domingo, 6 de noviembre de 2016

Diálogo de hospital 6 – con Enfermero

4 a.m. Salgo al pasillo a estirar las piernas un poco. Recorro el pasillo ida y vuelta y me estiro todo lo que puedo – pecho, espalda, cintura. Y finalmente tengo la mala idea de estirar tocándome la punta de los pies. Ahí quedo, sin poder levantarme y temiendo irme de cabeza al piso. Pongo las manos en la pared y empiezo a enderezarme como puedo – estilo ‘hombre araña’ para ser más descriptiva.

E: “¿Estirando? ¡Y eso que hoy tiene sillón!”
Yo: (En un susurro y sintiéndome ridícula en la posición que estoy – en L al revés y traste al pasillo) “Estaba estirando. Ahora sólo quiero tomar la vertical de nuevo, pero no puedo. Tengo la cintura hecha una piedra.”
E: (Deja el carrito y me pone una mano en la espalda a la altura de la cintura y la otra en el pecho justo debajo del cuello) “A ver si la puedo ayudar.”
Yo: “Ya sé que te tengo podrido, pero esto de estrangularme me parece demasiado.”
E: (Riéndose) “¡Usted es de las ‘agradables’, ja ja. ¡Pero la de la pieza X es insoportable!”
Yo: (Siento cuchillos perforándome la cintura mientras el enfermero me endereza centímetro a centímetro) “¿La – que – se – que – ja – ba – por – que – el – sue – ro – no pa – sa – ba – rá – pi – do?” (Bueno, ¡por lo menos todavía puedo separar en sílabas!)
E: “Sí. ¡Imagínese si la XXXXX (acá viene el nombre de una droga que no puedo recordar pero sí sé que no puedo pronunciar) pasa rápido! ¡Lo mata al pobre hombre!”
Yo: (Viendo que el ángulo de mi nariz con la pared ya pasa de 45º a 75º más o menos) “Y… ¡capaz que eso quería! Porque convengamos que el marido también es insoportable.”
E: “¡Ja ja! ¡Tiene razón! Pero uno tiene que tomar partido siempre por el paciente. Ahora quieta y trate de no gritar.” (¡A la pelota! ¿Qué va a hacer?)
Yo: “No me gusta cómo viene esto. Yo _”
No termino la frase porque siento que mi cintura se vuelve de gelatina después de un dolor fugaz.
E: “¡Pero muy bien! ¡Ni lo sintió!” (Tampoco la boludez, querido. Me tomaste de sorpresa y no tuve tiempo de aullar)
Yo: (Exhalando lentamente y probando la cintura a derecha e izquierda) “La verdad, me tenés que enseñar cómo hacer la próxima vez que me pase.”
E: “¡Lo mejor sería que NO le pase una próxima vez! A no ser que tenga un buen enfermero cerca. Ja ja.”
Yo: “¡Muy gracioso! Pero gracias de todo corazón. Ya me imaginaba tener que explicar qué hacía ‘sosteniendo la pared’ a la enfermera de la mañana.”
E: “Jaaaaaaaaa. ¡Me hubiera gustado ver eso! Bueno, voy a controlar los sueros.”
Yo: “Gracias de nuevo.”
E: “¡Por nada! Ojalá los pacientes agradecieran cada vez que los pincho – Ja ja.”


Y se va, empujando el carrito donde lleva cosas que seguramente a los pacientes no les gustan. También seguramente cobra un sueldo que no remunera todo el esfuerzo y conocimiento que su profesión requiere… Pero ya lo dijo Confucio: “Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida.”

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Diálogo de hospital 5 – con Gitana … y sí, hay de todo en una vereda de hospital.

Aprovecho que van a limpiar la pieza y bajo para salir a la vereda a despejarme un poco – y sí, también para fumarme un puchito. Hay más gente que de costumbre y descubro 3 gitanas casi ‘acosando’ a la gente que lo único que quiere es estar en paz a la luz solar un rato.

