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martes, 6 de octubre de 2015

Diálogo con ecografista (Y, sí, tenía que ir antes que se me venciera la orden del traumatólogo) que estaba … eh … en un mal día.

Escucho mi nombre y entro en el consultorio donde un muchacho de unos treinta y tantos está leyendo la orden para el estudio.

Yo: “Buen día.”
E: (Sin levantar la vista de la orden médica) “Buen día, Adriana. Dejá tus cosas en la silla. (Calculo que el tuteo viene del hecho que no me miró todavía) Y sacate todo de la cintura para arriba menos el corpiño.” (Bueno, bueno)
Yo: “Disculpame, pero que yo recuerde de lo que estudié en la secundaria, de la cintura para arriba tengo el torso. Y yo vengo por la cadera.” (Mientras hablo levanta la vista y se le cae la mandíbula un poco.)
E: (Después de haber mirado la orden nuevamente y poniéndose colorado) “¡Mil perdones! Eh… yo… Fue un error… eh…”
Yo: (Como su incoherencia e incomodidad van en aumento, decido cortar la cosa) “No hay problemas. La verdad, no sé cómo ves algo en esta penumbra. Y si tuviese 20 años menos, podría sospechar que fue a propósito, pero ahora sólo se me ocurre que necesitás más luz o anteojos, ja ja.”
E: (Se ríe y se distiende un poco) “Bueno, entonces va a ser de la cintura para abajo. Subí a la camilla (el tuteo no se va, parece) y girá hacia la pared, dándome la espalda.” (¿Este muchacho tiene algún problemita?)
Yo: “Eh… mirá que la orden dice cadera, pero lo que quiere ver el médico es este ‘huevo’ que tengo acá.” (Y señalo la parte delantera de mi cadera derecha. Y vuelve a mirar la orden)
E: (Con brillo en la frente que interpreto como transpiración) “¡Debe pensar que es mi primer paciente! Pero el problema es que es la número 36 del día de hoy. No es excusa, por supuesto. Ya ni sé lo que leo. Encima hoy cuando venía para acá temprano me chocaron.” (Mientras habla me coloca el gel en la zona a ‘explorar’) ¡Un estúpido me agarró en la bocacalle cuando yo ya estaba pasando!” (Me parece que la bronca se traslada al brazo y en vez de pasar el aparatito, lo está apretando, así que me muevo un poco) “Quedate quietita.” (¡Yo me quedo ‘quietita’ si vos dejás de asesinarme el ‘huevo’!)  
Yo: “Lo que pasa es que siento la presión.” (¡Y agradecé que no agrego ningún otro epíteto!)
E: “¡Uy! Disculpame. Bueno, esto no es nada grave.” (Menos mal, ¡pero en cualquier momento salgo con el ‘huevo’ perforado!). Y luego procede a darme el mismo diagnóstico que el traumatólogo.
Yo: “¡Qué macana! Y yo que le hinché los quinotos al traumatólogo para que me haga la ecografía.”
E: (Riéndose) “Bueno, pero ahora te podés quedar tranquila. Eso sí, no dejés que te corten. Estas cosas vuelven a aparecer. Y mientras no te duela…”
Yo. (Repitiendo lo que le dije al traumatólogo) “Sí, claro, pero eso de andar por la vida con una huevo en la cadera ….”
E: “Pero si apenas se nota – a pesar que es uno de los más grandes que he visto – 6cm por 6cm.”
Yo: “Bueno, ¡por lo menos es parejito!”
E: (Vuelve a reírse y me dice cuándo buscar los resultados) “Que tengas muy buen día. La verdad, me cambiaste el humor. Gracias.”
Yo: “Por nada. Y que tengas buen … resto de día.”

Salgo y bajo por las escaleras pensando en lo que me voy a tener que bancar del traumatólogo cuando le lleve el estudio. Pero, como dijo Sir Francis Bacon, “si comienza uno con certezas, terminará con dudas; más si se acepta empezar con dudas, llegará a terminar con certezas.” ¡Aunque para esto haya que hacerse una ecografía y cambiarle el humor al ecografista!

jueves, 3 de septiembre de 2015

Diálogo con colectivero … (Y sí, algunos de ellos ‘me charlan’ también)

Estoy cerrando la puerta de casa cuando veo que viene el cole– bah, está parado detrás de autos de padres que traen chicos a la escuela de la cuadra y se estacionan en doble y triple fila.
Finalmente subo.

