miércoles, 26 de octubre de 2016

Y van tomando forma de diálogos las notas casi indescifrables de mi celular. Pero es al cuete - nada como escribir 'en caliente'. Sabrán los lectores disculpar....

Diálogo de hospital 2 – con Camillero

Por fin se decide hacer el estudio que necesita mi marido y aparece el camillero con una silla de ruedas.

Yo: “Pero no te hubieses molestado. Lo llevaba yo.”
C: “Para eso estamos, señora.” (¡Pero qué servicial y amable!)
Yo: “Si, ya sé. Si te veo llevar y traer camillas y gente en silla de ruedas todo el día.”
C: “Todo trabajo tiene sus pros y sus contras…”
Mientras intercambiamos estas trivialidades también colocamos al ‘paciente’ en la silla de ruedas y partimos. De las otras dos camas de la guardia surge un “¡Suerte!” al unísono.
C: (Tomando una curva con pericia de corredor de fórmula 1) “No es fácil no perder el ‘pasajero’ en esa curva, ja ja.”
Yo: “La verdad, yo la hubiese tomado a paso de tortuga y seguro le habría roto el brazo contra la esquina.”
(Omito aquí el comentario del ‘paciente’)
C: “Ja ja. Por eso se insiste en que pongan los codos hacia adentro. No crea que no me ha pasado.” Y, ante la mirada atónita mía y del paciente, se apura a aclarar: “No, no. ¡Nunca rompí un codo! Pero algún que otro raspón se han ligado por no hacer caso con lo de los codos.”
Ante esto veo que mi marido pone los codos hacia adentro y empezamos a recorrer un largo pasillo.
Yo: “¿Sabés cuánto durará el estudio?”
C: “Y, depende de cuántos estén esperando. Me dijeron que lo trajera rápido, así que capaz que entra apenas llegamos. El estudio en sí llevará unos 20 minu_”
No termina la frase porque en ese momento se sale el tornillo de una de las ruedas de la silla y tiene que frenar de golpe e inclinar la silla para el otro lado mientras con el pié sostiene la rueda en su lugar. Lo ayudo a sostener la silla.
“¡No te lo puedo creer! ¿Por qué M…RDA no revisan las sillas? ¡Siempre les pasa algo! ¡Mire si se me cae el paciente!”
Lo que veo es que el paciente – nada feliz de tener que hacerse ese estudio, ahora está un poco menos feliz porque no sabe si llega al estudio.
Yo: (Viendo que el C se agacha para agarrar el tornillo) “No. Pará. Vos tenés los guantes. Yo lo coloco. Total, ya tengo grasa en las manos de tratar de arreglar la manija de la cama que no funciona.”
C: “¿Y pudo? Esa manija hace una vida que no anda.”
Yo: “Sí pude. Ahora, cuando alguna vez vengan los de mantenimiento, ¡avisame para verlos sufrir cuando tengan que ‘deshacer’ mi arreglo! Ja ja.”  Termino de poner la tuerca y ajustar todo lo que puedo.
C: “Jaaaaaaa. ¡Eso no me lo pierdo! ¿La ajustó bastante? (Esto con respecto al tornillo en cuestión)
Yo: “Y…. todo lo que pude.” Y viendo que mi marido está por decir algo, agrego: “No te quejés. Después de todo, es la rueda de la pierna que te funciona. Si se vuelve a salir, podés frenar.”
Los tres nos reímos.
C: “¡Menos mal que tienen sentido del humor, señora! Vayamos despacio. Cuando lo deje me vengo a buscar otra silla y si está en condiciones, (acá se produce un intercambio de miradas que significan ‘el día que las vacas vuelen’) se la cambio.”

Llegamos sin otro incidente/accidente y mientras espero, pienso que a los dueños de este lugar les vendría bien un paseíto en alguna de las sillas de ruedas de su propiedad … Y me imagino de camillera, transportando a alguno de ellos, y tomando esa curvita a todo lo que da. No puedo evitar una sonrisa satisfecha. Veo que la gente me mira. Deben estar pensando, ‘¿de qué se reirá esta?”

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