miércoles, 4 de mayo de 2016

Diálogo con Jubilada Gestora

Me siento a esperar mi turno en dependencia pública. Tengo por lo menos una hora de espera, así que me acomodo como puedo con todos los papeles que tengo en la mano, rogando que no me falte nada para el trámite.

JG: “Buen día. Parece que vamos a estar un rato acá, ¿no?” (Esto viene de una señora  de unos 70 y tantos que está sentada a mi lado)
Yo: “Y, sí.”
JG: “(Señalando la parva de papeles en mi falda) Por lo que trae, va a estar un rato más después que la atiendan.”
Yo: “Y, sí. Y espero poder ‘plantar el arbolito’” (Uso la referencia con toda tranquilidad porque dado la edad de la Sra., seguro vio el sketch de Joe Rígoli)
JG: “Ja. Ja. Tal cual. Pero se va a perder toda la mañana acá. ¿Por qué no usa un gestor? O, mejor, una gestora.” Y me pasa una tarjetita escrita a mano – con escritura elegante y  totalmente legible, adquirida seguramente en escuela pública de principios de siglo pasado - donde figura su nombre y teléfono bajo el encabezamiento ‘GESTORA’.
Yo: (Tratando que no se me note la sorpresa) “¿Es gestora?” (Se ve que se me notó igual)
JG: “Ja, ja. Todo el mundo pone esa cara. Cuando me jubilé, la familia me empezó a pedir que les pague esto, haga este trámite, les lleve papeles acá y allá…. ¿Vio que la gente cree que porque uno está jubilado necesita ocuparse en algo? Bueno, creyeron que con eso me hacían un favor. Y la verdad que sí. Ahora de eso vivo.”
Yo: (Cada vez más sorprendida) “¡Ah!”
JG: “Con lo que le cobro a la familia y los demás clientes, más la jubilación, vivo bien y no tengo que pedirle ayuda a mis hijos, ¿vio?” (Bueno, es una manera de verlo. No les pide ayuda a los hijos porque en realidad ella les cobra por SU ayuda. ¡Una genia!)
Yo: “¿Y cuánto saldría, por ejemplo, si me hiciera este trámite?”
JG: “Y, yo cobro por el tiempo que me llevaría y la cara del cliente, ja ja” (¡Ah, bueno!) Mira los papeles que tengo. “Y, mire, tendría que cobrarle solo el tiempo de espera acá, porque tiene todo lo que necesita. Ja ja” (Bueno, ¡Espero que sea cierto!)
Yo: “¿Y por ‘la cara del cliente? Ja, ja.”
JG: (Mirándome de arriba abajo) “Hmmm.  Seguro es jubilada… papeles de una asociación civil sin fines de lucro … ¡tendría que trabajarle gratis, jaja. No me conviene, ja ja.” (Bueno, elijo entender que es por lo de ‘asociación civil sin fines de lucro’ más que ‘por la cara del cliente’)
Yo: (Riéndome) “¿Y no se cansa de andar todo el día?”
JG: “No. Los ‘chicos’ de …(acá nombra numerosas reparticiones públicas) ya me conocen y saben que voy por gestorías. Pero si estoy cansada, cuando llaman mi número, les hago señas y  dejo pasar el turno para aprovechar el asiento  y le darle respiro a los pies. Cuando estoy lista me levanto y ahí me atienden.”  (Insisto, ¡es una genia!)

En ese momento llaman su número y, aparentemente habiendo pasado el tiempo de su ‘descanso’, se levanta y coloca una pila de carpetas sobre el escritorio de un Sr. que la saluda como si fuesen amigos de toda la vida.  Cuando termina sus trámites (y sí, plural) me saluda con la mano y me desea suerte.

Yo sigo esperando mi turno y pienso en el refrán “El que espera, desespera”. Creo que la JG cambiaría el dicho por “El que espera, su tiempo remunera”

martes, 3 de mayo de 2016

Diálogo con Joven Celu-Dependiente
Subo al cole en el centro y me siento al lado una chica de unos veintitantos, quien usando solo los pulgares, recorre lugares de su celular a una velocidad que me deja con la boca abierta. De pronto…

JCD: “Disculpe, Sra. ¿Este cole me deja en General Paz y Delgado?”
Yo: “Si. Más o menos por General Paz al 5000.”
JCD: (Sin levantar los ojos que ya volvieron al celular) “Eh… ¿Qué 5000?”
Yo: “Lo que quiero decir es que Agustín Delgado es perpendicular a General Paz a la altura 5000 más o menos.” (No termino de decir ‘perpendicular’ y veo que sigue sin entender, pero por lo menos levanta la vista)
JCD: “¡Ah!  ¿Corre así?” (Y con la mano señala sur-norte)
Yo: “No, no. General Paz corre de norte a sur. Agustín Delgado corre de este a oeste.” (Y por las dudas, aunque sintiéndome una estúpida, acompaño la explicación con el movimiento de mano correspondiente)
JCD: “¡Ah! Es que nunca entiendo eso del norte, sur, este y oeste, ¿vió?” (¿No sabrá la frase ‘puntos cardinales’?) “Capaz me pierdo.”
Yo: “Pedile al chofer que te avise.” (Y no puedo evitar entonación de ‘es obvio, ¿no?’)
JCD: (Con la vista nuevamente en la pantalla del celu que parece tener vida propia) “No. No. Va a pensar que soy una idiota.” (Bué, para mí, ¡idiota sos si te arriesgás a bajar en cualquier lado por no preguntar!) “¿Ud. no se baja por ahí cerca?”
Yo: (¡Ah, no! Ni te pienso decir que me bajo dos cuadras más delante de donde vos vas. ¡A ver si reaccionás, che!)  “No. Pero… eh … disculpame, ¿por qué, ya que tenés el celu ahí, no buscás en el mapa de la ciudad?”
JCD: “Eh… ¡no se me había ocurrido!” (¡Ay! ¡Y yo que me enojaba con los alumnos cuando me preguntaban un significado aunque tenían el celular sobre el banco y ni se les ocurría usarlo para eso!)
La dejo tranquila mientras mueve los pulgares furiosamente sobre el celular.
JCD: “Ya está. Acá la encontré.” (Casi, casi, me sale un ‘¡Pero qué bien!’ Pero solo sonrío y ella vuelve a la música, las fotos, el Facebook, los mails… Salta de una cosa a otra de tal manera que dejo de mirar porque me marea)
Yo: (Viendo que el cole ya toma General Paz y la JCD sigue sin mirar por dónde anda) “Eh…ya estamos en General Paz.”
Asiente, pero sus ojos – y oídos – siguen en el celu. Me prometo a mí misma no avisarle que se tiene que bajar – por salame, pero a dos cuadras de Agustín Delgado…
Yo: “Me parece que estamos llegando a donde te tenés que bajar.” Pero no me escucha – y por la manera en que sacude la cabeza, está tan metida en el video clip que está viendo que no me va a escuchar aunque le grite, así que le toco el brazo, me levanto para darle paso, y le señalo la puerta.
JCD: (Levantándose como un rayo) “¿Acá? ¿Ya?” (Y pasa, hecha una exhalación, hacia el fondo para bajarse)

No quiero ni mirar para dónde va – y solo espero que tenga dos neuronas libres que le digan que no puede cruzar la avenida concentrada en el celular…

lunes, 25 de enero de 2016

Diálogo con Mi Otro Yo ( Y, sí, hoy tenía que aparecer después del ‘episodio’ con la pala)

Estoy sentada en un sillón a la sombra de la acacia y colocándome hielo en el ojo cuando…

MOY: “¡Hola, hola, hola!”
Yo: (Con el entusiasmo de alumno que saluda la mesa de examen) “Hola. Qué milagro que apareciste”
MOY: “Milagro es que no te sacaras el ojo derecho. Bueno… pensándolo bien, ¿para qué lo querés, no?
Yo: “Mirá, me duele el ojo, tengo un corte en la ceja, y se me está hinchando la parte de arriba del ojo … O sea, ¡desaparecé!”
MOY: “El arco superciliar derecho.”
Yo: “¿Eh?”
MOY: “El lugar donde tenés esa ‘bolsa’ que va tomando los colores del arco iris es el arco superciliar derecho. Lo ‘googlié’.”
Yo: “Vos sí que estás al reverendo … eh … gas, ¿no?”
MOY: (Sin darme cinco de bolilla) “¿Vos me querés decir qué hacías con la pala de hierro? Aparte de casi partirte la cabeza, claro.”
Yo: “Estaba tratando_”
MOY: (Interrumpiendo como es su costumbre) “¿De autoagredirte? Mirá que tenés otros episodios, ¿eh? ¿Te acordás cuando le pegaste el frentazo a la silla de algarrobo? Si te querés suicidar, ¿por qué no seguiste con la docencia?”
Yo: (Acomodando la bolsita de hielo) “Voy a ser grosera: me tenés hinchadas las _”
MOY: “EL – no LAS – el arco superciliar derecho tenés hinchado – es más, me parece que te está sangrando la ceja de nuevo.”
Yo: (Me paso el dedo por el lugar indicado y, efectivamente, está sangrando) “Vos me hacés subir la presión y por eso me sangra de nuevo. ¡Haceme un favor y llamate a silencio!”
MOY: “Yo me llamaría  a silencio. Pero alguien te tiene que decir que dejés de hacer boludeces.”
Yo: “¡Y apareció tu palabra preferida!”
MOY: “No. Mi palabra preferida es ‘boludez’. Pero ya que me lo pedís, lo que hiciste fue una BO-LU-DEZ.” (¡Y se le nota el tono de satisfacción a la muy HDP!)
Yo: “¡Dejate de JO-DER! ¡Sos más pesada y pegajosa que el calor que hizo hasta ayer!”
MOY: “¡Ah! ¡Ya sé! ¡La gotita! ¿Viste que a los boxeadores cuando les hacen un corte les ponen la gotita?”
Yo: “La gotita te pondría yo a vos en la boca para no tener que aguantarte.”
MOY: “Está bien. Si no querés consejos…. pero acordate: ‘lo que la gotita pega, nada nada lo despega. Jaaaaaaaaaaaaaaaaaaa”
Yo: “¿Te podés ir a la Mier….?”
MOY: “Como nó. Vuelvo a tu cerebro entonces. Pero yo que vos dejo de tratar de sacar esos yuyos con la pala de hierro. Acordate lo que decía Miguel de Unamuno: “El modo de dar una vez en el clavo es dar cien veces en la herradura”. No creo que tu cráneo resista cien golpes con la pala, ¿vió?”


Ya sé que lo he dicho muchas veces, ¡pero que es una HDP, ES una HDP!

martes, 29 de diciembre de 2015

Diálogo con Vecina (la de la quinta)

Diluvia en El Leyes, así que decido cambiar el foco del farol de la cochera. Creo que con esta lluvia no corro riesgo que la vecina aparezca ….. ¡Eeeeeeerror!

V: (Pasando por el portón cual rayo) “¡Hola! Permiso.” (¡Ya estás adentro!)
Yo: (Girando en la escalera sin bajar ni un escalón) “Hola. ¿La agarró el agua camino al kiosco?” (Siempre que llueve y aparece usa la misma excusa – aunque el kiosco queda para el otro lado.)
V: “No, no. ¡Pero qué otra cosa se puede hacer con esta aguacero más que charlar con alguien?” (¡Ah, bueno! ¡Y yo saqué el premio mayor por estar cerca y a la vista!) “Y… yo tengo cosas para hacer – como esto.” (Señalo el farol)
V: “Y lo va a tener que limpiar también. Mire la mugre que tiene.” (¡Pero y LPM! ¿No querés limpiarlo vos?)
Yo: “Y… sí. Se junta suciedad cuando uno no viene seguido.”
V: “Y también se juntan novedades. ¿Sabe que ……….?” (Acá larga la catarata de ‘novedades’ mientras yo procedo a pasar un trapito por el farol deseando que más de una telaraña aterrice en su cabeza) “¡¿Qué me dice?!” (Entonación que implica ‘¡decime si no son noticiones!)
Yo: “Veo que pasó de todo este tiempo” (¡Qué quieren que diga!)
V: “Hablando de otra cosa – (¿más novedades? ¡Ay!) ayer a la noche – tarde – ví que paró una camioneta en su portón ….” (Ni pienso completar  los puntos suspensivos – ganate la info)
Yo: (Aparentemente concentrada en la limpieza del farol) “Aja.”
V: “Y se bajaron dos muchachos con un bulto. No vi bien porque Ud. no tenía prendida la luz de la cochera.” (¿¿¿¿¿Por qué creés que estoy cambiando el foco?????)
Yo: “¿Un bulto? (Casi, casi, le digo que si eran dos muchachos ¡deberían haber sido dos bultos! Pero me freno a tiempo)
V: “Sí. Y como siempre su primo sabe pasar a saludarla, pensé que era él - pero esta era una camioneta…” (¡Y dale con los puntos suspensivos!)
Yo: “No. Mi primo no cambió el auto.” (Es este momento logro quitar una telaraña que parece nido de loro, y lo tiro en dirección de la vecina.) “¡Ay! ¡Perdón!” (Y giro para darme el gusto de verla quitarse la telaraña del coco – pero a ésta le podés tirar con una yarará que seguro se la enrosca en el cuello y sigue procurando información)
V: “Entonces no era su primo.” (No es una pregunta – es una afirmación. Paradójico que cuando esto sucede uno se ve impelido a dar una respuesta.)
Yo: (Bajando de la escalera con la parte de vidrio del farol en la mano) “No. Era el gas. Se me acabó el tubo ayer.”
V: (Con clara desilusión en la cara) “¡Ah! ¿Y tan tarde se lo trajeron? Porque el que me lo trae a mí reparte hasta las siete no más” (Sí, y seguro te lo trae siete menos cinco para no tener que soportarte más de lo necesario)
Yo: “Si quiere le doy el número de los muchachos. Y ahora tengo que ir a lavar esto….” (A ver si te das cuenta que me voy adentro)
V: “Bueno, después se lo pido. Vaya no más – limpiar eso le va a llevar toda la mañana. (Ésta no aprende, che.)
Yo: “Capaz que sí. Bueno, la dejo.”
V: “Yo tengo que ir a ver qué cocino. Después seguimos charlando.” (Con estas palabras – que hace que suenen como que ella terminó la conversación – parte bajo la lluvia)


Yo entro y pienso que no sé si es buena idea cambiar el foco después de todo…..

martes, 6 de octubre de 2015

Diálogo con ecografista (Y, sí, tenía que ir antes que se me venciera la orden del traumatólogo) que estaba … eh … en un mal día.

Escucho mi nombre y entro en el consultorio donde un muchacho de unos treinta y tantos está leyendo la orden para el estudio.

Yo: “Buen día.”
E: (Sin levantar la vista de la orden médica) “Buen día, Adriana. Dejá tus cosas en la silla. (Calculo que el tuteo viene del hecho que no me miró todavía) Y sacate todo de la cintura para arriba menos el corpiño.” (Bueno, bueno)
Yo: “Disculpame, pero que yo recuerde de lo que estudié en la secundaria, de la cintura para arriba tengo el torso. Y yo vengo por la cadera.” (Mientras hablo levanta la vista y se le cae la mandíbula un poco.)
E: (Después de haber mirado la orden nuevamente y poniéndose colorado) “¡Mil perdones! Eh… yo… Fue un error… eh…”
Yo: (Como su incoherencia e incomodidad van en aumento, decido cortar la cosa) “No hay problemas. La verdad, no sé cómo ves algo en esta penumbra. Y si tuviese 20 años menos, podría sospechar que fue a propósito, pero ahora sólo se me ocurre que necesitás más luz o anteojos, ja ja.”
E: (Se ríe y se distiende un poco) “Bueno, entonces va a ser de la cintura para abajo. Subí a la camilla (el tuteo no se va, parece) y girá hacia la pared, dándome la espalda.” (¿Este muchacho tiene algún problemita?)
Yo: “Eh… mirá que la orden dice cadera, pero lo que quiere ver el médico es este ‘huevo’ que tengo acá.” (Y señalo la parte delantera de mi cadera derecha. Y vuelve a mirar la orden)
E: (Con brillo en la frente que interpreto como transpiración) “¡Debe pensar que es mi primer paciente! Pero el problema es que es la número 36 del día de hoy. No es excusa, por supuesto. Ya ni sé lo que leo. Encima hoy cuando venía para acá temprano me chocaron.” (Mientras habla me coloca el gel en la zona a ‘explorar’) ¡Un estúpido me agarró en la bocacalle cuando yo ya estaba pasando!” (Me parece que la bronca se traslada al brazo y en vez de pasar el aparatito, lo está apretando, así que me muevo un poco) “Quedate quietita.” (¡Yo me quedo ‘quietita’ si vos dejás de asesinarme el ‘huevo’!)  
Yo: “Lo que pasa es que siento la presión.” (¡Y agradecé que no agrego ningún otro epíteto!)
E: “¡Uy! Disculpame. Bueno, esto no es nada grave.” (Menos mal, ¡pero en cualquier momento salgo con el ‘huevo’ perforado!). Y luego procede a darme el mismo diagnóstico que el traumatólogo.
Yo: “¡Qué macana! Y yo que le hinché los quinotos al traumatólogo para que me haga la ecografía.”
E: (Riéndose) “Bueno, pero ahora te podés quedar tranquila. Eso sí, no dejés que te corten. Estas cosas vuelven a aparecer. Y mientras no te duela…”
Yo. (Repitiendo lo que le dije al traumatólogo) “Sí, claro, pero eso de andar por la vida con una huevo en la cadera ….”
E: “Pero si apenas se nota – a pesar que es uno de los más grandes que he visto – 6cm por 6cm.”
Yo: “Bueno, ¡por lo menos es parejito!”
E: (Vuelve a reírse y me dice cuándo buscar los resultados) “Que tengas muy buen día. La verdad, me cambiaste el humor. Gracias.”
Yo: “Por nada. Y que tengas buen … resto de día.”

Salgo y bajo por las escaleras pensando en lo que me voy a tener que bancar del traumatólogo cuando le lleve el estudio. Pero, como dijo Sir Francis Bacon, “si comienza uno con certezas, terminará con dudas; más si se acepta empezar con dudas, llegará a terminar con certezas.” ¡Aunque para esto haya que hacerse una ecografía y cambiarle el humor al ecografista!

jueves, 3 de septiembre de 2015

Diálogo con colectivero … (Y sí, algunos de ellos ‘me charlan’ también)

Estoy cerrando la puerta de casa cuando veo que viene el cole– bah, está parado detrás de autos de padres que traen chicos a la escuela de la cuadra y se estacionan en doble y triple fila.
Finalmente subo.

