Diálogo con Sra. que
siempre pasa pidiendo (ropa, alimento, etc.):
Abro la puerta y me
encuentro con Marta, una chaqueña que se vino hace tiempo ya de su monte natal
para buscar mejor vida en Santa Fe…
M: “Hola, Doña! Cómo le
va?”
Yo: “Hola, Marta! Tanto
tiempo! Pensé que se había vuelto al Chaco!”
M: “Ni ahí! Allá sí que
hay pobreza!” (Yo pensé que eso había desaparecido con el WiFi para todos!) “Lo
que pasa es que, por suerte, tuve varias ‘changas’ seguidas. Con eso tiramos,
vió?”
Yo: “ Y los chicos?” (Que
recuerde tiene 8 y se hizo cargo de un chiquito discapacitado de una de sus
hijas mayores que se volvió al Chaco)
M: “Todos bien. Y lo
mejor es que andan re-bien en el colegio!” (Y pasa a enumerarme los éxitos de
los chicos asociando cada uno de los nombres con lo que alguna vez le di:
mochila, guardapolvo, carpeta, libros de cuentos, etc.) “Y como siempre digo,
se cuidan entre ellos, así que no me dan trabajo para nada.” (Qué fuerza que
tenés Marta!)
Yo: “Bueno, pero todavía
tiene que lavar, cocinar, limpiar…”
M: (Se ríe) “Y salir a
pedir! Eso es lo que más me cansa, Doña. Si me viera mi mamá!” (Baja la vista)
Yo: “Y mire, muchos
tenemos que hacer cosas que no nos gustan en la vida.” (casi me da vergüenza
usar el ‘nosotros’)
M: “Yo le digo lo mismo a
los ‘mocosos’. “ (dos de ellos ya deben
andar por los 17 o 18 años) “Pedir no es robar! Robar es tener los planes que
tienen algunos de mis vecinos y se ‘rascan’ todo el día!”(Ya me empieza a subir
la bronca.)
Yo: “Yo le dije que se
presentara para alguno de los planes, se acuerda? Ud. tiene derecho a uno. Ya
sé que no es lo mejor, pero le ayudaría…”
M: “Mire, Doña, primero
que no se los dan a cualquiera.” (Y acá me explica en palabras muy simples que ‘cualquiera’
significa no tener determinada filiación
política o no responder al ‘puntero’ del barrio) “Y yo, que quiere que le diga,
nunca me gustó esa ‘mugre’.”
Yo: (Qué se puede decir
que melle esa Dignidad – sí, con mayúsculas – que tiene Marta?) “Bueno, y
dígame, que anda necesitando?”
Me larga una lista
demasiado corta para lo que realmente debe necesitar. Algo tengo, busco las
cosas y se las doy.
M: “Bueno, Doña, gracias! Y que siga bien.”
Yo: “Ud. también. Y
saludos a los chicos.”
Cierro la puerta y no sé
qué pensar. Y claro! No es momento de pensar, sólo de sentir : admiración e
impotencia por Marta, indignación e impotencia por la realidad de Marta, bronca
y más bronca… y de pronto tengo esperanza. Esperanza que Marta contagie sus
valores a sus hijos – 8, dije? Bueno, quizás en corto tiempo haya 8 adultos que
puedan modificar – aunque sea un poquito – la realidad.
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