sábado, 9 de mayo de 2020


Diálogo con Mi Otro Yo

Me preparo para salir de casa a hacer unas compras. La ‘preparación’ consta de varios pasos. A saber: 1-  pasar jabón seco en los vidrios de los anteojos (por fuera y por dentro). 2- Limpiar con trapo – también seco (todo esto para que no se empañen al respirar con el barbijo – o  como quieran llamarlo – puesto). 3- colocar los anteojos. 4- colocar el mencionado elemento de tortura cuarentenal. Nunca invertir pasos 3 y 4 porque al quitárselo, los elásticos del mismo pueden engancharse en las patillas de los anteojos – consecuencia en mi caso: de 9 a 13 lucas para reponer los lentes y al menos una semana de ceguera total.
Estiro la mano para abrir la puerta cuando…

MOY: “¡Che! ¡Ni maquillarte te lleva tanto tiempo! Y eso que no sos muy hábil para eso que digamos”.
Yo: “¡Lo que me faltaba! ¿Cada vez que vaya a salir vas a aparecer?”
MOY: “Pero si solo aparecí antes de dos salidas – al kiosco y a la carnicería. ¡Apoteóticas, fueron!”
Yo: “Bueno, ya apareciste. Ahora desaparecé”.
MOY: “¿Vas a salir así?”
Yo: “¿Otra vez lo mismo? Te estás repitiendo. Ya sabés que tengo que salir con tapaboca. ¡Y ni se te ocurra empezar con las burlas sobre el adminículo!”
MOY: “¡Adminículo! ¡Me encanta! ¿Tan al dope estás que ‘googliás’ palabras que nadie usa?”
Yo: “¡Vos no la usarás, porque_” (Como siempre, interrumpe).
MOY: Te preguntaba si ibas a salir así porque tu melena parece nido de loro. Antes de la cuarentena, por lo menos te mirabas al espejo para ver si te habías pasado el peine – porque no se puede decir que ‘te peinás’ – cuando te levantabas”.
Me acero al espejo y, efectivamente, el cepillo ya no puede con mi pelo. Me lo acomodo como puedo y enfilo hacia la puerta nuevamente.
MOY: “Eeeeee…”
Yo: “¡¿Ahora qué?!”
MOY: “Tenés los cordones de la zapatilla derecha sueltos. Digo, capaz te conviene atarlos, ¿no?”
Yo: (Mientras me ato los cordones pienso: ¡Y la PM! Si sigo así, ¡no salgo más!) “¡Listo! Ahora lo último que me falta es que me dejés en paz. Si no, no salgo”.
MOY: “¿Qué pasó con lo de ‘no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy’? Tu dicho favorito”.
Yo: “Te pregunto lo mismo. ¿Por qué dejar para mañana … eeee… lo que sea que hagas cuando no me estás rompiendo las … eee… la paciencia?”
MOY: “Ya que estamos con dichos o refranes, ‘a otro perro con ese hueso’. Por supuesto tengo cosas importantes para hacer, pero tengo la obligación moral de cuidarte. Ahora podés salir más o menos presentable – más menos que más, pero bueno…” (¡Pero qué HDP!)
Yo: “¿Querés guerra de dichos? Acá va uno a modo de advertencia: ‘en boca cerrada no entran moscas’”.
MOY: “ Bueno, viendo que la cuarentena te ha vuelto más iracunda que cuando corregías exámenes, y sabiendo que ‘más vale prevenir que curar’, me voy a retirar. Después de todo, ‘hacer el bien a quien no quiere, no se puede’”.
Y desaparece, como siempre, quedándose con la última palabra.


No hay comentarios:

Publicar un comentario