G: (A pesar de que evito contacto visual) “¡Querida! Seguro vos sos una persona muy religiosa.” (Bueno, si adivina el futuro como percibe ‘la esencia’ de las personas se debe morir de hambre la pobre.)
Yo: “La verdad que no.” (Y exhalo el humo directo a donde está con la esperanza que vaya a ‘acosar’ a otro.)
G: (Despejando el humo con la mano) “¡Ah! Es que todavía no lo has descubierto.” (¿Quién carancho usa el pretérito perfecto así en Santa Fe?) “Pero percibo tu piadosidad” (¿Lo queeé? ¡No, si a mí me tocan todas! No sé cómo me aguanto las ganas de reírme.) “No vendo a venderte humo.” (No, querida, si tengo humo en los pulmones de sobra) “Vengo a dejarte ayuda espiritual y, si querés, también decirte cómo viene tu futuro.” (Yo pensé que iba a decir ‘cómo viene la mano’, miren.)
Yo: (La educación ante todo) “Te agradezco, pero no me interesa.” (Giro para darle la espalda y vuelve a colocarse delante de mí)
G: “Puedo decirte cosas sobre vos que ni te imaginás. Y si sabés lo que te espera en esta vida, la vida se te hace más fácil” (¡Menos mal que no ofreció decirme que me espera ‘en la otra’ vida!)
Yo: “No, gracias. Pero tengo una pregunta.”
G: (Pensando que consiguió clienta) “Pero claro, claro. Pero no leo la mano. Yo solo miro a la persona y me vienen cosas a la cabeza.” (¡Me imagino las cosas que se te pueden ‘venir’ a la cabeza – volando – si jodés a alguien sin la paciencia que te tengo yo!)
Yo: “No. Nada que ver. Quiero saber qué tiene que ver lo religioso con predecir el futuro. A qué iglesia pertenecés?”
G: (Sonando como grabación de oferta de tarjeta de crédito) “No es necesario pertenecer a una iglesia para ser religioso. Y ver el futuro es un don Divino.” (¡Ah, bueno!) “Y también tengo estas estampitas para vender. El santo protector de los enfermos. Para Ud.” (Me extiende la estampita como si la hubiese bendecido exclusivamente para mí.  ¡Diversificación comercial si las hay!)
Yo: (Sin hacer movimiento para tomar la estampita) “¿Qué santo es?”
G: “Eh…”
Yo: “Nunca, pero nunca, ofrezcas un producto si no sabés por lo menos el nombre. Es San Pantaleón.”  Mira para los costados buscando ruta de escape, me parece.
Es ese momento una discusión de dos señoras con las otras gitanas – que había comenzado hace unos minutos – va subiendo de tono y mi interlocutora lanza miradas nerviosas para todos lados.
Yo: (Señalando mi ojo izquierdo) “Bueno, yo con este ojo veo el futuro y (señalando el derecho) con éste veo el universo paralelo. Y veo que en cualquier momento acá se pudre todo. Yo que ustedes me voy antes que alguien se saque mal.”


En un revoleo de polleras coloridas bajan el cordón y cruzan la calle en medio de bocinazos.  No me uno a las expresiones de indignación de las señoras. Me quedo ahí pensando que debería conseguir una estampita de San Nicolás de Bari para acercársela a la gitana – como se dice que puede, entre otras cosas,  lograr la conversión de los ladrones, capaz también la de los chantas …

domingo, 30 de octubre de 2016

Diálogos de hospital  4 -  Con Guardia de Seguridad.

2 a.m. Bajo furtivamente y pongo el consabido papelito en la puerta del piso (una señora me enseñó el truco para no tener que tocar el timbre a la vuelta y bancarse el reto – muy merecido – de las enfermeras) y me dirijo a fumarme un puchito a la calle. El GS – que ya me conoce – me abre la puerta y me sigue a ‘despuntar el vicio’ – literalmente.

GS: “Se la ve cansada, señora. ¿No puede dormir?”
Yo: “¿Probaste alguna vez dormir en las sillas de plástico esas?”
GS: (Mirándome como si fuese extraterrestre) “¿Cuánto hace que duerme así? ¿Por qué no se trajo un sillón o reposera?”
Yo: (Sorprendida por el tono de estupefacción de la pregunta) “¡Pero si hay carteles por todos lados que dicen que no se puede ingresar sillones, reposeras, etc. etc.!”
GS: (Riéndose con ganas) “¡¿Y Ud. le hace caso a los carteles?! También está prohibido tomar mate, comer, etc. etc.” (Estos últimos etcéteras son casi una imitación de mis etcéteras)
Yo: (Despabilándome un poco) “¿Y para qué mier…coles los ponen entonces? Si uno ve un cartel prohibiendo algo, se supone que obedece la prohibición, ¿no?”
GS: (Me mira con lástima) “¿Dónde cree que estamos? ¿En Suiza? Estamos en Argentina, Sra.” (Sí, claro, ¡y así nos va! Pero no hay con qué darle a la lógica de su argumento)
Yo: “¿Vos te das cuenta que ésto viniendo de un guardia de seguridad no es muy … eh… apropiado, no?”
GS: “Y, mire, si tuviese que actuar cada vez que veo una contravención de esas acá, no me quedaría tiempo para vigilar cosas más serias.”
Yo: “¿Cómo qué?” (Tono de ‘¡No me jodas! ¿Qué cosas ‘serias’ pueden pasar acá?’ – aparte de la posibilidad de salir con los pies por delante, por supuesto)
GS: “Robos. El otro día se afanaron dos carteras y una silla de ruedas.”
Yo: “¡Me estás jodiendo!”
GS: “No. Una cartera de la sala de guardia y otra de una señora que se durmió en el corredor.”
Yo: “¿Y la silla de ruedas?”
GS: “Una señora entró y pidió una para bajar un enfermo del auto. Nunca entró de nuevo.”
Yo: “Bueno. ¡Ojalá se haya llevado la que se le sale el tornillo de la rueda!”
GS: (Vuelve a reírse) “¿No hay una como la gente, no?”
Parece que lo de las sillas de ruedas es vox populi.
Yo: “Bueno. Gracias por la compañía y por la charla. Muuuy instructiva. Lo primero que voy a hacer más tarde es mandarle un mensajito a mi hijo para que me traiga un sillón.”
GS: “Ummm. No sé si lo voy a dejar pasar. Ja ja. Y, ¿Sra.?”
Yo: “¿Si?”
GS: “Yo que ustedes uso un pedacito de plástico y no un papelito para la puerta del primer piso. ¡Pero no usen una tarjeta porque alguien se las va a afanar! Ja ja.”

Me da la espalda y se aleja por el corredor rumbo a una de sus rondas, supongo. Yo me quedo ahí parada pensando dos cosas: 1-aunque no lo parezca, a éste no se le escapa nada – excepto los ladrones de carteras y sillas de rueda, claro. Y 2- hay que hacer reunión de ‘cuidadoras’ del primer piso y diseñar nueva estrategia para la puerta de ingreso…

jueves, 27 de octubre de 2016

Diálogos de hospital 3 – Con ‘Personal de Mantenimiento’

De la guardia pasamos a estar  ‘internados’ en una habitación del primer piso. Estamos escuchando el raconto del otro ocupante de la habitación sobre cómo le reconstruyeron la mano y la pierna después de un accidente – con cuanto detalle sangriento se puedan imaginar – cuando aparece un ‘personal de mantenimiento’ – el que nunca apareció por la guardia, ¿vió?