Yo: “Buen día.” (Siempre saludo cuando subo al cole – aprendizaje de infancia que no se va – y me dirijo a la máquina expendedora de boletos)
C: “Debe tener paciencia de santa para que sean ‘buenos días’ con estos HDP que tienen que bancarse todos los días” (Inferencia 1: me vio salir de casa y sabe que vivo en la esquina. Inferencia 2: está podrido de tener que esperar que los padres de los angelitos se decidan a darle lugar para que pase. Inferencia 3: si él está podrido – que pasa por acá cada tanto – presume que yo estoy podrida al cuadrado.)
Yo: “Ja ja. Cada vez está peor, ¿no?” (¡Ay! ¿Por qué no me callo la boca?)
C: (Justo cuando amago a ir para el fondo del cole – que está casi vacío) “¡Se creen dueños de la calle! Si a mí se me cae un pasajero cuando sube o baja, es mi culpa. Si no cumplo el horario, es mi culpa, si llego a tocar a alguno de estos boludos, es mi culpa. ¿Y a éstos, eh? ¿Dónde están los zorros, eh?” (Para no parecer maleducada, me quedo paradita donde estoy, boleto en mano y le sonrío al espejo. ¡EEEEEErrrrrorrrr! Porque la catarata verbal sigue) “Siéntese ahí no más.”
Yo: (Intentando escape delicado) “Eh… pero éste es para discapacitados.”
C: “¡Discapacitados son esos!” Cambia la expresión deíctica de ‘éstos’ a ‘esos’ porque ya hicimos como dos cuadras) “¿Pero qué se creen? Uno está laburando, carajo.” (Y mira por el espejo – señal que espera respuesta de mi persona – que ya está instalada en el mencionado asiento.)
Yo: “Y, el estacionamiento donde hay escuelas siempre es … eh … difícil.”
C: (Cruzando la vía nada delicadamente) “¡Es un quilombo! Y cuando le decís algo, sos un ‘grosero’, pero ellos te pueden putear sin problemas. Estoy RE-PODRIDO.” (No es el momento para decirle que eso quiere decir ‘podrido dos veces’)
Yo: “Debe ser estresante manejar un cole.” (¿Y qué quieren que diga?)
C: “Naaaa. Lo estresante es no poder tirárselo encima a giles como esos. Ja ja.” (Eso, hermano, apelá al humor, así aflojás un poco la pata del acelerador – sobre todo en los lomos/lomas de burro – el diccionario no se decide por una de las expresiones)
Yo: “Bueno, menos mal que hay partes del recorrido que deben ser más tranquilas.”
C: “Seee. Pero son muchos menos de los que te dan ganas de matar a alguien, ja ja.” (Bueno, ya parece irse relajando, pero por las dudas no hago comentarios)
Yo: “Ja, ja.”
C: “Yo le erré al laburo. Tendría que haber sido zorro. Le puedo asegurar que, o mejora el tránsito, o la Municipalidad se llenaría de plata. Ja, ja.” (Tiemblo de solo pensar en este C como ‘zorro’)
Mantengo el silencio por unos minutos y me paro para bajar. Cometo el error de hacer medio paso hacia la puerta delantera
Yo: “Bueno, en la próxima me bajo. Que te sea leve el resto del turno.”
C: “Ah, no, no, Sra. Baje por la puerta trasera – ¡a ver si me hacen una multa!” (También te la podrían haber hecho por hablar mientras manejás, ¡y LPQTP!)
Yo: “Cierto. Claro. Chau.” (Y retiro mentalmente los buenos deseos anteriores)
C: “Cuidado cuando baje – mire que si se cae…”
Yo: “Sí, ya sé. Va a ser tu culpa.”


Recorro el pasillo y bajo sin incidente/accidente. Y pienso en aquella frase de Séneca: “Sin razón se queja del mar quien otra vez navega.”

viernes, 14 de agosto de 2015

Diálogo con Conciudadana In-so-por-ta-ble.

Subo al cole en el sur de la ciudad y solo encuentro un asiento al lado de una señora que está leyendo un libro. Mi viaje no debe tardar más de 15 minutos, así que me dispongo a pasarlos mirando los mensajes y mails en el celu. De pronto…

CI: “¡Qué clima de porquería, ¿no?!” (Giro la cabeza y veo que guarda el libro en la cartera – señal de ‘estoy lista para charlar’)
Yo: “Si.”
CI: “¡Y mire la suciedad en las calles! ¡Qué sucios son los santafesinos!” (Primero: ¿qué relación pretende establecer entre clima y suciedad callejera? Y segundo: ¿Uds. cómo entenderían esa última exclamación? Yo también entendí eso – y metí la pata.)
Yo: “¿De dónde es?” (Evitando expedirme sobre el estado de limpieza de las calles)
CI: “¡¿De dónde voy a ser?! De acá.” (¡Podrías haber dicho ‘somos’ entonces!)
Yo: “Eh… como dijo_”
CI: “Yo no ensucio la vía pública.” (O sea: para lo negativo no pertenezco a  esta ciudad’. Miro para ver si no hay un asiento más al fondo, pero nada. Aguantá, Adriana, aguantá) “¿Y se fijó el olor que hay arriba de este ómnibus? ¡No sé por qué no me tomé un taxi!” (Eso digo yo, ¡cómo no te tomaste un taxi! ¿Y quién dice ‘ómnibus’ hoy en día?)
Yo: (Tratando de cambiar de tema) “¿Qué está leyendo?”
CI: “Ahora no estoy leyendo.” (Tono de ¿sos tarada? ¿No te diste cuenta que ahora estoy hablando con vos?) “Estaba leyendo hasta que ud. se sentó.” (¿Esta es o se hace?)
Yo: (Apelando a mi sentido del humor) “Ja, ja. Sí, veo a pesar de este ojo – y señalo mi pobre ojo derecho)
CI: “¿Ud. es de los que se ríe de sus defectos? Nunca entendí la gente así.” (¿Le pego o utilizo el lenguaje para contestar? Verbalicemos – aunque no da la misma satisfacción.)
Yo: (Tratando que el sarcasmo sea más que claro) “Ese es el problema de la gente que no tiene defectos.” (Veo que la chica que está parada al lado de mi asiento trata de contener la risa y me sonrío)
CI: “Debe ser eso.”  (¡Ah, bué! ¡Y para colmo el cole va a paso de tortuga porque el tránsito está re cargado! Me concentro en el celu como manera de decir ‘acá se terminó la conversación’) “¿Qué hace? ¿Mira mensajes?” (Ya sé por qué no tomó taxi – ¡para mí los taxistas la conocen!)
Yo: (Levantando la vista) “‘Estaba’ mirando eso.” (Énfasis en ‘estaba’ como para que hasta una ameba entienda y creo que no necesito terminar la oración. ¡Error!)
CI: “¡Ah! ¿Se le cortó internet? ¡Odio cuando eso me pasa!”
Yo: “Uhm” (Sigo con la vista fija en el celu – bueno, el ojo izquierdo está ahí; el derecho mira la cartera de la CI para ver si saca el libro y hay silencio por unos minutos)
CI: “Bueno, la voy a molestar para bajarme.” (Querida, molestás mucho más estando acá – encantada de darte lugar para que desaparezcas)
Yo: “Como no.” (Y me levanto controlando mis pies para que no se les ocurra darle un pisotón)
CI: “Hasta luego. Y mucho gusto.” (¿Mucho gusto de haberle roto la paciencia?)
Asiento con la cabeza y vuelvo a sentarme – esta vez del lado de la ventanilla.


