miércoles, 26 de junio de 2019


Diálogo con Empleado de la Revisión Técnica Obligatoria.                                            10/05/2019
                               

Realizo todos los pasos de la RTO sin caer en las fosas ni descolocarme la cadera en los rodillos esos que te sacuden como si estuvieses bailando zumba sin los movimientos lentos que dicha danza incluye. Retiro los papeles y salgo de la oficina en búsqueda del señor que siempre te coloca la oblea.

ERTO: (¡Lean bien la sigla, mal pensados!) “¿Listo?”
Yo: “Si. Todo bien.” (Le paso la oblea para que la pegue en el parabrisas - y me resigno a que la estampe donde se le ocurre, como de costumbre).
ERTO: (Parece no entender algo) “¿Ud. no estuvo por acá hará 15 días?”
Bueno, los atributos físicos que me hacían inolvidable en la juventud han desaparecido con los años, pero evidentemente a mi ojo derecho no hay con qué darle en el rubro ‘memorable’…
Yo: “Ajá” (Y fijo la mirada en la oblea que tiene en la mano como para señalarle que algo tiene que hacer con eso)
ERTO: “Pero vino en un Corsa Classic , gris … eee … dos veces.” (Me mira y ya no puedo escapar a la explicación).
Yo: “Sí, tal cual”. Y vine dos veces porque tenía el equipo de gas desconectado. ‘O conectado o retirado del vehículo’ me dijeron. (Digo esto último imitando al cascarrabias de la oficina).
ERTO: (Se larga una carcajada y mira para la oficina – gesto que demuestra que entendió perfectamente quién me lo dijo). “Y este es otro Corsa, pero  Celta y rojo.” (Bueno, che, ya entendí que te sabés las marcas y modelos de autos además de poder distinguir colores. Ahora, ¿podrías pegarme esa porquería así me voy?)
“¿Cambió de auto?” (¡Cómo me gustan esas obviedades con tono de pregunta! Te dan ganas de decir algo como ‘¡Elemental mi querido Watson!’)
Yo: “Ajá” (Entonación de ‘¡dale que estoy apurada!’ que le resbala totalmente)
ERTO: “También usado,  ¿no?”
Yo: “Sí”. (Para variar el ‘ajá’, ¿vio?) “Es 2012” (¿Para qué esperar la pregunta? A veces es mejor facilitar la información)
ERTO: “¡Pero está impecable!”
Yo: “Sí”. Y_
ERTO: “Debe sentir la diferencia. Estos son picantes.” (Bueno, menos mal que ya había escuchado ese calificativo aplicado a los autos)
Yo: Me río y opto por ser directa. “¿Me pega la oblea?” (Omito ‘en el parabrisas’ porque se supone que allí va)
ERTO: “Claro, claro.” (Y procede a colocarla para el traste, encimándola a una parte de la oblea vencida que tengo que retirar. ¡El trabajo que me va a dar sacar eso sin dañar la nueva! En fin…)
ERTO: (Claramente satisfecho con su obra de arte) “Bueno, Sra., listo.”
Estoy a punto de agradecerle mientras me subo al auto cuando se descuelga con: “Disfrute del auto nuevo. ¡Y espero que la próxima vez venga con un O km!”
Yo: (Después de considerar brevemente mandarlo a … eee … pegar otra oblea, elijo la ironía) “Sí. El próximo va a ser un Mini Cooper”.
ERTO: “Ja ja. ¡Y quién le dice! Capaz que sí.”
¡O la ironía le pasó por el costado, o me tomó el pelo olímpicamente!


Diálogo con Vendedor de Repuestos del Automotor  - 23/04/18

Entro al segundo negocio del día en búsqueda de un repuesto para el auto. Hay dos empleados a la vista: uno está reponiendo mercadería en múltiples estanterías y el otro tiene los ojos fijos en la pantalla de una laptop.
Yo: “Buen día. Busco –"
VRA: “En un momento estoy con Ud., Sr.” (¡¿’Señor’ dijo?! ¡Pero y la PMQLP! Está bien que, en palabras de una ex alumna, tengo ‘garganta con arena’, pero… ¿¿¿Para tanto???) El ‘repositor’ me mira, se vuelve hacia una estantería dándome la espalda, y por los sacudones de los hombros deduzco que se está riendo.
VRA: (Todavía sin alzar la vista) “¿En qué lo puedo ayudar?”
Yo: (Pensando que mejor me tomo el ‘Sr.’ y el ‘lo’ con humor) “Bueno, podés empezar por no asesinar la identidad de género que me llevó años construir. Sesenta años, para ser exactos.”
VRA: (Alzando la vista y enrojeciendo cual tomate bien maduro) “Yo… er… ¡Perdón. No la había visto!” Yo. “Menos mal. Me hubiese preocupado si mi hubieras visto y aun así me hubieses dicho ‘Sr.’” (Y me rio para no trompearlo, ¿vio?)
VRA: (Carraspeando de tal manera que pienso que en cualquier momento tengo que pedirle un médico) “Mil – ejem – disculpas – ejem – de nuevo. ¿Qué necesita?”
En este punto le tiro el nombre de la pieza  y con la seguridad de un mecánico le agrego las especificaciones con todo detalle.
VRA: (Con sorpresa patente en su rostro) “Err, claro. Veo si tengo. (El ‘veo’ significa tipear en la laptop) “Parece que hay. Ya me fijo” (Y el ‘me fijo’ significa comprobación física de la información digital – se ve que mucha confianza no le tiene a esta última)
Aparece con la caja, me dice el precio y se dispone a hacer la factura.
Yo: “Esperá. ¿Me la mostrás por favor?”
VRA: “Sí, claro.” (Entonación de: ‘no sé para qué la querés ver’ que hace que la presión me suba un poco)
Me tomo mi tiempo para mirar la pieza a través del envoltorio plástico y controlo las especificaciones.
Yo: “Parece que es la que necesito”.
VRA: “Le dije”. (Entonación de: ‘no me equivoco nunca’ que mantiene mi presión en el nivel al que había subido)
Yo: “Sí. Pero también me dijiste ‘señor’. Si andás por la vida equivocándote en esas cosas, tenés que tener cuidado, ¿viste?” (Me rio para quitarle agresividad al comentario)
VRA: (Con los ojos en la pantalla y los dedos listos para hacer la factura) “Jaja. Tiene razón”. (Bueno, ¡menos mal!) “Pero la verdad me sorprende que una mujer sepa algo de mecánica”. (Nunca ‘sepa mecánica’ o ‘sepa tanto de mecánica, ¿no?)
Yo: (Podría inventar una historia larga, pero me decido por una corta) “Y… familia de mecánicos y una siempre en el taller... si no aprendés a reconocer autopartes tenés que ser muy burro”.
Me cobra, recibo la factura y parto con el paquete.

Mientras me acomodo en el auto me felicito una vez más por haber tomado lecciones con mi mecánico – ¡de oratoria! Y buen profe que es – hasta que no memoricé todo y lo repetí con la entonación y lenguaje corporal adecuado no me autorizó a ir a hacer la compra.


domingo, 6 de noviembre de 2016

Diálogo de hospital 6 – con Enfermero

4 a.m. Salgo al pasillo a estirar las piernas un poco. Recorro el pasillo ida y vuelta y me estiro todo lo que puedo – pecho, espalda, cintura. Y finalmente tengo la mala idea de estirar tocándome la punta de los pies. Ahí quedo, sin poder levantarme y temiendo irme de cabeza al piso. Pongo las manos en la pared y empiezo a enderezarme como puedo – estilo ‘hombre araña’ para ser más descriptiva.

E: “¿Estirando? ¡Y eso que hoy tiene sillón!”
Yo: (En un susurro y sintiéndome ridícula en la posición que estoy – en L al revés y traste al pasillo) “Estaba estirando. Ahora sólo quiero tomar la vertical de nuevo, pero no puedo. Tengo la cintura hecha una piedra.”
E: (Deja el carrito y me pone una mano en la espalda a la altura de la cintura y la otra en el pecho justo debajo del cuello) “A ver si la puedo ayudar.”
Yo: “Ya sé que te tengo podrido, pero esto de estrangularme me parece demasiado.”
E: (Riéndose) “¡Usted es de las ‘agradables’, ja ja. ¡Pero la de la pieza X es insoportable!”
Yo: (Siento cuchillos perforándome la cintura mientras el enfermero me endereza centímetro a centímetro) “¿La – que – se – que – ja – ba – por – que – el – sue – ro – no pa – sa – ba – rá – pi – do?” (Bueno, ¡por lo menos todavía puedo separar en sílabas!)
E: “Sí. ¡Imagínese si la XXXXX (acá viene el nombre de una droga que no puedo recordar pero sí sé que no puedo pronunciar) pasa rápido! ¡Lo mata al pobre hombre!”
Yo: (Viendo que el ángulo de mi nariz con la pared ya pasa de 45º a 75º más o menos) “Y… ¡capaz que eso quería! Porque convengamos que el marido también es insoportable.”
E: “¡Ja ja! ¡Tiene razón! Pero uno tiene que tomar partido siempre por el paciente. Ahora quieta y trate de no gritar.” (¡A la pelota! ¿Qué va a hacer?)
Yo: “No me gusta cómo viene esto. Yo _”
No termino la frase porque siento que mi cintura se vuelve de gelatina después de un dolor fugaz.
E: “¡Pero muy bien! ¡Ni lo sintió!” (Tampoco la boludez, querido. Me tomaste de sorpresa y no tuve tiempo de aullar)
Yo: (Exhalando lentamente y probando la cintura a derecha e izquierda) “La verdad, me tenés que enseñar cómo hacer la próxima vez que me pase.”
E: “¡Lo mejor sería que NO le pase una próxima vez! A no ser que tenga un buen enfermero cerca. Ja ja.”
Yo: “¡Muy gracioso! Pero gracias de todo corazón. Ya me imaginaba tener que explicar qué hacía ‘sosteniendo la pared’ a la enfermera de la mañana.”
E: “Jaaaaaaaaa. ¡Me hubiera gustado ver eso! Bueno, voy a controlar los sueros.”
Yo: “Gracias de nuevo.”
E: “¡Por nada! Ojalá los pacientes agradecieran cada vez que los pincho – Ja ja.”


Y se va, empujando el carrito donde lleva cosas que seguramente a los pacientes no les gustan. También seguramente cobra un sueldo que no remunera todo el esfuerzo y conocimiento que su profesión requiere… Pero ya lo dijo Confucio: “Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida.”

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Diálogo de hospital 5 – con Gitana … y sí, hay de todo en una vereda de hospital.

Aprovecho que van a limpiar la pieza y bajo para salir a la vereda a despejarme un poco – y sí, también para fumarme un puchito. Hay más gente que de costumbre y descubro 3 gitanas casi ‘acosando’ a la gente que lo único que quiere es estar en paz a la luz solar un rato.

G: (A pesar de que evito contacto visual) “¡Querida! Seguro vos sos una persona muy religiosa.” (Bueno, si adivina el futuro como percibe ‘la esencia’ de las personas se debe morir de hambre la pobre.)
Yo: “La verdad que no.” (Y exhalo el humo directo a donde está con la esperanza que vaya a ‘acosar’ a otro.)
G: (Despejando el humo con la mano) “¡Ah! Es que todavía no lo has descubierto.” (¿Quién carancho usa el pretérito perfecto así en Santa Fe?) “Pero percibo tu piadosidad” (¿Lo queeé? ¡No, si a mí me tocan todas! No sé cómo me aguanto las ganas de reírme.) “No vendo a venderte humo.” (No, querida, si tengo humo en los pulmones de sobra) “Vengo a dejarte ayuda espiritual y, si querés, también decirte cómo viene tu futuro.” (Yo pensé que iba a decir ‘cómo viene la mano’, miren.)
Yo: (La educación ante todo) “Te agradezco, pero no me interesa.” (Giro para darle la espalda y vuelve a colocarse delante de mí)
G: “Puedo decirte cosas sobre vos que ni te imaginás. Y si sabés lo que te espera en esta vida, la vida se te hace más fácil” (¡Menos mal que no ofreció decirme que me espera ‘en la otra’ vida!)
Yo: “No, gracias. Pero tengo una pregunta.”
G: (Pensando que consiguió clienta) “Pero claro, claro. Pero no leo la mano. Yo solo miro a la persona y me vienen cosas a la cabeza.” (¡Me imagino las cosas que se te pueden ‘venir’ a la cabeza – volando – si jodés a alguien sin la paciencia que te tengo yo!)
Yo: “No. Nada que ver. Quiero saber qué tiene que ver lo religioso con predecir el futuro. A qué iglesia pertenecés?”
G: (Sonando como grabación de oferta de tarjeta de crédito) “No es necesario pertenecer a una iglesia para ser religioso. Y ver el futuro es un don Divino.” (¡Ah, bueno!) “Y también tengo estas estampitas para vender. El santo protector de los enfermos. Para Ud.” (Me extiende la estampita como si la hubiese bendecido exclusivamente para mí.  ¡Diversificación comercial si las hay!)
Yo: (Sin hacer movimiento para tomar la estampita) “¿Qué santo es?”
G: “Eh…”
Yo: “Nunca, pero nunca, ofrezcas un producto si no sabés por lo menos el nombre. Es San Pantaleón.”  Mira para los costados buscando ruta de escape, me parece.
Es ese momento una discusión de dos señoras con las otras gitanas – que había comenzado hace unos minutos – va subiendo de tono y mi interlocutora lanza miradas nerviosas para todos lados.
Yo: (Señalando mi ojo izquierdo) “Bueno, yo con este ojo veo el futuro y (señalando el derecho) con éste veo el universo paralelo. Y veo que en cualquier momento acá se pudre todo. Yo que ustedes me voy antes que alguien se saque mal.”


En un revoleo de polleras coloridas bajan el cordón y cruzan la calle en medio de bocinazos.  No me uno a las expresiones de indignación de las señoras. Me quedo ahí pensando que debería conseguir una estampita de San Nicolás de Bari para acercársela a la gitana – como se dice que puede, entre otras cosas,  lograr la conversión de los ladrones, capaz también la de los chantas …

domingo, 30 de octubre de 2016

Diálogos de hospital  4 -  Con Guardia de Seguridad.

2 a.m. Bajo furtivamente y pongo el consabido papelito en la puerta del piso (una señora me enseñó el truco para no tener que tocar el timbre a la vuelta y bancarse el reto – muy merecido – de las enfermeras) y me dirijo a fumarme un puchito a la calle. El GS – que ya me conoce – me abre la puerta y me sigue a ‘despuntar el vicio’ – literalmente.

GS: “Se la ve cansada, señora. ¿No puede dormir?”
Yo: “¿Probaste alguna vez dormir en las sillas de plástico esas?”
GS: (Mirándome como si fuese extraterrestre) “¿Cuánto hace que duerme así? ¿Por qué no se trajo un sillón o reposera?”
Yo: (Sorprendida por el tono de estupefacción de la pregunta) “¡Pero si hay carteles por todos lados que dicen que no se puede ingresar sillones, reposeras, etc. etc.!”
GS: (Riéndose con ganas) “¡¿Y Ud. le hace caso a los carteles?! También está prohibido tomar mate, comer, etc. etc.” (Estos últimos etcéteras son casi una imitación de mis etcéteras)
Yo: (Despabilándome un poco) “¿Y para qué mier…coles los ponen entonces? Si uno ve un cartel prohibiendo algo, se supone que obedece la prohibición, ¿no?”
GS: (Me mira con lástima) “¿Dónde cree que estamos? ¿En Suiza? Estamos en Argentina, Sra.” (Sí, claro, ¡y así nos va! Pero no hay con qué darle a la lógica de su argumento)
Yo: “¿Vos te das cuenta que ésto viniendo de un guardia de seguridad no es muy … eh… apropiado, no?”
GS: “Y, mire, si tuviese que actuar cada vez que veo una contravención de esas acá, no me quedaría tiempo para vigilar cosas más serias.”
Yo: “¿Cómo qué?” (Tono de ‘¡No me jodas! ¿Qué cosas ‘serias’ pueden pasar acá?’ – aparte de la posibilidad de salir con los pies por delante, por supuesto)
GS: “Robos. El otro día se afanaron dos carteras y una silla de ruedas.”
Yo: “¡Me estás jodiendo!”
GS: “No. Una cartera de la sala de guardia y otra de una señora que se durmió en el corredor.”
Yo: “¿Y la silla de ruedas?”
GS: “Una señora entró y pidió una para bajar un enfermo del auto. Nunca entró de nuevo.”
Yo: “Bueno. ¡Ojalá se haya llevado la que se le sale el tornillo de la rueda!”
GS: (Vuelve a reírse) “¿No hay una como la gente, no?”
Parece que lo de las sillas de ruedas es vox populi.
Yo: “Bueno. Gracias por la compañía y por la charla. Muuuy instructiva. Lo primero que voy a hacer más tarde es mandarle un mensajito a mi hijo para que me traiga un sillón.”
GS: “Ummm. No sé si lo voy a dejar pasar. Ja ja. Y, ¿Sra.?”
Yo: “¿Si?”
GS: “Yo que ustedes uso un pedacito de plástico y no un papelito para la puerta del primer piso. ¡Pero no usen una tarjeta porque alguien se las va a afanar! Ja ja.”

