domingo, 8 de noviembre de 2020

 Diálogo con …eee… aprendiz de profesor de inglés.

 

Llego a la verdulería de mi barrio  y tomo mi lugar en la cola a unos 2 metros detrás de un joven de unos 20 años. El susodicho gira, me mira, primero a la cara y después fija la vista en …eee… el frente de mi remera. O tiene un complejo de Edipo importante o algo le llamó la atención…

 

API: “¿Sabe lo que dice la remera?” (¿Así no más, sin saludo querido?) Pero al menos me alegro que lo que le haya llamado la atención sea mi remera). Como veo que la cola va lerda, decido mantener una conversación que dure hasta que me toque el turno.

Yo: “No, la verdad que no”. (Omito decir que es la misma respuesta que alguna vez le di a una profesora que me preguntó lo mismo cuando fui a clases con una remera que rezaba ‘Every day I add a name to the list of people who piss me off’. En criollo, ‘todos los días agrego un nombre a la lista de la gente que me rompe las … eee… la paciencia’. Mi profe, dicho sea de paso, solo se sonrió y meneó la cabeza – traducción: ‘no creo que no sepas’).

A diferencia de mi profe, el API se sonríe con aire de superioridad.  Que se sonríe lo deduzco del ‘achinamiento’ de los ojos que asoman por encima del barbijo, y el aire de superioridad por la forma en que se para – más erguido y tirando los hombros ligeramente hacia atrás. El lenguaje corporal, a diferencia del verbal, es más claro que el agua clara.

API: “‘Chicas a bordo’. Ja ja”.

Yo: “¡Ah!”

API: “Hay que tener  cuidado cuando uno compra cosas con estampas en inglés. Yo hace años que estudio inglés – quiero ser profesor (¡Pobre, mi vida!  Todavía no se recibió y ya comete el mayor error que muchos cometemos cuando recién empezamos a enseñar – creer que lo sabemos todo – lo que nos hace entrar en pánico al NO tener respuesta para todo).

Yo: “Pero no entiendo. ¿Qué quiere decir realmente. O sea, a qué se refiere esto de ‘chicas abordo’”?

API: “¿Cómo a qué se refiere?” ( Pierde un poco el aire de suficiencia. Y, aunque no lo sabe, está a punto de  aprender que el diálogo profe-alumno casi nunca termina con tu primera respuesta). “A eso. Chicas en un barco”. (Bueno, ahora ya piensa que ni castellano sé).

Yo: (Con mi famosa cara de póker) “Sí, sí. Lo que no veo es por qué poner eso en una remera.  O sea, ¿la persona que la usa  vendría a ser un barco? ¿Y qué serían ‘las chicas’?”

Acto seguido soy testigo del maravilloso proceso mental que termina con el famoso ‘le cayó la ficha’.

API: (Algo colorado ante la revelación que la estampa puede tener un significado metafórico algo inapropiado) “No, no. Es una expresión no más …. creo. ¡Lo voy a tener que googlear ahora!”. (Entonación de frustración).

Yo: “Bueno, yo también lo voy a googlear, jaja. Y la próxima vez que me compre una remera me voy a acordar de vos”. (Ya le toca su turno, así que decido terminar con el muchas veces ignorado ‘refuerzo positivo’). “Me parece que vas a ser un muy buen profe”.

API: “¿Me está cargando?”

Yo: “Para nada. Mi abuela siempre decía que nadie puede saber todo, pero el que más sabe es el que siempre está aprendiendo”.

API: “Una genia la nona, ¿no?”.

Yo: Me sonrío a modo de respuesta. “Te toca”.

 

Mientras lo miro hacer su compra pienso que de verdad va a ser un buen profe de inglés.

sábado, 5 de septiembre de 2020

 

Diálogo con Mi Otro Yo sobre… ¡Ay, no!

 

MOY: “HOOOOLA! Sé que estás viva, pero no se te nota, che”.

Yo: “Se llama PAZ. Algo que vos no tenés  y por eso  venís a destrozar  la mía, ¿no?”.

MOY: (Sin darme cinco de pelota)  “¿Viste que yo siempre te decía que eso de analizar el uso del lenguaje  era una boludez?”

Yo: “¡¿De entrada no más tu término favorito?! Pero me alegra que hayas cambiado de opinión”.

MOY: “No cambié de opinión. Sigo creyendo que es una boludez, ¡pero reconozco que puede ser divertido!”

Yo: “¿Qué delirio_?” (Por supuesto, interrumpe).

MOY: “¡Pero sí! ¿Dónde estuviste este tiempo? ¿En una burbuja sanitaria?”.

Yo: “Mirá, yo_” (¡Oooootra vez interrumpe!)

MOY: “Tomá por ejemplo las declaraciones sobre las tomas de terrenos que_” (Ahora interrumpo yo).

Yo: “¿Cada vez más incoherente estás. De qué cara… carancho hablás?”

MOY: “¿Ves? ¿Ves? A eso me refiero. A la elección de palabras o frases que parecen iguales pero tienen ‘peso’ distinto. Ibas a decir ‘carajo’ y evitaste el término y, por supuesto usaste una palabra de la época del moño”.

Yo: (¡Evito acotar que la expresión que usó es también de la época del moño!) ¡Porque soy educada a diferencia de vos! Ahora,  ¿qué tiene que ver_?” (No sé para qué me molesto en tratar de articular verbalmente un pensamiento, la verdad. ¡Rara vez me deja terminar!)

MOY: “Se le pregunta a integrantes del gobierno ‘¿la toma de terrenos es legal o ilegal?’ ¿Y qué responden? Uno dice ‘Eeee, no es legal’ – lo que me hace acordar al ‘Mi voto no es positivo’ - , y  otro dice ‘esa conducta está en el código penal’. ¿No les sale la palabra I-LE-GAL?”

