Diálogo de pre-vacaciones 2014 con ferretero.
Entro a la ferretería – después de chorrear transpiración
por un kilómetro – aunque los camiones y autos que pasan por la ruta hacen
bastante ‘viento’.
Yo: “Buen día”
F: “Si le parece … hoy se rompe el termómetro. Hace 37º y
son las 8:30” (Sí, ya sé, Sr. No me lo va a decir a mí que pateé 1 km!)
Yo: “ Ajá. Yo estoy transpirada entera.”
F: “¿Anda a pata?”
Yo: “Sí. No sé a cuánto va a llegar hoy.” (Expresión que de
ninguna manera requiere respuesta, pero_)
F: “Dijo la radio que vamos a andar en los 40 de sensación
térmica.” (Bueno, espero que eso ocurra cuando esté de vuelta en casa)
Yo: “Necesito eso que conecta el caño de la mochila al
inodoro. (Silencio por parte del ferretero que me obliga a seguir parafraseando
por no saber cómo carajo se llama lo que necesito) Es de goma y como un acordeón.”
F: (Riéndose, el muy
HDP – aunque admito que yo he frenado más de una carcajada cuando los alumnos
parafrasean) “Es tal cual. Lo de acordeón, digo. Se llama fuelle.”
Yo: “¡Ah! No le anduve lejos, entonces.”
F: (Jocoso a pesar de los 37º que
debe hacer adentro de la ferretería) “Por lo menos no dijo ‘necesito el coso
que va del coso que tira agua al inodoro’.
Ja Ja. (Sí, dale con el ‘ja ja’. ¡Te
quiero ver a vos tirando la cadena e inundando el baño!) ¿De 30, 40, 50…?
Yo: (Siguiendo con la ‘jocosidad’
porque no tengo idea de qué cuernos me está preguntando) “Y, treinta años más o
menos”
F: (Vuelve a reírse) “Entonces
debe ser de 30. (Desaparece entre las estanterías y yo sigo preguntándome: ¿30
qué? Al ratito aparece con varios fuelles – ¡no sabía que había distintos
modelos y tamaños!) ¿Qué le parece éste?” (¿Qué querés que te diga? ¡No es un modelo
Christian Dior!)
Yo: “Eh… no sé. Me parece que
esta boca es más grande.” (Refiriéndome al caño de la salida de la mochila)
F. “¿Cómo de grande?”
Yo: (Sintiéndome una estúpida
formo un círculo inconcluso con el pulgar y el índice) “Así más o menos.”
F: “¡Pero eso es un caño de 50! ¿Qué
tiene? ¿Un inodoro o un jacuzzi? (Debe ser la temperatura, porque el sentido
del humor del ferretero me hace desear tener una granada y volarle la ferretería. Pero la paz social
primero, así que…)
Yo: “Por la manera en que sale el
chorro de agua bien podría ser un jacuzzi.”
F: (Vuelve a reírse, pero calculo
que ya quiere ir a sentarse en la reposera que tiene afuera bajo una palmera,
porque acelera el trámite) “Lleve estos tres y me devuelve el que no va.”
Yo: “Bueno. Pero no se los voy a
traer hoy.” (Sinónimo de: ‘Ni en pedo vuelvo a caminar hasta acá con este calor’)
F: “No se haga problema. Tráigalos
cuando refresque. Le cobro el de 30 y si es alguno de los otros, cuando me traiga los otros le cobro la
diferencia.” (Generoso el hombre o ya está derritiéndose como yo)
Yo: “Muchas gracias. Ahora, si le
tomo la palabra y vuelvo cuando refresque… ¡eso puede ser junio, más o menos!”
F: (Ya no se ríe, pero sonríe
solamente) “No importa. No voy a ser ni más rico ni más pobre por tres fuelles.
¿Va a saber cambiarlo?” (Sí, Don, no soy estúpida)
Yo: “Sí. No es ninguna ciencia.”
F: “No vaya a creer. Hay que
tener mano para cambiar un fuelle.”
Yo: (Retirándome con mi paquetito
y sintiéndome Anibal Troilo con tres fuelles) “Como para todo. Ja ja.”
Y emprendo el kilómetro de vuelta
preguntándome si voy a poder transformar el jacuzzi en inodoro nuevamente. Sea
como sea, ¡ni pienso contarle al ferretero a no ser que lo logre!
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