Diálogo de
hospital 6 – con Enfermero
4 a.m.
Salgo al pasillo a estirar las piernas un poco. Recorro el pasillo ida y vuelta
y me estiro todo lo que puedo – pecho, espalda, cintura. Y finalmente tengo la
mala idea de estirar tocándome la punta de los pies. Ahí quedo, sin poder
levantarme y temiendo irme de cabeza al piso. Pongo las manos en la pared y
empiezo a enderezarme como puedo – estilo ‘hombre araña’ para ser más
descriptiva.
E:
“¿Estirando? ¡Y eso que hoy tiene sillón!”
Yo: (En un
susurro y sintiéndome ridícula en la posición que estoy – en L al revés y traste
al pasillo) “Estaba estirando. Ahora sólo quiero tomar la vertical de nuevo,
pero no puedo. Tengo la cintura hecha una piedra.”
E: (Deja el
carrito y me pone una mano en la espalda a la altura de la cintura y la otra en
el pecho justo debajo del cuello) “A ver si la puedo ayudar.”
Yo: “Ya sé
que te tengo podrido, pero esto de estrangularme me parece demasiado.”
E:
(Riéndose) “¡Usted es de las ‘agradables’, ja ja. ¡Pero la de la pieza X es
insoportable!”
Yo: (Siento
cuchillos perforándome la cintura mientras el enfermero me endereza centímetro
a centímetro) “¿La – que – se – que – ja – ba – por – que – el – sue – ro – no
pa – sa – ba – rá – pi – do?” (Bueno, ¡por lo menos todavía puedo separar en
sílabas!)
E: “Sí.
¡Imagínese si la XXXXX (acá viene el nombre de una droga que no puedo recordar
pero sí sé que no puedo pronunciar) pasa rápido! ¡Lo mata al pobre hombre!”
Yo: (Viendo
que el ángulo de mi nariz con la pared ya pasa de 45º a 75º más o menos) “Y… ¡capaz
que eso quería! Porque convengamos que el marido también es insoportable.”
E: “¡Ja ja!
¡Tiene razón! Pero uno tiene que tomar partido siempre por el paciente. Ahora
quieta y trate de no gritar.” (¡A la pelota! ¿Qué va a hacer?)
Yo: “No me
gusta cómo viene esto. Yo _”
No termino la
frase porque siento que mi cintura se vuelve de gelatina después de un dolor
fugaz.
E: “¡Pero
muy bien! ¡Ni lo sintió!” (Tampoco la boludez, querido. Me tomaste de sorpresa
y no tuve tiempo de aullar)
Yo: (Exhalando
lentamente y probando la cintura a derecha e izquierda) “La verdad, me tenés
que enseñar cómo hacer la próxima vez que me pase.”
E: “¡Lo
mejor sería que NO le pase una próxima vez! A no ser que tenga un buen
enfermero cerca. Ja ja.”
Yo: “¡Muy
gracioso! Pero gracias de todo corazón. Ya me imaginaba tener que explicar qué
hacía ‘sosteniendo la pared’ a la enfermera de la mañana.”
E: “Jaaaaaaaaa.
¡Me hubiera gustado ver eso! Bueno, voy a controlar los sueros.”
Yo: “Gracias
de nuevo.”
E: “¡Por
nada! Ojalá los pacientes agradecieran cada vez que los pincho – Ja ja.”
Y se va,
empujando el carrito donde lleva cosas que seguramente a los pacientes no les
gustan. También seguramente cobra un sueldo que no remunera todo el esfuerzo y
conocimiento que su profesión requiere… Pero ya lo dijo Confucio: “Elige un trabajo que te guste y no tendrás
que trabajar ni un día de tu vida.”
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