Yo: “¡No te puedo creer que con todo lo que está pasando vos te fijés en esas cosas! ¿Y qué le ves de ‘divertido’?”.

MOY: “¡Lo divertido es ver cómo transpiran tratando de ‘parafrasear’, dirías vos! ¡Hasta tartamudean! Vos eras menos lerda para eso cuando dabas clases. JAAAAAAA”.

Yo: (Sé que tengo que cortar esto, pero…) “Podrías haber dicho ‘vos eras más rápida’, ¿no? O sea, vos también parafraseas – en este caso para evitar decir algo positivo sobre mí”. (¡Tomá!)

MOY: (Ignora olímpicamente mis palabras) “O como cuando se dice: ‘El sistema de salud ‘está estresado’ - ¿no les sale ‘los médicos terapistas, enfermeros, etc. etc. no dan más’?”

Yo: “Eso es una cuestión de registro. Lo que vos querés que digan es muy coloquial y_” (¡Vueeelta la burra al trigo con la interrupción!)

MOY: “Disfrazalo como quieras. Pero ya lo dijo Charles M. de Talleyrand-Périgord: ‘La palabra se le ha dado al hombre para encubrir su pensamiento’. Lo que pasa es que algunos son más hábiles que otros en eso, ¿vio?”

 

Y qué quieren que les diga, cuando tiene razón, tiene razón.

 

 

 

viernes, 29 de mayo de 2020


Diálogo con Dentista (Como siempre digo, yo no me privo de nada. ¡Ni en cuarentena!)

El martes 26 de mayo llamo a la clínica donde siempre voy – bueno, de vez en cuando voy – para ver si hay algún dentista atendiendo. ¡Sorpresa! Después de explicar mi emergencia, me pasan con MI dentista. (Parece que ser del grupo de edad de  riesgo no le impide ejercer su profesión)
A los diez minutos de nuestra conversación telefónica (durante la cual, por supuesto, me retó por ‘haber demorado en consultar, como de costumbre’) entro en el consultorio.

D: “¡Aaapa! ¡Qué carucha! Supongo que no la pasaste bien estos últimos días, ¿no?”
Yo: “Muy gracioso”.
D: “Sacate esa porquería que no se te entiende nada”. (¡Pero y LPM! ¿El dentista también se la agarra con mi tapaboca?)
Yo: (Me saco el elemento insultado) “Dije ‘muy gracioso’. ¿Mirá si te digo que te saqués todo eso que tenés puesto?  Parecés más un astronauta que un dentista”.
D: (Se ríe) “Y… hay que cuidarse. Y parece que el tapaboca no tiene nada que ver con tus dificultades de habla. Es la inflamación que tenés ahí”. (Señala mi maxilar inferior). A ver, cerrá la boca y abrí”.
Yo: “Ponete de acuerdo. O cierro la boca o la abro, che”.
D: “Jaaaaa. Ni el dolor frena tu humor, ¿no? Abrí grande”. (Con mucho cuidado coloca y manipula el famoso ‘espejito’). “Ummm … ajá… ummm”. (Este rasgo de muchos dentistas, doctores, ecografistas, etc.,  de utilizar onomatopeyas y no palabras es irritante).
Yo: (Tan pronto como retira el espejito) “¿Y qué significa ‘ummm, ajá, y ummm’?”.
D: (Ignora mi pregunta) “Uno, ¿desde cuándo tenés eso ahí? Y dos, ¿qué te automedicaste y obviamente no te dio resultado?”.
Yo: “Uno, desde el viernes pasado”. (Bueno, tal vez fue desde el jueves. ¿Pero para qué echar leña al fuego, no?).  “Y dos, antiinflamatorio cada 8 horas por tres días”. (No digo que no me animé a agregarle un antibiótico porque no me pude acordar cuál me había dado la última vez para algo como esto). Y antes de que pueda retarme, agrego: “Y ayer fue feriado, ¿no?” (O sea, no me vengás con que no consulté a tiempo porque se me ocurrió no más)
D: “¿Solo antiinflamatorio? No te acordaste del nombre del antibiótico, ¿no? Ja ja”. (Evidentemente me conoce hace demasiado tiempo).
Yo: (Vamos a hacerla corta) “La verdad que no”.
D: “Por supuesto hay que agregar antibiótico”. Me da dos cajitas de antibiótico y entonces me doy cuenta por qué no podía recordarlo – era negación. Nombre horrible y tamaño de supositorio más o menos.
Yo: “¡Ay, no!”
D: “Bueno, podés tomar esto o seguir como estás”. (Esa es una táctica que yo misma he usado con mis hijos… ¡y acabo de descubrir que da resultado con adultos también!)
Yo: “OK”.
D: “Te debe tener loca el dolor para dar el OK tan rápido. Ja ja”.
Yo: (Me dirijo a la puerta) “Aprovechá no más a gastarme. Ya voy a volver cuando esté al 100%”.
D: “¡A cuántos les habrás dicho lo mismo! Jaaaaaaaaaaaa. Y acordate del dicho de Buda: ‘El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional’”.
Yo: (Tratando de salvar un poco de dignidad, recurro a táctica de Mi Otro Yo). “No sé si fue Buda quien lo dijo. Lo voy a chequear”.

Me voy pensando que tiene toda la razón, pero también me prometo volver cuando esto se me pase, solo para poder gastarlo por el ‘atavío’ cuarentenal.

martes, 19 de mayo de 2020


Diálogo con un Salame Negador. (Aunque también podría ser un Sin Neurona – la sigla es la misma. ¿Coincidencia?)

Llego a la avenida y me paro en seco. Gente por todos lados y la mayoría sin barbijo. Por un momento pienso que tal vez se levantó la cuarentena y no me enteré.
Una vez fuera de la forrajería _ O le compro comida al gato, o me hace un piquete _ tomo distancia social detrás de quien está esperando para ser atendido. Gira y descubro que no tiene barbijo.

SN: “¡Lindo día! ¿No?”
Asiento y me muevo dos pasos hacia atrás. Pero el muy bolú se me acerca.
SN: “Le decía que está lindo hoy”. (¿Pensará que soy sorda?)
Yo: “Te oí la primera vez. No necesitás acercarte”.
SN: “No me diga que es de los que le tiene miedo a andar sin la mordaza”. (¡A vos te vendría bien una mordaza, que te tiró! Ya me calenté. La estupidez siempre me produce ese efecto).
Yo: “En realidad le tengo miedo a los que andan sin tapaboca porque pueden contagiarme, y a que yo pueda contagiar a alguien si no me lo pongo”. (A ver si entendés que tenés que guardar distancia).
SN: “Ja Ja. ¡Si estaría enferma no andaría caminando! (Corrijo mentalmente: ¡‘Estuviera o estuviese’! pedazo de ….). Además acá no hay casos hace un mes. Para mí esto es todo un verso”. (¡Ay! ¡Me tocó el candidato al  premio mayor a salame negador! Calmate, Adriana, calmate)
Yo: “Sea verso o no, hay que ser muy idiota para arriesgarse, ¿no?” (Me sonrío para no ser tan agresiva y recuerdo que no me puede ver de los anteojos para abajo, así que agrego un ‘Ja Ja’ medio a destiempo y ahogado por el tapaboca).
SN: “A mí que no vengan a obligarme a ‘cuidarme’. Sé cuidarme solito.” (¿Seguro, querido? ¡Me parece que no!)
Yo: “Bueno, ¿pero y qué hay de los demás? Si no tenés síntomas y andás sin tapabocas, le jodés la vida a otros  porque los contagiás”. (Segunda vez que te menciono esto. Pero me parece que ni la proverbial gotita horada la piedra de tu cerebro).
SN: “Yo no estornudo ni toso. ¿Qué voy a contagiar?” (Yo a éste le saco una foto. Si aparecen casos de gente que anduvo por acá, ya tengo candidato a ‘paciente cero’).

En ese momento la empleada llama al siguiente y el SN se acerca a la puerta. La chica le dice que no puede ingresar sin barbijo. Protesta un poco, gira para retirase y me mira.
Yo: “Yo que vos, me pongo tapaboca la próxima vez. Aunque sea para que puedas comprar lo que necesitás”. (Menos mal que no puede ver mi sonrisa – esta vez es de satisfacción)

Camino a casa repaso citas que pudieran resumir el pensamiento y manera de hablar del SN. Y me acuerdo de una que viene al pelo. “Nadie está libre de decir estupideces, lo malo es decirlas con énfasis”.  _ Michel de Montaigne

sábado, 9 de mayo de 2020


Diálogo con Mi Otro Yo

Me preparo para salir de casa a hacer unas compras. La ‘preparación’ consta de varios pasos. A saber: 1-  pasar jabón seco en los vidrios de los anteojos (por fuera y por dentro). 2- Limpiar con trapo – también seco (todo esto para que no se empañen al respirar con el barbijo – o  como quieran llamarlo – puesto). 3- colocar los anteojos. 4- colocar el mencionado elemento de tortura cuarentenal. Nunca invertir pasos 3 y 4 porque al quitárselo, los elásticos del mismo pueden engancharse en las patillas de los anteojos – consecuencia en mi caso: de 9 a 13 lucas para reponer los lentes y al menos una semana de ceguera total.
Estiro la mano para abrir la puerta cuando…

MOY: “¡Che! ¡Ni maquillarte te lleva tanto tiempo! Y eso que no sos muy hábil para eso que digamos”.
Yo: “¡Lo que me faltaba! ¿Cada vez que vaya a salir vas a aparecer?”
MOY: “Pero si solo aparecí antes de dos salidas – al kiosco y a la carnicería. ¡Apoteóticas, fueron!”
Yo: “Bueno, ya apareciste. Ahora desaparecé”.
MOY: “¿Vas a salir así?”
Yo: “¿Otra vez lo mismo? Te estás repitiendo. Ya sabés que tengo que salir con tapaboca. ¡Y ni se te ocurra empezar con las burlas sobre el adminículo!”
MOY: “¡Adminículo! ¡Me encanta! ¿Tan al dope estás que ‘googliás’ palabras que nadie usa?”
Yo: “¡Vos no la usarás, porque_” (Como siempre, interrumpe).
MOY: Te preguntaba si ibas a salir así porque tu melena parece nido de loro. Antes de la cuarentena, por lo menos te mirabas al espejo para ver si te habías pasado el peine – porque no se puede decir que ‘te peinás’ – cuando te levantabas”.
Me acero al espejo y, efectivamente, el cepillo ya no puede con mi pelo. Me lo acomodo como puedo y enfilo hacia la puerta nuevamente.
MOY: “Eeeeee…”
Yo: “¡¿Ahora qué?!”
MOY: “Tenés los cordones de la zapatilla derecha sueltos. Digo, capaz te conviene atarlos, ¿no?”
Yo: (Mientras me ato los cordones pienso: ¡Y la PM! Si sigo así, ¡no salgo más!) “¡Listo! Ahora lo último que me falta es que me dejés en paz. Si no, no salgo”.
MOY: “¿Qué pasó con lo de ‘no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy’? Tu dicho favorito”.
Yo: “Te pregunto lo mismo. ¿Por qué dejar para mañana … eeee… lo que sea que hagas cuando no me estás rompiendo las … eee… la paciencia?”
MOY: “Ya que estamos con dichos o refranes, ‘a otro perro con ese hueso’. Por supuesto tengo cosas importantes para hacer, pero tengo la obligación moral de cuidarte. Ahora podés salir más o menos presentable – más menos que más, pero bueno…” (¡Pero qué HDP!)
Yo: “¿Querés guerra de dichos? Acá va uno a modo de advertencia: ‘en boca cerrada no entran moscas’”.
MOY: “ Bueno, viendo que la cuarentena te ha vuelto más iracunda que cuando corregías exámenes, y sabiendo que ‘más vale prevenir que curar’, me voy a retirar. Después de todo, ‘hacer el bien a quien no quiere, no se puede’”.
Y desaparece, como siempre, quedándose con la última palabra.


sábado, 25 de abril de 2020


Tempranito arranco a caminar hacia el centro de salud del barrio. No alcanzo a hacer dos cuadras cuando ‘percibo acústicamente’ que un auto desacelera a mis espaldas.
Giro la cabeza y me encuentro con un patrullero y dos policías jóvenes que se ven cansados. Frenan,  el acompañante se baja y se me acerca (manteniendo distancia social, por supuesto)

AP: “Buen día, Sra. ¿Dónde va?”
Yo: (Pienso: a esta hora, así vestida, y en cuarentena, de joda seguro que no). “Buen día. Al centro de salud. Tengo turno para vacunarme”. Y le exhibo el correspondiente papelito.
AP: (Examina el papelito) “Pero Ud. todavía no está en edad de riesgo, ¿no?”
Yo: (O está muy cansado, o me está tomando el pelo) “Vos no ves bien, ¿no? Ja Ja”. En realidad estoy en el grupo de riesgo pero no por la edad. Es porque_”
AP: (Termina la oración por mí) “Porque es fumadora. Se le nota en la voz. Mi viejo era fumador. (No se me escapa el tiempo pasado con el que se refiere a su padre). Tiene la misma voz que él cuando se levantaba. (¡Pero y LPM!) No sabe lo que_”
Yo: (¡No sé, ni quiero saber lo que le pasó, querido! A ejecutar maniobra de distracción inmediata) “¿A Uds. los vacunaron? Porque andan en la calle todo el día”.
AP: “Desde que ingresamos nos vacunan – ¡con el sueldo! Ja Ja”. Casi se le sale el barbijo por la carcajada. (Hay que reconocerle el buen humor). “Su tapaboca parece más cómodo que esto”. Señala el barbijo y le doy  puntos extra  por no tocárselo como hace la mayoría de la gente. “¿Lo hizo Ud.?” (¿Pero qué le pasa a la gente con mis tapabocas? ¿Hasta la cana tiene algo que decir de mis esfuerzos de costura?).
Yo: “Si. Y es bastante cómodo. Bueno, ¿puedo seguir? Porque si pierdo el turno…”
AP: “Si, claro, Sra. Le queda un trecho todavía. Vaya, vaya no más. No la alcanzamos porque ya pegamos la vuelta”.
Yo: “Te agradezco, pero todavía puedo caminar 10 cuadras, ja ja”. (Y de paso ‘paseo un poco’).
AP: (Como si me hubiese leído la mente) “Y nada de andar dando vueltas por ahí, ¿eh? Ja Ja. Disfrute el paseo”. Sube al patrullero y cierra la puerta.
Yo: “Que tengan buen día”.

Arrancan y me saludan con la mano. Les devuelvo el saludo y sigo con la primera etapa de mi ‘paseo’. Qué bien se siente caminar – ¡aunque sea para que te encajen una vacuna!


sábado, 11 de abril de 2020


Diálogo con Carnicero
(Y bueno, si sobreviví a mi travesía hasta la carnicería (ver diálogo con MOY 10/04/2020), bien vale contar lo que allí paso, ¿no?

Afuera del local, 25 minutos de espera . Se entra de a uno. Hay más que la distancia social sugerida entre los 8 que esperamos, excepto por una joven que parece que está en conversación con alguien (con quién no se sabe ya que usa audífono), pero ella habla a los gritos. Los más cercanos aumentan aún más la distancia con la susodicha – tal vez pensando que tanta energía pulmonar puede hace llegar sus partículas de saliva más lejos.
 Cuando finalmente entro…
C: (Señalando mi elemento de tortura del día – el tapaboca) “Hola Sra. La reconocí por los anteojos (¡Y yo a vos por los 150 kg de peso, que te tiró!) “ ‘Ta bueno eso que se hizo; medio grande no más”. (¡Ya parece MOY!)
Yo: “Buenas tardes.  Veo que Ud. consiguió barbijo”. (Evito agregar: ¡Y tendría que usarlo en la cara, no en el cuello!)
C: “Es una porquería. No puedo respirar bien con esto”. (Yo te diría que no respirás bien nunca por el exceso de peso, pero bué). “¿Qué va a llevar hoy? Mire que hay_ (acá viene una lista de las delicias que ofrece).
Yo: “Si llevo un kilo de la mitad de todo eso, no me alcanza el sueldo. A ver si le aflojan un poco a los precios, ¿no?”.
C: (Se coloca rápidamente el barbijo como diciendo: ‘vamos a los bifes’ – perdón por el chiste fácil. Sospecho que en realidad es para que yo no vea la cara de traste que puso ante mi comentario) “A nozotro’ tammién noz aumentan”. (Prácticamente se arranca el barbijo y yo tengo que aguantarme la risa – ¡no soy MOY!) “¡No se cómo a Ud. se le entiende lo que dice con esa cosa que es más gruesa que esto!”.
Yo: “Y, es cuestión de práctica.” (¡Hay que ser caradura para decir esto después de put**r todo el camino hasta acá!). “Bueno, deme_” (le listo lo que necesito).
C: “Voy a ser curioso…” (¡Ay! ¿Qué se vendrá?) “¿Por qué siempre lleva carne picada – y especial? Porque para empanadas tendría que llevar un poco de la común, con algo de grasita”. (O sea, 1-¿lo único que sabés hacer son empanadas? Y 2- las estás haciendo mal porque la empanada necesita un poco de grasa para que sea jugosa).
Yo: (Evito decirle que la ‘común’ que vende tiene algo más que ‘algo de grasita’) “Y, preparo muchas cosas. Hamburguesas, albóndigas, _”
C: “¡Pero si las puede llevar listas de acá!” (Sí, claro, y pagarlas un ojo de la cara (lo cual me dejaría ciega totalmente) a pesar de estar hechas con la ‘picada común que tiene algo de grasita’)
Yo: “Y, me gusta cocinar esas cosas – el toque casero, ¿vio?” (Hay que mentir – aunque sea asquerosamente – para no herir la susceptibilidad del carnicero, che)

