “Ud. también. Y saludos a los chicos.”

Cierro la puerta y no sé qué pensar. Y claro! No es momento de pensar, sólo de sentir : admiración e impotencia por Marta, indignación e impotencia por la realidad de Marta, bronca y más bronca… y de pronto tengo esperanza. Esperanza que Marta contagie sus valores a sus hijos – 8, dije? Bueno, quizás en corto tiempo haya 8 adultos que puedan modificar – aunque sea un poquito – la realidad.

martes, 12 de marzo de 2013


Diálogo con barrendero

Salgo a la puerta de casa a… y bueno, sí, a fumarme un puchito. El barrendero, que viene acelerando con su escobillón, se para en seco.
B: “Hola! Cómo le va Sra.?”
Yo: “Bien. Y ud.?”
B: Se apoya en el escobillón y corre su gorra hacia atrás. “Y, acá andamos.” Mira el césped de casa que ya a esta hora es un colchón de botellas de gaseosa, papeles, bolsitas, etc. “Chocha debe estar de vivir en la cuadra de la escuela, eh?” (Sarcasmo patente y entendido)
Yo: “Feliz! Y eso que recién empiezan! Después lo junto y lo saco como basura mía. Qué le va a hacer!”
B: “Como hacer se puede hacer. Tengo tres nietos que viven conmigo y los tengo cortitos con ‘enmugrentear’( ¿cómo hace para pronunciar esa palabra con tanta facilidad?) la casa, la escuela o la calle. Ya les dije – el día que tenga una queja, los traigo a trabajar conmigo un día enterito. Así van a aprender!” (‘Pedagogía de la amenaza’ si las hay!)
Yo: (Me rio, y, fiel a mi rol docente, propongo metodología alternativa) “Bueno, pero también hay que explicarles por qué no se hace, no?”
B:  Se ríe y me deja de una pieza con: “A las palabras se las lleva el viento! Pero póngalos a limpiar lo que ensuciaron o alguno de los hermanos ensució y no les gusta nada! Ahí se cuidan bien de no ‘enmugrentear’”
Yo: (Ya viendo que a mis palabras ‘también se las lleva el viento’) “Y nunca le pidieron algún premio por limpiar, por ejemplo?” (No me animo a decirle que mis hijos sí pedían!)
B: “¿Qué?! ¿Premio por hacer lo que corresponde?!!!  (Me mira como diciendo: ‘vos estás de la nuca’!) “Ese es el problema. Hay premio por todo ahora!” (Bueno, razón no le falta) “Bueno, sigo. Si nó, no termino más. Que ande bien.”
Yo: “Igualmente. Y téngale paciencia a los nietos!” (Me rio)
B: (Ya empezando a mover el escobillón) “Paciencia les tengo! Pero hay que educarlos, no?” Se ríe y toma velocidad – va llegando a la esquina cuando finalmente entro en casa.

Bueno, yo aprendí que el refuerzo positivo facilita el aprendizaje… pero evidentemente el refuerzo negativo le da resultados al barrendero!

jueves, 7 de marzo de 2013


Diálogo con Sr desconocido en la vereda de mi casa.

Estoy haciendo equilibrio sobre la escalerita mientras ataco la pared del frente con la hidrolavadora. Con el ojo derecho (el que todo lo ve – aunque tenga visión bulto) detecto movimiento humano cerca y suelto el gatillo. Tarde. La ‘llovizna’ alcanzó a un Sr.

