Diálogo con empleado
público
Me toca el turno para
hacer el trámite para el nuevo DNI y pasaporte y tomo asiento frente a un
muchacho de unos veintitantos.
EP: “Buenos días.
Digamos ‘buenos’, aunque me imagino lo que fue llegar hasta acá con la lluvia.”
(Ya me compró – vio lo mojada que estoy y se compadece de mí. ¡Bien!)
Yo: “Si. Se llovió
todo hoy.”
EP: “¿Me permite su
documento?”
Se lo entrego. Lo
mira. Lo vuelve a mirar.
EP: “Discúlpeme un
momentito.” Se levanta y va a consultar algo con otro empleado – un señor de mi
edad más o menos. Después de unos segundos, el señor se ríe y el EP vuelve a su
silla.
Yo: “¿Algún problema?
(¡Ya veo que toda mi vida tuve un documento trucho y no me di cuenta!)
EP: “Eh… No. No. Es
que nunca había visto este documento. ¿Nunca lo cambió?” (Se refiere al DNI
verde claro – o ya está claro por los años – que tengo desde los 18 años)
Miro hacia el box del
empleado más grande y veo que me sonríe y menea la cabeza.
Yo: “Eh… No. Este es
mi DNI original – nunca tuve necesidad de cambiarlo porque siempre fue válido,
¿no? Si siempre voté con este y nunca tuve problemas.”
EP: “Sí, sí.” Pero
vio que cuando sale un documento nuevo la gente tiende a cambiarlo.”
Yo: “¡Mirá si te
llega alguna con libreta cívica, entonces!” (¡¿Por qué no me callo la boca?! Me
mira como si estuviese hablando en chino.)
EP: “Eh… ¿Y eso qué
es?”
Yo: “Bueno, mi mamá
tenía libreta cívica. Era el documento de las mujeres. Y los hombres_”
EP: “¡Ah, sí! Tenían
libreta de enrolamiento! Claro. Eso me lo contó mi abuelo.” (¡Que lo tiró! –
para usar una expresión de aquellos tiempos. En cualquier momento me pregunta
otra cosa ‘de los tiempos de su abuelo’)
Yo: “Ajá. ¿Entonces
no hay problema?”
Sigue mirando el
documento.
EP: “No. Claro que
no.” Empieza a hacer las preguntas de
rigor: nombre completo, dirección, etc. etc.
“¿Ocupación?”
Yo: “Docente.” E,
inmediatamente me corrijo. “Bueno, a partir del 31 de marzo, jubilada docente.”
EP: “Ya le pongo
jubilada. Total, para cuando le llegue va a ser cierto. Ja Ja.” (Querido, ¡nov le veo la gracia!)
Me toma las huellas
digitales. ¡Qué diferente a cuando te entintaban los dedos!
EP: “Bien. Ahora
sáquese los anteojos y mire fijo la cámara.”
Yo: “¿Con qué ojo?” Y
me rio. “Además, si es a los efectos de identificación, te aviso que sin
anteojos no me conoce nadie.”
EP: (Se rie y me
indica el aparatito que yo pensé que era una lamparita de escritorio). “Listo,
Sra.”
Yo: (Con mi ahora
perimido documento en mano) “¿Y con éste qué hago? Hay que entregarlo, destruirlo,
o qué?”
EP: “Lo que quiera.
Pero yo que ud. lo guardo de recuerdo.” (¿Acaba de decirme que mi documento y
yo estamos para el museo? No. Su expresión no es de tomada de pelo)
Yo: “Bueno. Muchas
gracias.”
Me levanto y giro
para irme cuando veo que quien va a tomar mi lugar es un señor de unos 80 años. Estoy por mirar
el EP y dedicarle una sonrisa cómplice cuando veo que el señor tiene en su mano
el último DNI – el celeste, ¿vio?
Me trago la sonrisa
cómplice y salgo lo más rápido que puedo de la oficina.