PM: “Vengo a cambiarles el TV porque me informaron que no anda”
A mí, que ya me había dado una vuelta por el baño, me empieza a subir la presión, pero los dos hombres un poco más y aplauden. No pueden bailar porque ambos deberían hacerlo ‘en una pata’.
Yo: “Después que cambies el tele – porque se ve que es fundamental para la recuperación de estos dos pacientes, ¿podés revisar la luz del baño? Se calienta y se apaga."
PM: (mientras se sube a la silla donde yo voy a tener que sentarme) “¡Ah! ¿Pero cuánto tiempo la tuvo prendida?”
Yo: (Empezando a calentar motores) “Y, no sé. ¿A vos cuánto tiempo te lleva sentarte en el inodoro y hacer lo que tenés que hacer? Y sumale la limpieza de tu anatomía y lavarte las manos…” (Y sigo aunque la sorpresa puede causar que se le caiga el TV que balancea en las manos) “La verdad, nunca me tomé el tiempo. Pero a estos dos (indico a los pacientes) les lleva bastante porque, entre otras cosas, no pueden moverse solos, ¿viste? Más llevarles el suero, etc. etc.…"
PM: “Errr. Apenas conecte el tv veo lo de la luz, señora.”
Yo: “Gracias. Y ya que estás, ¿podrías poner la tapa con el botón para la descarga del inodoro?”
PM: (Ajustando el tele al soporte) “¿No anda el botón?” (Este para hacerse el bolú es peor que alumno que no sabe un joraca en un examen te dice ‘¿Eso lo vimos en clase?’)
Yo: “No es que no anda. No tiene botón. O sea, hay que meter la mano en el hueco y localizar la varilla – cosa que no es fácil, te digo.” (Sarcasmo al cuete)
PM: “¿No puede?” (¿Pero éste quiere ser el próximo internado en la pieza? En cualquier momento le pateo la silla) “Bueno, a lo mejor Ud. no llega porque es _” (Acá baja, gira, y me ve parada. Le llevo dos cabezas. Por lo tanto no puede terminar la estupidez que iba a decir: ¿‘baja / petisa / mujer/chicata / narigona’?  ¡Andá a saber!) “Ahora voy al baño” (¡Sí, mejor querido!)
Ni un minuto está adentro y sale.
“La luz ya está. Estaba floja la lámpara” (¡Mentira! ¡Yo ya revisé!)
Yo: “¿Seguro? Mirá que yo la revisé y no estaba floja para nada. ¿Y lo del inodoro?”
PM: “Y… eso va a tardar porque no tenemos repuestos… y la luz, quédese tranquila, estaba floja.”
Yo: (Sonriendo dulcemente y manteniendo un tono de voz amigable) “Si vos lo decís… Después de todo, si llega a pasarle algo a éstos (nuevamente señalo a los dos internados que ya están mirando un partido de fútbol) cuando vayan al baño por no tener luz, o se agarran cualquier cosa por meter la mano en esa mugre, ya sé a quién voy a demandar. Ja ja.”
PM: Ja. Ja. (Risa nerviosa). “Mañana a la mañana trato de conseguirle el repuesto y traigo otra luz – la verdad, no tenemos en ‘ehtoc’ ahora.” (¡Chau! ¡Con esa pronunciación de ‘stock’ me diste el golpe de gracia!)

Sale como si lo corriera el demonio y yo quiero tener la esperanza que venga al día siguiente – pero como dijo François de La Rochefoucauld, “La esperanza y el temor son inseparables y no hay temor sin esperanza, ni esperanza sin temor."

miércoles, 26 de octubre de 2016

Y van tomando forma de diálogos las notas casi indescifrables de mi celular. Pero es al cuete - nada como escribir 'en caliente'. Sabrán los lectores disculpar....

Diálogo de hospital 2 – con Camillero

Por fin se decide hacer el estudio que necesita mi marido y aparece el camillero con una silla de ruedas.

Yo: “Pero no te hubieses molestado. Lo llevaba yo.”
C: “Para eso estamos, señora.” (¡Pero qué servicial y amable!)
Yo: “Si, ya sé. Si te veo llevar y traer camillas y gente en silla de ruedas todo el día.”
C: “Todo trabajo tiene sus pros y sus contras…”
Mientras intercambiamos estas trivialidades también colocamos al ‘paciente’ en la silla de ruedas y partimos. De las otras dos camas de la guardia surge un “¡Suerte!” al unísono.
C: (Tomando una curva con pericia de corredor de fórmula 1) “No es fácil no perder el ‘pasajero’ en esa curva, ja ja.”
Yo: “La verdad, yo la hubiese tomado a paso de tortuga y seguro le habría roto el brazo contra la esquina.”
(Omito aquí el comentario del ‘paciente’)
C: “Ja ja. Por eso se insiste en que pongan los codos hacia adentro. No crea que no me ha pasado.” Y, ante la mirada atónita mía y del paciente, se apura a aclarar: “No, no. ¡Nunca rompí un codo! Pero algún que otro raspón se han ligado por no hacer caso con lo de los codos.”
Ante esto veo que mi marido pone los codos hacia adentro y empezamos a recorrer un largo pasillo.
Yo: “¿Sabés cuánto durará el estudio?”
C: “Y, depende de cuántos estén esperando. Me dijeron que lo trajera rápido, así que capaz que entra apenas llegamos. El estudio en sí llevará unos 20 minu_”
No termina la frase porque en ese momento se sale el tornillo de una de las ruedas de la silla y tiene que frenar de golpe e inclinar la silla para el otro lado mientras con el pié sostiene la rueda en su lugar. Lo ayudo a sostener la silla.
“¡No te lo puedo creer! ¿Por qué M…RDA no revisan las sillas? ¡Siempre les pasa algo! ¡Mire si se me cae el paciente!”
Lo que veo es que el paciente – nada feliz de tener que hacerse ese estudio, ahora está un poco menos feliz porque no sabe si llega al estudio.
Yo: (Viendo que el C se agacha para agarrar el tornillo) “No. Pará. Vos tenés los guantes. Yo lo coloco. Total, ya tengo grasa en las manos de tratar de arreglar la manija de la cama que no funciona.”
C: “¿Y pudo? Esa manija hace una vida que no anda.”
Yo: “Sí pude. Ahora, cuando alguna vez vengan los de mantenimiento, ¡avisame para verlos sufrir cuando tengan que ‘deshacer’ mi arreglo! Ja ja.”  Termino de poner la tuerca y ajustar todo lo que puedo.
C: “Jaaaaaaa. ¡Eso no me lo pierdo! ¿La ajustó bastante? (Esto con respecto al tornillo en cuestión)
Yo: “Y…. todo lo que pude.” Y viendo que mi marido está por decir algo, agrego: “No te quejés. Después de todo, es la rueda de la pierna que te funciona. Si se vuelve a salir, podés frenar.”
Los tres nos reímos.
C: “¡Menos mal que tienen sentido del humor, señora! Vayamos despacio. Cuando lo deje me vengo a buscar otra silla y si está en condiciones, (acá se produce un intercambio de miradas que significan ‘el día que las vacas vuelen’) se la cambio.”

