Y van tomando forma de diálogos las notas casi indescifrables de mi celular. Pero es al cuete - nada como escribir 'en caliente'. Sabrán los lectores disculpar....
Diálogo de hospital
2 – con Camillero
Por fin se decide
hacer el estudio que necesita mi marido y aparece el camillero con una silla de
ruedas.
Yo: “Pero no te
hubieses molestado. Lo llevaba yo.”
C: “Para eso
estamos, señora.” (¡Pero qué servicial y amable!)
Yo: “Si, ya sé. Si
te veo llevar y traer camillas y gente en silla de ruedas todo el día.”
C: “Todo trabajo
tiene sus pros y sus contras…”
Mientras
intercambiamos estas trivialidades también colocamos al ‘paciente’ en la silla
de ruedas y partimos. De las otras dos camas de la guardia surge un “¡Suerte!”
al unísono.
C: (Tomando una
curva con pericia de corredor de fórmula 1) “No es fácil no perder el
‘pasajero’ en esa curva, ja ja.”
Yo: “La verdad, yo
la hubiese tomado a paso de tortuga y seguro le habría roto el brazo contra la
esquina.”
(Omito aquí el
comentario del ‘paciente’)
C: “Ja ja. Por eso
se insiste en que pongan los codos hacia adentro. No crea que no me ha pasado.”
Y, ante la mirada atónita mía y del paciente, se apura a aclarar: “No, no.
¡Nunca rompí un codo! Pero algún que otro raspón se han ligado por no hacer
caso con lo de los codos.”
Ante esto veo que
mi marido pone los codos hacia adentro y empezamos a recorrer un largo pasillo.
Yo: “¿Sabés cuánto
durará el estudio?”
C: “Y, depende de
cuántos estén esperando. Me dijeron que lo trajera rápido, así que capaz que
entra apenas llegamos. El estudio en sí llevará unos 20 minu_”
No termina la frase
porque en ese momento se sale el tornillo de una de las ruedas de la silla y
tiene que frenar de golpe e inclinar la silla para el otro lado mientras con el
pié sostiene la rueda en su lugar. Lo ayudo a sostener la silla.
“¡No te lo puedo
creer! ¿Por qué M…RDA no revisan las sillas? ¡Siempre les pasa algo! ¡Mire si
se me cae el paciente!”
Lo que veo es que
el paciente – nada feliz de tener que hacerse ese estudio, ahora está un poco
menos feliz porque no sabe si llega al estudio.
Yo: (Viendo que el
C se agacha para agarrar el tornillo) “No. Pará. Vos tenés los guantes. Yo lo coloco.
Total, ya tengo grasa en las manos de tratar de arreglar la manija de la cama
que no funciona.”
C: “¿Y pudo? Esa
manija hace una vida que no anda.”
Yo: “Sí pude.
Ahora, cuando alguna vez vengan los de mantenimiento, ¡avisame para verlos
sufrir cuando tengan que ‘deshacer’ mi arreglo! Ja ja.” Termino de poner la tuerca y ajustar todo lo
que puedo.
C: “Jaaaaaaa. ¡Eso
no me lo pierdo! ¿La ajustó bastante? (Esto con respecto al tornillo en
cuestión)
Yo: “Y…. todo lo
que pude.” Y viendo que mi marido está por decir algo, agrego: “No te quejés.
Después de todo, es la rueda de la pierna que te funciona. Si se vuelve a
salir, podés frenar.”
Los tres nos reímos.
C: “¡Menos mal que
tienen sentido del humor, señora! Vayamos despacio. Cuando lo deje me vengo a buscar
otra silla y si está en condiciones, (acá se produce un intercambio de miradas
que significan ‘el día que las vacas vuelen’) se la cambio.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario