Diálogo con taxista (¿o
el monólogo del taxista?)
1.30 a.m. Estamos
volviendo de una ‘reunión social’ con una amiga en un taxi – una de esas
juntadas de docentes para pasarlo bien y no hablar de laburo. Por supuesto,
siempre se termina hablando de laburo. En el taxi, que viene demasiado rápido
para mi gusto, seguimos charlando de laburo. (¡Una joda bárbara la nuestra!) Mi
amiga se baja y yo le doy mi dirección.
T: (Sorpresivamente desacelerando
a ritmo de tortuga) “¿Uds. Son ‘tichers’?”
Yo: (¡Ay! ¡Sonamos!
Aunque no reconozco los ojos que me miran por el retrovisor) “Si.”
T: “¿Ud. puede creer -
que yo siempre odié el inglés?”
Yo: “¡Ah!”
T: “Estudié en una
escuela técnica y tuve dos ‘tichers’. Una alta, hermosa, toda delicada – la quería
un montón.”
Yo: (Sin entender
cómo se relaciona esta descripción con su odio por el inglés) “Hum”
T: “Y otra petisa que
era veneno puro. Con ninguna aprendí. Odiaba el inglés.”
Yo: (Por la
entonación ya me doy cuenta que no habla más conmigo y está recordando ‘viejos
tiempos’) “Y, en las escuelas técnicas es difícil que los chicos_”
T: “Pero mire cómo es
la vida. Hace seis años mi cuñado – que estaba en Florida, Estados Unidos – me llamó
para laburar allá en la construcción.”
Yo: “¡Pero mire Ud.!”
(Expresión de la época del moño, ¿pero qué otra cosa puedo decir?)
T: “Ahí me di cuenta
lo estúpido que fui en no tratar de aprender inglés.”
Yo: “Bueno, pero en
Florida y trabajando en la construcción_” (Ya me estoy acostumbrando a no
terminar las frases)
T: “Sí. Todos
latinos. Pero a los ‘red nec’ les iba peor porque los yanquis no entendían que
siendo Mejicanos no hablaran inglés.” (¡¿?!)
Yo: “Uhm” (Y sigue manejando
leeento. Y hasta los semáforos conspiran contra mí y se ponen rojos apenas ven
el taxi acercarse)
T: “Por eso a mis
hijos los mandé a inglés desde chicos. Y les dije: ‘no importa si la ‘ticher’
es una bruja – uds. estudian y aprenden igual.”
Yo: “Uhm” (Ni soñando
intento revertir la imagen de ‘bruja’ de las profes de inglés que tiene. ¡Sólo
quiero llegar a casa!)
T: “¿Pero puede creer
que a ellos les gusta?” (Pienso: o te dicen que les gusta porque yo tampoco le
llevaría la contra a dos metros de altura y un ancho impresionante)
Yo: “Bueno. Lo que
pasa que cuando se empieza de chico_”
T: “Pensar que lo
único que yo decía era ‘noespikinginglish’, ‘noespikinginglish’.” (¡Ay! Noooo.
Sábado de madrugada ¡y yo escuchando esto! ¿Será un castigo divino por mi
jubilación?)
Yo: “Ja. Ja.” (No
risa propiamente dicha, más bien onomatopeya)
T: “Así que a mis
hijos, cuando estamos viendo una peli en inglés, les digo que saquen los
subtítulos (¡Ah! ¿Tiene uno de esos televisores? Se ve que gana bien con el
taxi.) y me traduzcan.”
Yo: (Debatiéndome
entre la piedad por esos chicos o decirle que cuando terminen la secundaria
hagan el traductorado de inglés) “Eso no es fácil porque_”
T: “¡Y más les vale
que yo entienda!” Y se ríe con ganas. (Y yo veo que quedan sólo unas cuadras
para casa)
Yo. “Allá en la
esquina a la izquierda.” (Para pero me sigue charlando unos minutos más – ya se
me cansa el brazo de tenerlo extendido con el billete en la mano.)
T: Terminando su
monólogo con un inesperado: “Nunca deje que un alumno de diga que el inglés es
una boludez. Y le doy permiso para que les cuente lo que me pasó a mí.” (Y
después de esta generosa cesión de su derecho de copyright, me redondea el precio para abajo – algo que
tomo como su ofrenda de paz para todas las ‘tichers’)
Yo: “Claro. Muchas
gracias. Que siga bien.”
T: “Ud. también.” (Y
arranca como cuando lo tomamos con mi amiga – a todo lo que da)
Mientras trato de
poner la llave en la cerradura, (¡No sean mal pensados! No es por excesivo
consumo de alcohol, sino porque no se ve un pomo) pienso que con padres como
éstos la vida sería mucho más fácil para las ‘tichers’ – ¡los hijos que se la
banquen!
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