sábado, 29 de marzo de 2014

Diálogo con empleado público

Me toca el turno para hacer el trámite para el nuevo DNI y pasaporte y tomo asiento frente a un muchacho de unos veintitantos.

EP: “Buenos días. Digamos ‘buenos’, aunque me imagino lo que fue llegar hasta acá con la lluvia.” (Ya me compró – vio lo mojada que estoy y se compadece de mí. ¡Bien!)
Yo: “Si. Se llovió todo hoy.”
EP: “¿Me permite su documento?”
Se lo entrego. Lo mira. Lo vuelve a mirar.
EP: “Discúlpeme un momentito.” Se levanta y va a consultar algo con otro empleado – un señor de mi edad más o menos. Después de unos segundos, el señor se ríe y el EP vuelve a su silla.
Yo: “¿Algún problema? (¡Ya veo que toda mi vida tuve un documento trucho y no me di cuenta!)
EP: “Eh… No. No. Es que nunca había visto este documento. ¿Nunca lo cambió?” (Se refiere al DNI verde claro – o ya está claro por los años – que tengo desde los 18 años)
Miro hacia el box del empleado más grande y veo que me sonríe y menea la cabeza.
Yo: “Eh… No. Este es mi DNI original – nunca tuve necesidad de cambiarlo porque siempre fue válido, ¿no? Si siempre voté con este y nunca tuve problemas.”
EP: “Sí, sí.” Pero vio que cuando sale un documento nuevo la gente tiende a cambiarlo.”
Yo: “¡Mirá si te llega alguna con libreta cívica, entonces!” (¡¿Por qué no me callo la boca?! Me mira como si estuviese hablando en chino.)
EP: “Eh… ¿Y eso qué es?” 
Yo: “Bueno, mi mamá tenía libreta cívica. Era el documento de las mujeres. Y los hombres_”
EP: “¡Ah, sí! Tenían libreta de enrolamiento! Claro. Eso me lo contó mi abuelo.” (¡Que lo tiró! – para usar una expresión de aquellos tiempos. En cualquier momento me pregunta otra cosa ‘de los tiempos de su abuelo’)
Yo: “Ajá. ¿Entonces no hay problema?”
Sigue mirando el documento.
EP: “No. Claro que no.”  Empieza a hacer las preguntas de rigor: nombre completo, dirección, etc. etc.  “¿Ocupación?”
Yo: “Docente.” E, inmediatamente me corrijo. “Bueno, a partir del 31 de marzo, jubilada docente.”
EP: “Ya le pongo jubilada. Total, para cuando le llegue va a ser cierto. Ja Ja.” (Querido, ¡nov le veo la gracia!)
Me toma las huellas digitales. ¡Qué diferente a cuando te entintaban los dedos!
EP: “Bien. Ahora sáquese los anteojos y mire fijo la cámara.”
Yo: “¿Con qué ojo?” Y me rio. “Además, si es a los efectos de identificación, te aviso que sin anteojos no me conoce nadie.”
EP: (Se rie y me indica el aparatito que yo pensé que era una lamparita de escritorio). “Listo, Sra.”
Yo: (Con mi ahora perimido documento en mano) “¿Y con éste qué hago? Hay que entregarlo, destruirlo, o qué?”
EP: “Lo que quiera. Pero yo que ud. lo guardo de recuerdo.” (¿Acaba de decirme que mi documento y yo estamos para el museo? No. Su expresión no es de tomada de pelo)
Yo: “Bueno. Muchas gracias.”

Me levanto y giro para irme cuando veo que quien va a tomar mi lugar  es un señor de unos 80 años. Estoy por mirar el EP y dedicarle una sonrisa cómplice cuando veo que el señor tiene en su mano el último DNI – el celeste, ¿vio?

Me trago la sonrisa cómplice y salgo lo más rápido que puedo de la oficina.

miércoles, 26 de marzo de 2014

Diálogo con Mi Otro Yo en el primer día de mi vida de jubilada.

