Diálogo con cartero.
Cuando abro la puerta
me encuentro con el cartero.
Yo: “Buen día. Aunque
seguro que no son buenas noticias.” (Siempre empezamos nuestra conversación así, haciendo alusión a las
boletas de servicios varios que trae)
C: (Usando también su
contestación de siempre) “Ya dije, no entrego más esas cosas en mano porque
cualquier día me linchan.” (Se ríe) “Pero hoy tengo algo mejor para Ud. Esto es
su nuevo documento.”
Yo: “¡Ah! Era hora.”
(Me pide mi documento viejo y el comprobante del trámite)
C: “Muéstreme la
segunda hoja.” (Así lo hago) “18 del 2 del … ¿58?” (Bueno, Don, no sé por qué
la entonación de sorpresa)
Yo: (Riéndome) “Bueno,
tampoco es para que se entere el barrio entero.”
C: “¡Pero si es dos
años menor que yo!” (No sé si tomar esta exclamación como: 1-‘Está hecha m…a’,
o 2- ‘Yo soy mayor que Ud. y estoy en mi mejor momento’. Y ninguna de estas
paráfrasis es muy alentadora que
digamos.)
Yo: “Bueno. Se ve que
las caminatas diarias que hace lo mantienen bien.” (Me mira como diciendo ‘¿Me
estás tomando el pelo?)
C: “La ‘caminata’
sería linda si no tuviera todo esto. (Mira el bolso que rebalsa de sobres) “Cuando
me lo descuelgo al final de la vuelta, sigo caminando de costado como cangrejo
por un rato largo.”
Yo: (Me río) “Sí. Ese
peso le debe hacer percha la columna, ¿no?)
C: “Si. Pero tiene
sus ventajas. Cuando llego a casa tengo masaje gratis.”
Yo: “¿Uhm?”
C: “Y, sí. Mi novia (¡Ah,
bueno!) me da un masaje que me deja como nuevo. Porque yo le dije cuando
empezamos a salir - (¡Ah, bué!) – ‘sin un buen masaje no sirvo para nada.” (¡A
la pelota!)
Yo: (Sin saber bien
qué cuernos decir) “Buen truco ese”
C: (Se ríe) “Nunca
falla.” (Y me guiña el ojo) “Ud. que es profesora debe haber probado el ‘ ¡Ay,
cómo me duelen las piernas!’, ¿no?” (Imitando muy bien a una mujer diciendo
esto)
Yo: (Me río mientras
pienso que esta conversación se está yendo al carajo) “La verdad que no.
Debería haberme dado ese consejo antes.” (Y me apuro a seguir) “¿Dónde firmo?”
C: “Firme acá. Aclare
acá. Y su número de documento acá” (Dice esto marcando con crucecitas los
lugares en dos planillas) “Lindo día, ¿no?” (¡Ay! Menos mal que ya cambiamos el
tema de conversación!)
Yo: “Sí. Un hermoso
día de otoño.”
C: “Bueno. Acá tiene.
Y cuídelo porque es una porquería de tarjetita.” (Buena definición de lo que,
de ahora en más, va a acreditar mi identidad)
Yo: “Gracias y que
siga bien.”
C: “Ud. también. Y
acuérdese, pruebe con lo del dolor de piernas.”
Le sonrío a manera de
despedida y una vez dentro de casa pienso que fue un acierto no mencionar que
estoy jubilada. ¡No quiero ni pensar qué sugeriría el cartero sobre cómo lograr
un masaje gratis y en qué parte del cuerpo!
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