El cole se detiene  y miro por la ventanilla para asegurarme que la CI se baje. Respiro hondo al constatar que esto sucede.  Miro el cielo y pienso en alguna cita o frase célebre que describa  a la CI, pero no se me ocurre ninguna hasta que el cole agarra un pozo, nos hace saltar y escucho a muchos pasajeros mascullar un “¡Y la PMQTP!”  No lo habrá dicho un filósofo, un literato, u otro célebre personaje, ¡pero es justo lo que pienso!

lunes, 10 de agosto de 2015

Diálogo con Policía Informante (No los que aparecen en las series o películas sino los que encontramos en los edificios públicos y sin los cuales iríamos a parar a cualquier lado menos a la oficina que buscamos)

Entro en agencia recaudadora – no voy a decir si nacional o provincial para mantener la identidad del PI en reserva. Como no hay ningún escritorio de información, me dirijo al único uniforme que veo.

Yo: “Buen día.”
PI: “¿Con este clima? Ud. debe ser muy optimista.” (Bué, empezamos mal, che)
Yo: “Ja, ja. Ojalá mi optimismo me dure lo que me va a llevar el trámite que tengo que hacer.” (Hago pausa para darle pie a que pregunte de qué trámite hablo – pero nada) “Es esto.” (Y le muestro el papel con el que tengo que presentarme)
PI: “A ver …. Ajá…. Ajá…. Uhm…. (Y termina de leer hasta la letra chica) Hoy no va a poder ser.”
Yo: (Dejando que mi sorpresa y desilusión se note en mi entonación) “¿Eh? ¿Por qué? ¿Por qué llueve?”
PI: “Ja, ja. No. Porque hoy no se hace ese trámite. Vino el único día que ese trámite no se hace.” (Menea la cabeza) “No sé por qué la gente no se informa” (Ya me calenté, pero aún conservo la habilidad docente de hacer que no se me note)
Yo: “En la página web no dice nada de eso.” (¡Tomá! Yo traté de informarme)
PI: “¿Ud. es de las que cree en todo lo que aparece en internet?” (No sé para qué sigo con esta conversación – es decir, sí sé: a ver si le saco cuándo ca…jo tengo que volver)
Yo: “Bueno, uno espera que por lo menos las páginas del gobierno informen bien.
PI: “No, no. ‘Bad informeiyon. Bad informeiyon. Ja, ja.” (Esta imitación de la Sra. Presidente -que le sale de 10 - me toma totalmente por sorpresa) Un chistecito para que pase el mal trago de haber venido al … eh…. para nada.” (Por enésima vez: ¡¿a mí me tocan todos?!)
Yo: (Con prótesis en modo ‘sonrisa’ para que no crea que su esfuerzo se desperdició) “¿El trámite no lo puedo hacer por internet?”
PI: “Sí puede. Pero primero tienen que asesorarla.”
Yo: “Eso sí decía la página. Y a eso vine.”
PI: (Mientras vuelve a mirar el papel que le di) “A ver.” (Y procede a ‘asesorarme’ de una manera tan didáctica que se merecería un título docente) “Acá le anoto todo. Pero va a tener que venir mañana o pasado  - NO un lunes – porque le tienen que dar papelería que yo no tengo.”
Yo: “La verdad, yo recomendaría que le dejaran la papelería ya que ‘asesora’ tan bien.”
PI: “¡Ni loco! ¡A ver si me dan horas extras y tengo que pagar impuesto a las ganancias! Ja, ja.”
Yo:  “Soy jubilada docente con 34 años de aportes y  pago ese impuesto, pero no me molesta el chiste.” (Tengo que hacer fuerza para articular esto sin apretar los dientes por la bronca, y pienso: ‘hora de retirarme’) “Bueno _”
PI: “¿Es jubilada y paga impuesto a las ganancias? ¿Y para qué quiere hacer este trámite? ¡Le van a seguir robando!” (Decí que pone cara de conmiseración – casi lástima – porque si no termino en una comisaría por ‘atentar contra la autoridad’)
Yo: “Y, me piden que presente esto….”
PI: “¡Hágase la sota! (Años que no escuchaba esa expresión) ¿Sabe a cuántos les llega esto? ¿Sabe cuántos de esos se presentan? Algún que otro … eh … tonto.” (Menos mal que éste parece no tener ‘otro yo’, porque si no ya sabemos qué palabreja usaría)
Yo: “Bueno. Muchas gracias por todo.”
PI: “Por nada. Por nada.”


Salgo pensando que no le di las gracias ‘por nada’. Me asesoró, y me confirmó lo que Mi Otro Yo siempre dice de mí. En fin …. Mañana será otro día.

miércoles, 1 de julio de 2015

Diálogo con taxista (y van….)

Tomo un taxi después de un largo sábado de curso para docentes. Me dejo caer en el asiento, saludo y le doy mi dirección al taxista.

T: “¿Trabajando un sábado?”
Yo: “Sí. Como Ud.”
T: “¿Profesora, no?” (Un Sherlock Holmes el hombre - salgo de una universidad, con carpetas y laptop y cara de necesitar energía) “¿Puede creer que este es mi tercer día de volver a manejar después de unas vacaciones?”
Yo: “Qué bueno. El descanso es siempre bienvenido aunque sea corto.” (Por enésima vez: ¿por qué no me callo la boca?????)
T: “¿Corto? No, no. Me pasé casi un mes en España. Mi hijo vive allá.”
Aquí sobrevienen 5 minutos donde me cuenta los lugares que visitó, los mares donde se bañó, los platos típicos y vinos que probó, etc. etc. ¡Ya me da apetito, sed, y ganas de tener un Jacuzzi en casa!
Yo: “¡Ah! ¡Qué lindo!” (¿Qué quieren que diga? Hasta sueno entusiasta, miren)
T: (Saludando con la mano y amplia sonrisa a un automovilista que nos deja sordos del bocinazo y una sarta de epítetos dirigidos a su persona) “¡Qué loca que está la gente acá, ¿eh?! Qué desorden el tránsito y todo. Este país no cambia más.”
Yo: (No sé si de bronca patriótica o envidia) “NUESTRO país.”
T: “Jaaaaa. Sí, tiene razón. Es como cuando un hijo se manda alguna cagada – siempre es hijo del otro, jaja.” (Buena comparación, che)
Yo: “Le va a costar un tiempito adaptarse de vuelta.”
T: “Seeee. Ya me estoy estresando.” (Bué, que dejás para los que estuvimos acá el mes que vos te la pasaste de joda?) “Manejar acá es de locos.”
Aquí siguen otros 5 minutos donde me cuenta con lujo de detalles lo fácil, práctico, cómodo – y no sé cuántas cosas más – es manejar en España y Portugal. Qué amable la gente… bla bla bla)
Yo: (Tratando de no dar a mis palabras entonación que lo incite a continuar la historia) “Mire Ud.” (En este punto el taxista cruza un semáforo en anaranjado casi rojo) “¡Mire si pasa un semáforo así en España, ¿eh?!” (A ver si te das por aludido y no arriesgás mi humanidad ni la tuya)
T: (Aparentemente sin captar el mensaje pragmático de mis palabras) “¡No! Allá te meten en cana no más. Allá no se jode. Por eso son tan ordenados para manejar y respetan cuanta señal hay.”
Yo: “Bueno, por cómo pasó el semáforo me parece que ya se está adaptando.” (A ver si ahora captás la idea)
T: “Jaaaaaaaaaa. Es cierto. Y, vió, ‘cuando estás en Roma….’” (¡Encima usa una traducción casi literal de un dicho en inglés en vez de ‘donde fueres haz lo que vieres’!)
Yo: (Ya falta poco, Adriana, aguantá un cachito) “A lo mejor todos los argentinos tendríamos que viajar al exterior y después practicar acá lo que tanto nos gusta de allá, ¿no?”
T: “Naaa. ¿Cómo vas a circular por la derecha si tenés que andar esquivando los pozos? ¿Y frenar porque el semáforo se pone en amarillo? Jaaaaaa. Te llevan puesto porque nadie guarda distancia.” (Bueno, en lo de los pozos tiene razón)
Yo: (Viendo la esquina de casa) “Allá en la esquina.”
T: “¿Derecha o izquierda?”
Yo: “Vamos a suponer que estamos en España, jaja.  A la derecha.”


Pago, saludo y me bajo. Mientras cruzo la calle pienso en la frase atribuida a Hipólito Taine: “Viajamos para cambiar no de lugar, sino de ideas.”  No todos, Taine, no todos.

lunes, 29 de junio de 2015

Diálogo con traumatólogo (2)

Entro al consultorio – sin renguear esta vez. (Ver diálogo con traumatólogo – 18/11/2014)

Yo: “Buenas tardes, doctor.”
T: “Buenas tardes.” (En realidad no me saluda a mí, sino a mi pie derecho – ahí dirige la mirada) “Parece que del pie anda bien.” (Y mira mi ficha) “Ajá. Anda bien desde noviembre del año pasado.”
Yo: (Evitando el usual ‘¿por qué no vino a controlarse?’) “El pie se mejoró enseguida, como Ud. me dijo.”
T: (Nuevamente mirando la ficha) “Hmmm. Bien, ¿y ahora cuál es el problema?”
Yo: (Me levanto de la silla, señalo un punto donde la pierna derecha se une con la cadera, y evito calificar la ‘protuberancia’ a la que apunto con el dedo) “Esto.”
T: “¡Ahhh! ¡Pero eso es un huevo de pascua! Y no de los chiquitos, ¿eh?” (¡Pero y LPM! Para esto me cuidé de no calificar yo?) “A la camilla.” (¡La pucha! Se ve que considera seria la cosa)
Yo: “No sé cómo me apareció.”
T: (Apretando y moviendo ‘el huevo de pascua’ para todos lados) “Ummm. Se ve que no le duele al palparlo.”
Yo: “¿A eso le llama ‘palpar’? Parece más que está amasando.” (Para decirlo con suavidad, ¿vió?)
T: “Jaaaaaa. Es verdad. Bueno, esto parece un …… (dice algo que suena como dos gatos peleándose) o, para ponerlo simple, un Ganglión. Y nó, no es un ganglio gigante.” (Pero, che, dame algún crédito – ¡sé que ahí no hay ganglios!)
Yo: “Y, si tuviese un ganglio ahí, sería una rareza médica.” (¡Tomá!)
T: “La ‘rareza’ (¡qué bien que me imita el HDP!) es que no haya notado que se dio un golpe ahí. Esto es como una pelota de líquido que se forma, en general, por un golpe.”
Yo: “No recuerdo haberme golpeado. Y no me vi ningún moretón ahí.”
T: “¿Y cuándo se mira ahí?” (Tiene la capacidad, como el oftalmólogo, de hacerme sentir que estoy en el jardín de infantes)
Yo: “Cuando me baño, cuando me cambio_”
T: “O sea, cuando no tiene los anteojos puestos. O sea, no ve nada.” (¿Y cuándo te recibiste de oftalmólogo?)
Yo: “Mire, un moretón veo.”
T: (Como si no me hubiese oído) “Esto es lo que vamos a hacer. (Escribe en el recetario) Se va a masajear la zona con este gel a la mañana al levantarse y a la noche antes de acostarse. Un mes. Y después (acá levanta la vista y me mira directo a los ojos) viene a control.” (Bueno, che, ¡no me retes así!)
Yo: “Bueno, pero si desaparece_”
T: (Interrumpiendo) “Viene igual. Esto se lo doy para ver si evitamos cortar.” (¡A la pelota! Esa palabra no me gusta)
Yo: (Haciendo un esfuerzo humorístico) “Y mientras, ¿qué hago con esto? Mire cómo se nota, aún con jeans.”
T: “Y, pruebe a golpearse del otro lado a ver si le queda igual. Jaaaaaaaa.” (Bueno, me lo tengo merecido.)
Yo: “Ya entendí. Ya entendí. Bueno, nos vemos en un mes.” (¡Y ojalá te salga un ganglión en algún lado!)


Salgo del consultorio y pienso que aunque no sea muy didáctico, un buen reto (y/o amenaza) puede ayudar a modificar conductas nocivas.

domingo, 14 de junio de 2015

Diálogo con conciudadana votante

Me voy tempranito a ejercer mi derecho cívico. (Yo lo considero un derecho y no una obligación, ¿vió?) Hay varias personas en la cola así que me dispongo a esperar cuando alguien me toca el hombro.

CV: “Disculpe, Sra.”
Yo: “¿Si?
CV: “¿Ud. sabe votar bien?” (¡Ay, querida!  ¡No sabés cuántas interpretaciones de esa pregunta hay! Está la concreta que se refiere al procedimiento, la ética que nos obliga a pensarnos responsables del bien común al emitir el voto, la pragmática que considera real sólo lo que funciona, etc. etc.)
Yo: (Viéndola muuuuy joven me inclino por la interpretación sobre el procedimiento). “Bueno, entrás, entregás el documento y te dan las boletas para_”
CV: (Con cara de pánico) “¿Cómo que te dan las boletas? ¿¡No las elijo yo del cuarto oscuro?!” (¡¿Pero querida, dónde estuviste estos últimos 10 años?!)
Yo: “No, no. Hace rato que se vota con boleta única.”
CV: “Lo que pasa es que es la primera vez que voy a votar y le pregunté a mi abuelo que me explicó algo, pero después mis amigas me dijeron otra cosa.” (¿Y las fuentes  de información que se te ocurrieron fueron esas dos no más?)
Yo: “Ah. Entonces seguro tu abuelo no vota hace rato…”
CV: “Y, no. ¿Pero entonces cómo es la cosa?”
Yo: (Arrancando nuevamente) “Ellos te van a dar cinco boletas. Una por cada cargo electivo – o sea – (agrego porque la veo más perdida que turco en la neblina) Una para gobernador, otra para senador, otra para diputados, otra para intendente y la última para concejal. Ahí tenés los nombres y las fotos de los candidatos y el partido al que pertenecen.”
CV: “¿Y qué hago?” (Otra pregunta con múltiples interpretaciones y respuestas, y me tengo que morder la lengua para no contestar lo primero que me viene a la mente)
Yo: “Al lado de cada uno tenés un rectángulo en blanco y ahí ponés una cruz – acordate de marcar sólo una.” (Me da pena la expresión de concentración que tiene mientras trata de recordar lo que le digo)
CV: “Ajá. Una sola cruz por boleta.”
Yo: “Y después doblás la boleta por las líneas de punto que tienen al dorso – del lado de atrás (aclaro por las dudas, ¿vió?)
CV: “Doblo por las líneas. ¿Y eso para qué?” (¡Ay! ¡Ir a votar puede ser estresante por más de una razón!)
 Yo: “Para que no se vea a quién votaste. Además las firmas de los integrantes de la mesa tienen que quedar para arriba.” (Ya veo que es demasiada información para la CV)
La cola se va moviendo y la CV se ve cada vez más nerviosa.
Yo: “Cualquier duda que tengas, pedile ayuda a la presidente de mesa.”
CV: “¡Voy a parecer una pelotuda!” (Bué, ¡yo me preocuparía más por lo que vas a hacer una vez sentada en el box que por lo que piensen los demás!) “¿Ud. por quién va a votar?”
Yo: (Sonriéndome) “Ahí no te puedo ayudar. El voto es secreto.”
CV: “Seee. Y bueno….” (No voy a parafrasear esto porque creo que el lector ya sabe qué quiere decir en realidad)
Yo: “Bueno. Creo que ya entro. ¡Suerte!”
CV: “See. Gracias.” (Entonación de ‘no me ayudaste mucho’)