MOY. “Bueeenas. ¿Cómo andamos?”
Yo: “No se vos, pero a mí me duele la cabeza.” (Y evito decir ‘y vos vas a empeorar la situación’)
MOY: “No me refería a tu estado físico – ya sabemos que es lamentable. Pero, de todas maneras, el dolor de cabeza debe ser parte de la resaca de la festichola de anoche con tus amigotas.”
Yo: (Armándome de paciencia) “Celebración. Colegas. Amigas. ¿No podés ni siquiera hoy moderar tu vocabulario?”
MOY: “¿Qué? ¿Apelando a la lástima?”
Yo: “¿Eh?”
MOY: “Claro.  Hoy ya sos una desvalida jubilada.”
Yo: (A punto estoy de decir una guarangada pero no quiero darle el gusto) “¿Desvalida? Estuviste leyendo un diccionario? Si es así, estás aplicando el adjetivo a la persona equivocada. 
MOY: “Bueno. Capaz. Sólo quería ver cómo reaccionabas. Aparentemente todavía tenés algo de paciencia.”
Yo: “No te equivoques. No para vos.”
MOY: “¿Y para quién la vas a guardar? Ya no vas a tener alumnos.”
Yo: (Pega duro la muy HDP) “Cierto. Pero sigue habiendo situaciones de vida donde se necesita.”
MOY: “Uhm”
Yo. “¿Qué? ¿Ahora usas MI técnica de ‘uhms’.”
MOY: “Para nada. Estaba pensando. ¿Qué carajo vas a hacer ahora? Veo cruzar las ideas por tu cabeza, pero van muy rápido y desordenadas para mi gusto.”
Yo: “¡Lo último que me faltaba! Tener que pensar ordenadamente para vos. Acá va algo ordenadito. ¿Sabías que la palabra ‘jubilación’ tiene un origen hebreo y otro latino?”
MOY: (Tratando de interrumpir) “¿Qué_”
Yo: “El hebreo  viene de la ley de Moisés, que estableció que una vez cumplidos los 49 años (siete veces siete) debía celebrarse una fiesta –el yobel – para dedicarse a reflexionar, meditar y volver a la esencia de la vida, pero siempre con gozo y alegría. El año nº 50 se dedicaba pues a disfrutar con júbilo de lo que se había conseguido en los años anteriores. De ahí viene el término latino jubilatio, jubilationis, que significa gozo, alegría, júbilo.”
MOY: “¡Qué lo parió! diría Mendieta.”
Yo: “¿Te sorprendí, eh?” (Por no decir la otra palabra que me cruza la mente en vez de ‘sorprendí’)
MOY: “Realmente sí. Primero, si esto es así – tendría que ‘googlearlo’ – te jodieron. Te estás jubilando 6 años más tarde. Y segundo, ¿’disfrutar con júbilo de lo logrado’? Moisés no podía anticipar lo que le pagan a los docentes  y, ‘pior’, a los jubilados docentes en este país! JAAAAA.”


La risotada es lo último que oigo porque desaparece con su usual velocidad, ¡LPMQLP!!!!

jueves, 20 de marzo de 2014

Diálogo con adolescente aprendiz de vándalo _ muuuy aprendiz!

Como todos los días, salgo a la puerta de casa en el horario de salida de la escuela de mi cuadra  - siempre hago lo mismo para tratar de evitar los ‘grafitis’ con que decoran mi pared los niñitos. Evidentemente llego tarde porque solo encuentro un adolescente, quien, fribrón en mano, aparentemente se dispone a dar rienda suelta a su creatividad.