Llegamos sin otro incidente/accidente y mientras espero, pienso que a los dueños de este lugar les vendría bien un paseíto en alguna de las sillas de ruedas de su propiedad … Y me imagino de camillera, transportando a alguno de ellos, y tomando esa curvita a todo lo que da. No puedo evitar una sonrisa satisfecha. Veo que la gente me mira. Deben estar pensando, ‘¿de qué se reirá esta?”

martes, 25 de octubre de 2016

Diálogo de hospital 1 – con Internado en Sala de Guardia.

Sala de guardia de un sanatorio – puede ser en Santa Fe o en Macondo … no creo que sean muy diferentes…
Son las 22:50 y todo está en silencio en las tres camas ocupadas hasta que …

ISG: “Eh… nena, (y bué) ¿estás despierta? (Esto viene en un murmullo de un señor de 84 años que se quebró la cadera ese día a la mañana y ocupa la cama al otro extremo de la sala)
Yo: (Sin levantar la voz tampoco y acercándome a su cama) “Sí. ¿Necesita algo?”
ISG: “Me está molestando un poco. No me había jodido para nada hasta ahora. No me deja dormir.”
Miro el suero – donde evidentemente le colocaron calmante como para dormir a un elefante, y veo que no está goteando. Y me admiro de la elección de la palabra ‘molestando’ para un dolor que debe ser insoportable. Intenta cambiar de posición.
Yo: “No, no. No se mueva. Le va a doler más. No está pasando el suero. A ver si encuentro el enfermero.” (Salgo y golpeo en la enfermería. Nada. Miro por todos lados y tampoco ‘pesco’ a nadie. Vuelvo a entrar y empiezo a manipular el suero)
ISG: “¿No querés prender la luz así ves bien?”
Yo: “No se haga problemas. No veo nada igual, ja ja.” (Se ríe bajito pero apretando los dientes. Le debe estar doliendo fuerte.)
ISG: (Mientras yo pruebo todo lo que se hacer para que el suero vuelva a fluir) “Ese es un problema que no tengo. Veo de diez para mis ochenta y pico.” (Termina la frase con un quejido quedo y ronco)
Yo: (Tratando de distraerlo mientras sigo atacando el suero) “¿Ah, sí? Pero su hija me dijo que se llevó puesta la mesita de luz y se cayó y se quebró.”
ISG: (Fingiendo indignación) “¡Qué sabe ella si el que se cayó fui yo! El médico me dijo que capaz me quebré y por eso me caí.”
Yo: “¡Ah!” (Logrando que caiga la gotita esquiva) Ya está. En un ratito va a empezar a sentir el efecto del calmante de nuevo. Le queda bastante todavía. Pero va a tener que aguantar un ratito más.”
ISG: “Bueno. Gracias. Pero ya me desvelé.” Intenta incorporarse un poco.
Yo: “No, no. Si quiere le levanto la cama un poquito. Pero no se mueva. Hoy no debería haber tratado de sentarse para comer.”
ISG: (Mientras yo me llevo puestos los pies de la hija que ronca cual tractor y una banqueta que no sé qué carajo hace en la sala mientras me dirijo a los pies de la cama para ‘sentarlo’ un poco) “¿Y qué? Tenía hambre. Me quebré la cadera. ¡En el estómago no tengo nada! Ja ja. Y los fideos con salsa estaban para chuparse los dedos.” (En ese momento mi estómago hace ruido, y me hace acordar que no como nada desde la mañana)
Le subo el respaldo un poco.
Yo: “¿Ahí está bien? ¿Va a poder dormir así?”
ISG: “¡Yo puedo dormirme parado! Si pudiera pararme…”
Yo: “Después que lo operen va a poder pararse, no se preocupe. Trate de descansar porque en cualquier momento viene el enfermero y ¡nos prende todas las luces! Ja ja.”
ISG: “Pensar que mi viejo siempre me decía: ‘Chino, nosotros nos doblamos pero no nos quebramos’. ¡Y mirá cuándo me vengo a quebrar!”
Yo: “Bueno, peor hubiese sido romperse la cabeza y no contar el cuento, ¿no?”
Silencio por unos minutos. Me levanto para volver a mi silla.
ISG: “A veces uno no sabe qué sería mejor… Pero tiene razón. Puedo ser viejo pero no estúpido. Claro que es mejor poder contarla…”
Ahora sí su respiración se hace pareja y en segundos empieza a roncar – acompañando a su hija en el concierto.