Mientras camino de vuelta a casa, agrego una interpretación más al ‘votar’ – la ‘lotérica’ (adjetivo que acabo de inventar y que seguramente uds. no tienen dificultad en saber de qué sustantivo deriva)

miércoles, 27 de mayo de 2015

Diálogo con doctora a cargo de revisación para el carnet de conductor. (Y, sí, tenía que llevarle el ‘informe’ de mi oftalmólogo… Ver diálogo 22/05/2015)

Yo: (Entrando en la oficina) “Buen día, no sé si se acuerda de mí. Ud. me pidió que_”
Dra: “Sí, claro. La interconsulta con su oftalmólogo.” (Debo ser un bicho raro para que se acuerde con todos los que pasan diariamente por su oficina)
Yo: “Sí. Acá tengo el informe que me dio.”
Dra: (Recibe el papelito pero no lo mira por el momento) “¿Y, qué le dijo?” (¡Ay! ¡Voy a tener que parafrasear como loca!)
Yo: “Eh… bueno, se sorprendió un poco con lo que Ud. me dijo.” (Y me retumba en la cabeza el ‘¡pero si con el derecho no ve un carajo!’) “Pero pensó que a lo mejor la presbicia se había detenido un poco…” (Y escucho a mi oculista: ‘¡En una de esas se produjo un milagro!’)
 Dra: “¿Y?” (Pará querida, ¡que parafrasear registros no es fácil! Ahora sé lo que sufrían mis alumnos con esos ejercicios de Lengua)
Yo: “Eh… Y después me controló los ojos.”
Dra: “Bien. ¿Y?” (Che, no tenés otra palabrita más que ‘¿Y?’)
Yo: “Bueno, eh… me dijo … lo que puso ahí.” (Señalo con la cabeza el papelito con la esperanza de zafar.)
Dra: “¿Pero a Ud. no le dijo nada? Porque es una pena que le den ese carnet – es casi para discapacitados.” (Ya sé, querida, y te agradezco que agregues el ‘casi’ – mi oculista no es tan diplomático)
Yo: “Si. Pero en fin. Si no veo, no veo.”
Dra: “¿Él insiste con que tiene visión monocular? Porque acá le fue bastante bien cuando le hice la prueba.”
Yo: (Escucho en mi cabeza: ‘¡Espió!’ Y siento que me sube calor desde el cuello y se me desparrama por la cara. ¡No puede ser que a esta altura de mi vida y de la civilización me ponga colorada!) “Eh… Me dijo que debo haber separado los dedos que tapaban el ojo izquierdo…”
Dra: (Con expresión atónita en la cara) “¿¿¿Le dijo que espió??? ¡JAAAAA!” (¡Pero y LPM! Yo me mato parafraseando ¿y vos lo volvés a poner en el registro de mi oculista?)
Yo: (Cada vez más roja) “Bueno, no lo dijo así exactamente.” (¡Lo dijo peor que vos!) “Me dijo que inconscientemente (¡Algo de dignidad tengo que salvar!)  dejé filtrar luz entre los dedos y reconstruí las letras de lo poco que veía.”
Dra: “¡No le puedo creer que le dijo que espió!” (Che, ¿no registraste el ‘inconscientemente’ que agregué en la oración?) “JAAAA. ¿Cómo se banca semejante oftalmólogo?”
Yo: (Intentando una sonrisa mientras me encojo de hombros) “Y, como oculista es bueno.”
Dra: “Bueno, a ver.” (Y procede a leer el ‘informe’. De pronto levanta la vista) “¿Ud. entiende qué dice acá?”
Yo: (Recordando el ‘Ud. tradúzcale’ de mi oculista) “Eh… ‘periferal que ayuda’, creo.”
Dra: “¡Ah!” (Anota algo y sigue leyendo) “¿Y acá?” (Che, ¿no era que ‘el cerebro dice qué vemos’?)
Yo: (Mirando las huellas de gallo rengo en la arena) “Ni idea.”
Dra: “Bueno, no importa. Listo. En dos días pase a buscar el carnet.”
Yo: “Muchas gracias.”
Dra: “Por nada. Y dele mis saludos a su oftalmólogo cuando lo vea.” (¿Podés tragarte la sonrisa que acompaña tus palabras?)

