Diálogo con Vecina. Inevitable después de haber
charlado con el vecino médico/mecánico a unos 10 metros (aunque en diagonal) de
su casa. (09/01/2015)
Llueve y no hay miras de que pare, así que me
siento en la cochera a leer. No alcanzo a abrir el libro cuando, de debajo de
un paraguas, escucho:
V: “¡Hola! Me pareció ver que se sentaba en la
cochera. Cómo llueve, ¿no?”
Yo: “Hola. Ya le abro.” (Aunque ganas no me faltan
de dejarte del otro lado del portón para
que te hagas sopa)
V: “Gracias. Iba al kiosco, pero como se largó de
golpe… y la vi acá….” (En realidad, podrías haberte vuelto a tu casa – está más
que cerca – y, si no se me dio vuelta el mapa, ¡el kiosco queda para el otro
lado! En fin)
Yo: “Claro. ¿Quiere una toalla?” (Imagen mental de
la toalla insertada en su boca)
V: “No, no. Apenas amaine un poco me vuelvo a casa.”
Y de esto salta a: “¿Así que es amiga del Dr. XX? La vi el otro día charlando
acá en la calle. Hace años que tiene quinta acá. ”
Yo: “No lo conocía. Me pidió agua porque_”
V: “Seguro que se le quedó el auto de porquería
ese. No sé cuándo se va a cansar de jugar al mecánico. Con la plata que tiene… ¡¿Hay
necesidad?!” (Eso me pregunto yo, pero sobre vos. ¿Hay necesidad que me vengas
a romper los quinotos de esta manera? Perdón RAE que listás la expresión ‘romper
los quinotos’ como ‘lunf. gros.’)
Yo: “Y, si a él le gusta…”
V: (Demostrando una vez más el arte de ignorar
olímpicamente lo que la otra persona dice si la desvía de su objetivo de conseguir
información) “¿Así que no se conocían? Porque como vi que charlaron un rato y
Ud. miraba el motor del auto….” (Por las dudas, ¿¿¿no viste qué color de
calzones tenía puestos también??? Insisto, ésta debería trabajar para una
agencia de inteligencia)
Yo: “Ah, claro.” (No te la voy a hacer fácil)
V: “Qué raro que no me pidió agua a mí, porque yo
lo conozco de hace rato. También conoce a mi marido…” (Pienso: ‘¡porque te
conoce no te pidió a vos!’)
Yo: “Uhm” (Vamos, lluviecita, ¡dame una mano y pará!)
V: “Raro, ¿no?” (La enunciación de la palabra ‘raro’
es magistralmente ambigua, y, aunque sé a qué se refiere, elijo ir por otro
lado)
Yo: “¿El Dr.? No me pareció ‘raro’” (A ver si con esto
te dejás de joder. ¡Error! No importa
qué digas, ella va – como caballo de sulky – derecho a su destino sin desviarse
ni un milímetro)
V: “No, no. Ja, ja. No él. Que no haya golpeado en
casa, digo.”
Yo: “¡Ah!” (¡Vamos que se van abriendo las
nubes!)
V: “Debe haber pensado que no había nadie. Y
yo estaba en la cocina.” (Seguro, escondida detrás de la cortina) Y como Ud.
dice que no se conocen…” (O sea, ¿seguro que no se conocen?)
Yo: “Parece que ya afloja un poco el agua.”
(La que no afloja sos vos. ¡La proverbial gota que orada la piedra!)
V: “¿Eh? Ah, sí. Bueno, vuelvo a casa.” (¡Gracias Zeus! Pero
ya que tenés rayos en tu arsenal también, ¿no podrías….?) Gira para irse, y
como si una idea le saltara al parietal derecho de golpe, se vuelve. “¡Ya sé! ¡Él
a Ud. la conoce!”
Yo: “¿Eh? ¿Cómo_”
V: “Un día charlando con él, me parece
que me preguntó de quién era esta casa. Y creo que yo le dije algo de Ud.” (Por
‘me parece’ y ‘creo’, léase: ‘me acuerdo patente’ y por ‘algo’, léase: ‘le di currículum
completo aderezado con ideas propias varias’) “Bueno. Después charlamos. Hasta
luego.” (Lo dice como si ella fuera la apurada por terminar la conversación.)
Cierro el portón y pienso en Michel de Montaigne y
su frase: “La curiosidad de conocer las cosas ha sido entregada a los hombres
como un castigo.” Siempre pensé que quería decir otra cosa, pero…. ¿No será que Michel tenía una vecina como
ésta?
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