Yo voy tanteando mi camino de vuelta a mi silla pensando en la resistencia que tienen los de su generación. 
O quizás sea lo que decía Sófocles: “Los que en realidad aman la vida son aquellos que están envejeciendo.”

miércoles, 4 de mayo de 2016

Diálogo con Jubilada Gestora

Me siento a esperar mi turno en dependencia pública. Tengo por lo menos una hora de espera, así que me acomodo como puedo con todos los papeles que tengo en la mano, rogando que no me falte nada para el trámite.

JG: “Buen día. Parece que vamos a estar un rato acá, ¿no?” (Esto viene de una señora  de unos 70 y tantos que está sentada a mi lado)
Yo: “Y, sí.”
JG: “(Señalando la parva de papeles en mi falda) Por lo que trae, va a estar un rato más después que la atiendan.”
Yo: “Y, sí. Y espero poder ‘plantar el arbolito’” (Uso la referencia con toda tranquilidad porque dado la edad de la Sra., seguro vio el sketch de Joe Rígoli)
JG: “Ja. Ja. Tal cual. Pero se va a perder toda la mañana acá. ¿Por qué no usa un gestor? O, mejor, una gestora.” Y me pasa una tarjetita escrita a mano – con escritura elegante y  totalmente legible, adquirida seguramente en escuela pública de principios de siglo pasado - donde figura su nombre y teléfono bajo el encabezamiento ‘GESTORA’.
Yo: (Tratando que no se me note la sorpresa) “¿Es gestora?” (Se ve que se me notó igual)
JG: “Ja, ja. Todo el mundo pone esa cara. Cuando me jubilé, la familia me empezó a pedir que les pague esto, haga este trámite, les lleve papeles acá y allá…. ¿Vio que la gente cree que porque uno está jubilado necesita ocuparse en algo? Bueno, creyeron que con eso me hacían un favor. Y la verdad que sí. Ahora de eso vivo.”
Yo: (Cada vez más sorprendida) “¡Ah!”
JG: “Con lo que le cobro a la familia y los demás clientes, más la jubilación, vivo bien y no tengo que pedirle ayuda a mis hijos, ¿vio?” (Bueno, es una manera de verlo. No les pide ayuda a los hijos porque en realidad ella les cobra por SU ayuda. ¡Una genia!)
Yo: “¿Y cuánto saldría, por ejemplo, si me hiciera este trámite?”
JG: “Y, yo cobro por el tiempo que me llevaría y la cara del cliente, ja ja” (¡Ah, bueno!) Mira los papeles que tengo. “Y, mire, tendría que cobrarle solo el tiempo de espera acá, porque tiene todo lo que necesita. Ja ja” (Bueno, ¡Espero que sea cierto!)
Yo: “¿Y por ‘la cara del cliente? Ja, ja.”
JG: (Mirándome de arriba abajo) “Hmmm.  Seguro es jubilada… papeles de una asociación civil sin fines de lucro … ¡tendría que trabajarle gratis, jaja. No me conviene, ja ja.” (Bueno, elijo entender que es por lo de ‘asociación civil sin fines de lucro’ más que ‘por la cara del cliente’)
Yo: (Riéndome) “¿Y no se cansa de andar todo el día?”
JG: “No. Los ‘chicos’ de …(acá nombra numerosas reparticiones públicas) ya me conocen y saben que voy por gestorías. Pero si estoy cansada, cuando llaman mi número, les hago señas y  dejo pasar el turno para aprovechar el asiento  y le darle respiro a los pies. Cuando estoy lista me levanto y ahí me atienden.”  (Insisto, ¡es una genia!)

