Diálogo pre-vacaciones 2014 con
kiosquero
Tengo una espina de Santa Rita
clavada en la palma de la mano y no tengo nada en casa para poder sacarla o
desinfectarme, así que decido ir en busca de algunos elementos para la
‘cirugía’. Por supuesto, al kiosco – que dicho sea de paso – tiene lo que
busqués.
Yo. “Buen día. Qué lindo está acá
con el aire.”
K: “¿Le parece? Yo tengo calor.”
(¡Entonces date una vueltita por afuera!)
Yo: “Necesito una aguja y alcohol
o mertiolate.”
K: “¿Espina de qué se clavó?”
Yo: (¿Me equivoqué y entré en el
dispensario y no en el kiosco? O el kiosquero es psíquico y yo no lo sabía) “De
Santa Rita.”
K: “Ay, ay, ay. ¿No sabe que a la
Santa Rita no hay que irle de frente?” (Pienso: ¡como a muchas personas!)
Yo: “No estaba podando. Fue cuando
se largó el viento fuerte ayer. Se me vino una rama a la cara y me protegí con
la mano…”
K: “Ay, ay, ay. ¿Con la palma
para afuera? Eso no se hace.” (¡Pero yo lo hice y me está doliendo la mano y
LPMQTP! ¡Vendeme lo que te pedí y deja de tratarme como si fuera una nena de 5
años!)
Yo: “Bueno, si hubiese puesto la
mano al revés, capaz que ahora tenía la espina en una vena.”
K: “No, no, no.” (¿Por qué repite
tres veces lo mismo?) “La Santa Rita nunca ataca las venas.” (Ah! Bué! ¡Cuando
vuelva la entrevisto para ver si es verdad! ¡Este tipo es increíble!) “Hay
remedios caseros que le pueden servir.” Y empieza a enumerar muchas ‘recetas’
que no sé qué tienen de ‘caseras’ porque yo en casa no tengo ni un décimo de
los ingredientes que menciona.
Yo: “Ajá. Pero lo que necesito_”
K: “Es un botiquín de primeros auxilios, ya sé.
Tengo unos muy buenos y baratos.” (A la m…a con las recetas casera, ¿eh?) “Ay,
ay, ay. ¿Por qué la gente no tiene botiquín? Nunca lo pude entender.”
Yo: (Manteniéndome firme a pesar
que la mano me duele como para comprarle el botiquín y ya) “Sólo quiero la
aguja y algo para desinfectarme la herida.”
K. “Bueno. Si le parece…” (¡Sí me
parece! No te pienso comprar el botiquín!) Como no respondo a los puntos
suspensivos me trae lo que le pedí. “¿No va a llevar cigarrillos también?”
Yo: (Pensando que sí tendría que
llevar cigarrillos, pero decidida a no comprárselos a él a pesar que el otro
lugar me queda más lejos). “No, gracias.”
Le pago la aguja y el alcohol, me
despido y vuelvo a salir al calor satisfecha de no haberme doblegado ante el
kiosquero… Pero pienso que la próxima vez voy a hacer diez pasos más hasta el
dispensario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario