martes, 11 de febrero de 2020

Diálogo con Vecina (la de la quinta)

Estoy poniendo el candado en el portón – ya cayendo la noche – cuando la vecina se materializa de la nada. Yo, concentrada en embocarle ‘la papita’ al candado donde corresponde, me sobresalto.

V: “¡Hola! Tuvo visita hoy!”
Yo: “Casi me da un infarto. No la vi venir”. (Pienso: ¡nunca la veo venir! )
V: “Ja ja. Estaba justo en la puerta cuando la vi que iba a poner el candado”. (Bueno, que tiene buena visión no se le puede negar) “Vi un auto rojo hoy. Vio que yo estoy atenta a los autos que no son de la zona. Hasta memorizo las patentes. (Para mí las memoriza para jugar los números a la quiniela)¡Con las cosas que están pasando!”
Yo: (Intuyo que si no interrumpo, se viene una lista de casos policiales, de variada gravedad y descriptos con todo detalle, decido proveer información) “Sí. Vino una amiga”.
V: “Y se debe haber perdido porque pasó de largo la primera vez. Y después la vi a Ud. que salió a la esquina envuelta en el toallón y le hizo señas.” (¿¡No viste el color de la malla y si tenía puesto el protector solar también!?)
Yo: “No se acordaba bien dónde era la casa.” (Sigo tratando de ver dónde cornos está el agujerito del candado)
V: “¡Qué bueno que tenga visitas y no solo los albañiles!” (Ahhhhh. ¡Ahora sé por dónde viene la cosa!) “Porque hace unos días vi que vinieron re temprano. Pero ya le habían terminado el trabajo, ¿no?”
Yo: “Sí, pero_” (Al estilo de Mi Otro Yo, me interrumpe)
V: “Vi dos tipos parados en la vereda y otro que saltaba la reja. ¡Imagínese! Casi, casi, llamo la policía. Pero reconocí los dos gordos”. (A esta habría que explicarle lo  del lenguaje políticamente correcto. Y ya me veo tratando de  explicarle a los policías el malentendido). “¡A esa hora! Era raaaaro”.
Yo: “Sí, como a las 7”. (No te voy a largar nada más. ¡Y este maldito candado!)
V: (Probando estrategia alternativa) “Después pensé que a lo mejor les había quedado algo por hacer….” (Y como siempre, pienso en la facilidad que tiene para preguntar sin utilizar una forma interrogativa directa sino una entonación que fuerza a su pobre interlocutor a dar una respuesta)
Yo: (Logrando por fin cerrar el candado) “¡Listo! Bueno, me voy a ver qué cocino”. (De todas las excusas que podría haber inventado, es la más ridícula, pero bué).
V: “¿Tan temprano? Pero si_”
Yo: (Siguiendo su manual, la interrumpo) “Hablando de temprano, ¿qué hacía despierta a esa hora el día que vinieron los muchachos? ¿Anda con problemas de insomnio? (Entonación de preocupación por su salud). Porque se acuerda que me dijo que siempre se levanta cerca de las 9… (Y siguiendo su manual, uso los puntos suspensivos)
V: “Y… err… creo que ese día mi marido se había levantado a las 6 y yo me levanté a cebarle unos mates antes de que se fuera”. (¡Es increíble! ¡Tiene respuesta para todo! Aunque para cualquiera que la conozca, su excusa es casi tan ridícula como la mía de cocinar).
Yo: “¡Peeeero! ¡Esa es una buena esposa! Bueno, la dejo. Nos vemos”.
V: “Si, sí. Yo también tendría que pensar en qué cocinar, ja ja. Mañana charlamos”. (Pienso: ¡no me agarrás por varios días!)

Mientras cierro la puerta con llave, pienso en la ‘batalla de excusas’ en la charla, y recuerdo que alguna vez escuché (o leí) que “mejor una mala excusa que ninguna excusa”.

Diálogo con albañil – en la quinta. (Y sí, ¡yo no me privo de nada!)

Salto de la cama – literalmente – porque la puerta de la cochera se sacude por un golpe seguido de varios más. Tanteo la mesita de luz hasta que encuentro los anteojos, me tiro ropa encima (no puedo decir que ‘me visto’), trastabillo hasta la puerta y abro la mirilla.