Me da la espalda y se aleja por el corredor rumbo a una de sus rondas, supongo. Yo me quedo ahí parada pensando dos cosas: 1-aunque no lo parezca, a éste no se le escapa nada – excepto los ladrones de carteras y sillas de rueda, claro. Y 2- hay que hacer reunión de ‘cuidadoras’ del primer piso y diseñar nueva estrategia para la puerta de ingreso…

jueves, 27 de octubre de 2016

Diálogos de hospital 3 – Con ‘Personal de Mantenimiento’

De la guardia pasamos a estar  ‘internados’ en una habitación del primer piso. Estamos escuchando el raconto del otro ocupante de la habitación sobre cómo le reconstruyeron la mano y la pierna después de un accidente – con cuanto detalle sangriento se puedan imaginar – cuando aparece un ‘personal de mantenimiento’ – el que nunca apareció por la guardia, ¿vió?

PM: “Vengo a cambiarles el TV porque me informaron que no anda”
A mí, que ya me había dado una vuelta por el baño, me empieza a subir la presión, pero los dos hombres un poco más y aplauden. No pueden bailar porque ambos deberían hacerlo ‘en una pata’.
Yo: “Después que cambies el tele – porque se ve que es fundamental para la recuperación de estos dos pacientes, ¿podés revisar la luz del baño? Se calienta y se apaga."
PM: (mientras se sube a la silla donde yo voy a tener que sentarme) “¡Ah! ¿Pero cuánto tiempo la tuvo prendida?”
Yo: (Empezando a calentar motores) “Y, no sé. ¿A vos cuánto tiempo te lleva sentarte en el inodoro y hacer lo que tenés que hacer? Y sumale la limpieza de tu anatomía y lavarte las manos…” (Y sigo aunque la sorpresa puede causar que se le caiga el TV que balancea en las manos) “La verdad, nunca me tomé el tiempo. Pero a estos dos (indico a los pacientes) les lleva bastante porque, entre otras cosas, no pueden moverse solos, ¿viste? Más llevarles el suero, etc. etc.…"
PM: “Errr. Apenas conecte el tv veo lo de la luz, señora.”
Yo: “Gracias. Y ya que estás, ¿podrías poner la tapa con el botón para la descarga del inodoro?”
PM: (Ajustando el tele al soporte) “¿No anda el botón?” (Este para hacerse el bolú es peor que alumno que no sabe un joraca en un examen te dice ‘¿Eso lo vimos en clase?’)
Yo: “No es que no anda. No tiene botón. O sea, hay que meter la mano en el hueco y localizar la varilla – cosa que no es fácil, te digo.” (Sarcasmo al cuete)
PM: “¿No puede?” (¿Pero éste quiere ser el próximo internado en la pieza? En cualquier momento le pateo la silla) “Bueno, a lo mejor Ud. no llega porque es _” (Acá baja, gira, y me ve parada. Le llevo dos cabezas. Por lo tanto no puede terminar la estupidez que iba a decir: ¿‘baja / petisa / mujer/chicata / narigona’?  ¡Andá a saber!) “Ahora voy al baño” (¡Sí, mejor querido!)
Ni un minuto está adentro y sale.
“La luz ya está. Estaba floja la lámpara” (¡Mentira! ¡Yo ya revisé!)
Yo: “¿Seguro? Mirá que yo la revisé y no estaba floja para nada. ¿Y lo del inodoro?”
PM: “Y… eso va a tardar porque no tenemos repuestos… y la luz, quédese tranquila, estaba floja.”
Yo: (Sonriendo dulcemente y manteniendo un tono de voz amigable) “Si vos lo decís… Después de todo, si llega a pasarle algo a éstos (nuevamente señalo a los dos internados que ya están mirando un partido de fútbol) cuando vayan al baño por no tener luz, o se agarran cualquier cosa por meter la mano en esa mugre, ya sé a quién voy a demandar. Ja ja.”
PM: Ja. Ja. (Risa nerviosa). “Mañana a la mañana trato de conseguirle el repuesto y traigo otra luz – la verdad, no tenemos en ‘ehtoc’ ahora.” (¡Chau! ¡Con esa pronunciación de ‘stock’ me diste el golpe de gracia!)

