viernes, 9 de enero de 2015

Diálogo con Médico/Mecánico o vecino desconocido (Nueeevamente hago la salvedad que acá son todos vecinos) Y van….

Estoy utilizando mi tiempo para la exploración del estado denominado  ‘ocio creativo’ (léase ‘sentada con los pies apoyados en el tronco de la acacia’) cuando alguien golpea las manos en el frente. Hacia allá voy pensando que puede ser la vecina, pero me encuentro con un Sr. que viste un overall azul y exhibe manchas de grasa por todos lados.

M/M: “Disculpe, Sra. ¿Podría darme una botella de agua? Se me recalentó la porquería.” (Señala un auto viejo que reconozco – apenas  – como un ¡Peugeot 404! (generaciones jóvenes dirigirse a Google para saber cómo era)
Yo: “Claro. Ya le alcanzo.” (Le llevo cuatro botellas porque con una no va a hacer nada)
M/M: “Muchas gracias. Hace una semana que peleo con este monstruo. Pero no me va a ganar. Lo voy a hacer andar quiera o no.”
Yo: (Mirando el motor a distancia prudencial porque acaba de destapar el radiador y éste bufa como toro embravecido) “Yo que Ud. le digo al dueño que no tiene solución.” (¿Por qué tengo que abrir mi bocota?)
M/M: Se larga una carcajada mientras el radiador acompaña con un ‘glu, glu, glu’ como si fuese hombre perdido en el desierto que encuentra un oasis. “¡Se lo digo todos los días! Es mío. Y no sabe cómo le agradezco que haya pensado que soy mecánico – en una de esas éste (por el auto) lo cree también. Ja. Ja.”  Me extiende la mano pero la retira cuando ve que tiene grasa en cada uno de los dedos. “Soy el Dr. XX. Tengo la quinta a unos kilómetros de acá. Y éste (de nuevo señala el auto) es ‘Pecu’ – por Peugeot 404 – mi hobby de vacaciones.” (El radiador sigue borbotando)
Yo: “¡Ah!” (¿Qué otra cosa puedo decir después de meter la pata hasta el cuadril?) “Mucho gusto. Adriana _” (No llego a darle mi apellido)
M/M: “La profesora de inglés. Sí. Ya sé. Vio que acá nos conocemos todos.” (Esto en realidad aquí significa ‘alguien me dijo que Ud. es profesora de inglés’)
Yo: Me río. “Si, acá todos se enteran de todo, ¿no?” (Y sin poder evitarlo le miro las manos nuevamente)
M/M: “No se preocupe. No soy cirujano. Ja. Ja” (¡Ni que me leyera la mente!) “Muchos piensan que éste es un entretenimiento raro para un médico, pero es lo único que me saca el stress de todo el año. ¿Ud. qué hace para desenchufarse en vacaciones? Porque siendo docente ….”
Yo: (Muy contra mi voluntad voy a tener que dar información que seguramente será agregada a mi currículum) “Ahora jubilada. Pero lo mío es cortar el césped, podar, limpiar la pile.”
M/M: “Actividad física. Muy bien. La mente se pone en blanco y el cuerpo se encarga de la descarga.”
Yo: (Sonriéndome por las dudas meta la pata de nuevo) “¿Psiquiatra?”
M/M: (Se ríe) “No, no. Gastroenterólogo. ¡No sabe las ‘úlceras docentes’  que veo! Ja. Ja.”
Yo: (Bueno, aprendí que hay una categoría de úlceras con nombre de profesión. Después de todo si existe ‘el codo de tenista’….) “Me imagino.”  (Utiliza la última botella de agua y el radiador de ‘Pecu’ parece haberse apaciguado) “Bueno, si necesita algo más,  avise.”
M/M: “Muchas gracias. Pero creo que ya está. Ahora sólo voy a esperar un rato – va a arrancar  cuando quiera el muy HDP – es muy temperamental.”
Yo: (Ya cruzando el portón) “A lo mejor necesita un buen antiácido. Ja, ja.”

El M/M se ríe y me saluda con la mano.

Una vez acomodada en el sillón con los pies en el tronco de la acacia nuevamente,  reflexiono sobre esto de la personificación de cosas inanimadas. Recuerdo  haber estudiado que es una característica de los niños… Bueno, tal vez las vacaciones de los adultos sean para eso – dejar salir al niño que puede haber sobrevivido a la adultez.

miércoles, 31 de diciembre de 2014

Diálogo con Mi Otro Yo …. ¡Ay!

Recién levantada voy bajando la escalera cuando mi cabeza registra un murmullo interno que se convierte en grito.

MOY: “¡BAAAA-LAAAAN-CEEEE! ¡BA-LAN-CE! ¡BA-LAN-CE!”
Yo: “¡Pará! Me vas a destrozar los oídos – y de adentro hacia afuera! ¿Qué querés?”
MOY: “Tu sordera va in crescendo, che. ¿No escuchaste? Quiero que hagas un balance de este año que se va.”
Yo: “Yo estaré más sorda, pero vos estás cada día más tarada.”
MOY: “Pará que anoto en la columna ‘débito’: ‘aumento de sordera e irritabilidad’. ¿Tenés algo para la columna ‘crédito’?”
Yo: “No pienso seguirte la corriente.”
MOY: (Por supuesto sin registrar lo que digo) “Por ejemplo, ¿Hiciste nuevas amistades este año?”
Yo: “Eh….”
MOY: “No, claro que no. Eso va a débito también”
Yo: (Y ya me enganchó la muy HDP)  “¿Por qué a ‘débito’? Yo tengo mis amigos y si no se da el hacer nuevos amigos, no se da.”
MOY: (Haciendo oídos sordos nuevamente) “¿Dónde pongo lo de la jubilación? ¿Crédito o débito?”
Yo: “¿Sabés que me tenés podrida, no?”
MOY: “ Yo diría que por una parte es un logro… y por otra una cagada.”
Yo: “¡Y tenía que aparecer tu vocabulario excelso! Mirá, voy a dedicarte unos segundos para explicarte que lo que pasa en la vida no se puede volcar en un ‘balance’ como el que vos querés. Cada experiencia tiene algo positivo y algo negativo.”
MOY: “¡Ah, claro! Entonces no se puede hacer un balance real. O sea, querés esquivar catalogar lo que te pasó este año. ”
Yo: (Pienso una vez más: ‘Quieeeeeero operaaaaaarme de ti’ – pensamiento que viene acompañado de melodía de vieja canción) “¿Por qué no hacés VOS un balance de TU año, eh?
MOY: “Lamentablemente mi año está atado al tuyo. Y fue A-BU-RRI-DO. En realidad esto del balance es para hacerte pensar un poco. Ya ni boludeces pensás. En cualquier momento empiezan a morir neuronas a mi alrededor por falta de ejercicio.”
Yo: “Mirá, no sé cómo no se mueren más teniéndote a vos cerca. Sos lo que hoy en día se llama ‘un ser tóxico’.”
MOY: (Sin inmutarse) “¡Ah! Pero sin los ‘seres tóxicos’, cómo sabrías que hay otros seres que no lo son, eh?”
Yo: (¿Qué hago un 31 de diciembre bancándome esto?) “No voy a entrar en esta discusión. Es el último día del año. ¿Vos no tenés una pizca de amabilidad, de sosiego, de cordialidad, benevolencia_?”
MOY: “Ya entendí. Ya entendí. Ahora te voy a dejar – pero sólo porque tengo que ‘googliar’ todas estas palabras que usaste.” (¡Ay! Y serán usadas en mi contra en algún momento) “Pero voy a volver – agradecé que no te pedí que hicieras resoluciones de año nuevo.”
Yo: “La verdad, te agradezco que desaparezcas tan rápido.”
MOY: “ Y, si no se puede tener una conversación medianamente inteligente con vos….”
Yo: “Feliz año nuevo para vos también.” (Juro que no utilicé entonación irónica)
MOY: “¡Ay! ¡Qué conmovedor!” (Sarcasmo al cuadrado. ¡Es una reverenda HDP!) “Feliz año para vos también y, solo para evitar aburrirme el 2015, me voy con una cita de tu amado Oscar Wilde: ‘Lo menos frecuente en este mundo es vivir. La mayoría de la gente existe, eso es todo’. Quedate tranquila que yo siempre voy a estar para que no te pase lo segundo.”


Y se va sin más. Y yo pienso que, muy a mi pesar,  MOY también es algo que podría ir en las dos columnas: débito y crédito.

lunes, 29 de diciembre de 2014

Diálogo con Sra. ‘parlemitana’ (gentilicio que, debo reconocer, no tenía idea que existía)

Estoy fumándome un puchito en la vereda en Palermo, Bs. As., cuando veo una Sra. de edad avanzada que viene hacia mí paseando un perrito Pug. Impecablemente vestida y maquillada, y a pesar de ayudarse con un bastón para caminar, podría ser tomada como miembro de la realeza inglesa – quisiera yo tener ese porte.

El Pug pasa a mi lado y luego gira violentamente, casi arrastrando a la Sra., y me olfatea las zapatillas.
Sra.P: “¡Ay! ¡Mil perdones! No sé qué le pasa. Por lo general es muy educado.” (Dice esto mientras tira de la correa con tan poca fuerza que no creo que el Pug se dé por enterado que tiene que dejar de olerme las zapatillas)
Yo: “No hay problema. Seguramente siente olor al perro de mi hija.” (El Pug me mira como diciendo ‘¿Y dónde está que quiero jugar?’)
Sra. P: “¡Ah! Con razón. No es de tener este tipo de comportamiento. ¿Ud. vive en este edificio? Disculpe la pregunta pero cómo no la he visto antes…” (Vecinas son vecinas – en Palermo o en El Leyes)
Yo: “No. Vine a visitar a mi hijo que vive acá.” (Señalo el edificio)
Sra. P: “¡Ah! No pudo elegir mejor lugar para vivir. Yo que soy Parlemitana – nací en Palermo - ¿Puede creer que donde está aquel edificio estaba mi casa paterna?”
Yo: (Sin poder evitarlo) “¿No me diga?”
Sra. P: “Sí. Ahora tengo un piso ahí. Pensar que en esta calle me enamoré por primera vez.” (¡Ay! Miro al Pug que parece saber lo que viene porque ya se echó a los pies de su dueña y parece estar tomando una siesta)
Yo: (Jurándome no decir ‘¿no me diga?’ nuevamente) “Ah”
Sra. P: “Sí. Él era poeta. Falleció hace poco.”
Yo: “Ah.”
Sra. P: “Pero en esa época los padres tenían la última palabra y no aprobaron nuestra relación.”
Yo: “Ummm” (Y bueno, hay que variar las onomatopeyas)
Sra. P: (Exhalando un suspiro digno de la Garbo) “En fin. Después de todo tan mal no me fue.” (Y parece volver lentamente de sus reminiscencias) “Ahora sólo tengo a Ícaro” (Y mira al Pug que responde incorporándose. Y yo pienso ¿Por qué le habrá puesto ese nombre? ¡Pero NO voy a preguntar!)
Yo: “Es hermoso.” (No me gustan los Pug, pero a un dueño de perro jamás se le dice algo así)
Sra. P: “Me lo regaló mi hijo para que ‘me haga compañía’” (La entonación que denota las comillas es una obra de arte)
Yo: “Y, es lindo tener una mascota.”
Sra. P: “Sí. Pero éste me va a mandar al psicólogo.” (¿Eh?) “Parece que quiere manejarme la vida. Yo antes me levantaba a la hora que quería y desayunaba tranquila. Ahora ni termino el té que Ícaro ya va a buscar la correa y se para al lado mío. Y me mira de una manera…”
Yo: “Ja, ja. Pueden ser muy manipuladores.”
Sra. P: “ Y me hace sentir culpable si no lo saco enseguida. Y no puedo ver Guapas porque no le gusta. (¡Ah, bué!) Ladra y  ladra hasta que cambio de canal.” (Miro al Pug y él se hace el distraído) Pero póngale ballet o música clásica y es un angelito.” (Perro finoli este Ícaro)
Yo: “Bueno, no se le puede criticar el buen gusto. Ja,ja.” (La Sra. se ríe también)
Sra. P: “Bueno, ha sido un gusto  conocerla. Voy a seguir porque tengo que dar la vuelta a la manzana con Ícaro.” (Y, sí, no creo que lo pueda pasear más de eso)
Yo: “Un gusto para mí también.”


Y se aleja, con Ícaro siguiéndole el ritmo lento. Y yo me arrepiento de no haber preguntado por qué le puso Ícaro. Bueno, siempre hay otra oportunidad …

domingo, 14 de diciembre de 2014

Diálogo con ‘poeta’ costero

Voy hacia el portón en respuesta a un …

PC: “Doña, la molesto un ratito”
Yo: (Pensando: ¿Qué venderá? Pero no veo nada en sus manos, excepto un papelito. ¡Ya sé! Anda buscando una dirección. Eeeerrrorrr) “¿Perdido?”
PC: “¿Eh? No. No. Ando leyendo mis poemas” (¡Ah, bué! Se vino la ‘cultura ambulante’)
Miro al muchacho – de unos 15 o 16 años, y pienso que si escribe poesía y la lee ‘itinerantemente’ y en este lugar, se merece toda mi atención.
Yo: “¡Pero qué bien!”
PC: “Gracias.” (Y pasa a la parte ‘prosaica / pecuniaria’) Yo le leo mi poesía por solo $ 10.” (Buen curro, che)
Yo: “Bueno, ¿eso no depende de si me gusta la poesía?”
PC: “Ja. Ja. Está bien, que sea por $ 5” (¡Uy! ¡Cómo será el poema si baja el precio así! Pero bueno, viene la Navidad….)
Yo: “Bueno, a ver, leela.”
PC: “Es sobre la zona. Como las de Julio Miño son.” (¡Ah, bueno! ¡Cacho de ego tiene!)
Se aclara la garganta y con una muy buena dicción procede a la lectura.
PC: “Pueblo alma de arena/Venas de arroyos/ y cuerpo de gladiolos./ Perfumaron mi infancia/y acompañaron mi vida/el amarillo de tus aromos.” (Me digo: ‘bueno, no empezó taaaan mal, aunque algo no me cierra) “Ya está. ¿Le gustó?”
Yo: “Eh…. corta la cosa, ¿no?”
PC: (Con una caradurez digna de modelo hueca que nunca dio un paso y la llaman para bailar en lo de Tinelli) “A mí me enseñaron que ‘lo bueno, si breve, dos ves bueno” (¿Qué tul el niño?)
Yo: “¿Estás seguro que ese ‘poema’ es tuyo?”
PC: “Eh… por qué le parece que no es mío?”
Yo: (Le voy a dar los cinco pesos, pero primero le voy a enseñar a no mentir) “Bueno, para empezar, acá hace como tres décadas que no se plantan gladiolos – es todo frutilla y sandía. No podés haber visto una plantación de gladiolos ni en tus sueños.” (Baja la vista al papelito y la mantiene ahí) “Además, los aromos que ‘perfumaban’ toda la ruta 1 son también de otro tiempo.” (Omito decir ‘de MIS tiempos de infancia’) “No creo que hayas visto un aromo cargado de flores en tu vida.”
PC: “Eh… bueno… sí. Esto lo escribió mi abuelo – aunque capaz fue mi tatarabuelo. Pero el abu me dijo que fue él….” (¡Pucha que estoy vieja!) “Es más largo, pero lo divido, ¿vió? Leo una estrofa por casa, si no me canso.” (¿Esto está pasando o las algas de la pileta que estoy limpiando me afectaron mal?)
Yo: (Me río) “Esperá que busco la plata.”
Vuelvo al portón con cinco pesos ( el espíritu navideño es fuerte, che) y se los doy.
PC: “Gracias, doña.”
Yo: “Por nada. Y yo que vos pruebo a escribir algo. Tal vez heredaste algo de tu abuelo – o de tu tatarabuelo.” (Hay que estimular la poesía, aunque sea ésta poesía)


Ya no me escucha y se aleja, dirigiéndose a la siguiente casa. Y yo vuelo ‘al verde de las algas/que como esmeraldas opacas/se adherirán a mi piel/ y después ¡quién te las saca!’

viernes, 12 de diciembre de 2014

Diálogo con Mi Otro Yo

MOY: “HOOOOOLAAAAAA” (Me rompe los tímpanos desde dentro de mi cabeza)
Yo: “Hola. Tanto tiempo.”
MOY: “JUS-TA-MEN-TE. Hace siglos que no puedo hablar con vos. Tenés la cabeza taaaan vacía…”
Yo: “ ¡Y empezamos con una agresión! Además, vos no hablás conmigo – solo querés_” (Como de costumbre, me interrumpe)
MOY: “Quiero una charla – pero como te dije, vivís en una nube de pedo últimamente.”
Yo: “Bué. Si eso no es agresión… Además, aunque esté jubilada, estuve ocupada con_” (Ooootra vez me interrumpe)
MOY: “Sí, claro. Ocupada con el Pet Rescue y, cuando te trabás ahí porque no te da más la cabeza, seguís con cualquier otro jueguito boludo, yo no sé_” (Acá interrumpo yo)
Yo: “¿Tenés algo IMPORTANTE para decir o solamente apareciste para jo… eh… ‘jorobarme la paciencia?”
MOY: “¡Pero qué fina! No, tu paciencia se jodió por los 34 años de docencia no más-“ (¡Pero qué HDP!)
Yo: “Bueno, dale. De qué querés hablar?
MOY: “¿DE QUÉ? ¿Sabés todo lo que tengo atragantado? El cepo al dólar mientras se lavan dólares negros  con los cedines, el procesamiento del vicepresidente, el nuevo Código Penal, el nuevo Código de Procedimiento, los buitres de afuera, los buitres de adentro, el fallo del juez Griesa,  los ‘pases’ de políticos de un lado a otro, la_”
Yo: “¡Pará! ¡Pará! Seguís enganchada con la política? Te vas a enloquecer… y me vas a enloquecer a mí. ¡Dejate de joder!”
 MOY: “Loca siempre fuiste, así que no me culpés a mí…. aunque a veces ayudé un poquito. ¿En serio no te importa un carajo? Se ve que la jubilación, además de hacerte aumentar kilos, ¡te afectó el cerebro! ¡Menos mal que la parte donde yo estoy no sufrió daños!” (¡Ojalá te hubiese afectado! Imagen de MOY siendo devorada/o por partículas grasas)
Yo: “Mirá, pará con la agresión. Lo que te quiero del decir es que con ‘charlar’ no se soluciona nada. Lo que_” (Y sigue interrumpiendo)
MOY: “Eso ya lo sé. Pero de alguna manera hay que descargar las frustraciones, che. ¿O te olvidás cómo hablabas sola cuando corregías prácticos y exámenes?”  (No, ¡si es una HDP con todas las letras y más!)
Yo. “Bueno, ya descargaste un poco. ¿Ahora me podés dejar en paz?”
MOY: “Mirá, estás en paz hace casi un año. Tan en paz estabas todo este tiempo que pensé que habías estirado la pata.” (¡La boca se te haga a un lado!)
Yo: (Tratando de no dejarme llevar por la provocación) “Ojo, eh, porque si yo estiro la pata, vos desaparecés – y daría cualquier cosa porque eso sucediera, excepto ‘estirar la pata’ como vos decís.”
MOY: “Pero qué tranqui que estás. Bueno, volviendo a la política_”
Yo: “No pienso seguir con esta conversación. Pensá la política como ‘el arte de lo posible’ como se dice. Si la pensás así, no podés sorprenderte de nada, ¿no?”
MOY: “Veo que no tenés el más mínimo interés en sostener una conversación medianamente inteligente, así que por ahora te voy a dejar. Pero te aclaro, la política podrá ser ‘el arte de lo posible’, pero yo más bien creo lo mismo que Groucho Marx: “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados.”


Y se va. Pero no dudo que va a volver a la carga en algún momento. Tengo que ganarle de mano y ‘googlear’ varias citas sobre la política para calmarla un poco.

martes, 18 de noviembre de 2014

Diálogo con traumatólogo

Entro al consultorio rengueando, saludo al doctor y me dejo caer en la silla.

T: “No le pregunto cómo anda porque ya veo que no anda bien.” (¿Te parece?) “A ver, muéstreme el pie.” (Mi traumatólogo – quizá debido a sus años en salas de emergencias - parece creer que la camilla está reservada para los casos graves, por lo tanto ese ‘muéstreme el pie’ significa ‘poné la pata arriba del escritorio’ ¡Menos mal que no es psicólogo! Se me presenta imagen mental de paciente acostado sobre el escritorio.)
Yo: “Ahora está bastante deshinchado porque_”
T: “¡Uy! ¿Pero dónde metió la pata?” (¡Ah, nó!) “Parece una empa_” (Acá lo interrumpo levantando la mano como lo hacía con los alumnos cuando me parecía que iban a decir alguna b… eh… algún ‘desatino’)
Yo: “Si me va a decir que parece una empanada y, en particular, una empanada gallega, lo mando a manejar un colectivo de larga distancia.” (Me mira sin entender, o quizás pensando que además de un trauma óseo o de tendones, tengo algún otro tipo de trauma – mental. Así que le cuento la anécdota con el chofer – ver diálogo 15/11/14)
T: “Jaaaaaaaaaaaaaa. ¡Un genio el chofer!”
Yo: “Mire, si ahora ud. me dice que es una ‘torcedura’, me voy a la empresa de colectivos y le pago la consulta al chofer.”
T: “Jaaaaaaa. La verdad que me parece que no le erró mucho. Pero él no la revisó, ¿no? Ja ja.” (¡Cómo me gusta que la gente se divierta!)
Procede a toquetearme el pie, lo mueve para todos lados (este se cree que mi pie es la cabeza de una poseída y puede girar 360º?) y finalmente me extiende el pie hacia abajo y me hace ver las estrellas.
T: “Aaaaaaajá. Voy a usar el vocabulario por el que me paga: esto es una bruta tendinitis.” (Bué, no creo que el ‘bruta’ sea un adjetivo calificativo que le enseñaron en la facultad). Va a necesitar quinesiología.”
Yo: “¡Ay, no!”
T: (Mirando mi historia clínica) “Sí, ya sé. No le gusta la kinesiología. Busquemos alternativas entonces.” (Acá me da medicación y una crema) “Pero si esto no funciona en 4 o 5 días no le va  quedar más remedio.”
Yo: “Mire, muchos me han dicho que no tengo remedio, así que ….”
T: “Ja ja. Menos mal que se lo toma con humor.” (¿Y qué querés que haga?) Bueno, vaya y acuérdese – no más de 5 días de este tratamiento. (Me levanto para irme)  Y no quiero que se ‘acuerde de mí y de mi familia’ en estos días, ¿eh? Ja ja”
Yo: “Lo voy a recordad con mucho cariño, no se preocupe. Ja ja.”



Y me voy, rengueando nuevamente, y recuerdo a Santiago Ramón y Cajal: “Sólo el médico y el dramaturgo gozan del raro privilegio de cobrar las desazones que nos dan.” ¡Tendría que agregarle los choferes de larga distancia!

sábado, 15 de noviembre de 2014

Diálogo con chofer de colectivo larga distancia. 

Entrego mi boleto de vuelta a Santa Fe al chofer acompañante, quien mirando el número de asiento, me dice:

Ch: “Arriba Sra.” (La entonación está entre ‘el asiento es arriba’ y ‘Muévase’)
Yo: “¡Ay, no! No puedo ir arriba.”
Ch: (Mirándome como si fuese tarada) “Pero el asiento que le dieron es arriba.” (Sí, ya sé, querido) “Y ud. lo compró hace dos días en Santa Fe.” (O sea, ‘No sea idiota – ud. eligió el asiento)
Yo: “Si. Pero en ese momento no sabía que me iba a lesionar el pie. Mire cómo lo tengo.” (Y subo pudorosamente el pantalón para que contemple la masa amorfa que es mi pie derecho que rebalsa de la zapatilla sin cordones)
Ch: “¡Uy! ¿Pero dónde metió la pata?” (¡Si yo supiera!) “Eso es una empanada – gallega.” (¡Muy gracioso que te tiró!) “Es una torcedura fea.” (Bueno, chofer, comediante y diagnosticador al paso)
Yo: “Sí. Por eso no quiero ir arriba. Primero, me llevaría una vida subir. Segundo, me va a llevar otra vida bajar.” (Me mira como diciendo: ‘bueno, bancatela, pero ya detecto en el tono de voz que ‘se puede trabajar la situación’) “Bueno. Si no se puede no se puede. ¿Me ayudás a subir? Me vas a tener que llevar el bolso. Y te voy a tener que molestar para que me ayudes a bajar si tengo que ir al baño….” (La dejo picando)
Ch: (Reaccionando con la velocidad de servicio de emergencias) “No. No. Cómo va a hacer con ese pie. Vaya abajo (y me da el número de asiento) Es individual. (¡No vaya a ser que un pasajero se queje porque tiene que moverse para dejarme pasar y le perturbe el descanso! ¡O que me caiga por ahí y el seguro tenga que pagar!)
Yo: “¡Muchísimas gracias!” (Dulce sonrisa de ancianita que cree que el Sr. es un ser humano  comprensivo)
Ch: “Suba con cuidado. ¿Puede con el bolso? A ver, vos, dame el pasaje y subile el bolso a la Sra. (Esto dirigido a un pobre muchacho que está detrás de mí en la cola. ¡Pero qué HDP!)
Yo: “No. Está bien. Puedo. Gracias.”


Subo y me siento. Mientras pongo el bolso en el piso y lo empujo bajo el asiento viene a mí la expresión ‘esquivar el bulto’. En este caso creo que el chofer más que ‘esquivar’ quería encajárselo a otra persona.