A: “¡Buen día, doña! ¿Se olvidó que hoy veníamos a buscar las herramientas que dejamos?”
Yo: “No me olvidé. ¿Qué hora es? ¿Cómo entraron?” (Esto último en alusión a que el portón está con candado)
A: “Son las 7, y solo entré yo porque éstos (señala a los otros dos que esperan en la calle tras el portón) no pueden saltar ni a la soga. Ja ja”. (Razón no le falta porque ‘esos dos’ miden alrededor de 1,80m y su eh… ‘ancho’ no es de atletas precisamente. Ni en sueños pueden saltar la reja.).
Yo: “¡Las 7! ¿No podían pasar un poco más tarde?” (Mi típico buen humor se negó a despertar en el momento que me dijo la hora).
A: “Y, es la hora a la que vamos a laburar. Le prometimos al Don de acá seis cuadras que íbamos temprano. Chocho estaba”. (Bueno, querido, pero la alegría de ese buen hombre que finalmente vayan a trabajarle no es el mismo sentimiento de  quien despiertan a esta hora porque de buena onda les permitió que dejaran las herramientas cuando se les rompió la camioneta).
Yo: (Pasándole por la mirilla la llave del portón para que sus compañeros entren) “Tomá. Ya abro atrás”.
A: “Naaa. ¡Para qué! Siga durmiendo no más. Levantamos las cosas y yo le cierro con el candado”.
Yo: “Ahora ya estoy despierta. Además,  con el bolonqui que van a hacer se van a despertar hasta las chicharras!”
A: (Mientras abre el portón) “Jaaaaaaaa. Tiene razón”. (¡Menos mal que asume cómo son!) “Y ustedes, (dirigiéndose a sus compañeros) no hagan bolonqui, como dice la señora. (¡Ah, claro! Porque vos decís ‘lío/barullo/bochinche’) Miren que no le gustó nada que la despertáramos”. (Y seguro en mi lugar hubieses abierto la puerta con una sonrisa de oreja a oreja - ¡QTP!).
Yo: “¡Mirá si yo te voy a golpear la puerta un domingo a esta hora!” (Me río para aflojar los músculos de la mandíbula que están tensos por el mal humor).
A: “Pero doña, hasta el Señor descansó el séptimo día”. (¿¡En serio me está citando el Génesis?! Mejor cierro la mirilla y no salgo porque lo acogoto).
Yo: “Bueno, me voy a preparar unos mates. Dejame el candado en la ventana de la cocina no más”.
A: “O Ka”.

Desde la cocina escucho su charla – a los gritos, por supuesto – y el ruido de herramientas arrojadas dentro de baldes.
Su cita del Génesis me trae a la mente al filósofo británico Whitehead: “El que la Biblia no tenga ni huella de humor es uno de los hechos más extraordinarios de la literatura”. Seguro a quien o quienes la escribieron los despertaban todos los días como a mí hoy.

miércoles, 22 de enero de 2020


Diálogo con vecina (de la quinta)

Salgo a la noche del Leyes munida de una bolsita donde llevo una botella de cerveza – indispensable para la cena … o lo que sea, bah.  Mi cuadra es realmente una boca de lobo – ¡se ve que la EPE se olvidó que acá también vive gente! Por supuesto, entre la ‘visión monocular’ que me caracteriza, la arena suelta, las ojotas y la oscuridad, ya camino como si me hubiese tomado la cerveza antes de salir. De repente percibo una silueta que viene a mi encuentro y, debo reconocer, me asusté más de descubrir quién era que cuando ignoraba su identidad.

V: “¡Hola! ¿Va al kiosco? Porque vengo de allá y solo les queda Santa Fe”. (¡Pero y la PM!)
Yo: “¡No sabía que era psíquica! Ja Ja”.
V: “¿Lo qué?”
Yo: “Que adivinó a dónde voy”.
V: “¡Ah! ¡Y también a qué va! Ja ja”. (Bueno, hay que reconocerle que tiene una facilidad especial para deducir significados…. y conductas). “No tuvimos tiempo de charlar desde que llegó. ¡No sabe todo lo que pasó!” (¡Ay, nooo! Pienso en cómo zafar de esto, pero no se me ocurre nada) “Pero, claro, estuvo ocupada con los albañiles, y eso”.
Yo: (Admito que soy incapaz de deducir a qué se refiere ‘eso’) “Sí, sí. Y sigo camino porque si no van a cerrar”. (Cada vez soy menos imaginativa para inventar excusas)
V:  “¡Pero no, mujer!¡ Si esos están hasta que las velas no ardan! Con lo que venden…”
Yo: (Como siempre su entonación deja por lo menos dos opciones de significado – en este caso, ‘con la CANTIDAD de cosas que venden’, y ‘con las COSAS que venden’. Opto por la primera). “Sí, tienen de todo. Bueno, ya charlaremos. Sigo porque se va a hacer más de noche todavía.”
V: “Claro, claro. Y Ud. que no ve nada … ¡no se vaya a caer! (¡Y la PMQTP! ¡Vos te tendrías que caer y romperte la mandíbula así no hablás por un par de semanas!)
Yo: “¿Las cervezas que lleva son para su marido, no? Porque van a llegar calientes. Ja ja”.
(Si esto no la hace salir corriendo, estoy perdiendo el ‘toque’ para detectar qué incentivo se puede usar para generar ciertas conductas en la gente)
V: “¡Ay, sí! Me va a cagar a pedo si llegan calientes! (Bueno, ¡yo haría lo mismo!) “Bueno, nos estamos viendo así le paso las novedades”. (No me agarrás para eso aunque tenga que disfrazarme de albañil y hacer mezcla, mirá.)
Yo: “Ya voy a tener que cortar el césped del frente. Ahí seguro nos vemos”. (Entonación de entusiasmo que no siento para nada).
V: “Sí, sí. Y lo va a tener que cortar mañana porque dicen que pasado llueve. Y ya está alto”. (Yo digo, ahora que  Agustín Rossi volvió a ser parte del gobierno, ¿no podría encontrar el misil que se le perdió y tirárselo justo en la cabeza?)
Yo: “Bueno, no la entretengo más. No quiero que su marido me culpe por la cerveza caliente. Ja ja.”
V: (Dándome la espalda rápidamente, pero, por supuesto, girando la cabeza sobre su hombro para quedarse con la última palabra) “Yo siempre le digo que a Ud. le gusta charlar, así que  ya tengo excusa para la demora. Ja ja”.

No contesto , y acelero el paso pensando que debería haber traído dos o más botellas de cerveza…

miércoles, 26 de junio de 2019


Diálogo con Empleado de la Revisión Técnica Obligatoria.                                            10/05/2019
                               

Realizo todos los pasos de la RTO sin caer en las fosas ni descolocarme la cadera en los rodillos esos que te sacuden como si estuvieses bailando zumba sin los movimientos lentos que dicha danza incluye. Retiro los papeles y salgo de la oficina en búsqueda del señor que siempre te coloca la oblea.

