jueves, 10 de abril de 2014

Diálogo con secretaria de clínica.

Llego a la recepción pero parece que no hay nadie. Miro alrededor y escucho ruidos que vienen de detrás del mostrador. Un par de manos pone carpetas, sobres, cuadernos uno tras otro sobre el mostrador. Luego emerge una cabeza que me saluda.

Yo: “Me parece que necesitás un par de manos más.”
S:  (Se ríe) “¡Ni un pulpo podría con todo esto!” (Se arregla el pelo, se calza bien los anteojos y endereza la chaqueta) “¿En qué la puedo ayudar?”
Yo: “La verdad, me ayudarías si me dijeses que no tengo que hacerme todo esto.” (Pongo sobre el mostrador la parva de órdenes para análisis y otros estudios)
S: (Mirando uno por uno los papelitos) “¡Uy! ¿Pero cuánto hace que no iba a un médico?”
Yo: (Me bajo los anteojos y la miro por encima del marco – deformación profesional que no puedo erradicar) “Estuve muy ocupada los últimos_”
S: (Termina la oración por mí) “¿Diez años?” (Y se ríe)
Yo: (Bueno, usemos nuestro sentido del humor). “Sí, más o menos” (Y también me río)
S: (Mira el nombre en las órdenes) “¿Ud. no es profesora de inglés?”
Yo: (Pienso: ‘¡Ay!  ¡Soné!’ Pero la cara no me resulta familiar). “Sí.” (Y por las dudas lo dejo ahí)
S: “Una prima mía estudió inglés en el Brown. Yo pasaba a buscarla los viernes a la noche - tarde. Creo que ahí la vi un par de veces”
Yo: “Capaz que sí. Yo daba clases los viernes hasta las 22:30. ¿Quién es tu prima?”
S: (Me dice el nombre y mi cerebro empieza a escanear ‘la base de datos’.) “¡Ah, sí! Me acuerdo de X. Cursó conmigo Lengua III en el 2008.”
S: “¡Qué memoria! Y ella se acuerda de ud. porque siempre la nombra.” (¡Qué lo tiró! Acá agrega un par de análisis más y alguna orden para un psiquiatra. ¡Los alumnos deberían firmar un acuerdo de confidencialidad sobre los docentes que tienen!) “Dice que se ca….ban de la risa con ud.” (Bueno, lo voy a tomar como un cumplido)
Yo: (Cambiando violentamente el tema) “¿Y cuándo te parece que me voy a poder hacer todo esto?”
S: “Bueno, normalmente esto lleva toda una mañana.” (Y empieza a listar  - en  orden – todo lo que tengo que hacer, dónde tengo que estar, a qué hora, y cómo autorizar cada cosa en la obra social.)
Yo: (Apabullada por la andanada de información) “¿Y vos decís que yo tengo memoria? Ja Ja. ¿Me podés escribir todo eso?”
S: “Sí, claro. Y esto sí lo sé de memoria por repetirlo tantas veces. Pero lo suyo_” (Toma un papelito y procede a escribir con una velocidad sorprendente pero con letra muy legible – letra que me recuerda a la de su prima, la verdad) “_ ¡acordarse de los alumnos que tuvo en el 2008! Yo no me acordaría de un paciente de esa época.”
Yo: “Bueno. Vas a tener que acordarte de mí porque después de esto no me ves más el pelo hasta dentro de 6 años más o menos.”
S: (Se ríe mientras hace la última anotación) “Acá tiene. Y nos vemos la semana que viene.”
Yo: “Gracias. Y dale saludos a tu prima.”
S: “Claro. No me va a creer que se acordaba de ella.”


Salgo con el papelito de instrucciones en la mano y mientras lo pongo en la cartera me pregunto por qué la gente piensa que los docentes no recordamos a los alumnos – después de todo, ellos sí se acuerdan de nosotros, ¿vio?  ¡Afortunada o infortunadamente!

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