Sale como si lo corriera el demonio y yo quiero tener la esperanza que venga al día siguiente – pero como dijo François de La Rochefoucauld, “La esperanza y el temor son inseparables y no hay temor sin esperanza, ni esperanza sin temor."

miércoles, 26 de octubre de 2016

Y van tomando forma de diálogos las notas casi indescifrables de mi celular. Pero es al cuete - nada como escribir 'en caliente'. Sabrán los lectores disculpar....

Diálogo de hospital 2 – con Camillero

Por fin se decide hacer el estudio que necesita mi marido y aparece el camillero con una silla de ruedas.

Yo: “Pero no te hubieses molestado. Lo llevaba yo.”
C: “Para eso estamos, señora.” (¡Pero qué servicial y amable!)
Yo: “Si, ya sé. Si te veo llevar y traer camillas y gente en silla de ruedas todo el día.”
C: “Todo trabajo tiene sus pros y sus contras…”
Mientras intercambiamos estas trivialidades también colocamos al ‘paciente’ en la silla de ruedas y partimos. De las otras dos camas de la guardia surge un “¡Suerte!” al unísono.
C: (Tomando una curva con pericia de corredor de fórmula 1) “No es fácil no perder el ‘pasajero’ en esa curva, ja ja.”
Yo: “La verdad, yo la hubiese tomado a paso de tortuga y seguro le habría roto el brazo contra la esquina.”
(Omito aquí el comentario del ‘paciente’)
C: “Ja ja. Por eso se insiste en que pongan los codos hacia adentro. No crea que no me ha pasado.” Y, ante la mirada atónita mía y del paciente, se apura a aclarar: “No, no. ¡Nunca rompí un codo! Pero algún que otro raspón se han ligado por no hacer caso con lo de los codos.”
Ante esto veo que mi marido pone los codos hacia adentro y empezamos a recorrer un largo pasillo.
Yo: “¿Sabés cuánto durará el estudio?”
C: “Y, depende de cuántos estén esperando. Me dijeron que lo trajera rápido, así que capaz que entra apenas llegamos. El estudio en sí llevará unos 20 minu_”
No termina la frase porque en ese momento se sale el tornillo de una de las ruedas de la silla y tiene que frenar de golpe e inclinar la silla para el otro lado mientras con el pié sostiene la rueda en su lugar. Lo ayudo a sostener la silla.
“¡No te lo puedo creer! ¿Por qué M…RDA no revisan las sillas? ¡Siempre les pasa algo! ¡Mire si se me cae el paciente!”
Lo que veo es que el paciente – nada feliz de tener que hacerse ese estudio, ahora está un poco menos feliz porque no sabe si llega al estudio.
Yo: (Viendo que el C se agacha para agarrar el tornillo) “No. Pará. Vos tenés los guantes. Yo lo coloco. Total, ya tengo grasa en las manos de tratar de arreglar la manija de la cama que no funciona.”
C: “¿Y pudo? Esa manija hace una vida que no anda.”
Yo: “Sí pude. Ahora, cuando alguna vez vengan los de mantenimiento, ¡avisame para verlos sufrir cuando tengan que ‘deshacer’ mi arreglo! Ja ja.”  Termino de poner la tuerca y ajustar todo lo que puedo.
C: “Jaaaaaaa. ¡Eso no me lo pierdo! ¿La ajustó bastante? (Esto con respecto al tornillo en cuestión)
Yo: “Y…. todo lo que pude.” Y viendo que mi marido está por decir algo, agrego: “No te quejés. Después de todo, es la rueda de la pierna que te funciona. Si se vuelve a salir, podés frenar.”
Los tres nos reímos.
C: “¡Menos mal que tienen sentido del humor, señora! Vayamos despacio. Cuando lo deje me vengo a buscar otra silla y si está en condiciones, (acá se produce un intercambio de miradas que significan ‘el día que las vacas vuelen’) se la cambio.”

Llegamos sin otro incidente/accidente y mientras espero, pienso que a los dueños de este lugar les vendría bien un paseíto en alguna de las sillas de ruedas de su propiedad … Y me imagino de camillera, transportando a alguno de ellos, y tomando esa curvita a todo lo que da. No puedo evitar una sonrisa satisfecha. Veo que la gente me mira. Deben estar pensando, ‘¿de qué se reirá esta?”