En ese momento llaman su número y, aparentemente habiendo pasado el tiempo de su ‘descanso’, se levanta y coloca una pila de carpetas sobre el escritorio de un Sr. que la saluda como si fuesen amigos de toda la vida.  Cuando termina sus trámites (y sí, plural) me saluda con la mano y me desea suerte.

Yo sigo esperando mi turno y pienso en el refrán “El que espera, desespera”. Creo que la JG cambiaría el dicho por “El que espera, su tiempo remunera”

martes, 3 de mayo de 2016

Diálogo con Joven Celu-Dependiente
Subo al cole en el centro y me siento al lado una chica de unos veintitantos, quien usando solo los pulgares, recorre lugares de su celular a una velocidad que me deja con la boca abierta. De pronto…

JCD: “Disculpe, Sra. ¿Este cole me deja en General Paz y Delgado?”
Yo: “Si. Más o menos por General Paz al 5000.”
JCD: (Sin levantar los ojos que ya volvieron al celular) “Eh… ¿Qué 5000?”
Yo: “Lo que quiero decir es que Agustín Delgado es perpendicular a General Paz a la altura 5000 más o menos.” (No termino de decir ‘perpendicular’ y veo que sigue sin entender, pero por lo menos levanta la vista)
JCD: “¡Ah!  ¿Corre así?” (Y con la mano señala sur-norte)
Yo: “No, no. General Paz corre de norte a sur. Agustín Delgado corre de este a oeste.” (Y por las dudas, aunque sintiéndome una estúpida, acompaño la explicación con el movimiento de mano correspondiente)
JCD: “¡Ah! Es que nunca entiendo eso del norte, sur, este y oeste, ¿vió?” (¿No sabrá la frase ‘puntos cardinales’?) “Capaz me pierdo.”
Yo: “Pedile al chofer que te avise.” (Y no puedo evitar entonación de ‘es obvio, ¿no?’)
JCD: (Con la vista nuevamente en la pantalla del celu que parece tener vida propia) “No. No. Va a pensar que soy una idiota.” (Bué, para mí, ¡idiota sos si te arriesgás a bajar en cualquier lado por no preguntar!) “¿Ud. no se baja por ahí cerca?”
Yo: (¡Ah, no! Ni te pienso decir que me bajo dos cuadras más delante de donde vos vas. ¡A ver si reaccionás, che!)  “No. Pero… eh … disculpame, ¿por qué, ya que tenés el celu ahí, no buscás en el mapa de la ciudad?”
JCD: “Eh… ¡no se me había ocurrido!” (¡Ay! ¡Y yo que me enojaba con los alumnos cuando me preguntaban un significado aunque tenían el celular sobre el banco y ni se les ocurría usarlo para eso!)
La dejo tranquila mientras mueve los pulgares furiosamente sobre el celular.
JCD: “Ya está. Acá la encontré.” (Casi, casi, me sale un ‘¡Pero qué bien!’ Pero solo sonrío y ella vuelve a la música, las fotos, el Facebook, los mails… Salta de una cosa a otra de tal manera que dejo de mirar porque me marea)
Yo: (Viendo que el cole ya toma General Paz y la JCD sigue sin mirar por dónde anda) “Eh…ya estamos en General Paz.”
Asiente, pero sus ojos – y oídos – siguen en el celu. Me prometo a mí misma no avisarle que se tiene que bajar – por salame, pero a dos cuadras de Agustín Delgado…
Yo: “Me parece que estamos llegando a donde te tenés que bajar.” Pero no me escucha – y por la manera en que sacude la cabeza, está tan metida en el video clip que está viendo que no me va a escuchar aunque le grite, así que le toco el brazo, me levanto para darle paso, y le señalo la puerta.
JCD: (Levantándose como un rayo) “¿Acá? ¿Ya?” (Y pasa, hecha una exhalación, hacia el fondo para bajarse)

