sábado, 25 de enero de 2014

Diálogo con pescador (no el del 2013!)

Decido llegar hasta el río (sí, me camino los 3km sin botellita de agua). Hay algunas familias pescando. Por las dudas, miro a todos para evitar encontrarme con la versión humana de Igor (ver diálogos de vacaciones 2013) o el turista porteño (ver diálogo 21/01/14). Me arrimo al agua y….

P: “¿Le hago lugar?” (¡Ni que estuviésemos en un recital!)
Yo: “No. No voy a pescar. Vine a ver cómo estaba el río.
P: “Siempre en el mismo lugar. Ja Ja.” (Bueno, por lo menos no dijo ‘Bien, gracias’ y no viene mal el sentido del humor.)
Yo. (Riéndome también) “No vaya a creer. Aquel codo no estaba el año pasado.” (Señalo el correspondiente codo)
P: “¿Ah, no?” (Piensa un poco) “¿Sabe que tiene razón? Yo viene el año pasado y ese codo no estaba.” (Reiterativo el hombre). “¿Cómo lo vio?” (Bueno, don, tengo ojos – o uno solo – pero todavía veo)
Yo: “Bueno, supongo que los pescadores miran el agua y yo el paisaje.”
P: “¿Y nunca pesca?” (¡Ay! Esto me recuerda otra conversación, así que me limito a respuesta sencilla.)
Yo: “No”
P: “No me diga que es de esas ‘conservistas’ que no quieren que se cace o se pesque, ¿no?”
Yo: (Me puede la docente) “No. No soy conservacionista. Pero no me gusta la pesca y menos la caza.”
P: “Porque los ‘conservistas’ (Bué, la docente se va a tener que mandar a guardar, me parece) rompen las b…as pero comen pescado, carne de vaca, pollo,… Son unos ‘hipórquitas’. (Este hombre tiene un serio problema de léxico o le cuesta articular la pronunciación adecuada)
Yo: (Deseando un paseo en paz) “La verdad no sé mucho sobre conservacionismo (la docente a la carga de nuevo) así que no sé si son hipócritas (insiste Adriana) o nó.”
P: “ ¡Claro que son ‘hipórquitas’!” (¡Pero y la PM! ¿Es así o me está tomando el pelo?) “Fíjese _” (Lo interrumpo)
Yo: “¿Esa es su línea? Me parece que picó algo.”
Revisa la línea y descubre que le comieron la carnada. ¡Bien por el pez!
P: “ ¡Otra vez me comieron la carnada. Son unos HDP estos bichos. Hace horas que estoy y no muerden el anzuelo.”
Yo: “Parece que son inteligentes.” (No puedo evitar una sonrisa)
P: (Se ríe) “ Pero el humano es más inteligente. Ya van a caer. Esto es como jugar al ‘ajerdez’” (¡Definitivamente acá hay un problema!)
Yo: (A modo de despedida, porque si me engancho voy a empezar a charlarlo para ver qué más pronuncia mal) “Bueno. Espero que pueda hacer jaque mate aunque sea una vez.”
P: (Me mira como para mandarme a un lugar muy feo) “Estos bichos no me van a ganar, ¡va a ver!”


Lo saludo con la mano y le doy la espalda al río, sus peces, y el pescador. Mientras emprendo el regreso pienso en la frase ‘el pez por la boca muere’… uhm… ¡Qué metáfora!

martes, 21 de enero de 2014

Diálogo con turista porteño

Aprovecho que paró la lluvia y tengo el auto para ir a hacer unas compras al mini-mercado (ver diálogos de vacaciones 2013)

Entro y el armenio, una vez almacenero y ahora dueño del local, se deshace en sonrisas. Lo saludo y paso raudamente a buscar lo que necesito. Estoy por tomar una lata cuando un brazo me pasa por delante de la cara y manotea lo susodicha latita. Giro y me encuentro con un sr. con bermudas floreadas (se habrá equivocado y piensa que está en Floreanópolis?) y torso desnudo – y por cierto peludo – Puaj!

TP: “Ud. quería ésta?” ( Mi oído ‘pesca’ un sonido raro es la ‘s’ de ‘ésta’)
Yo: “No importa. Hay muchas más.”
TP: “¿Le parece? Esto es más un almacén de barrio que un minimercado. No tienen variedad de marcas ni nada acá.” (Con tantas eses que usó ya me di cuenta que es porteño. También – veo de reojo – bueno, con el ojo que se me pianta un poco –  que el armenio lo mira con cara de pocos amigos.)
Yo: “Bueno, no habrá la variedad de marcas que puede haber en Bs. As., pero hay lo que busque.”
TP: “¿Se dio cuenta que soy porteño?” (Sí, querido, por el acento y los malos modales.) “No sé cómo a la gente le gusta venir acá. No hay nada de nada. Si no fuera por la pesca… lo único bueno es el aire acondicionado de la cabaña que alquilé.”
Yo: (Ahora ya me reventó. Nadie insulta mi lugar de vacaciones así y sale impune) “Bueno, menos mal que la cabaña no está en Bs. As, ¿eh? Digo, por los cortes de luz que tuvieron.”
TP: “ ¡Ni lo diga! No sabe lo que fue.”
Yo: “Me imagino. No servía de mucho que hubiese variedad de marcas, ¿no? Si no tenían ni dónde comprar comida que estuviesen seguros que era fresca.” (¡Tomá!) Y sigo caminando por el pasillito, buscando cosas.
Veo que el armenio me dirige su más amplia sonrisa desde que lo conozco. ¿Tendré descuento por haber defendido el negocio? No creo.
Estoy llegando al freezer de las cervezas cuando, otra vez, me topo con el porteño. Está tratando de abrirlo y me sonrío porque solo ‘un local’ sabe cómo hacer eso.
TP: (Mirando para todos lados) “ ¡Pero y la PMQLP! (Y alza la voz) ¡Ni esta M…da funciona!”
Pongo cara de póker y como sé que no sabe si lo estoy mirando a él o no (ventajas de tener un ojo desviado) lo dejo que siga transpirando tratando de abrir el freezer. El armenio ha desaparecido misteriosamente.
Yo. “¿No puede abrir el freezer?”
TP. “No es que no pueda. Esta M…a no funciona. ¿Todo es así acá?”
Como no me banco más las ‘eshes’ ni a él, opto por sacármelo de encima y dejo mi bolsita en el piso.
Yo: “Más vale maña que fuerza, decía mi abuela” (Y presiono con ambas manos la tapa del freezer, descargando todo mi peso en los brazos. Después – y debo decirlo – con premeditación y alevosía, levanto la tapa usando sólo tres dedos) “Ya está. Espero que tengan la marca que busca.”


Giro y me voy hacia la caja donde el armenio se materializa de la nada y me sonríe nuevamente. Le extiendo la tarjeta de débito y se lleva el dedo índice a los labios llamándome a secreto. En la trastienda, como siempre, pasa la tarjeta y me llama para que firme. Me despido pensando que el TP va a tener que poner peso sobre peso porque el armenio se va a cobrar las críticas diciéndole que no tiene ‘pohne’.

sábado, 18 de enero de 2014

Diálogo con vecina (con novio ‘un poquitín’ menor q ella – ver diálogo del 07/01/14)

Son las 6 y media de la tarde y estoy volviendo de hacer unas compras. Hace un calor que derretiría el iceberg con el que chocó el Titanic y siento sed. Eso me hace dar cuenta que estoy cerca (según las indicaciones que me dio cuando la conocí) de la quinta que alquila Gladys, la vecina que dice tener un novio ‘un poquitín’ menor que ella. Así que, fiel a satisfacer la curiosidad de mis lectores de FB – y sí, la mía propia también, me encamino en su busca.

En el frente hay un muchacho de unos veinte y pico que, eh… ¿cómo decirlo? Bueno, digamos que el gimnasio debe ser su segundo hogar.

Yo: “Hola. Disculpame. Estoy buscando a Gladys.”
M: “Sí. La llamo.  ¡MAAAAAMI, TE BUSCAN! (Grita mientras va hacia adentro de la casa) Y yo me siento una HDP porque lo primero que pensé es que éste era ‘el novio’. ¡Y resulta que es el hijo! La verdad, ya creo que me estoy convirtiendo en mi otra vecina, la malpensada.
G: “ ¡Hola! ¿Salió a caminar?” (O es ciega y no ve las bolsas y que estoy en ojotas o me está tomando el pelo)
Yo: “Y, no me queda otra de caminar para hacer las compras. Pero hoy está de terror, y la verdad, me muero de sed” (¡Ay! Tendría que haber dicho ‘necesito hidratarme’)
G: “¡Y seguro es de las que sale a caminar sin botella de agua!” (Sí, claro, voy a ir a hacer las compras con la botellita de agua – y con el día de hoy ya estaría lista para los mates) “Venga, pase. NEEEENE, TRAEME UNA BOTELLITA DEL ‘PACK’ PARA LA SEÑORA.” (¡Qué pulmones! Casi me deja sorda)
Yo: “No. No. Me tomo un vasito y ya está. No se moleste.”
G: “No es molestia. Tengo como 20 ‘packs’.” (¿Nunca ‘tengo 20 ‘paquetes’, eh?) “¿Le gusta?”
Yo: “La verdad, no tomo mucha agua.” Se larga una carcajada y sigue:
G: “No. Santino.” (Las neuronas hacen una que otra sinapsis y caigo en cuenta que Santino es el hijo… uhm… pero, ¿preguntarme si me gusta el hijo?! Estoy perdiendo algo de esta conversación…) “¡Mi novio, mujer!” (¡Chan! Era el novio no más. ¡Y yo sintiéndome culpable!)
G: “¿No es un amooooor?” (¡Lo que es… es MUUUUY joven!) Parece que me lee la mente. “Seguro que piensa que es demasiado joven para mí, ¿no?”
Yo: (¿Qué carajo le digo?) “Bueno, dicen que no hay edad para el amor, ¿no?” (¡Ay! ¡Qué cursi y bolacera! ¿Pero qué otra cosa podía decir?)
G: “Yo digo lo mismo. ¡Y es taaaan bueno!” En ese momento aparece el objeto de su adoración con una botellita de agua en la mano.
M: “Tome señora. Hidrátese. Un golpe de calor a su edad…” Se frena y se da cuenta que metió la pata hasta el cuadril.
G: “Cuidadito, ¿eh? Que la señora debe ser uno o dos años mayor que yo no más.” (¡Pero qué HDP! No sé si ELLA no es mayor)
M: (Cambiando de tema con la velocidad que una madre cambia pañales cuando tiene 5 o más hijos – eh… no sé de dónde salió esa comparación) “Vive cerca, me dice Mami.” (¡Ay! Esa oración en este nuevo contexto casi me da asquito)
Yo: “Sí. Y vos tenés esta quinta hecha una preciosura.”
M: “Para que haga juego con ella” Y pasa el brazo por la cintura de Gladys que lo mira como si fuese el Dios Sol.
Yo: “Bueno, sigo. Gracias por el agua.”
M y G: (Al unísono – a lo mejor sí son almas gemelas) “Por nada.”
G: “Y dese una vuelta cuando quiera. O yo paso por su casa cuando salga a caminar. Estos días estuve hecha una vaga. No hice nada de ejercicio.”


Me alejo y, discúlpenme, pero …. ¡No le creo nada eso de que no hace ejercicio!

miércoles, 15 de enero de 2014

Diálogo con trabajador comunal.

Estoy mirando los yuyos en el lote vacío aledaño a mi casa y pensando que otra vez voy a tener que meterme en el yuyal con la bordeadora (Word me subraya la palabra ‘bordeadora’ y ¡no quieran saber las opciones que me da!!!) cuando veo un tractor de la comuna y le hago señas al TC.

TC: “Hola doña. ¿Cómo le va? Tiene linda la quinta, ¿eh? Un tiempito atrás era un yuyal.” (¡QTP! Pero me diste el pie justo)
Yo: “ ¡Yuyal es esto!” (señalando el baldío) “Menos mal que venís a cortar.” (En una de esas tengo suerte, se apiada de mí, y lo hace)
TC: (Riéndose) “No doña, esto es un arado” (Suena como yo presentando una vocal y su símbolo fonético a los alumnos al tiempo que señala el arado tras el tractor)
Yo. “Sí, ya sé. Es un arado de 7 discos. Con esto en un rato lo dejás limpito, limpito.”
TC: (Le da trabajo cerrar la boca ya que la mandíbula inferior bajó unos 5 cm por la sorpresa que yo sepa lo que es un arado) “E… sí, pero no lo usamos para cortar los yuyos.” (Con aire de superioridad tentativo – puedo saber qué es un arado pero no para qué sirve)
Yo: “La última vez que cortaron” (empezaron a las 7 de la mañana dicho sea de paso) “usaron un arado. Cómo será que yo pensé que iban a sembrar algo.” (¡Tomá! También sé para qué se usa)
TC: “ ¡Ah! Debe hacer sido algún nuevo (entiendo esto como ‘algún empleado nuevo’). Para esto tenemos motoguadañas” (A Word le gustaría que lo escribiese por separado: moto -guadaña – ¡de no creer!) “Son_”
Yo: “Sé lo que son. Pero acá siempre limpiaron con arado. Y las guadañas que he visto son para uso de mano.” (Miro el lote que es enorme) “¿Te parece que vaya a la comuna y pida que alguien venga a cortar con una de ésas?”
TC: (Seguramente pensado que tal vez le toque a él esa para nada grata tarea) “No. No. Pida que limpien el lote no más.” (Claro. Así usas el arado, ¿eh?) “Va a tener que llenar una nota de pedido.”
Yo: “¿Eh?” (Se me debe notar la mezcla de sorpresa y bronca en la cara)
TC. “Y, sí. Ahora tiene que quedar todo registrado, ¿vió?”
Yo: “Pero si uds. andan dando vueltas todo el día y ven lo que hay que hacer. ¿No pueden informar uds. que hay basura en tal lado, que hay un animal muerto en otro, o que en este lote los yuyos ya llegan a la altura de mi techo, por ejemplo?”
TC: “Nah. Todavía no están ni del alto de las ventanas, doña.” (¡Era una hipérbole, hermano!) “Dése una vuelta por la comuna” (Como si fuera un paseo lo dice) “y haga el pedido. Va a tardar un poco, pero yo le prometo que cuando lo vea me hago un tiempito a principio de día y vengo.” (¡Y otra vez eso será a las 7 a.m., ¿no?)
Yo. “¿Será antes de la próxima lluvia? Porque si nó, en serio los yuyos me van a tapar la casa.”
TC: “Y… va a tardar en volver a llover polenta.” (O sea, esperá sentada que limpien por ahora)
Yo: “Y bueno. Tendré que entrar con la bordeadora y limpiar como pueda por lo menos dos metros desde mi tejido…” (Ya apelo a darle lástima, miren)
TC: “Yo le diría que va a tener que hacer unos tres metros más o menos.” (¡Pero qué HDP!)
Yo: (Ahora apelo a una media mentira) “¿Sabés qué? Me voy a ir a la comuna y les voy a decir lo que me pasó. Encontré una víbora en mi terreno. (Eso fue hace tiempo, pero bué, dicen que el tiempo es relativo) Y seguro vienen de esta mugre que tengo al lado. ¿Mirá si me pica? No puede ser que _”
TC: “¿La mató?” (Ya a esta altura tengo ganas de rebolearle una yarará por la cabeza)
Yo: “¡Claro que la maté! Y no me digás que siempre andan de a dos porque ya lo sé.”
TC: “Capaz que así el trámite sea más rápido. Bueno, doña, sigo porque tengo que limp- eh – arar cerca del terraplén. ¡Que haya suerte!” (¡Suerte tenés vos que yo no te acogote!)
Yo: “Bueno, gracias de todos modos.” (O sea, ‘gracias por nada’)
TC: “Nos estamos viendo”


Y arranca, levantando arena a lo loco, y yo me quedo pensando que en este país la burocracia es como esas semillas que vuelan con el viento y donde caen crecen… La ‘plantita’ Burocracia crece más rápido que los yuyos del lote baldío después de una lluvia.

lunes, 13 de enero de 2014

Diálogo con  ex vendedora ambulante de pan casero (con y sin chicharrón), pastelitos, tortas fritas, etc.

Estoy arreglando plantas en el frente cuando escucho:
EVA: “¡Hola Doña!” Giro y casi no la reconozco. Pollera, blusa, sandalias y ¡hasta está maquillada! Parece mucho más joven de lo que la recordaba.
Yo: “¡Hola! No la reconocí.”                     
EVA: (Riéndose) “Y, sin la bici y la canasta muchos no me reconocen.”
Yo: “¿Ya no hace más pastelitos y pan?”
EVA: “Sí, doña. Pero ya no salgo a vender.” (‘Ah’, pienso, ‘otra que se puso un negocio en la casa’.  Pero no.) “Le vendo directamente al Tito.” (dueño de un kiosco cercano) “Así trabajo de mañana no más y tengo la tarde libre.”
Yo: “¿Y le conviene?” (Estoy a punto de agregar ‘porque conociéndolo a Tito…’ ¡Menos mal que el pensamiento no se hizo voz!)
EVA: “Es un roñoso, pero también es mi futuro suegro, así que conmigo no jode.”  (¡Ay, Tito! Encontraste la horma de tu zapato además de una nuera!)
Yo: (Me rio) “¿Así que va a haber casorio?”
EVA: “En eso estoy.  Pero no sé, la verdad. El  Nacho es muy parecido al padre… No sé si me lo voy a bancar como doña Marta al Tito.”
Yo: “Ah” (Ya dándome cuenta que estoy por experimentar ese fenómeno raro que hace que la gente me diga cosas que no le diría a otros)
EVA: “Y, vió, es medio mandón. Es de los que cree que a las mujeres nos gusta que nos manden.  Y hasta me dijo cuántos hijos quiere tener. Yo le dije: ‘¿Y quién te dijo a vos que yo quiero tener hijos?’ Ja ja. Se quedó …”
Yo: “Um”
EVA: “Y a mí nadie me manda, doña. Yo la ‘pelié’ sola desde chica. Y no necesito que me mantengan. Yo quiero un compañero, ¿vió?”
Yo: “Claro, pero…”
EVA: (Creo que ya se olvidó que está charlando conmigo) “Así que si al Nacho no le entra, buscaré otro.” (¡Tomá pa’ vo’!)
Yo: “Y, sí.”  (¿Qué otra cosa puedo decir?)
EVA: “Yo lo quiero mucho, pero… Bueno. Ya veremos. El rio siempre trae pescado, decía mi abuela, hay que saber encarnar, no más. Bueno, nos vemos, doña. Gracias por la charla.”
Yo: (pensando: ‘qué charla’?) “Chau. Y que salga todo bien.”


Vuelvo a mis plantitas y me sonrío pensando en toda la literatura que hay sobre la emancipación femenina… la EVA lo resumió todo en pocas líneas, ¿no?

martes, 7 de enero de 2014

Diálogo con vecina desconocida

Son las 11 am  y estoy sacando yuyitos en el frente. Hay un vientito agradable, pero el sol raja la tierra cuando aparece entre nube y nube.

VD: “Disculpe”.
Me enderezo y me encuentro con lo siguiente: Sra. de más o menos mi edad que viste shorts, zapatillas y gorrita verde fluo y una remera impecablemente blanca excepto por las manchas de transpiración bajo las axilas. Oro en las orejas, cuello y muñecas – sí, en ambas muñecas. Podría ser la versión femenina de Toti – pero sin perro (ver diálogos de vacaciones 2013).
Yo: “¿Si?”
VD: “Le molestaría darme algo de agua fresca? Salí a caminar y me dejé la botellita de agua mineral en el  ‘dressoir’(Pronunciado ‘dresuaggg’- ¡lo tuve que buscar en google! Lo dicho, ¡la versión femenina de Toti!) “¡Ay, Dios! ¡Como odio el calor!” (Flash mental: ¿Y qué m….da hacés caminando a esta hora?)
Yo: “Para nada. Pase.” La dejo en la cochera y voy en busca de agua. Pienso darle directamente de la perforación – que sale helada, pero considerando la posibilidad que sufra el síndrome de ‘Toti’, le traigo de la heladera. “Acá tiene. La verdad, es arriesgada salir a caminar a esta hora.”
VD: “Es que el vientito estaba lindo. Pero por supuesto me llené de arena. ¡Ay, cómo odio la arena!”
Yo: (Riéndome) “Bueno, a juzgar por el bronceado que tiene (Caribe, Caribe, créanme), no debe odiar la arena de las playas, ¿no?”
VD: “¿Esto? No. Es cama solar. Me hice instalar una acá en la quinta que alquilo. Pero con los cortes de luz… es un embole” (Ah, bué. Toti queda chiquito al lado de esta.) “Y aunque me bañé en repelente… (yo hubiese dicho ‘Off’ aunque use ‘Paff’, ¿vió?) ¡Ay, Dios, cómo odio los bichos!” (A esta altura ya me pregunto qué cuernos hace en el Leyes, entonces) “Gracias. Necesitaba hidratarme.” (Yo hubiese dicho ¡Qué sed que tenía!, pero bué…) “Y encima, se me pegaron esas espinitas, ¿‘toritos le dicen acá?”
Yo: “Cadillos. Sí. No sé cómo le dicen acá.”
VD: “Ah. Ud. es veraneante como yo?” (Sí, querida, pero sin la cama solar, con arena hasta en el traste de tanto carpir, con espinas de Santa Rita en la mano y usando Paff)
Yo: “Se puede decir eso. En verano me instalo acá. Me encanta esta zona.”
VD: (Me mira como si fuera extraterrestre o hubiese dicho una gansada) “¿Eeeen serio?
Yo: “Aja. ¿Y Ud?” (Hago pregunta vaga porque si nó tendría que decir ‘qué carajo hacés acá?)
VD: “Mi novio insistió en venir. ¡Y yo que quería irme en un crucero!” (Lo del crucero concuerda con lo que veo, pero ¡¿’Novio’?!) “Es un poquitín más joven que yo (¡oh là là! – para seguir en la onda  franchuta del ‘dressoir’) y le encanta esta vida.” (Traducción: ‘me la tengo que bancar si quiero seguir teniendo ‘novio’)
Yo: “Ah.” (¿Qué más se puede decir?)
VD: “Bueno. Muchas gracias por el agua. Y si algún día sale a caminar, pase por la quinta. (Me da las indicaciones necesarias) Y no necesita llevar agua. Ja ja.” (O sea, si me olvido la botellita en ‘el dressoir’ le puedo pedir ella)
Yo: “Hasta luego. Y le tomo la palabra.” (No puedo perder la oportunidad de conocer al ‘novio’)


Se aleja espantándose ‘bichos’ imaginarios porque no hay ni jejenes a esta hora, y yo me agacho a seguir sacando yuyitos…. ¡Qué deprimente lo mío!

sábado, 4 de enero de 2014

Primer diálogo de vacaciones 2014 con…

Después de una tarde de trabajo arduo estoy disfrutando de la pile cuando oigo que golpean las manos en el portón. Pienso ‘¡Ay! Que no sea la vecina!’ mientras me envuelvo en un toallón. A no ser que se le haya oscurecido la piel de golpe, vista como hombre – gorra incluida – o haya cambiado de sexo – no es la vecina.

P: “Hola doña. ¡Tanto tiempo!” grita el podador al tiempo que me saluda efusivamente con la mano. Imposible no reconocerlo.
Yo: “Hola. ¿Cómo le va? ¿Y los hijos?”
P: “Todos bien gracias a Dios.” Pausa en el diálogo, porque no sé para qué vino. “Umm… ¿se acuerda que me llamó para ver si le podaban los pinos del frente?” (Sí, hermano, me acuerdo, pero eso fue en julio!)
Yo: “E.. sí… ¿Pero cuándo fue? (¡Vas a transpirar por dejarme plantada, petiso!)
P: “Y… ¿Agosto? ¿Setiembre? Por ahí, ¿no?” (No, querido, no)
Yo: “A mí me parece que fue julio.”
P: “ ¡Ay, doña! Con todo el trabajo que tiene se le mezclan los meses. Ja Ja. (¡Pero qué HDP!)
Yo: “Mire que la cabeza me funciona bastante bien, ¿eh? Para mi edad…”
P: “¡Pero si es una piba! Lo que pasa es que trabaja mucho.” (Seguí insistiendo con lo de la cabeza ¡y en cualquier momento te reboleo algo por la tuya! Y lo de piba no me lo trago ni después de varias cervezas) “Bueno, de todas maneras, ¿qué quiere hacer con los pinos?” (Me guardo la respuesta que viene a mi mente y que incluye una visión del podador colgado de una de las ramas más altas y sin escalera donde apoyarse)
Yo: “Mire, yo andaré mal de la cabeza, pero ud. necesita ir al oculista. Ja Ja. ” Acompaño esto con gesto de la mano señalando los pinos que están podados.
P: (Mirando los pinos) “Um… un poco chuecos, ¿no? ¿A quién llamó? Porque vio que acá cualquiera cree que puede podar. Mire lo que le pasó a Fulanito. Acá 2 km al este. El que tenía el ligustro_” (Ya no lo escucho y solo espero que la boca deje de moverse, pero como no hay señales de que eso vaya a pasar pronto, lo interrumpo)
Yo: “Yo los podé.” (A ver cómo salís de ésta)
P: ¿Ud. los podó? ¡Ay, doña! ¡Mire si se cae de la escalera! Uno ya no está para estas cosas…
Flashes instantáneos: 1- ¿No era que soy una piba?  2- Otra vez está buscando laburo para el pobre hijo mayor. Y 3- ¡Hay que admirarle la habilidad que tiene para que nada le haga mella y cómo cambia de tema!
Yo: “¿Así que le parece que están chuecos? (No te voy a largar tan fácilmente)
P: (Sin retractarse para nada – ya me hace acordar a algunos personajes de la política nacional) “¿No quiere un retoque? (Sí, ¡de cirugía estética puede ser LPMQTP, no para los pinos!)
Yo: (Ya decidida a terminar la conversación) “La verdad que no. Me gusta cómo quedaron.”
P: “ Y bueno. Si a ud. le gusta…” (Entonación de ‘sarna con gusto no pica’)
Yo. “Pero dígale a su hijo que pase uno de estos días porque todavía queda sacar el raigón del pino que se cayó el año pasado.”
P: “¡Ah, sí! Me acuerdo. (¡Menos mal que de eso te acordás!) No se lo pudimos sacar porque se nos rompió la motosierra. (Ya volvió al plural aunque él nunca hace nada) “Quédese tranquila que uno de estos días venimos. Ahora me voy a misa – ya estoy llegando tarde.” Y se aleja en dirección de la iglesia mientras yo quedo petrificada donde estoy parada.


¿A misa? ¿Se confesará el muy HDP?