Diálogo de hospital
1 – con Internado en Sala de Guardia.
Sala de guardia de
un sanatorio – puede ser en Santa Fe o en Macondo … no creo que sean muy
diferentes…
Son las 22:50 y
todo está en silencio en las tres camas ocupadas hasta que …
ISG: “Eh… nena, (y
bué) ¿estás despierta? (Esto viene en un murmullo de un señor de 84 años que se
quebró la cadera ese día a la mañana y ocupa la cama al otro extremo de la sala)
Yo: (Sin levantar
la voz tampoco y acercándome a su cama) “Sí. ¿Necesita algo?”
ISG: “Me está molestando
un poco. No me había jodido para nada hasta ahora. No me deja dormir.”
Miro el suero –
donde evidentemente le colocaron calmante como para dormir a un elefante, y veo
que no está goteando. Y me admiro de la elección de la palabra ‘molestando’
para un dolor que debe ser insoportable. Intenta cambiar de posición.
Yo: “No, no. No se
mueva. Le va a doler más. No está pasando el suero. A ver si encuentro el
enfermero.” (Salgo y golpeo en la enfermería. Nada. Miro por todos lados y
tampoco ‘pesco’ a nadie. Vuelvo a entrar y empiezo a manipular el suero)
ISG: “¿No querés
prender la luz así ves bien?”
Yo: “No se haga
problemas. No veo nada igual, ja ja.” (Se ríe bajito pero apretando los dientes.
Le debe estar doliendo fuerte.)
ISG: (Mientras yo pruebo
todo lo que se hacer para que el suero vuelva a fluir) “Ese es un problema que
no tengo. Veo de diez para mis ochenta y pico.” (Termina la frase con un
quejido quedo y ronco)
Yo: (Tratando de
distraerlo mientras sigo atacando el suero) “¿Ah, sí? Pero su hija me dijo que
se llevó puesta la mesita de luz y se cayó y se quebró.”
ISG: (Fingiendo
indignación) “¡Qué sabe ella si el que se cayó fui yo! El médico me dijo que
capaz me quebré y por eso me caí.”
Yo: “¡Ah!” (Logrando
que caiga la gotita esquiva) Ya está. En un ratito va a empezar a sentir el
efecto del calmante de nuevo. Le queda bastante todavía. Pero va a tener que
aguantar un ratito más.”
ISG: “Bueno.
Gracias. Pero ya me desvelé.” Intenta incorporarse un poco.
Yo: “No, no. Si
quiere le levanto la cama un poquito. Pero no se mueva. Hoy no debería haber
tratado de sentarse para comer.”
ISG: (Mientras yo
me llevo puestos los pies de la hija que ronca cual tractor y una banqueta que
no sé qué carajo hace en la sala mientras me dirijo a los pies de la cama para ‘sentarlo’
un poco) “¿Y qué? Tenía hambre. Me quebré la cadera. ¡En el estómago no tengo
nada! Ja ja. Y los fideos con salsa estaban para chuparse los dedos.” (En ese
momento mi estómago hace ruido, y me hace acordar que no como nada desde la mañana)
Le subo el respaldo
un poco.
Yo: “¿Ahí está
bien? ¿Va a poder dormir así?”
ISG: “¡Yo puedo
dormirme parado! Si pudiera pararme…”
Yo: “Después que lo
operen va a poder pararse, no se preocupe. Trate de descansar porque en
cualquier momento viene el enfermero y ¡nos prende todas las luces! Ja ja.”
ISG: “Pensar que mi
viejo siempre me decía: ‘Chino, nosotros nos doblamos pero no nos quebramos’. ¡Y
mirá cuándo me vengo a quebrar!”
Yo: “Bueno, peor
hubiese sido romperse la cabeza y no contar el cuento, ¿no?”
Silencio por unos
minutos. Me levanto para volver a mi silla.
ISG: “A veces uno
no sabe qué sería mejor… Pero tiene razón. Puedo ser viejo pero no estúpido.
Claro que es mejor poder contarla…”
Ahora sí su
respiración se hace pareja y en segundos empieza a roncar – acompañando a su
hija en el concierto.
Yo voy tanteando mi
camino de vuelta a mi silla pensando en la resistencia que tienen los de su
generación.
O quizás sea lo que decía Sófocles: “Los que en realidad aman la
vida son aquellos que están envejeciendo.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario