miércoles, 29 de enero de 2014

Diálogo con trabajadora rural

Estoy sacando yuyitos en el frente (¿qué otra cosa se puede hacer después de una lluvia y con tiempo nublado?) cuando una señora que va pasando se detiene.

TR: “Hola, doña. ¿Cómo le va? ‘Ta lindo para sacar yuyos, ¿eh?”
Yo: “Ajá. La lluvia ablanda la tierra y es más fácil.”
TR: “¿Por qué no usa hazada? Si no tiene, yo le puedo prestar. Tengo un montón. Cuando carpimos frutilla _”
Yo: “ ¡Ah! ¿Siembra frutilla?” (Sí, lo reconozco, pensando en cultivar una amistad por interés)
TR:  “No, no. Yo trabajado de eso.”
Yo: “ ¡Ah! Dura esa vida, ¿no?”
TR: “Como cualquier otro trabajo, doña. Es cansador pero yo cobro bien.” (¡Bueno! ¡Por fin un empleador como la gente!) “Pero como está todo ahora, ni un buen sueldo alcanza.” (No pienso preguntar qué es un buen sueldo para ella) “Ni dólares se puede comprar ahora, ¿vio? Si lo quiere barato – a $8 – hay que hacer una cuenta de ahorro y qué sé yo qué más” (¿Escuché bien? ¿O lo que estuve viendo las noticias me alteró el cerebro?)
Yo: “¿Cómo?”
TR: “¿No se enteró? ¿No ve la tele?” (Pregunta esto mientras mira el techo de casa, seguramente para ver si tengo antena parabólica – cosa que no tengo)
Yo: “Eh… escuché que los precios de muchas cosas aumentaron, pero _”
TR: “Y  yo que pensaba ir a visitar mi familia en Bolivia y llevarles algo de plata.”
Yo: (Algo aturdida) “¿Tiene familia en Bolivia?”
TR: “Ajá. Mi papá vino de allá. Pero yo soy argentina.” (Lo dice con orgullo, ¿qué tul?)
Yo: “Discúlpeme, pero … ¿le da lo que gana para ahorrar y llevarle plata a su familia allá?” (Otra manera de preguntar: ¿qué carajo hacés comprando dólares?)
TR: “Siiiii. Somos cuatro nomás de familia acá. Y siempre que me sobraba un peso, compraba dólares. Con eso hacíamos la diferencia, ¿vió?”
Yo: (No, no veo, pero en fin…) “Pero hace rato que no se pueden comprar dólares así no más.”
TR: “Y sí. Pero hasta que el ‘blu’ aumentó como loco, yo siempre iba a Santa Fe y le compraba a los ‘arbolitos’.” (No, no. Estás delirando, Adriana.) “¿Ud. no compra?”
Yo: (Sintiéndome una b….da a esta altura). “Eh… nó. Compraba para algún que otro viaje no más.”
TR: (Mirándome casi con lástima) “ ¡Pero doña! ¡Para cuando ahorró para comprar algo, ya le aumentó! Eso me lo enseñó papá de chiquita.” (El padre no era ningún salame – y se ve que aprendió rápido cómo eran las cosas en la argentina)
Yo: (Sintiéndome más extranjera en mi país de lo que se debe haber sentido su padre) “ Y sí.”
TR: “Bueno. Si quiere una hazada, pídame. Paso todos los días por acá.” (¡Tanta lástima me tiene! O capaz que piensa que ahorré para comprar una y la inflación desbarató mis planes.)
Yo: “Muchas gracias, pero tengo.”
TR: “Ah. Bueno. Buenas tardes, y que siga bien.”
Yo: “Ud. también.”


La veo alejarse con el típico andar de quien usa una hazada más de 4 horas al día – mi abuelo caminaba así. Pero mi abuelo no compraba dólares para defenderse de la inflación. Tal vez no había en su época… Aunque… ahora que lo pienso, el abuelo no confiaba en los bancos y ponía la plata – a veces lo de una cosecha – en el colchón. Las cosas no han cambiado tanto desde aquella época, parece.

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