Diálogo con
Vendedor de Repuestos del Automotor -
23/04/18
Entro al
segundo negocio del día en búsqueda de un repuesto para el auto. Hay dos
empleados a la vista: uno está reponiendo mercadería en múltiples estanterías y
el otro tiene los ojos fijos en la pantalla de una laptop.
Yo: “Buen
día. Busco –"
VRA: “En un
momento estoy con Ud., Sr.” (¡¿’Señor’ dijo?! ¡Pero y la PMQLP! Está bien que,
en palabras de una ex alumna, tengo ‘garganta con arena’, pero… ¿¿¿Para
tanto???) El ‘repositor’ me mira, se vuelve hacia una estantería dándome la
espalda, y por los sacudones de los hombros deduzco que se está riendo.
VRA:
(Todavía sin alzar la vista) “¿En qué lo puedo ayudar?”
Yo:
(Pensando que mejor me tomo el ‘Sr.’ y el ‘lo’ con humor) “Bueno, podés empezar
por no asesinar la identidad de género que me llevó años construir. Sesenta
años, para ser exactos.”
VRA:
(Alzando la vista y enrojeciendo cual tomate bien maduro) “Yo… er… ¡Perdón. No
la había visto!” Yo. “Menos mal. Me hubiese preocupado si mi hubieras visto y
aun así me hubieses dicho ‘Sr.’” (Y me rio para no trompearlo, ¿vio?)
VRA:
(Carraspeando de tal manera que pienso que en cualquier momento tengo que
pedirle un médico) “Mil – ejem – disculpas – ejem – de nuevo. ¿Qué necesita?”
En este
punto le tiro el nombre de la pieza y
con la seguridad de un mecánico le agrego las especificaciones con todo
detalle.
VRA: (Con
sorpresa patente en su rostro) “Err, claro. Veo si tengo. (El ‘veo’ significa
tipear en la laptop) “Parece que hay. Ya me fijo” (Y el ‘me fijo’ significa
comprobación física de la información digital – se ve que mucha confianza no le
tiene a esta última)
Aparece con
la caja, me dice el precio y se dispone a hacer la factura.
Yo:
“Esperá. ¿Me la mostrás por favor?”
VRA: “Sí,
claro.” (Entonación de: ‘no sé para qué la querés ver’ que hace que la presión
me suba un poco)
Me tomo mi
tiempo para mirar la pieza a través del envoltorio plástico y controlo las
especificaciones.
Yo: “Parece
que es la que necesito”.
VRA: “Le
dije”. (Entonación de: ‘no me equivoco nunca’ que mantiene mi presión en el
nivel al que había subido)
Yo: “Sí.
Pero también me dijiste ‘señor’. Si andás por la vida equivocándote en esas
cosas, tenés que tener cuidado, ¿viste?” (Me rio para quitarle agresividad al
comentario)
VRA: (Con
los ojos en la pantalla y los dedos listos para hacer la factura) “Jaja. Tiene
razón”. (Bueno, ¡menos mal!) “Pero la verdad me sorprende que una mujer sepa
algo de mecánica”. (Nunca ‘sepa mecánica’ o ‘sepa tanto de mecánica, ¿no?)
Yo: (Podría
inventar una historia larga, pero me decido por una corta) “Y… familia de
mecánicos y una siempre en el taller... si no aprendés a reconocer autopartes
tenés que ser muy burro”.
Me cobra,
recibo la factura y parto con el paquete.
Mientras me
acomodo en el auto me felicito una vez más por haber tomado lecciones con mi
mecánico – ¡de oratoria! Y buen profe que es – hasta que no memoricé todo y lo
repetí con la entonación y lenguaje corporal adecuado no me autorizó a ir a
hacer la compra.
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