Yo. “¿Qué hacés?” (Tono de pregunta, lo juro, no de reto)
El AAV, sorprendido en el acto infame, retira el fibrón de la pared tan violentamente que se hace una hermosa línea negra en la remera del uniforme escolar.
AAV: “Eh… Yo… Naa… Nada, señora.” (Sin saber bien dónde esconder el fibrón)
Yo: “Pero si no te estoy retando. Te estoy preguntando si estabas por escribir o dibujar.”
(Me mira y no parece entender por qué la sonrisa benevolente en mi cara) “En serio te pregunto. Quiero saber.”
AAV: “Eh… y sí. Estaba por hacer un dibujo. Pero le juro que nunca más.” (Hace ademán de retirarse)
Yo: “¡Ah! ¿Y qué ibas a dibujar?”
AAV: (¡Se pone colorado! Y también a la defensiva) “Eh… yo… naa…” (Puede parecer incoherente al lector, pero les aseguro que es como si hubiese dicho la palabra con todas las letras)
Yo: “¡Ah! ¡Eso! ¿Y lo sabés dibujar? Porque el año pasado habían dibujado uno tan mal que tuve que hacer una flecha y ponerle ‘órgano reproductor masculino’ para que la gente supiese lo que era. ¿Podés creer?”
Me mira boquiabierto y como diciendo ‘¿Está de la nuca?’ o expresión contemporánea juvenil equivalente.
Yo: “¿Me das tu dirección? Tu nombre ya lo sé porque está debajo de la raya que te hiciste con el fibrón.” (Señalo su remera)
AAV: “Si le va a decir a mis viejos, no se gaste, no le van a dar bola.” (No sabe cuánto me está diciendo de su vida familiar con esas simples palabras)
Yo. “¡Pero nó! Quiero saber la dirección porque si encuentro algo en mi pared de ahora en más, me voy a tu casa, dibujo lo mismo y firmo con tu nombre.” (Ya a esta altura duda de mi salud mental, seguro, y ensaya una sonrisa nerviosa)
AAV: “Eh… me está jodiendo.”´
Yo: (Borrando la sonrisa de mi cara). “Te hablo en serio. El año pasado lo hice y me dio resultado. Nadie más volvió a ensuciar la pared.”
AAV: (Ya desesperado por huir o pensando en discar 911 y decir que está a la merced de una loca en serio) “Eh… Naa… yo le prometo que no va a pasar de nuevo.” (Ve con alivio que el colectivo está viniendo)
Yo: “Uhmm. Bueno. Por esta vez pasa. Pero te agradecería que le digas a tus compañeros lo que les puede pasar si me ensucian la pared.” (Innecesario, porque seguramente se sube al cole y empieza a ‘wassapear’ a todos los amigos que no se acerquen a la tarada de la esquina)


Giro para entrar y me largo la carcajada después de cerrar la puerta.

viernes, 14 de marzo de 2014

Diálogo con almacenero.

Patino más que entro al almacén (por la lluvia, che). El almacenero está anotándole los montos de la compra a una señora en una libreta. Cuando la clienta (La RAE aún no acepta el género femenino todavía, pero …) se va, me puede la curiosidad.

Yo: “No sabía que todavía existía la libreta, y menos que todavía se vendiera fiado.”
A: “Y, sí. No somos un super, ¿vió?. Y acá la gente está acostumbrada.”
Yo: “Si. ¿Pero cómo hace en época de inflación? Porque a ud. los productos se los aumentan, y para cuando cobra lo del mes_”
A: “Hasta hace dos años atrás no tenía problemas. Pero después tuve que decirles a ‘los con libreta’ que les iba a tener que agregar un porcentaje a fin de mes.”
Yo: “Seguro que la venta al fiado se redujo, ¿no?”
A: “¡Para nada! Acá mucha gente no siempre tiene plata. Y hay que comer, ¿no?”
Yo: “Pero mire ud. Yo hubiese creído que gente no aceptaría que le cobrara un recargo.”
A: “Naaaa. Acá nos conocemos todos.” (¿Qué habrá querido decir?)
Yo: (Después de pedirle lo que necesito) “¿Y tiene muchos así – al fiado, digo?”
A: “Como treinta.”
Yo: (Sorprendida) “¡Son un montón!”
A: “Ajá.” (Mira para ver si viene alguien) “Y no le diga a nadie, pero hay gente a la que no le hago el recargo. Doña Tota, por ejemplo. Cobra la mínima y no tiene quién la ayude. ¿Cómo le voy a cobrar recargo? De qué que lleva lo mínimo para comer.”
Yo: (Ya casi boquiabierta ante la generosidad del almacenero) “Menos mal que alguien le da una mano.”
A: “Si. ¿Y Don Cosme? Pensionado. También la mínima. Lo de él me lo paga el hijo, pero tampoco le sobra.”
Yo: “La verdad, debe hacer equilibrio para poder reponer mercadería así.”
A: “No. Ud. misma me dijo el otro día que tenía re cara la lata de tomate al natural.”
Yo: (Haciendo funcionar mis cansadas neuronas) “O sea que_”
A: “Sí. Tengo que levantar los precios para los otros clientes. Tampoco soy la Madre Teresa.”
Yo: “O sea que en realidad yo, y otros que no necesitan comprar fiado, ¿subvencionamos a gente como Doña Tota o Don Cosme?”
A: “No lo había pensado así.” (¡Claro! ¡Cómo se te iba a ocurrir si estás muy ocupado pensando que eras Robin Hood!) “Y bueno. Tómelo como el impuesto a las ganancias con una gran ventaja.”
Yo: (Algo aturdida) “¿Eh?”
A: “Y, claro. El que más tiene, ayuda a los que tienen menos.”
Yo: (No sé si largar un exabrupto o quedarme en el molde – por lo cual solo utilizo un tono más frío para denotar enojo) “¿Y cuál sería la ventaja?”
A: “Que acá sí sabe dónde va a parar su plata.” (Me dice esto último alcanzándome la bolsita con mis compras)
Yo: (Tono ácido que vuelve a resbalarle como el tono ‘frío’ anterior) “Me parece que me va a convenir sacar fiado.”
A: “No, doña. Como le dije, acá nos conocemos todos. Y el recargo del fiado es de acuerdo a la cara del cliente.” (¡Ahora entiendo el significado de la frase ‘acá nos conocemos todos’!)


Le pago y salgo del almacén. No sé qué me enoja más: que el almacenero se crea Robin Hood  o que tenga razón en cuanto a los impuestos que pago.

martes, 11 de marzo de 2014

Diálogo con compañera pasajera en colectivo de línea local.

Subo al cole _ o mejor dicho, pongo un solo pie en el estribo _ y el cole arranca. Después de lograr pasar la tarjeta entre brazos, cinturas, y espaldas varias, me corro como puedo hacia atrás. Estoy por agarrarme de la barra cuando el cole frena de golpe haciéndome retroceder varios pasos – pasos que obviamente  di sobre diversos pies ajenos.

CP: “Agárrese porque este animal viene frenando así desde el sur.” (Esto viene de una señora que está sentada)
Yo: (Instalándome entre dos corpulentos muchachos cosa de tener muros de contención a ambos lados) “¿Y también viene arrancando como cuando subí?”
CP: “Por supuesto. Una bestia. Ni mi marido maneja así, mire. Y a mí no me dan el carnet y éste maneja un cole.”
Yo: (Me rio) “A lo mejor es nuevo.”
CP: “¡Nuevo tiene el cerebro! Se ve que no lo usa mucho. No se da cuenta que no lleva vacas acá sino personas.” (Bueno, se ve que viene juntando bronca desde hace rato)
Yo: (Tratando de evitar que la CP empiece a hablar a los gritos – porque ya está levantando la voz varios decibeles – sólo meneo la cabeza) “Uhmmm”
CP: “¡Y lo que ganan por tener el culo en el asiento y maltratar a la gente!” (Las últimas palabras se pierden en el escandaloso chirrido de frenos y todos los pasajeros nos afirmamos sobre una pierna para no volar hacia adelante.)
Yo: “La verdad que no es delicado para las maniobras.” (Mis paredes de contención me miran y se sonríen)
CP: “¡Es un tarado!” (Me mira de tal manera que si no expreso acuerdo puede llegar a matarme, pero sigo intentando que la calma prevalezca)
Yo: “Y, a veces trabajan de más y el tránsito pone nervioso a cualquiera.”
CP: “¡Que se la banque o no haga horas extras! Pero piensan en la plata no más. Total, que les importa si bajamos llenos de moretones por los golpes. Me imagino ud. que es puro hueso cómo debe quedar.” (Bueno, hora de seguir para atrás. Pero es imposible moverme de donde estoy)
Yo: (Sonriendo muy a mi pesar) “Cuando salga del centro no va a haber tanta frenada brusca, calculo”
CP. “Calcula mal. En el sur no había casi tránsito y también nos revoleó para todos lados. Menos mal que conseguí asiento rápido. Es un bruto.”
Mi pared de contención izquierda se mueve para atrás y yo lo sigo.
Yo: “Hasta luego.”
CP: “¡Si vivimos para contarlo! Este energúmeno nos puede matar a todos.”

Casi llegando al fondo encuentro un huequito al lado de un señor bastante rellenito y me acomodo ahí. Muro de contención contra arranque brusco localizado. Contra frenada brusca sólo me queda aferrarme a la baranda y confiar en mi fuerza.

A pesar de estar concentrada en mantener la vertical, no puedo evitar pensar en los múltiples adjetivos que la CP utilizó para designar al colectivero…

viernes, 7 de marzo de 2014

Diálogo con compañera ‘padeciente’ (estuve leyendo mucho del Lic. Rolón últimamente) en farmacia.

Entro a una farmacia y, para mi sorpresa, está llena. Tomo el consabido numerito y me dispongo a esperar.

CP: “Lleno, ¿no?” (Esto viene de una señora de edad indefinida, muy bien vestida y llamativos anteojos oscuros – llaman la atención por lo grandes)
Yo. “Ajá. ¿Por qué será?”
CP: “Y, porque están todos locos. Hace media hora que estoy y lo que más llevan son ansiolíticos y porquerías para dormir.”
Yo: (Usando frase aprendida en El Leyes que suele provocar verborragia) “¡¿No me diga?!”
CP: “Yo ni loca tomo cosas de esas. Yoga o Pilates, mucha agua y ejercicio diario.”
Yo. “Y, sí. Pero a veces no se puede y como está la cosa, la gente anda nerviosa.”
CP: (Hace un gesto con la mano como barriendo mis palabras) “Todo está acá.” (Señala su cabeza) “A mí me hacía mal mirarme al espejo – mi nariz. Me hice cirugía y listo. Si le molesta la suya, tendría que probar con la cirugía. Le cambia la vida.”
(¡Ah, bueno! Me dijo narigona, además de revelar por qué no está aquejada de ‘la locura generalizada’ – se ve que lo económico no es un problema para ella)
Yo: (Riéndome) “La verdad, mi nariz no me molesta para nada – tampoco este ojo (señalo mi pobre ojo derecho). Ni la boca grande o_”
CP. “Eso es bueno. Aceptarse tal cual uno es.” (Bueno, no es tu caso, querida) “Y cambiar lo que no nos gusta.”
Yo: Hmmm.
CP: “Hoy en día te encontrás con alguien y le preguntás cómo anda y siempre tienen un problema. ¡Depresivos! Pero no logran deprimirme.” (¿Esta cree que los demás viven para joderle la vida?)
Yo: Hmmm.
CP: “¿Y ud. qué anda buscando?”
Yo: “Una crema cicatrizante - (Y sigo - ¡Ay! ¿Por qué sigo?) y ud.?”
CP: “También una crema.” (Mira para todos lados y baja la voz un poco) “¿Ve esta mancha que tengo bajo el ojo?” (Se levanta un poco los anteojos de sol y, la verdad, yo no veo nada más que una pequeñísima manchita bajo un ojo sospechosamente libre de patas de gallo o bolsas – podría pasar por una picadura de mosquito, miren) “¡Horrible! Anduve y anduve hasta que un médico me recetó una crema. Dice que en un mes más o menos puede desaparecer. Espero que sí, porque no me la banco. ¿Puede creer que dos – DOS – médicos me dijeron que no era nada – que apenas se veía?” (Sí, te creo. Dos médicos sinceros)