Yo: “Buen día.” (Siempre saludo cuando subo al cole – aprendizaje de infancia que no se va – y me dirijo a la máquina expendedora de boletos)
C: “Debe tener paciencia de santa para que sean ‘buenos días’ con estos HDP que tienen que bancarse todos los días” (Inferencia 1: me vio salir de casa y sabe que vivo en la esquina. Inferencia 2: está podrido de tener que esperar que los padres de los angelitos se decidan a darle lugar para que pase. Inferencia 3: si él está podrido – que pasa por acá cada tanto – presume que yo estoy podrida al cuadrado.)
Yo: “Ja ja. Cada vez está peor, ¿no?” (¡Ay! ¿Por qué no me callo la boca?)
C: (Justo cuando amago a ir para el fondo del cole – que está casi vacío) “¡Se creen dueños de la calle! Si a mí se me cae un pasajero cuando sube o baja, es mi culpa. Si no cumplo el horario, es mi culpa, si llego a tocar a alguno de estos boludos, es mi culpa. ¿Y a éstos, eh? ¿Dónde están los zorros, eh?” (Para no parecer maleducada, me quedo paradita donde estoy, boleto en mano y le sonrío al espejo. ¡EEEEEErrrrrorrrr! Porque la catarata verbal sigue) “Siéntese ahí no más.”
Yo: (Intentando escape delicado) “Eh… pero éste es para discapacitados.”
C: “¡Discapacitados son esos!” Cambia la expresión deíctica de ‘éstos’ a ‘esos’ porque ya hicimos como dos cuadras) “¿Pero qué se creen? Uno está laburando, carajo.” (Y mira por el espejo – señal que espera respuesta de mi persona – que ya está instalada en el mencionado asiento.)
Yo: “Y, el estacionamiento donde hay escuelas siempre es … eh … difícil.”
C: (Cruzando la vía nada delicadamente) “¡Es un quilombo! Y cuando le decís algo, sos un ‘grosero’, pero ellos te pueden putear sin problemas. Estoy RE-PODRIDO.” (No es el momento para decirle que eso quiere decir ‘podrido dos veces’)
Yo: “Debe ser estresante manejar un cole.” (¿Y qué quieren que diga?)
C: “Naaaa. Lo estresante es no poder tirárselo encima a giles como esos. Ja ja.” (Eso, hermano, apelá al humor, así aflojás un poco la pata del acelerador – sobre todo en los lomos/lomas de burro – el diccionario no se decide por una de las expresiones)
Yo: “Bueno, menos mal que hay partes del recorrido que deben ser más tranquilas.”
C: “Seee. Pero son muchos menos de los que te dan ganas de matar a alguien, ja ja.” (Bueno, ya parece irse relajando, pero por las dudas no hago comentarios)
Yo: “Ja, ja.”
C: “Yo le erré al laburo. Tendría que haber sido zorro. Le puedo asegurar que, o mejora el tránsito, o la Municipalidad se llenaría de plata. Ja, ja.” (Tiemblo de solo pensar en este C como ‘zorro’)
Mantengo el silencio por unos minutos y me paro para bajar. Cometo el error de hacer medio paso hacia la puerta delantera
Yo: “Bueno, en la próxima me bajo. Que te sea leve el resto del turno.”
C: “Ah, no, no, Sra. Baje por la puerta trasera – ¡a ver si me hacen una multa!” (También te la podrían haber hecho por hablar mientras manejás, ¡y LPQTP!)
Yo: “Cierto. Claro. Chau.” (Y retiro mentalmente los buenos deseos anteriores)
C: “Cuidado cuando baje – mire que si se cae…”
Yo: “Sí, ya sé. Va a ser tu culpa.”


Recorro el pasillo y bajo sin incidente/accidente. Y pienso en aquella frase de Séneca: “Sin razón se queja del mar quien otra vez navega.”

viernes, 14 de agosto de 2015

Diálogo con Conciudadana In-so-por-ta-ble.

Subo al cole en el sur de la ciudad y solo encuentro un asiento al lado de una señora que está leyendo un libro. Mi viaje no debe tardar más de 15 minutos, así que me dispongo a pasarlos mirando los mensajes y mails en el celu. De pronto…

CI: “¡Qué clima de porquería, ¿no?!” (Giro la cabeza y veo que guarda el libro en la cartera – señal de ‘estoy lista para charlar’)
Yo: “Si.”
CI: “¡Y mire la suciedad en las calles! ¡Qué sucios son los santafesinos!” (Primero: ¿qué relación pretende establecer entre clima y suciedad callejera? Y segundo: ¿Uds. cómo entenderían esa última exclamación? Yo también entendí eso – y metí la pata.)
Yo: “¿De dónde es?” (Evitando expedirme sobre el estado de limpieza de las calles)
CI: “¡¿De dónde voy a ser?! De acá.” (¡Podrías haber dicho ‘somos’ entonces!)
Yo: “Eh… como dijo_”
CI: “Yo no ensucio la vía pública.” (O sea: para lo negativo no pertenezco a  esta ciudad’. Miro para ver si no hay un asiento más al fondo, pero nada. Aguantá, Adriana, aguantá) “¿Y se fijó el olor que hay arriba de este ómnibus? ¡No sé por qué no me tomé un taxi!” (Eso digo yo, ¡cómo no te tomaste un taxi! ¿Y quién dice ‘ómnibus’ hoy en día?)
Yo: (Tratando de cambiar de tema) “¿Qué está leyendo?”
CI: “Ahora no estoy leyendo.” (Tono de ¿sos tarada? ¿No te diste cuenta que ahora estoy hablando con vos?) “Estaba leyendo hasta que ud. se sentó.” (¿Esta es o se hace?)
Yo: (Apelando a mi sentido del humor) “Ja, ja. Sí, veo a pesar de este ojo – y señalo mi pobre ojo derecho)
CI: “¿Ud. es de los que se ríe de sus defectos? Nunca entendí la gente así.” (¿Le pego o utilizo el lenguaje para contestar? Verbalicemos – aunque no da la misma satisfacción.)
Yo: (Tratando que el sarcasmo sea más que claro) “Ese es el problema de la gente que no tiene defectos.” (Veo que la chica que está parada al lado de mi asiento trata de contener la risa y me sonrío)
CI: “Debe ser eso.”  (¡Ah, bué! ¡Y para colmo el cole va a paso de tortuga porque el tránsito está re cargado! Me concentro en el celu como manera de decir ‘acá se terminó la conversación’) “¿Qué hace? ¿Mira mensajes?” (Ya sé por qué no tomó taxi – ¡para mí los taxistas la conocen!)
Yo: (Levantando la vista) “‘Estaba’ mirando eso.” (Énfasis en ‘estaba’ como para que hasta una ameba entienda y creo que no necesito terminar la oración. ¡Error!)
CI: “¡Ah! ¿Se le cortó internet? ¡Odio cuando eso me pasa!”
Yo: “Uhm” (Sigo con la vista fija en el celu – bueno, el ojo izquierdo está ahí; el derecho mira la cartera de la CI para ver si saca el libro y hay silencio por unos minutos)
CI: “Bueno, la voy a molestar para bajarme.” (Querida, molestás mucho más estando acá – encantada de darte lugar para que desaparezcas)
Yo: “Como no.” (Y me levanto controlando mis pies para que no se les ocurra darle un pisotón)
CI: “Hasta luego. Y mucho gusto.” (¿Mucho gusto de haberle roto la paciencia?)
Asiento con la cabeza y vuelvo a sentarme – esta vez del lado de la ventanilla.


El cole se detiene  y miro por la ventanilla para asegurarme que la CI se baje. Respiro hondo al constatar que esto sucede.  Miro el cielo y pienso en alguna cita o frase célebre que describa  a la CI, pero no se me ocurre ninguna hasta que el cole agarra un pozo, nos hace saltar y escucho a muchos pasajeros mascullar un “¡Y la PMQTP!”  No lo habrá dicho un filósofo, un literato, u otro célebre personaje, ¡pero es justo lo que pienso!