Yo: “Perdón! No lo vi.”
Sr: “No es nada. Apenas me mojó. Y me viene bien con el calor después de trotar.” (Bueno, pienso, un conciudadano amable!) Espero que siga su camino, pero se queda plantado ahí, mirando la pared. “Y le saca todo lo que tiene escrito?” (Se refiere a los diferentes dibujos que pretenden ser grafiti y los profundos pensamientos filosóficos de los ‘niñitos’ que asisten a la escuela que queda a mitad de cuadra)
Yo: “Saca algo no más. Pero en realidad empecé sacando las telarañas…”
Sr: “Tendría que agregarle algún producto a la hidro.  No sé si vió, pero trae como una botellita para eso. Va en la pistola.” (Ya empiezo a lamentar no tener una pistola real en la mano)
Yo: (Si bajo de la escalera va a seguir, así que amago a seguir) “Le hace falta una buena mano de pintura.” No se mueve ni un milímetro y me veo obligada a bajar el ‘arma’.
Sr: “Y necesita una escalera más alta para llegar hasta allá.” (Señala la planta alta) “Y hay que tener fuerza de brazos para sostener la pistola.”
Yo: (Pienso: ‘hace 1 hora que sostengo la pistola pedazo de idiota’), pero solo digo: “Ajá.”
Sr: “Pero igual va bastante bien.” (Ah! Bueno! No querés ponerme nota también?)
Yo: (Decidida a terminar la conversación, bajo finalmente la escalera) “Se ve que ud. sabe realmente cómo se hace.” (Se agranda como galleta abajo del agua – hasta se para más derecho!) Le extiendo la pistola. “Qué tal si me muestra?”
Sr: (Totalmente sorprendido) “Yo? Eh…”
Yo: (Lo dejo transpirar unos segundos antes de ofrecerle una salida) “Ah! Nó. Pero se va a mojar! Qué tonta!”
Sr: (Sonriendo nerviosamente) “Si, si. No me puedo mojar más de lo que ya estoy. Bueno. Que le quede lindo!”  Se aleja al trote. (No era que ya había terminado de trotar?)

Bueno, no se puede quejar, transpiró más en esos segundos que con todo el trote que hizo! 

domingo, 3 de marzo de 2013


Diálogo con vendedora en vaquería (o ‘boutique de jeans’ como algunos le dicen ahora)

Yo: “Ando buscando jeans – para mí” (Esto para una vendedora debería significar: ‘tamaño para lo que estás viendo’)
V: (Me mira de arriba abajo) “Un 38.”
Yo: (Decididamente o es nueva o es ciega) “No. 40 o 42, dependiendo de la confección.”
V: “Naa! 38.” Y empieza a sacar jeans de los estantes y arrojarlos sobre el mostrador cual tahúr que reparte cartas.
Yo: (Con mi característica sonrisa previa a chiste) “Ya sé que parece que no tengo nada atrás, pero todavía me queda cadera, y tiene que entrar la porronera. Un 38 va a ser chico.”
V: “Naa! Mirá estos, eligí uno y probate. Vas a ver.” (La que no ve sos vos, querida! Pero me resigno a tener que probarle empíricamente que un 38 no me entra ni con calzador). “Mirá estos qué ‘copados’ que están.”
Miro las cartas sobre la mesa – perdón – los jeans sobre el mostrador, y me pregunto por qué siempre están doblados de tal forma que lo único que ves es el bolsillo trasero derecho. Desdoblo el primero: roturas a la altura del muslo, y artísticamente, otro ‘rasgón’  bajo el bolsillo trasero izquierdo.
Yo: “No. Me podrí de remendar vaqueros de mis hijos cuando eran chicos.” (Pensé que le estaba diciendo con humor que esos vaqueros no eran para alguien de mi edad.)
V: (Me mira como si fuera de otro planeta) “No. Eso es así, no están rotos.” (Ay! Es que no entiende nada más que lo ‘literal’?)
Yo: “Ya sé. Era un chiste. Pero yo no me puedo poner esto.” (No pienso decir ‘no es para mi edad’ con todas las letras!) “No tenés nada más clásico?”
V: “Pero si sos flaquita. Cualquiera de estos te quedaría bien.” (Qué tiene que ver ser flaca con lo apropiado para diferentes edades? ) Niego con la cabeza. “Ah! Y éste?”
‘Éste’ es tan bajo de tiro que creo que me subiría sólo hasta la ingle, además de ser tan finito en las piernas que ni el dedo gordo me entraría ahí.) Vuelvo a menear la cabeza.
“A ver, decime bien lo que querés.” (Por favor! Qué entendés por ‘clásico’?)
Yo: (Tomo aire – tanto para calmarme como para que me alcance para enumerar las características de ‘clásico’.) “OK. Quiero un jean con piernas por donde me pasen los pies con facilidad – calzo 39. Que cuando esté parada no se me vea el ombligo y cuando esté sentada no se me vea la raya trasera. Que no tenga roturas – ni hechas a propósito ni de las otras. Que no parezca que un perro se lo masticó o que se me cayó la lavandina encima.”
V: “Ah! No. No tengo nada como eso. (Pienso: ‘Querida, nunca VISTE nada como eso!) No sé si va a conseguir. Todos los jeans vienen así.”
Yo: “Bueno. Gracias.” (Giro para irme)
V: “Por nada.” (Primera cosa que dice que se ajusta absolutamente a la realidad!)

viernes, 1 de marzo de 2013


Diálogo con Sr. en el supermercado

Llego a la caja y, viendo cuántos tengo delante de mí, apoyo el canasto en el piso. Cuando estoy por incorporarme siento que un changuito se estrella en mi retaguardia.

Sr: “Perdón! Perdón! Se me fue! Se lastimó?" (Qué manera de usar la pasiva para no decir: ‘no le arranqué el traste, no?’)
Yo: “No, no. Viene cargado, eh?” (Otra manera de decir: ‘estás manejando un arma mortal!’)
Sr:  (Sonríe). “Con tal que no me haya olvidado de nada! Mi mujer me mata si no!”
Me río, pero pienso que su mujer puede vengar mis ‘cachas’.
“Por eso se me fue el changuito. Lo solté para revisar la lista. Segura que está bien?”
Yo: “Sí. Además no creo que me lo pueda aplastar más de lo que ya está.”
Sr:  (Suelta una carcajada) “Entonces menos mal que no lo solté allá!”
Miro hacia donde él está mirando y veo una chica enfundada en unas calzas de estridente color rosa cuyo trasero podría aguantar el choque con un camión sin inmutarse.
Yo: (Pensando que en realidad se arrepiente de haberse puesto en esta cola y no en la otra) “Yo creo que ahí sí su mujer lo mata! Además, tendría que haber pagado el changuito!”
Sr: (Vuelve a reírse) “Qué sentido del humor que tiene! Ojalá mi mujer fuera así!” (Sí, claro, con mi sentido del humor y el trasero de la de calzas rosadas!)
Yo: (Cambiando el tema de la conversación, señalo su changuito que rebalsa de productos) “La compra mensual?”
Sr: “Nó, qué vá! La verdad, no sé que hace mi mujer con todo esto!” (Casi se me escapa un sarcástico: ‘Ah? No viven juntos?’ Pero me aguanto.) “Ud. no lleva mucho, no?” dice mirando mi canasto.
Yo: “No. Vivo cerca y vengo seguido. Hay cosas que compro acá y otras en otros lados – por los precios, vió?”
Sr: “Mi mujer siempre me manda acá. No quiere que vaya a otro lado.”
Yo: “Ah!” (Qué decir después del ‘me manda’?)
Sr: “Siempre le digo que voy a sospechar que anda con el dueño de este supermercado!” Se ríe e, inmediatamente, se le borra la sonrisa de la cara. “No le hace mucha gracia!”
(Y, si no tiene sentido del humor, elegiste el peor chiste para hacer, salame!)
Veo que me toca el turno y me agacho a levantar el canasto. Esta vez, doblo las rodillas y me agacho cual dama antigua – derechita, derechita – cola abajo.
Sr: (riéndose) “No se preocupe. Tengo las dos manos en el changuito!”
La cajera (que me conoce)me mira como diciendo ‘Epa. Epa!’
Por lo bajo le digo: “Otro día te explico.” Y salgo disparada con mi bolsita.

Ay! Cómo carajo le explico esto a la cajera?!!!! 

sábado, 23 de febrero de 2013


Diálogo con jubilada en cajero electrónico.

