lunes, 29 de junio de 2015

Diálogo con traumatólogo (2)

Entro al consultorio – sin renguear esta vez. (Ver diálogo con traumatólogo – 18/11/2014)

Yo: “Buenas tardes, doctor.”
T: “Buenas tardes.” (En realidad no me saluda a mí, sino a mi pie derecho – ahí dirige la mirada) “Parece que del pie anda bien.” (Y mira mi ficha) “Ajá. Anda bien desde noviembre del año pasado.”
Yo: (Evitando el usual ‘¿por qué no vino a controlarse?’) “El pie se mejoró enseguida, como Ud. me dijo.”
T: (Nuevamente mirando la ficha) “Hmmm. Bien, ¿y ahora cuál es el problema?”
Yo: (Me levanto de la silla, señalo un punto donde la pierna derecha se une con la cadera, y evito calificar la ‘protuberancia’ a la que apunto con el dedo) “Esto.”
T: “¡Ahhh! ¡Pero eso es un huevo de pascua! Y no de los chiquitos, ¿eh?” (¡Pero y LPM! Para esto me cuidé de no calificar yo?) “A la camilla.” (¡La pucha! Se ve que considera seria la cosa)
Yo: “No sé cómo me apareció.”
T: (Apretando y moviendo ‘el huevo de pascua’ para todos lados) “Ummm. Se ve que no le duele al palparlo.”
Yo: “¿A eso le llama ‘palpar’? Parece más que está amasando.” (Para decirlo con suavidad, ¿vió?)
T: “Jaaaaaa. Es verdad. Bueno, esto parece un …… (dice algo que suena como dos gatos peleándose) o, para ponerlo simple, un Ganglión. Y nó, no es un ganglio gigante.” (Pero, che, dame algún crédito – ¡sé que ahí no hay ganglios!)
Yo: “Y, si tuviese un ganglio ahí, sería una rareza médica.” (¡Tomá!)
T: “La ‘rareza’ (¡qué bien que me imita el HDP!) es que no haya notado que se dio un golpe ahí. Esto es como una pelota de líquido que se forma, en general, por un golpe.”
Yo: “No recuerdo haberme golpeado. Y no me vi ningún moretón ahí.”
T: “¿Y cuándo se mira ahí?” (Tiene la capacidad, como el oftalmólogo, de hacerme sentir que estoy en el jardín de infantes)
Yo: “Cuando me baño, cuando me cambio_”
T: “O sea, cuando no tiene los anteojos puestos. O sea, no ve nada.” (¿Y cuándo te recibiste de oftalmólogo?)
Yo: “Mire, un moretón veo.”
T: (Como si no me hubiese oído) “Esto es lo que vamos a hacer. (Escribe en el recetario) Se va a masajear la zona con este gel a la mañana al levantarse y a la noche antes de acostarse. Un mes. Y después (acá levanta la vista y me mira directo a los ojos) viene a control.” (Bueno, che, ¡no me retes así!)
Yo: “Bueno, pero si desaparece_”
T: (Interrumpiendo) “Viene igual. Esto se lo doy para ver si evitamos cortar.” (¡A la pelota! Esa palabra no me gusta)
Yo: (Haciendo un esfuerzo humorístico) “Y mientras, ¿qué hago con esto? Mire cómo se nota, aún con jeans.”
T: “Y, pruebe a golpearse del otro lado a ver si le queda igual. Jaaaaaaaa.” (Bueno, me lo tengo merecido.)
Yo: “Ya entendí. Ya entendí. Bueno, nos vemos en un mes.” (¡Y ojalá te salga un ganglión en algún lado!)


Salgo del consultorio y pienso que aunque no sea muy didáctico, un buen reto (y/o amenaza) puede ayudar a modificar conductas nocivas.

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