martes, 7 de enero de 2014

Diálogo con vecina desconocida

Son las 11 am  y estoy sacando yuyitos en el frente. Hay un vientito agradable, pero el sol raja la tierra cuando aparece entre nube y nube.

VD: “Disculpe”.
Me enderezo y me encuentro con lo siguiente: Sra. de más o menos mi edad que viste shorts, zapatillas y gorrita verde fluo y una remera impecablemente blanca excepto por las manchas de transpiración bajo las axilas. Oro en las orejas, cuello y muñecas – sí, en ambas muñecas. Podría ser la versión femenina de Toti – pero sin perro (ver diálogos de vacaciones 2013).
Yo: “¿Si?”
VD: “Le molestaría darme algo de agua fresca? Salí a caminar y me dejé la botellita de agua mineral en el  ‘dressoir’(Pronunciado ‘dresuaggg’- ¡lo tuve que buscar en google! Lo dicho, ¡la versión femenina de Toti!) “¡Ay, Dios! ¡Como odio el calor!” (Flash mental: ¿Y qué m….da hacés caminando a esta hora?)
Yo: “Para nada. Pase.” La dejo en la cochera y voy en busca de agua. Pienso darle directamente de la perforación – que sale helada, pero considerando la posibilidad que sufra el síndrome de ‘Toti’, le traigo de la heladera. “Acá tiene. La verdad, es arriesgada salir a caminar a esta hora.”
VD: “Es que el vientito estaba lindo. Pero por supuesto me llené de arena. ¡Ay, cómo odio la arena!”
Yo: (Riéndome) “Bueno, a juzgar por el bronceado que tiene (Caribe, Caribe, créanme), no debe odiar la arena de las playas, ¿no?”
VD: “¿Esto? No. Es cama solar. Me hice instalar una acá en la quinta que alquilo. Pero con los cortes de luz… es un embole” (Ah, bué. Toti queda chiquito al lado de esta.) “Y aunque me bañé en repelente… (yo hubiese dicho ‘Off’ aunque use ‘Paff’, ¿vió?) ¡Ay, Dios, cómo odio los bichos!” (A esta altura ya me pregunto qué cuernos hace en el Leyes, entonces) “Gracias. Necesitaba hidratarme.” (Yo hubiese dicho ¡Qué sed que tenía!, pero bué…) “Y encima, se me pegaron esas espinitas, ¿‘toritos le dicen acá?”
Yo: “Cadillos. Sí. No sé cómo le dicen acá.”
VD: “Ah. Ud. es veraneante como yo?” (Sí, querida, pero sin la cama solar, con arena hasta en el traste de tanto carpir, con espinas de Santa Rita en la mano y usando Paff)
Yo: “Se puede decir eso. En verano me instalo acá. Me encanta esta zona.”
VD: (Me mira como si fuera extraterrestre o hubiese dicho una gansada) “¿Eeeen serio?
Yo: “Aja. ¿Y Ud?” (Hago pregunta vaga porque si nó tendría que decir ‘qué carajo hacés acá?)
VD: “Mi novio insistió en venir. ¡Y yo que quería irme en un crucero!” (Lo del crucero concuerda con lo que veo, pero ¡¿’Novio’?!) “Es un poquitín más joven que yo (¡oh là là! – para seguir en la onda  franchuta del ‘dressoir’) y le encanta esta vida.” (Traducción: ‘me la tengo que bancar si quiero seguir teniendo ‘novio’)
Yo: “Ah.” (¿Qué más se puede decir?)
VD: “Bueno. Muchas gracias por el agua. Y si algún día sale a caminar, pase por la quinta. (Me da las indicaciones necesarias) Y no necesita llevar agua. Ja ja.” (O sea, si me olvido la botellita en ‘el dressoir’ le puedo pedir ella)
Yo: “Hasta luego. Y le tomo la palabra.” (No puedo perder la oportunidad de conocer al ‘novio’)


Se aleja espantándose ‘bichos’ imaginarios porque no hay ni jejenes a esta hora, y yo me agacho a seguir sacando yuyitos…. ¡Qué deprimente lo mío!

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