No quiero ni mirar para dónde va – y solo espero que tenga dos neuronas libres que le digan que no puede cruzar la avenida concentrada en el celular…

lunes, 25 de enero de 2016

Diálogo con Mi Otro Yo ( Y, sí, hoy tenía que aparecer después del ‘episodio’ con la pala)

Estoy sentada en un sillón a la sombra de la acacia y colocándome hielo en el ojo cuando…

MOY: “¡Hola, hola, hola!”
Yo: (Con el entusiasmo de alumno que saluda la mesa de examen) “Hola. Qué milagro que apareciste”
MOY: “Milagro es que no te sacaras el ojo derecho. Bueno… pensándolo bien, ¿para qué lo querés, no?
Yo: “Mirá, me duele el ojo, tengo un corte en la ceja, y se me está hinchando la parte de arriba del ojo … O sea, ¡desaparecé!”
MOY: “El arco superciliar derecho.”
Yo: “¿Eh?”
MOY: “El lugar donde tenés esa ‘bolsa’ que va tomando los colores del arco iris es el arco superciliar derecho. Lo ‘googlié’.”
Yo: “Vos sí que estás al reverendo … eh … gas, ¿no?”
MOY: (Sin darme cinco de bolilla) “¿Vos me querés decir qué hacías con la pala de hierro? Aparte de casi partirte la cabeza, claro.”
Yo: “Estaba tratando_”
MOY: (Interrumpiendo como es su costumbre) “¿De autoagredirte? Mirá que tenés otros episodios, ¿eh? ¿Te acordás cuando le pegaste el frentazo a la silla de algarrobo? Si te querés suicidar, ¿por qué no seguiste con la docencia?”
Yo: (Acomodando la bolsita de hielo) “Voy a ser grosera: me tenés hinchadas las _”
MOY: “EL – no LAS – el arco superciliar derecho tenés hinchado – es más, me parece que te está sangrando la ceja de nuevo.”
Yo: (Me paso el dedo por el lugar indicado y, efectivamente, está sangrando) “Vos me hacés subir la presión y por eso me sangra de nuevo. ¡Haceme un favor y llamate a silencio!”
MOY: “Yo me llamaría  a silencio. Pero alguien te tiene que decir que dejés de hacer boludeces.”
Yo: “¡Y apareció tu palabra preferida!”
MOY: “No. Mi palabra preferida es ‘boludez’. Pero ya que me lo pedís, lo que hiciste fue una BO-LU-DEZ.” (¡Y se le nota el tono de satisfacción a la muy HDP!)
Yo: “¡Dejate de JO-DER! ¡Sos más pesada y pegajosa que el calor que hizo hasta ayer!”
MOY: “¡Ah! ¡Ya sé! ¡La gotita! ¿Viste que a los boxeadores cuando les hacen un corte les ponen la gotita?”
Yo: “La gotita te pondría yo a vos en la boca para no tener que aguantarte.”
MOY: “Está bien. Si no querés consejos…. pero acordate: ‘lo que la gotita pega, nada nada lo despega. Jaaaaaaaaaaaaaaaaaaa”
Yo: “¿Te podés ir a la Mier….?”
MOY: “Como nó. Vuelvo a tu cerebro entonces. Pero yo que vos dejo de tratar de sacar esos yuyos con la pala de hierro. Acordate lo que decía Miguel de Unamuno: “El modo de dar una vez en el clavo es dar cien veces en la herradura”. No creo que tu cráneo resista cien golpes con la pala, ¿vió?”


Ya sé que lo he dicho muchas veces, ¡pero que es una HDP, ES una HDP!