Salgo de la oficina bañada en sudor. Esta mi oculista me la paga –  ¡de alguna manera la tiene que pagar!



martes, 26 de mayo de 2015

Diálogo con … eh… ¿discapacitado?

Subo al cole y me siento en la hilera del fondo  - soy masoquista, sí, ya lo sé – el mejor lugar para sacarte la columna vertebral de lugar. En la siguiente parada sube un muchacho muy, pero muy, corpulento y se larga (porque no se sienta) en el asiento junto al mío y yo alcanzo a correr mi humanidad unos centímetros – lo que me salva de morir aplastada.

M: “¡Buen día! ¿Me compra una estampita? (Y me extiende una estampita ajada y maltratada)
Yo: “No, gracias.”
M: “No rechace al Señor, doña.”
Yo: “Pero si no rechazo el ‘Señor’, como vos decís. Solo rechazo comprarte una estampita de … eh… por lo poco que se ve debe ser la virgen María.” (Y evito decir, ‘no sabía que la Trinidad era un cuadrado e incluía a María’.)
M: (Sin registrar mi respuesta) “¡Qué cagada! Es la última que me queda.”
Yo: “Y, ofrecela en el resto del cole.”
M: “Naaaa. Estoy cansado. Además vendo estampitas porque soy discapacitado, ¿vio?”
Yo: (Para nada me ha dado la impresión de tener una discapacidad, y sé que tendría que haberme callado la boca, pero…) “¡Ah! ¿Y qué capacidad diferente tenés?”
M: “¿Eh? No, no. Que soy discapacitado.” (¿Para qué me gasté en ser ‘políticamente correcta’?)
Yo: “Por eso, ¿qué discapacidad tenés?” (Chau, si alguien en el cole me denuncia al INADI, enfrentaré las consecuencias)
M: “Me canso.”
Yo: “¿Cómo que te cansás?”
M: “Y, sí. Si laburo me canso, por eso vendo estampitas en los coles. Me siento un rato largo antes de bajarme.”
Yo: (Sin saber bien qué decir) “¿Y estudiás?”
M: “Voy al cole – estoy en 5to año. Pero me canso.”
Yo: “¿Te cuesta concentrarte en la clase o en el estudio?” (Pero ¿por qué sigo con esto?)
M: “Naaa. Pero me parece una boludez estudiar. Es cansarse al pedo.”
(NO voy a preguntar cómo llegó a 5to año. ¡NO lo voy a preguntar!)
Yo: “¿Y qué te gusta hacer?”
M: “Y, como a todos, juntarme con los muchachos. ‘Vueltear’ por ahí.”
Yo: “¿Y ‘vueltear’ por ahí con los muchachos no te cansa?”
Me mira como si acabase de preguntar una estupidez grande como una casa.
M: “Eso dice mi vieja. Ja, ja. Bueno, me bajo en la esquina. Chau.”
Yo: “Que te vaya bien.”


Lo veo bajarse y sentarse en un banco a la espera del próximo cole. Y creo que ya sé que capacidad diferente tiene y cómo lo afecta. Georges Perros dijo: “La pereza es probablemente la forma más difícil y cansadora de ser lo que se es”.