Pago y salgo, y ante el primer paso me recuerdo a mí misma respirar por la boca – ya se me empañaron los anteojos con tanta conversación.

viernes, 10 de abril de 2020


Diálogo con Mi Otro
(¿Y qué quieren? Sigue la cuarentena…)

Me coloco el tapaboca/barbijo/cubre cara (como quieran llamarlo), ‘fatto in casa’.
MOY: “¿Vas a salir a la calle así?”
Yo: “Zí. Y no fodás”. (¡Y la PM! No puedo hablar con esto puesto).
MOY: “¿Qué? No se te entiende un carajo. JAAAAA”.
Yo: (Tratando de sacarme la parte del ‘accesorio’ que se me adhirió a las fosas nasales cuando inhalé para hablar) “Que voy a salir y que me dejes en paz”.
MOY: “Mucho mejor ahora. Casi se te entiende, mirá”.
Yo: (Cerrando la puerta de casa) “Te voy a pedir de buenos modos que no molestes porque_”
MOY: “Porque tenés que concentrarte para producir sonidos inteligibles. ¡Ahora sabés lo que sentían tus alumnos de fonética! JAAAAA”.
Ignoro su presencia y trato de respirar por la boca mientras me dirijo a la carnicería.
MOY: “Te aviso que en la carnicería o no te dejan entrar o llaman a la policía pensando que sos un choro. ¿Cómo se te ocurrió hacerte semejante porquería? Parecés ladrón de banco”.
Yo: “No ef una pogquedía”. (¡Oootra vez la tela me impide hablar bien!)
MOY: “Si no morís por falta de aire en el camino, capaz llegas a la carni_ ¡CUIDADO!” (Grito que me retumba en la cabeza al tiempo que casi me trago el cordón de la vereda) “Che, tu visión está cada vez peor. ¡Ah, no! Se te empañaron los anteojos.”
Yo: (Habiendo acomodado nuevamente el accesorio)“Se ve que tres capas de tela es mucho y cuando exhalo, el aire va a los anteojos”.
MOY: “¿Y qué querés con semejante naso? ¡Ahora caigo! ¡Por eso lo hiciste tan grande! Pero tenía que ser grande de ancho, no le largo!”
Yo: “¡Ojalá te pudiera poner un tapaboca de 10 capas a vos! ¡Sos insoportable!”
MOY: “Capaz tendrías que alargar las tiras elásticas esas que sacaste de una carpeta. (Bueno, en eso no se equivoca) De paso evitás terminar con las orejas cortadas…”
Yo: (Pronunciando cuidadosa e irónicamente cada palabra) “¿Tenés alguna otra crítica para hacer?”
MOY: “Bueno, che, Montesquieu ya lo dijo: ‘La persona de talento es naturalmente inclinada a la crítica, porque ve más cosas que las otras personas y las ve mejor’. El chabón en realidad usa ‘el hombre’ y ‘los otros hombres’, pero yo modifico la cita por lo que ya sabés – no me gustan los rótulos”. (No, no, no. ¡NO tiene límites!)
Yo: (Reprimo mi enojo porque estoy llegando a la carnicería). “Decirle ‘chabón’ a Montesquieu y tomarte el atrevimiento de modificar sus palabras es algo digno de censura – y por censura entendé crítica.”
MOY: ¿Qué tiene que ver_”
Yo: (Interrumpiendo sin culpa y sin piedad) “El poeta y dramaturgo alemán Friedrich Hebbel dijo: ‘No hay censura que no sea útil. Cuando no me hace conocer mis defectos, me enseña los de mis censores’. Y a ver si te queda claro, tus críticas me enseñan TUS defectos”.
Silencio por una fracción de segundo.
MOY: “Bueno, por lo menos ya mejoraste la pronunciación y no vas a pedir ‘milafezaz’ por milanesas. Y eso me lo debés a mí.”
Y desaparece, por supuesto, sin que pueda contestarle.

sábado, 21 de marzo de 2020


Diálogo con Mi Otro Yo
(Si esperan reflexiones profundas sobre la pandemia, recuerden que MOY es una peste en sí misma/o).

Salgo de casa y me encamino al kiosco a comprar algunas cosas esenciales. No llego a hacer tres pasos cuando…
MOY: “¿No sentís que tenés ganas de fregarte los ojos?”
Yo: (Pienso: ‘Ignorá a la bestia. NO te pican los ojos. NO te pica la nariz. NO necesitás pasar la lengua por tus labios. NO tenés ganas de toser. NO_”
MOY: “¿Hasta miedo de verbalizar tus pensamientos tenés? Podés hablar en voz alta tranquilamente. ¿No ves que no están ni los perros en la calle? ¡Ah, cierto. No ves un carajo!”
Yo: (Al tiempo que desacelero el paso) “¡Y LPMQTP! ¿Podés dejar de joder?”
MOY: “Jodida estás vos porque sos parte de la población de riesgo. La edad, el pucho, el_”
Yo: (Completando su frase) “¡El tener una fuente de estrés permanente en mi cabeza que sos vos! ¡Vos me bajás las defensas físicas más que el pucho y la edad!”
MOY: “Seguí  negando nomás. Y seguí caminando, ya que estamos. Cuanto más estés afuera, más posibilidades tenés de pescarte EL BICHO.”
Yo: (Apurando el paso sin siquiera pensarlo) “Como otras veces, te aviso que si yo ‘palmo’, vos también ‘palmás’”.
MOY: “Mirá, si no morí de aburrimiento cuando estabas en la quinta … Meta cortar el césped, limpiar la pileta, atender toda la fauna que parece que te reconoce como parte de la familia, etc. etc. Yo me agotaba antes que vos. Pero volviendo a lo nuestro _”
Yo: (Habiendo alcanzado la vereda opuesta a casa) “No hay nada ‘nuestro’.  Dejá de romper la paciencia y exacerbar la paranoia.”
MOY: “No es que quiera exacerbar la paranoia, pero pensá que protegiéndote a vos me estoy protegiendo yo.”
Yo: “O sea, yo te importo un carajo, digamos.”
MOY: “Y….”
Es este momento llego al kiosco y veo que no hay nadie, pero  la ventana está abierta. Hay un cartel que reza: ‘No apoyarse en la ventana’.  En el alféizar hay un dispenser de alcohol en gel. MOY: “¡Un genio el kiosquero! Mirá que dicen que el miedo te hace hacer cosas estúpidas, pero a éste le hace hacer lo lógico.”  Y tengo que coincidir con esto.

Mientras desando el camino a casa, y para evitar que MOY me rompa los quinotos, repaso citas que conozco sobre el miedo. Ninguna mejor que esta: “Nada en la vida debe ser temido, solamente comprendido. Ahora es el momento de comprender más, para temer menos”. – Marie Curie

Lindo pensamiento, Marie. Pero yo pienso en tanto idiota dando vueltas que no teme ni comprende – combinación explosiva si las hay…


martes, 11 de febrero de 2020


Diálogo con Vecina Trabajadora Rural

Bajo de la ruta desde Santa Fe a más velocidad de la prudente, pero es que la tormenta ‘me viene pisando los talones’ – aunque una mejor descripción sería que la tormenta ‘viene tocándole el traste al auto’.  A una cuadra de la quinta veo a una VTR que conozco corriendo con ‘la bolsa de los mandados’ flameando cual bandera al viento. Me doy cuenta que no corre, sino que el viento fuerte la está llevando. (¡Es más flaca que yo la pobre! Freno a su lado.
Yo: “¿Dónde va?”
VTR: “¡Hola doña! Del armenio”. Grita para que la escuche por encima del viento. (¡Pobre armenio – insiste con lo de ‘minimercado’ y todos seguimos ‘yendo del armenio’!)
Yo: “La  llevo”. (Total tenía que comprar cosas igual ... y además el armenio todavía tolera el ‘le alcanzo las botellas después’ – aunque sólo de quienes conoce bien).
VTR “Se viene, doña, ¿segura que quiere seguir?” (Y, si vos querías seguir  ‘a pata’, yo puedo con el auto).
Lo que no sabe es que si se larga fuerte yo puedo pasar horas en el auto hasta que ‘amaine’.
Yo: “Mal momento para salir de compras, ¿no?”
VTR: “Y, al ‘Vítor’ se le ocurrió comer milas de pescado. Y vio que el armenio tiene frescas.”
(¡¿Y no se le ‘ocurrió al Vítor’ ir a buscar las milas él mismo?! Pero al cuete ir contra ‘el patriarcado’ con la VTR que hace más de 30 años que se banca ‘el Vítor’).
VTR: (Leyendo mi mente – o la suya propia, y aun así sale en defensa de su marido…) “El Vítor está trabajando”. (Pienso: ¡Con razón la tormenta!) “Ahora arregla máquinas de cortar pasto”. (Corrijo mentalmente – ‘¡Césped!’) “La suya hace un ruido bárbaro. Tendría que llevársela para que la vea.” (¡Encima también le hace de publicista la pobre! Ni en dope ‘le entrego’ mi máquina ‘al Vítor’).
Yo: (Divisando ‘lo del armenio’ entre la arena que vuela y todo lo desdibuja) “Ya estamos. La espero para la vuelta.”
VTR: “No se preocupe, doña, todavía no hay rayos.” (En ese momento, un trueno hace temblar la tierra y ambas corremos hacia el interior del minimercado).
Después de saludar al armenio y obtener permiso de comprar cervezas con el compromiso de llevarle las botellas más tarde, me surto de lo necesario para ‘pasar la tormenta’. Pago con tarjeta de débito – ante la mueca de desaprobación del armenio que me anoticia que ‘hay descuento por pago al contado’ debido a ‘la situación económica del país’ (¿?), y espero que la VTR pague las milanesas que el armenio cobra como si fueran de pollo de mar.
Yo: “Ya se largó la lluvia. La alcanzo hasta su casa”.
VTR: “No, doña, déjeme en su casa no más. Me queda re cerca”.
Partimos patinando en la arena que tiene problemas para absorber la cantidad de agua que cae de golpe, pero llegamos sin incidente/accidente a mi casa, donde me empapo cuando abro el portón.
Yo. (Ya dentro de la cochera) “¿No quiere esperar un ratito hasta que afloje?”
VTR: “No, está bien. Mire, si apenas llovizna ahora. (Evidentemente entendemos cosas distintas por ‘llovizna’ o, lo más probable, no quiere llegar tarde con las milas para ‘el Vítor’). ¡Gracias!” Y parte a paso presuroso bajo la lluvia.

Bajo las cosas del auto, y estoy por buscarme un toallón porque la mojada me está dando frío, cuando la gata agregada aparece vaya a saber de dónde, y me recrimina con mirada de desdén y maullidos de queja el no haberle dejado comida hoy temprano cuando me fui. Me olvido que estoy mojada,  y parto rauda a buscarle comida.  Pienso: ¡Gata manipuladora! Y mientras la proveo de comida tengo que aceptar  que “la culpa no es del chancho sino del que le da de comer”.

Diálogo con Vecina (la de la quinta)

Estoy poniendo el candado en el portón – ya cayendo la noche – cuando la vecina se materializa de la nada. Yo, concentrada en embocarle ‘la papita’ al candado donde corresponde, me sobresalto.

V: “¡Hola! Tuvo visita hoy!”
Yo: “Casi me da un infarto. No la vi venir”. (Pienso: ¡nunca la veo venir! )
V: “Ja ja. Estaba justo en la puerta cuando la vi que iba a poner el candado”. (Bueno, que tiene buena visión no se le puede negar) “Vi un auto rojo hoy. Vio que yo estoy atenta a los autos que no son de la zona. Hasta memorizo las patentes. (Para mí las memoriza para jugar los números a la quiniela)¡Con las cosas que están pasando!”
Yo: (Intuyo que si no interrumpo, se viene una lista de casos policiales, de variada gravedad y descriptos con todo detalle, decido proveer información) “Sí. Vino una amiga”.
V: “Y se debe haber perdido porque pasó de largo la primera vez. Y después la vi a Ud. que salió a la esquina envuelta en el toallón y le hizo señas.” (¿¡No viste el color de la malla y si tenía puesto el protector solar también!?)
Yo: “No se acordaba bien dónde era la casa.” (Sigo tratando de ver dónde cornos está el agujerito del candado)
V: “¡Qué bueno que tenga visitas y no solo los albañiles!” (Ahhhhh. ¡Ahora sé por dónde viene la cosa!) “Porque hace unos días vi que vinieron re temprano. Pero ya le habían terminado el trabajo, ¿no?”
Yo: “Sí, pero_” (Al estilo de Mi Otro Yo, me interrumpe)
V: “Vi dos tipos parados en la vereda y otro que saltaba la reja. ¡Imagínese! Casi, casi, llamo la policía. Pero reconocí los dos gordos”. (A esta habría que explicarle lo  del lenguaje políticamente correcto. Y ya me veo tratando de  explicarle a los policías el malentendido). “¡A esa hora! Era raaaaro”.
Yo: “Sí, como a las 7”. (No te voy a largar nada más. ¡Y este maldito candado!)
V: (Probando estrategia alternativa) “Después pensé que a lo mejor les había quedado algo por hacer….” (Y como siempre, pienso en la facilidad que tiene para preguntar sin utilizar una forma interrogativa directa sino una entonación que fuerza a su pobre interlocutor a dar una respuesta)
Yo: (Logrando por fin cerrar el candado) “¡Listo! Bueno, me voy a ver qué cocino”. (De todas las excusas que podría haber inventado, es la más ridícula, pero bué).
V: “¿Tan temprano? Pero si_”
Yo: (Siguiendo su manual, la interrumpo) “Hablando de temprano, ¿qué hacía despierta a esa hora el día que vinieron los muchachos? ¿Anda con problemas de insomnio? (Entonación de preocupación por su salud). Porque se acuerda que me dijo que siempre se levanta cerca de las 9… (Y siguiendo su manual, uso los puntos suspensivos)
V: “Y… err… creo que ese día mi marido se había levantado a las 6 y yo me levanté a cebarle unos mates antes de que se fuera”. (¡Es increíble! ¡Tiene respuesta para todo! Aunque para cualquiera que la conozca, su excusa es casi tan ridícula como la mía de cocinar).
Yo: “¡Peeeero! ¡Esa es una buena esposa! Bueno, la dejo. Nos vemos”.
V: “Si, sí. Yo también tendría que pensar en qué cocinar, ja ja. Mañana charlamos”. (Pienso: ¡no me agarrás por varios días!)

Mientras cierro la puerta con llave, pienso en la ‘batalla de excusas’ en la charla, y recuerdo que alguna vez escuché (o leí) que “mejor una mala excusa que ninguna excusa”.

Diálogo con albañil – en la quinta. (Y sí, ¡yo no me privo de nada!)

Salto de la cama – literalmente – porque la puerta de la cochera se sacude por un golpe seguido de varios más. Tanteo la mesita de luz hasta que encuentro los anteojos, me tiro ropa encima (no puedo decir que ‘me visto’), trastabillo hasta la puerta y abro la mirilla.

A: “¡Buen día, doña! ¿Se olvidó que hoy veníamos a buscar las herramientas que dejamos?”
Yo: “No me olvidé. ¿Qué hora es? ¿Cómo entraron?” (Esto último en alusión a que el portón está con candado)
A: “Son las 7, y solo entré yo porque éstos (señala a los otros dos que esperan en la calle tras el portón) no pueden saltar ni a la soga. Ja ja”. (Razón no le falta porque ‘esos dos’ miden alrededor de 1,80m y su eh… ‘ancho’ no es de atletas precisamente. Ni en sueños pueden saltar la reja.).
Yo: “¡Las 7! ¿No podían pasar un poco más tarde?” (Mi típico buen humor se negó a despertar en el momento que me dijo la hora).
A: “Y, es la hora a la que vamos a laburar. Le prometimos al Don de acá seis cuadras que íbamos temprano. Chocho estaba”. (Bueno, querido, pero la alegría de ese buen hombre que finalmente vayan a trabajarle no es el mismo sentimiento de  quien despiertan a esta hora porque de buena onda les permitió que dejaran las herramientas cuando se les rompió la camioneta).
Yo: (Pasándole por la mirilla la llave del portón para que sus compañeros entren) “Tomá. Ya abro atrás”.
A: “Naaa. ¡Para qué! Siga durmiendo no más. Levantamos las cosas y yo le cierro con el candado”.
Yo: “Ahora ya estoy despierta. Además,  con el bolonqui que van a hacer se van a despertar hasta las chicharras!”
A: (Mientras abre el portón) “Jaaaaaaaa. Tiene razón”. (¡Menos mal que asume cómo son!) “Y ustedes, (dirigiéndose a sus compañeros) no hagan bolonqui, como dice la señora. (¡Ah, claro! Porque vos decís ‘lío/barullo/bochinche’) Miren que no le gustó nada que la despertáramos”. (Y seguro en mi lugar hubieses abierto la puerta con una sonrisa de oreja a oreja - ¡QTP!).
Yo: “¡Mirá si yo te voy a golpear la puerta un domingo a esta hora!” (Me río para aflojar los músculos de la mandíbula que están tensos por el mal humor).
A: “Pero doña, hasta el Señor descansó el séptimo día”. (¿¡En serio me está citando el Génesis?! Mejor cierro la mirilla y no salgo porque lo acogoto).
Yo: “Bueno, me voy a preparar unos mates. Dejame el candado en la ventana de la cocina no más”.
A: “O Ka”.

Desde la cocina escucho su charla – a los gritos, por supuesto – y el ruido de herramientas arrojadas dentro de baldes.
Su cita del Génesis me trae a la mente al filósofo británico Whitehead: “El que la Biblia no tenga ni huella de humor es uno de los hechos más extraordinarios de la literatura”. Seguro a quien o quienes la escribieron los despertaban todos los días como a mí hoy.

miércoles, 22 de enero de 2020


Diálogo con vecina (de la quinta)

Salgo a la noche del Leyes munida de una bolsita donde llevo una botella de cerveza – indispensable para la cena … o lo que sea, bah.  Mi cuadra es realmente una boca de lobo – ¡se ve que la EPE se olvidó que acá también vive gente! Por supuesto, entre la ‘visión monocular’ que me caracteriza, la arena suelta, las ojotas y la oscuridad, ya camino como si me hubiese tomado la cerveza antes de salir. De repente percibo una silueta que viene a mi encuentro y, debo reconocer, me asusté más de descubrir quién era que cuando ignoraba su identidad.

V: “¡Hola! ¿Va al kiosco? Porque vengo de allá y solo les queda Santa Fe”. (¡Pero y la PM!)
Yo: “¡No sabía que era psíquica! Ja Ja”.
V: “¿Lo qué?”
Yo: “Que adivinó a dónde voy”.
V: “¡Ah! ¡Y también a qué va! Ja ja”. (Bueno, hay que reconocerle que tiene una facilidad especial para deducir significados…. y conductas). “No tuvimos tiempo de charlar desde que llegó. ¡No sabe todo lo que pasó!” (¡Ay, nooo! Pienso en cómo zafar de esto, pero no se me ocurre nada) “Pero, claro, estuvo ocupada con los albañiles, y eso”.
Yo: (Admito que soy incapaz de deducir a qué se refiere ‘eso’) “Sí, sí. Y sigo camino porque si no van a cerrar”. (Cada vez soy menos imaginativa para inventar excusas)
V:  “¡Pero no, mujer!¡ Si esos están hasta que las velas no ardan! Con lo que venden…”
Yo: (Como siempre su entonación deja por lo menos dos opciones de significado – en este caso, ‘con la CANTIDAD de cosas que venden’, y ‘con las COSAS que venden’. Opto por la primera). “Sí, tienen de todo. Bueno, ya charlaremos. Sigo porque se va a hacer más de noche todavía.”
V: “Claro, claro. Y Ud. que no ve nada … ¡no se vaya a caer! (¡Y la PMQTP! ¡Vos te tendrías que caer y romperte la mandíbula así no hablás por un par de semanas!)
Yo: “¿Las cervezas que lleva son para su marido, no? Porque van a llegar calientes. Ja ja”.
(Si esto no la hace salir corriendo, estoy perdiendo el ‘toque’ para detectar qué incentivo se puede usar para generar ciertas conductas en la gente)
V: “¡Ay, sí! Me va a cagar a pedo si llegan calientes! (Bueno, ¡yo haría lo mismo!) “Bueno, nos estamos viendo así le paso las novedades”. (No me agarrás para eso aunque tenga que disfrazarme de albañil y hacer mezcla, mirá.)
Yo: “Ya voy a tener que cortar el césped del frente. Ahí seguro nos vemos”. (Entonación de entusiasmo que no siento para nada).
V: “Sí, sí. Y lo va a tener que cortar mañana porque dicen que pasado llueve. Y ya está alto”. (Yo digo, ahora que  Agustín Rossi volvió a ser parte del gobierno, ¿no podría encontrar el misil que se le perdió y tirárselo justo en la cabeza?)
Yo: “Bueno, no la entretengo más. No quiero que su marido me culpe por la cerveza caliente. Ja ja.”
V: (Dándome la espalda rápidamente, pero, por supuesto, girando la cabeza sobre su hombro para quedarse con la última palabra) “Yo siempre le digo que a Ud. le gusta charlar, así que  ya tengo excusa para la demora. Ja ja”.

No contesto , y acelero el paso pensando que debería haber traído dos o más botellas de cerveza…