Diálogo con oftalmólogo
O: “Hola. ¿Cómo anda?” (Dice esto mirando directamente a mis anteojos –
creo que para él los pacientes son anteojos con personas)
Yo: “Bien. Vengo porque fui a renovar el carnet y_”
O: “Aja. ¿De nuevo le dieron el carnet para discapacitados, el F?”
(¡Pero y LPM! Una cosa es que se me ría cualquiera – ¿¡pero el oculista!? Digan
que lo aprecio…)
Yo. “En realidad es lo opuesto. La doctora que me atendió me dijo que
lo consulte a ud. porque, según ella, NO tengo visión monocular.”
O: “¿Eh? ¡Pero si con el derecho no ve un carajo!” (Bueno, ¡él es así!)
“A ver, vamos a probar. En una de esas se produjo un milagro.” (Seguí jodiendo,
vos, y te voy a cambiar por un oculista más joven, buen mozo, ¡y sin culos de
botella!)
Me sienta y procede a hacerme leer con el ojo ‘bueno’, después de
indicarme que me tape ‘la porquería’ – o sea el derecho)
O: “Bien. Se ve que los anteojos todavía le sirven. En una de esas la
presbicia se detuvo un poco. Ahora tápese el izquierdo y vamos a ver.” (Vos
verás, porque yo con el derecho ¡no veo un pomo!)
Empiezo a leer, y de pronto…
O: “¡AAAja! Está espiando.”
Yo: “¿Eh? ¿Me está cargando? ¡Cómo voy a espiar!”
O: “Está espiando.” Me toma la
mano que tengo sobre el ojo izquierdo, la tuerce un poco y me aprieta los dedos
unos contra otros. “¿Y ahora? ¿Ve algo?”
Yo: “La verdad que no. Pero no estaba espiando. Lo único que veía era
la luz del aparato ese.”
O: (Riéndose) “La luz y una parte de cada letra. Su cerebro hacía el
resto. Es decir, reconstruía la imagen basándose en la forma que veía. Por eso
le erró a ésta” (Me señala una B grandota como una casa – así la veo ahora,
claro.)
Toma un papel, dibuja una línea vertical y me dice:
O: “Veamos, ¿cuántas letras puede hacer con el palito este? (Me siento
como en el jardín de infantes, pero tomo la birome y comienzo: dibujo B, T, E, R, M, y ahí paro y lo miro)
O: “¿Vió? (Si utiliza otra palabra derivada del verbo ‘ver’ ¡le clavo
la birome en uno de los cristales de SUS anteojos!)
Yo: (No sé de dónde viene la palabra) “Gestalt”
O: “¿Me está insultando en alemán?” (Y se ríe)
Yo: “No. Ja, ja. Es que me acordé de algo que estudié alguna vez.” (Mi
Otro Yo diría que años atrás la palabra – y el concepto – se me hubiese
ocurrido mucho antes)
O: “Sí. Puede relacionarlo con la Gestalt. El que dice qué estamos
viendo es el cerebro. Bueno, ahora vamos a escribirle a la doctora esa mi
confirmación de diagnóstico. Y lo voy a poner clarito.” (Otra manera de decir
que va a escribir ‘ésta con el ojo derecho no ve una m….a. En fin.)
Yo: (Mirando el papel que me da) “¿Clarito? ¡Pero si esto no se
entiende nada! Parecen las huellas de un gallo rengo en la arena.” (Y bueno,
che, ¡de alguna manera me tenía que desquitar!)
O: (Largándose una carcajada que se debe escuchar hasta en la calle)
“¡Pero ud. no aprende más! El cerebro es el que dice qué estamos viendo. ¡Y
quisiera ver la cara de la doctora esa cuando lea esto! Si no lo entiende, ud. tradúzcale. Ja, ja.
Me voy habiendo aprendido la lección: ya sabía que el que ríe último,
ríe mejor… pero hay que asegurarse de ser el último en reír, ¿vió?
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