Alguien ‘canta’ el número de la CP, realiza su compra y se dirige a la salida con un ‘Hasta luego’ de pasada. Una sra. mayor con boletita de PAMI en la mano se para a mi lado y, que quieren que les diga, me siento liberada aunque ahora tenga que charlar sobre reuma, problemas circulatorios, o  artrosis….

martes, 4 de marzo de 2014

Diálogo con albañiles.

Estoy volviendo del kiosco cuando un albañil que está colocando losetas en la vereda de una casa me llama.

A: “Disculpe, Sra.,  buen día. ¿Puede venir un cachito?” (Hacía rato no escuchaba ‘cachito’ usado así)
Yo: “Buen día. Sí. ¿Qué necesitás?”
A: “Acá con ‘Frasquito’ (no quiero pensar por qué le dice así a su compañero) estamos discutiendo si esto está chueco o derecho.” (Dice esto señalando una línea de losetas)
Yo: “¿Y a mí me preguntás?” (Señalo mi ojo derecho que está desviado de chiquito)
A: Se ríe. “Sí. Por eso mismo. ‘Frasquito’ tiene el ojo como ud. y siempre pasa lo mismo. Yo tomo los niveles, tiro la línea, y este me jode con que está chueco.”
Yo: (Primero pienso que me está tomando el pelo, pero luego miro directamente a ‘Frasquito’ y me doy cuenta que su ojo izquierdo y mi ojo derecho nunca se van a ver frente a frente y me río) “Para mí está derecho – pero depende de dónde partís, ¿no? Capaz que cuando llegues al cordón_” (Me interrumpe)
A: (A ‘Frasquito’). “Tomá. Ahí tenés. La doña dice que está derecho y tiene el ojo peor que vos.” (Bueno, ché, ¡no abusar de mi generosidad y buen humor!)
F: “No la dejaste terminar. Te iba a decir lo mismo que yo. Que cuando llegués al cordón te van a quedar los cortes desparejos. ¿No doña?” (¿Estos se creen que mi segunda ocupación es la albañilería?)
Yo: “Me da esa impresión, pero no se nada de colocar pisos.”
F: “Pero se sabe más que éste.” (Y se ríe)
A: “Bueno. Dos a uno. Las voy a presentar todas y marcar los cortes del cordón y van a ver.” (No sé ‘Frasquito’, pero yo no pienso quedarme a ver eso)
Yo: “Bueno. Yo sigo porque_”
F: “Sí, se le va a calentar la cerveza. (¡Ya se calentó, hermano!) Y dirigiéndose al otro albañil: “Hablando de eso, mientras vos presentas las losetas yo me busco una cerveza .” (Y parte para el kiosco)
A: (Poniéndole voz a mis pensamientos) “Al cuete voy a laburar haciendo esto. Después de la cerveza lo va a ver más chueco todavía.”
Yo: (Empezando a retirarme) “Bueno, en una de esas es al revés y lo ve derecho.”
A: (Riéndose) “Capaz que sí.”
Yo: (Como la mirada parece decir ‘¿lo sabe por experiencia propia?’ acelero la despedida). “Chau. Que les quede lindo.”


No. Si a mí me pasa cada cosa…..