ERTO: (¡Lean bien la sigla, mal pensados!) “¿Listo?”
Yo: “Si. Todo bien.” (Le paso la oblea para que la pegue en el parabrisas - y me resigno a que la estampe donde se le ocurre, como de costumbre).
ERTO: (Parece no entender algo) “¿Ud. no estuvo por acá hará 15 días?”
Bueno, los atributos físicos que me hacían inolvidable en la juventud han desaparecido con los años, pero evidentemente a mi ojo derecho no hay con qué darle en el rubro ‘memorable’…
Yo: “Ajá” (Y fijo la mirada en la oblea que tiene en la mano como para señalarle que algo tiene que hacer con eso)
ERTO: “Pero vino en un Corsa Classic , gris … eee … dos veces.” (Me mira y ya no puedo escapar a la explicación).
Yo: “Sí, tal cual”. Y vine dos veces porque tenía el equipo de gas desconectado. ‘O conectado o retirado del vehículo’ me dijeron. (Digo esto último imitando al cascarrabias de la oficina).
ERTO: (Se larga una carcajada y mira para la oficina – gesto que demuestra que entendió perfectamente quién me lo dijo). “Y este es otro Corsa, pero  Celta y rojo.” (Bueno, che, ya entendí que te sabés las marcas y modelos de autos además de poder distinguir colores. Ahora, ¿podrías pegarme esa porquería así me voy?)
“¿Cambió de auto?” (¡Cómo me gustan esas obviedades con tono de pregunta! Te dan ganas de decir algo como ‘¡Elemental mi querido Watson!’)
Yo: “Ajá” (Entonación de ‘¡dale que estoy apurada!’ que le resbala totalmente)
ERTO: “También usado,  ¿no?”
Yo: “Sí”. (Para variar el ‘ajá’, ¿vio?) “Es 2012” (¿Para qué esperar la pregunta? A veces es mejor facilitar la información)
ERTO: “¡Pero está impecable!”
Yo: “Sí”. Y_
ERTO: “Debe sentir la diferencia. Estos son picantes.” (Bueno, menos mal que ya había escuchado ese calificativo aplicado a los autos)
Yo: Me río y opto por ser directa. “¿Me pega la oblea?” (Omito ‘en el parabrisas’ porque se supone que allí va)
ERTO: “Claro, claro.” (Y procede a colocarla para el traste, encimándola a una parte de la oblea vencida que tengo que retirar. ¡El trabajo que me va a dar sacar eso sin dañar la nueva! En fin…)
ERTO: (Claramente satisfecho con su obra de arte) “Bueno, Sra., listo.”
Estoy a punto de agradecerle mientras me subo al auto cuando se descuelga con: “Disfrute del auto nuevo. ¡Y espero que la próxima vez venga con un O km!”
Yo: (Después de considerar brevemente mandarlo a … eee … pegar otra oblea, elijo la ironía) “Sí. El próximo va a ser un Mini Cooper”.
ERTO: “Ja ja. ¡Y quién le dice! Capaz que sí.”
¡O la ironía le pasó por el costado, o me tomó el pelo olímpicamente!


Diálogo con Vendedor de Repuestos del Automotor  - 23/04/18

Entro al segundo negocio del día en búsqueda de un repuesto para el auto. Hay dos empleados a la vista: uno está reponiendo mercadería en múltiples estanterías y el otro tiene los ojos fijos en la pantalla de una laptop.
Yo: “Buen día. Busco –"
VRA: “En un momento estoy con Ud., Sr.” (¡¿’Señor’ dijo?! ¡Pero y la PMQLP! Está bien que, en palabras de una ex alumna, tengo ‘garganta con arena’, pero… ¿¿¿Para tanto???) El ‘repositor’ me mira, se vuelve hacia una estantería dándome la espalda, y por los sacudones de los hombros deduzco que se está riendo.
VRA: (Todavía sin alzar la vista) “¿En qué lo puedo ayudar?”
Yo: (Pensando que mejor me tomo el ‘Sr.’ y el ‘lo’ con humor) “Bueno, podés empezar por no asesinar la identidad de género que me llevó años construir. Sesenta años, para ser exactos.”
VRA: (Alzando la vista y enrojeciendo cual tomate bien maduro) “Yo… er… ¡Perdón. No la había visto!” Yo. “Menos mal. Me hubiese preocupado si mi hubieras visto y aun así me hubieses dicho ‘Sr.’” (Y me rio para no trompearlo, ¿vio?)
VRA: (Carraspeando de tal manera que pienso que en cualquier momento tengo que pedirle un médico) “Mil – ejem – disculpas – ejem – de nuevo. ¿Qué necesita?”
En este punto le tiro el nombre de la pieza  y con la seguridad de un mecánico le agrego las especificaciones con todo detalle.
VRA: (Con sorpresa patente en su rostro) “Err, claro. Veo si tengo. (El ‘veo’ significa tipear en la laptop) “Parece que hay. Ya me fijo” (Y el ‘me fijo’ significa comprobación física de la información digital – se ve que mucha confianza no le tiene a esta última)
Aparece con la caja, me dice el precio y se dispone a hacer la factura.
Yo: “Esperá. ¿Me la mostrás por favor?”
VRA: “Sí, claro.” (Entonación de: ‘no sé para qué la querés ver’ que hace que la presión me suba un poco)
Me tomo mi tiempo para mirar la pieza a través del envoltorio plástico y controlo las especificaciones.
Yo: “Parece que es la que necesito”.
VRA: “Le dije”. (Entonación de: ‘no me equivoco nunca’ que mantiene mi presión en el nivel al que había subido)
Yo: “Sí. Pero también me dijiste ‘señor’. Si andás por la vida equivocándote en esas cosas, tenés que tener cuidado, ¿viste?” (Me rio para quitarle agresividad al comentario)
VRA: (Con los ojos en la pantalla y los dedos listos para hacer la factura) “Jaja. Tiene razón”. (Bueno, ¡menos mal!) “Pero la verdad me sorprende que una mujer sepa algo de mecánica”. (Nunca ‘sepa mecánica’ o ‘sepa tanto de mecánica, ¿no?)
Yo: (Podría inventar una historia larga, pero me decido por una corta) “Y… familia de mecánicos y una siempre en el taller... si no aprendés a reconocer autopartes tenés que ser muy burro”.
Me cobra, recibo la factura y parto con el paquete.

Mientras me acomodo en el auto me felicito una vez más por haber tomado lecciones con mi mecánico – ¡de oratoria! Y buen profe que es – hasta que no memoricé todo y lo repetí con la entonación y lenguaje corporal adecuado no me autorizó a ir a hacer la compra.


domingo, 6 de noviembre de 2016

Diálogo de hospital 6 – con Enfermero

4 a.m. Salgo al pasillo a estirar las piernas un poco. Recorro el pasillo ida y vuelta y me estiro todo lo que puedo – pecho, espalda, cintura. Y finalmente tengo la mala idea de estirar tocándome la punta de los pies. Ahí quedo, sin poder levantarme y temiendo irme de cabeza al piso. Pongo las manos en la pared y empiezo a enderezarme como puedo – estilo ‘hombre araña’ para ser más descriptiva.

E: “¿Estirando? ¡Y eso que hoy tiene sillón!”
Yo: (En un susurro y sintiéndome ridícula en la posición que estoy – en L al revés y traste al pasillo) “Estaba estirando. Ahora sólo quiero tomar la vertical de nuevo, pero no puedo. Tengo la cintura hecha una piedra.”
E: (Deja el carrito y me pone una mano en la espalda a la altura de la cintura y la otra en el pecho justo debajo del cuello) “A ver si la puedo ayudar.”
Yo: “Ya sé que te tengo podrido, pero esto de estrangularme me parece demasiado.”
E: (Riéndose) “¡Usted es de las ‘agradables’, ja ja. ¡Pero la de la pieza X es insoportable!”
Yo: (Siento cuchillos perforándome la cintura mientras el enfermero me endereza centímetro a centímetro) “¿La – que – se – que – ja – ba – por – que – el – sue – ro – no pa – sa – ba – rá – pi – do?” (Bueno, ¡por lo menos todavía puedo separar en sílabas!)
E: “Sí. ¡Imagínese si la XXXXX (acá viene el nombre de una droga que no puedo recordar pero sí sé que no puedo pronunciar) pasa rápido! ¡Lo mata al pobre hombre!”
Yo: (Viendo que el ángulo de mi nariz con la pared ya pasa de 45º a 75º más o menos) “Y… ¡capaz que eso quería! Porque convengamos que el marido también es insoportable.”
E: “¡Ja ja! ¡Tiene razón! Pero uno tiene que tomar partido siempre por el paciente. Ahora quieta y trate de no gritar.” (¡A la pelota! ¿Qué va a hacer?)
Yo: “No me gusta cómo viene esto. Yo _”
No termino la frase porque siento que mi cintura se vuelve de gelatina después de un dolor fugaz.
E: “¡Pero muy bien! ¡Ni lo sintió!” (Tampoco la boludez, querido. Me tomaste de sorpresa y no tuve tiempo de aullar)
Yo: (Exhalando lentamente y probando la cintura a derecha e izquierda) “La verdad, me tenés que enseñar cómo hacer la próxima vez que me pase.”
E: “¡Lo mejor sería que NO le pase una próxima vez! A no ser que tenga un buen enfermero cerca. Ja ja.”
Yo: “¡Muy gracioso! Pero gracias de todo corazón. Ya me imaginaba tener que explicar qué hacía ‘sosteniendo la pared’ a la enfermera de la mañana.”
E: “Jaaaaaaaaa. ¡Me hubiera gustado ver eso! Bueno, voy a controlar los sueros.”
Yo: “Gracias de nuevo.”
E: “¡Por nada! Ojalá los pacientes agradecieran cada vez que los pincho – Ja ja.”


Y se va, empujando el carrito donde lleva cosas que seguramente a los pacientes no les gustan. También seguramente cobra un sueldo que no remunera todo el esfuerzo y conocimiento que su profesión requiere… Pero ya lo dijo Confucio: “Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida.”

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Diálogo de hospital 5 – con Gitana … y sí, hay de todo en una vereda de hospital.

Aprovecho que van a limpiar la pieza y bajo para salir a la vereda a despejarme un poco – y sí, también para fumarme un puchito. Hay más gente que de costumbre y descubro 3 gitanas casi ‘acosando’ a la gente que lo único que quiere es estar en paz a la luz solar un rato.

G: (A pesar de que evito contacto visual) “¡Querida! Seguro vos sos una persona muy religiosa.” (Bueno, si adivina el futuro como percibe ‘la esencia’ de las personas se debe morir de hambre la pobre.)
Yo: “La verdad que no.” (Y exhalo el humo directo a donde está con la esperanza que vaya a ‘acosar’ a otro.)
G: (Despejando el humo con la mano) “¡Ah! Es que todavía no lo has descubierto.” (¿Quién carancho usa el pretérito perfecto así en Santa Fe?) “Pero percibo tu piadosidad” (¿Lo queeé? ¡No, si a mí me tocan todas! No sé cómo me aguanto las ganas de reírme.) “No vendo a venderte humo.” (No, querida, si tengo humo en los pulmones de sobra) “Vengo a dejarte ayuda espiritual y, si querés, también decirte cómo viene tu futuro.” (Yo pensé que iba a decir ‘cómo viene la mano’, miren.)
Yo: (La educación ante todo) “Te agradezco, pero no me interesa.” (Giro para darle la espalda y vuelve a colocarse delante de mí)
G: “Puedo decirte cosas sobre vos que ni te imaginás. Y si sabés lo que te espera en esta vida, la vida se te hace más fácil” (¡Menos mal que no ofreció decirme que me espera ‘en la otra’ vida!)
Yo: “No, gracias. Pero tengo una pregunta.”
G: (Pensando que consiguió clienta) “Pero claro, claro. Pero no leo la mano. Yo solo miro a la persona y me vienen cosas a la cabeza.” (¡Me imagino las cosas que se te pueden ‘venir’ a la cabeza – volando – si jodés a alguien sin la paciencia que te tengo yo!)
Yo: “No. Nada que ver. Quiero saber qué tiene que ver lo religioso con predecir el futuro. A qué iglesia pertenecés?”
G: (Sonando como grabación de oferta de tarjeta de crédito) “No es necesario pertenecer a una iglesia para ser religioso. Y ver el futuro es un don Divino.” (¡Ah, bueno!) “Y también tengo estas estampitas para vender. El santo protector de los enfermos. Para Ud.” (Me extiende la estampita como si la hubiese bendecido exclusivamente para mí.  ¡Diversificación comercial si las hay!)
Yo: (Sin hacer movimiento para tomar la estampita) “¿Qué santo es?”
G: “Eh…”
Yo: “Nunca, pero nunca, ofrezcas un producto si no sabés por lo menos el nombre. Es San Pantaleón.”  Mira para los costados buscando ruta de escape, me parece.
Es ese momento una discusión de dos señoras con las otras gitanas – que había comenzado hace unos minutos – va subiendo de tono y mi interlocutora lanza miradas nerviosas para todos lados.
Yo: (Señalando mi ojo izquierdo) “Bueno, yo con este ojo veo el futuro y (señalando el derecho) con éste veo el universo paralelo. Y veo que en cualquier momento acá se pudre todo. Yo que ustedes me voy antes que alguien se saque mal.”


En un revoleo de polleras coloridas bajan el cordón y cruzan la calle en medio de bocinazos.  No me uno a las expresiones de indignación de las señoras. Me quedo ahí pensando que debería conseguir una estampita de San Nicolás de Bari para acercársela a la gitana – como se dice que puede, entre otras cosas,  lograr la conversión de los ladrones, capaz también la de los chantas …