miércoles, 1 de julio de 2015

Diálogo con taxista (y van….)

Tomo un taxi después de un largo sábado de curso para docentes. Me dejo caer en el asiento, saludo y le doy mi dirección al taxista.

T: “¿Trabajando un sábado?”
Yo: “Sí. Como Ud.”
T: “¿Profesora, no?” (Un Sherlock Holmes el hombre - salgo de una universidad, con carpetas y laptop y cara de necesitar energía) “¿Puede creer que este es mi tercer día de volver a manejar después de unas vacaciones?”
Yo: “Qué bueno. El descanso es siempre bienvenido aunque sea corto.” (Por enésima vez: ¿por qué no me callo la boca?????)
T: “¿Corto? No, no. Me pasé casi un mes en España. Mi hijo vive allá.”
Aquí sobrevienen 5 minutos donde me cuenta los lugares que visitó, los mares donde se bañó, los platos típicos y vinos que probó, etc. etc. ¡Ya me da apetito, sed, y ganas de tener un Jacuzzi en casa!
Yo: “¡Ah! ¡Qué lindo!” (¿Qué quieren que diga? Hasta sueno entusiasta, miren)
T: (Saludando con la mano y amplia sonrisa a un automovilista que nos deja sordos del bocinazo y una sarta de epítetos dirigidos a su persona) “¡Qué loca que está la gente acá, ¿eh?! Qué desorden el tránsito y todo. Este país no cambia más.”
Yo: (No sé si de bronca patriótica o envidia) “NUESTRO país.”
T: “Jaaaaa. Sí, tiene razón. Es como cuando un hijo se manda alguna cagada – siempre es hijo del otro, jaja.” (Buena comparación, che)
Yo: “Le va a costar un tiempito adaptarse de vuelta.”
T: “Seeee. Ya me estoy estresando.” (Bué, que dejás para los que estuvimos acá el mes que vos te la pasaste de joda?) “Manejar acá es de locos.”
Aquí siguen otros 5 minutos donde me cuenta con lujo de detalles lo fácil, práctico, cómodo – y no sé cuántas cosas más – es manejar en España y Portugal. Qué amable la gente… bla bla bla)
Yo: (Tratando de no dar a mis palabras entonación que lo incite a continuar la historia) “Mire Ud.” (En este punto el taxista cruza un semáforo en anaranjado casi rojo) “¡Mire si pasa un semáforo así en España, ¿eh?!” (A ver si te das por aludido y no arriesgás mi humanidad ni la tuya)
T: (Aparentemente sin captar el mensaje pragmático de mis palabras) “¡No! Allá te meten en cana no más. Allá no se jode. Por eso son tan ordenados para manejar y respetan cuanta señal hay.”
Yo: “Bueno, por cómo pasó el semáforo me parece que ya se está adaptando.” (A ver si ahora captás la idea)
T: “Jaaaaaaaaaa. Es cierto. Y, vió, ‘cuando estás en Roma….’” (¡Encima usa una traducción casi literal de un dicho en inglés en vez de ‘donde fueres haz lo que vieres’!)
Yo: (Ya falta poco, Adriana, aguantá un cachito) “A lo mejor todos los argentinos tendríamos que viajar al exterior y después practicar acá lo que tanto nos gusta de allá, ¿no?”
T: “Naaa. ¿Cómo vas a circular por la derecha si tenés que andar esquivando los pozos? ¿Y frenar porque el semáforo se pone en amarillo? Jaaaaaa. Te llevan puesto porque nadie guarda distancia.” (Bueno, en lo de los pozos tiene razón)
Yo: (Viendo la esquina de casa) “Allá en la esquina.”
T: “¿Derecha o izquierda?”
Yo: “Vamos a suponer que estamos en España, jaja.  A la derecha.”


Pago, saludo y me bajo. Mientras cruzo la calle pienso en la frase atribuida a Hipólito Taine: “Viajamos para cambiar no de lugar, sino de ideas.”  No todos, Taine, no todos.

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