Me sumo a una cola de 14 personas esperando para usar el cajero. La número 14 me hace acordar a mi abuela: ochenta y tantos, chiquita, con bastón, algo encorvada, pero con la cabeza en alto, desafiando vaya a saber qué o quién.

J:    “Calor, eh?”
Yo: “Sí, está pesado a pesar del nublado.”
J:    “Hace un montón de tiempo que estoy acá.”
Yo: “¿Hay problemas con el cajero?”
J:    (Sin molestarse a bajar la voz) “El problema es la gente. Muchos todavía no manejan un cajero, puede creer?!”
Yo:  “Bueno. Yo sé sacar plata y hacer últimos movimientos, pero nada más.”
J:   (Alza las cejas en un gesto de sorpresa que hace que me arrepienta de haber abierto
boca) “Yo cobro la jubilación, pago todo por cajero, hasta las órdenes de consulta para el médico   saco.”
Yo: “Ah!”
J:   “Hago transferencias, y….” ( Sigue enumerando todo lo que se puede hacer en el cajero, usando el bastón para enfatizar cada actividad, y realmente me deja con la boca abierta.) “ … lo único que no puedo conseguir del cajero es un novio!” Se ríe, disfrutando el chiste. 
Yo: “¿Y quién le enseñó a hacer todo eso?” (No puedo evitar la nota de incredulidad en mi voz)
J:    Me dirige una mirada fría como el iceberg con el que chocó el Titanic y dice: “Nadie me enseñó.        Aprendí sola. ¿Por qué la gente cree que los viejos ya no aprendemos nada?”
Yo:  (Tratando de reparar la metida de pata) “No. Lo que yo _”
J:     No me deja terminar y se ríe de nuevo. “Otra cosa que la gente cree es que los viejos somos por demás de susceptibles” (Chupate esa mandarina!) “Una noche me instalé en un cajero y probé a hacer algunas cosas. Y así por dos semanas. Me revientan las chicas del banco que te explican lo mismo que el cajero pero como si le hablaran a un chico de dos años!”
Me río. Cómo no reírme si lo que dice es verdad!
 Mientras charlábamos la cola fue moviéndose. La señora se adelanta y sostiene la puerta del cajero con su bastón al salir un muchacho. Lo mira como diciendo ‘maleducado!’, y su expresión denota que dudó un momento si no se merecía un bastonazo.
J:  “Quiere entrar conmigo? Puedo enseñarle algunas cosas.”
Yo: (Recordando que se ‘instaló’ en un cajero para aprender a usarlo) “No, gracias. Espero.”
J:    “No se preocupe. Salgo en un segundo.” (No lo dudo!)

Fiel a su palabra, reaparece enseguida. Me saluda y se aleja, ayudándose con el bastón, pasito a pasito. Tanto hablar como docente del famoso ‘ensayo y error’ y nunca se me ocurrió instalarme en un cajero  para ‘desasnarme’ con respecto a esa maquinita que no tiene secretos para una abuela de ochenta y pico!

jueves, 21 de febrero de 2013


Díalogo con ‘mi otro yo’ mientras corrijo exámenes.

Yo: (Subrayando algo con tanta fuerza que casi rompo la hoja) “Pero mirá lo que pone! No sé cuántas veces repetí  esto en clase! Es para matarlo!”
MOY: “Eh… dos cosas: primero, ¿vos todavía creés que los alumnos escuchan lo que decís en clase? Y segundo: esta tendencia homicida va in crescendo, no?”
Yo: “No quiero tener esta discusión – tengo que seguir corrigiendo.”
MOY: “Ajá. Bueno” (Con entonación de: ‘abandonás rápido, eh?’)
Yo: “Mirá, si no creyera que los alumnos me prestan atención, ya hubiese colgado la tiza y el borrador hace rato!”
MOY: “Uhum…”
Yo: “Y en cuanto a lo segundo, no sabés lo que es una figura retórica?”
MOY: “No me acuerdo mucho, la verdad. Nunca le prestaBAMOS mucha atención a la profesora, no?”
Pero que HDP! Qué HDP!