viernes, 22 de mayo de 2015

Diálogo con oftalmólogo

O: “Hola. ¿Cómo anda?” (Dice esto mirando directamente a mis anteojos – creo que para él los pacientes son anteojos con personas)
Yo: “Bien. Vengo porque fui a renovar el carnet y_”
O: “Aja. ¿De nuevo le dieron el carnet para discapacitados, el F?” (¡Pero y LPM! Una cosa es que se me ría cualquiera – ¿¡pero el oculista!? Digan que lo aprecio…)
Yo. “En realidad es lo opuesto. La doctora que me atendió me dijo que lo consulte a ud. porque, según ella, NO tengo visión monocular.”
O: “¿Eh? ¡Pero si con el derecho no ve un carajo!” (Bueno, ¡él es así!) “A ver, vamos a probar. En una de esas se produjo un milagro.” (Seguí jodiendo, vos, y te voy a cambiar por un oculista más joven, buen mozo, ¡y sin culos de botella!)
Me sienta y procede a hacerme leer con el ojo ‘bueno’, después de indicarme que me tape ‘la porquería’ – o sea el derecho)
O: “Bien. Se ve que los anteojos todavía le sirven. En una de esas la presbicia se detuvo un poco. Ahora tápese el izquierdo y vamos a ver.” (Vos verás, porque yo con el derecho ¡no veo un pomo!)
Empiezo a leer, y de pronto…
O: “¡AAAja! Está espiando.”
Yo: “¿Eh? ¿Me está cargando? ¡Cómo voy a espiar!”
O: “Está espiando.”  Me toma la mano que tengo sobre el ojo izquierdo, la tuerce un poco y me aprieta los dedos unos contra otros. “¿Y ahora? ¿Ve algo?”
Yo: “La verdad que no. Pero no estaba espiando. Lo único que veía era la luz del aparato ese.”
O: (Riéndose) “La luz y una parte de cada letra. Su cerebro hacía el resto. Es decir, reconstruía la imagen basándose en la forma que veía. Por eso le erró a ésta” (Me señala una B grandota como una casa – así la veo ahora, claro.)
Toma un papel, dibuja una línea vertical y me dice:
O: “Veamos, ¿cuántas letras puede hacer con el palito este? (Me siento como en el jardín de infantes, pero tomo la birome y comienzo: dibujo  B, T, E, R, M, y ahí paro y lo miro)
O: “¿Vió? (Si utiliza otra palabra derivada del verbo ‘ver’ ¡le clavo la birome en uno de los cristales de SUS anteojos!)
Yo: (No sé de dónde viene la palabra) “Gestalt”
O: “¿Me está insultando en alemán?” (Y se ríe)
Yo: “No. Ja, ja. Es que me acordé de algo que estudié alguna vez.” (Mi Otro Yo diría que años atrás la palabra – y el concepto – se me hubiese ocurrido mucho antes)
O: “Sí. Puede relacionarlo con la Gestalt. El que dice qué estamos viendo es el cerebro. Bueno, ahora vamos a escribirle a la doctora esa mi confirmación de diagnóstico. Y lo voy a poner clarito.” (Otra manera de decir que va a escribir ‘ésta con el ojo derecho no ve una m….a. En fin.)
Yo: (Mirando el papel que me da) “¿Clarito? ¡Pero si esto no se entiende nada! Parecen las huellas de un gallo rengo en la arena.” (Y bueno, che, ¡de alguna manera me tenía que desquitar!)
O: (Largándose una carcajada que se debe escuchar hasta en la calle) “¡Pero ud. no aprende más! El cerebro es el que dice qué estamos viendo. ¡Y quisiera ver la cara de la doctora esa cuando lea esto! Si no lo entiende,  ud. tradúzcale. Ja, ja.


Me voy habiendo aprendido la lección: ya sabía que el que ríe último, ríe mejor… pero hay que asegurarse de ser el último en reír, ¿vió?

martes, 10 de febrero de 2015

Diálogo con conciudadana peatona

Estoy tratando de cruzar una calle céntrica – cosa que parece imposible por el momento – cuando una Sra. más o menos de mi edad, arriesga a colocar un pie sobre el asfalto. Inmediatamente se ve forzada a dar dos pasos atrás.

CP: “¡Pero y la PM!  ¿No saben que tienen que ceder el paso a un peatón?” (Insulto dirigido a los automovilistas, pregunta dirigida a mi persona)
Yo: “Parece que no. Ja ja” (Mientras miro hacia la izquierda para ver si puedo cruzar)
CP: “¡Pensar que cuando yo manejo respeto todas las normas de tránsito!”
Yo: “Y cosechará bocinazos como para dejarla sorda, ¿no? A mí me pasa también.”
CP: “Bocinazos, insultos, etc. etc. Pero yo no me quedo callada tampoco, ojo.” (Y como yo, estira el cuello para decidir si puede cruzar) “Me parece que después del rojo podemos pasar si nos apuramos.”
Yo: (No confiando en mis ojos para medir distancias y calcular la velocidad con que esas distancias se pueden reducir) “Mmmm. No sé. Yo, por las dudas espero a que se despeje un poco más.”
CP: “Sí, tiene razón. Mire si se me dobla el tobillo – siempre me pasa. Éstos me pasan por arriba y ni paran para ver si estoy viva o no.”
Yo: “Ja ja.” (Pienso que alguno pararía, sobre todo si queda enganchada en el paragolpes)
CP: “Venga, venga. Ya sé cómo vamos a cruzar más rápido.” (Y prácticamente me arrastra hacia la derecha donde una chica se apresta a arriesgar su humanidad para alcanzar la vereda opuesta)
CP: (Colocándose a la derecha de la joven) “Ahora, cuando ella cruce, nos largamos nosotras también” (Estoy un poco confundida, pero la CP demuestra tal seguridad que sigo sus instrucciones)
Yo: “Pero _”
CP: “¡Ahora!” (Casi un grito de general lanzando un ataque)
Veo que camina al mismo ritmo de la joven y modero el largo de mis zancadas para acompañar. ¡Y el milagro se produce! Ya estamos del otro lado.
 “Nunca falla. Ponerse del otro lado de una joven con buena delantera y traste prominente. Es la única manera que den paso estos HDP”
Yo: (Entre sorprendida y divertida) “Ja ja. Eso si son hombres lo que manejan.”
CP: “Ahí está la clave. Buscar una chica como esa y esperar el primer idiota – hombre por supuesto – que aparezca al volante.”


Me deja a paso rápido y firme. Y  yo pienso en aquellas palabras de Sun Tzu: ‘El supremo arte de la guerra es doblegar al enemigo sin luchar’. Y me pregunto: ¿En qué momento movilizarse a pie por la ciudad se convirtió en una guerra?