viernes, 9 de enero de 2015

Diálogo con Médico/Mecánico o vecino desconocido (Nueeevamente hago la salvedad que acá son todos vecinos) Y van….

Estoy utilizando mi tiempo para la exploración del estado denominado  ‘ocio creativo’ (léase ‘sentada con los pies apoyados en el tronco de la acacia’) cuando alguien golpea las manos en el frente. Hacia allá voy pensando que puede ser la vecina, pero me encuentro con un Sr. que viste un overall azul y exhibe manchas de grasa por todos lados.

M/M: “Disculpe, Sra. ¿Podría darme una botella de agua? Se me recalentó la porquería.” (Señala un auto viejo que reconozco – apenas  – como un ¡Peugeot 404! (generaciones jóvenes dirigirse a Google para saber cómo era)
Yo: “Claro. Ya le alcanzo.” (Le llevo cuatro botellas porque con una no va a hacer nada)
M/M: “Muchas gracias. Hace una semana que peleo con este monstruo. Pero no me va a ganar. Lo voy a hacer andar quiera o no.”
Yo: (Mirando el motor a distancia prudencial porque acaba de destapar el radiador y éste bufa como toro embravecido) “Yo que Ud. le digo al dueño que no tiene solución.” (¿Por qué tengo que abrir mi bocota?)
M/M: Se larga una carcajada mientras el radiador acompaña con un ‘glu, glu, glu’ como si fuese hombre perdido en el desierto que encuentra un oasis. “¡Se lo digo todos los días! Es mío. Y no sabe cómo le agradezco que haya pensado que soy mecánico – en una de esas éste (por el auto) lo cree también. Ja. Ja.”  Me extiende la mano pero la retira cuando ve que tiene grasa en cada uno de los dedos. “Soy el Dr. XX. Tengo la quinta a unos kilómetros de acá. Y éste (de nuevo señala el auto) es ‘Pecu’ – por Peugeot 404 – mi hobby de vacaciones.” (El radiador sigue borbotando)
Yo: “¡Ah!” (¿Qué otra cosa puedo decir después de meter la pata hasta el cuadril?) “Mucho gusto. Adriana _” (No llego a darle mi apellido)
M/M: “La profesora de inglés. Sí. Ya sé. Vio que acá nos conocemos todos.” (Esto en realidad aquí significa ‘alguien me dijo que Ud. es profesora de inglés’)
Yo: Me río. “Si, acá todos se enteran de todo, ¿no?” (Y sin poder evitarlo le miro las manos nuevamente)
M/M: “No se preocupe. No soy cirujano. Ja. Ja” (¡Ni que me leyera la mente!) “Muchos piensan que éste es un entretenimiento raro para un médico, pero es lo único que me saca el stress de todo el año. ¿Ud. qué hace para desenchufarse en vacaciones? Porque siendo docente ….”
Yo: (Muy contra mi voluntad voy a tener que dar información que seguramente será agregada a mi currículum) “Ahora jubilada. Pero lo mío es cortar el césped, podar, limpiar la pile.”
M/M: “Actividad física. Muy bien. La mente se pone en blanco y el cuerpo se encarga de la descarga.”
Yo: (Sonriéndome por las dudas meta la pata de nuevo) “¿Psiquiatra?”
M/M: (Se ríe) “No, no. Gastroenterólogo. ¡No sabe las ‘úlceras docentes’  que veo! Ja. Ja.”
Yo: (Bueno, aprendí que hay una categoría de úlceras con nombre de profesión. Después de todo si existe ‘el codo de tenista’….) “Me imagino.”  (Utiliza la última botella de agua y el radiador de ‘Pecu’ parece haberse apaciguado) “Bueno, si necesita algo más,  avise.”
M/M: “Muchas gracias. Pero creo que ya está. Ahora sólo voy a esperar un rato – va a arrancar  cuando quiera el muy HDP – es muy temperamental.”
Yo: (Ya cruzando el portón) “A lo mejor necesita un buen antiácido. Ja, ja.”

El M/M se ríe y me saluda con la mano.

Una vez acomodada en el sillón con los pies en el tronco de la acacia nuevamente,  reflexiono sobre esto de la personificación de cosas inanimadas. Recuerdo  haber estudiado que es una característica de los niños… Bueno, tal vez las vacaciones de los adultos sean para eso – dejar salir al niño que puede haber sobrevivido a la adultez.

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