Diálogo con vecina desconocida
Son las 11 am y estoy sacando yuyitos en el frente. Hay un
vientito agradable, pero el sol raja la tierra cuando aparece entre nube y nube.
VD: “Disculpe”.
Me enderezo y me encuentro con lo
siguiente: Sra. de más o menos mi edad que viste shorts, zapatillas y gorrita
verde fluo y una remera impecablemente blanca excepto por las manchas de
transpiración bajo las axilas. Oro en las orejas, cuello y muñecas – sí, en
ambas muñecas. Podría ser la versión femenina de Toti – pero sin perro (ver
diálogos de vacaciones 2013).
Yo: “¿Si?”
VD: “Le molestaría darme algo de
agua fresca? Salí a caminar y me dejé la botellita de agua mineral en el ‘dressoir’(Pronunciado ‘dresuaggg’- ¡lo tuve
que buscar en google! Lo dicho, ¡la versión femenina de Toti!) “¡Ay, Dios!
¡Como odio el calor!” (Flash mental: ¿Y qué m….da hacés caminando a esta hora?)
Yo: “Para nada. Pase.” La dejo en
la cochera y voy en busca de agua. Pienso darle directamente de la perforación
– que sale helada, pero considerando la posibilidad que sufra el síndrome de
‘Toti’, le traigo de la heladera. “Acá tiene. La verdad, es arriesgada salir a
caminar a esta hora.”
VD: “Es que el vientito estaba
lindo. Pero por supuesto me llené de arena. ¡Ay, cómo odio la arena!”
Yo: (Riéndome) “Bueno, a juzgar
por el bronceado que tiene (Caribe, Caribe, créanme), no debe odiar la arena de
las playas, ¿no?”
VD: “¿Esto? No. Es cama solar. Me
hice instalar una acá en la quinta que alquilo. Pero con los cortes de luz… es
un embole” (Ah, bué. Toti queda chiquito al lado de esta.) “Y aunque me bañé en
repelente… (yo hubiese dicho ‘Off’ aunque use ‘Paff’, ¿vió?) ¡Ay, Dios, cómo
odio los bichos!” (A esta altura ya me pregunto qué cuernos hace en el Leyes,
entonces) “Gracias. Necesitaba hidratarme.” (Yo hubiese dicho ¡Qué sed que
tenía!, pero bué…) “Y encima, se me pegaron esas espinitas, ¿‘toritos le dicen
acá?”
Yo: “Cadillos. Sí. No sé cómo le
dicen acá.”
VD: “Ah. Ud. es veraneante como
yo?” (Sí, querida, pero sin la cama solar, con arena hasta en el traste de tanto
carpir, con espinas de Santa Rita en la mano y usando Paff)
Yo: “Se puede decir eso. En
verano me instalo acá. Me encanta esta zona.”
VD: (Me mira como si fuera
extraterrestre o hubiese dicho una gansada) “¿Eeeen serio?
Yo: “Aja. ¿Y Ud?” (Hago pregunta
vaga porque si nó tendría que decir ‘qué carajo hacés acá?)
VD: “Mi novio insistió en venir.
¡Y yo que quería irme en un crucero!” (Lo del crucero concuerda con lo que veo,
pero ¡¿’Novio’?!) “Es un poquitín más joven que yo (¡oh là là! – para seguir en la onda franchuta del ‘dressoir’) y le encanta esta
vida.” (Traducción: ‘me la tengo que bancar si quiero seguir teniendo ‘novio’)
Yo: “Ah.” (¿Qué más se puede
decir?)
VD: “Bueno. Muchas gracias por el
agua. Y si algún día sale a caminar, pase por la quinta. (Me da las
indicaciones necesarias) Y no necesita llevar agua. Ja ja.” (O sea, si me olvido
la botellita en ‘el dressoir’ le puedo pedir ella)
Yo: “Hasta luego. Y le tomo la
palabra.” (No puedo perder la oportunidad de conocer al ‘novio’)
Se aleja espantándose ‘bichos’
imaginarios porque no hay ni jejenes a esta hora, y yo me agacho a seguir
sacando yuyitos…. ¡Qué deprimente lo mío!
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