martes, 25 de octubre de 2016

Diálogo de hospital 1 – con Internado en Sala de Guardia.

Sala de guardia de un sanatorio – puede ser en Santa Fe o en Macondo … no creo que sean muy diferentes…
Son las 22:50 y todo está en silencio en las tres camas ocupadas hasta que …

ISG: “Eh… nena, (y bué) ¿estás despierta? (Esto viene en un murmullo de un señor de 84 años que se quebró la cadera ese día a la mañana y ocupa la cama al otro extremo de la sala)
Yo: (Sin levantar la voz tampoco y acercándome a su cama) “Sí. ¿Necesita algo?”
ISG: “Me está molestando un poco. No me había jodido para nada hasta ahora. No me deja dormir.”
Miro el suero – donde evidentemente le colocaron calmante como para dormir a un elefante, y veo que no está goteando. Y me admiro de la elección de la palabra ‘molestando’ para un dolor que debe ser insoportable. Intenta cambiar de posición.
Yo: “No, no. No se mueva. Le va a doler más. No está pasando el suero. A ver si encuentro el enfermero.” (Salgo y golpeo en la enfermería. Nada. Miro por todos lados y tampoco ‘pesco’ a nadie. Vuelvo a entrar y empiezo a manipular el suero)
ISG: “¿No querés prender la luz así ves bien?”
Yo: “No se haga problemas. No veo nada igual, ja ja.” (Se ríe bajito pero apretando los dientes. Le debe estar doliendo fuerte.)
ISG: (Mientras yo pruebo todo lo que se hacer para que el suero vuelva a fluir) “Ese es un problema que no tengo. Veo de diez para mis ochenta y pico.” (Termina la frase con un quejido quedo y ronco)
Yo: (Tratando de distraerlo mientras sigo atacando el suero) “¿Ah, sí? Pero su hija me dijo que se llevó puesta la mesita de luz y se cayó y se quebró.”
ISG: (Fingiendo indignación) “¡Qué sabe ella si el que se cayó fui yo! El médico me dijo que capaz me quebré y por eso me caí.”
Yo: “¡Ah!” (Logrando que caiga la gotita esquiva) Ya está. En un ratito va a empezar a sentir el efecto del calmante de nuevo. Le queda bastante todavía. Pero va a tener que aguantar un ratito más.”
ISG: “Bueno. Gracias. Pero ya me desvelé.” Intenta incorporarse un poco.
Yo: “No, no. Si quiere le levanto la cama un poquito. Pero no se mueva. Hoy no debería haber tratado de sentarse para comer.”
ISG: (Mientras yo me llevo puestos los pies de la hija que ronca cual tractor y una banqueta que no sé qué carajo hace en la sala mientras me dirijo a los pies de la cama para ‘sentarlo’ un poco) “¿Y qué? Tenía hambre. Me quebré la cadera. ¡En el estómago no tengo nada! Ja ja. Y los fideos con salsa estaban para chuparse los dedos.” (En ese momento mi estómago hace ruido, y me hace acordar que no como nada desde la mañana)
Le subo el respaldo un poco.
Yo: “¿Ahí está bien? ¿Va a poder dormir así?”
ISG: “¡Yo puedo dormirme parado! Si pudiera pararme…”
Yo: “Después que lo operen va a poder pararse, no se preocupe. Trate de descansar porque en cualquier momento viene el enfermero y ¡nos prende todas las luces! Ja ja.”
ISG: “Pensar que mi viejo siempre me decía: ‘Chino, nosotros nos doblamos pero no nos quebramos’. ¡Y mirá cuándo me vengo a quebrar!”
Yo: “Bueno, peor hubiese sido romperse la cabeza y no contar el cuento, ¿no?”
Silencio por unos minutos. Me levanto para volver a mi silla.
ISG: “A veces uno no sabe qué sería mejor… Pero tiene razón. Puedo ser viejo pero no estúpido. Claro que es mejor poder contarla…”
Ahora sí su respiración se hace pareja y en segundos empieza a roncar – acompañando a su hija en el concierto.

Yo voy tanteando mi camino de vuelta a mi silla pensando en la resistencia que tienen los de su generación. 
O quizás sea lo que decía Sófocles: “Los que en realidad aman la vida son aquellos que están envejeciendo.”

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