martes, 18 de noviembre de 2014

Diálogo con traumatólogo

Entro al consultorio rengueando, saludo al doctor y me dejo caer en la silla.

T: “No le pregunto cómo anda porque ya veo que no anda bien.” (¿Te parece?) “A ver, muéstreme el pie.” (Mi traumatólogo – quizá debido a sus años en salas de emergencias - parece creer que la camilla está reservada para los casos graves, por lo tanto ese ‘muéstreme el pie’ significa ‘poné la pata arriba del escritorio’ ¡Menos mal que no es psicólogo! Se me presenta imagen mental de paciente acostado sobre el escritorio.)
Yo: “Ahora está bastante deshinchado porque_”
T: “¡Uy! ¿Pero dónde metió la pata?” (¡Ah, nó!) “Parece una empa_” (Acá lo interrumpo levantando la mano como lo hacía con los alumnos cuando me parecía que iban a decir alguna b… eh… algún ‘desatino’)
Yo: “Si me va a decir que parece una empanada y, en particular, una empanada gallega, lo mando a manejar un colectivo de larga distancia.” (Me mira sin entender, o quizás pensando que además de un trauma óseo o de tendones, tengo algún otro tipo de trauma – mental. Así que le cuento la anécdota con el chofer – ver diálogo 15/11/14)
T: “Jaaaaaaaaaaaaaa. ¡Un genio el chofer!”
Yo: “Mire, si ahora ud. me dice que es una ‘torcedura’, me voy a la empresa de colectivos y le pago la consulta al chofer.”
T: “Jaaaaaaa. La verdad que me parece que no le erró mucho. Pero él no la revisó, ¿no? Ja ja.” (¡Cómo me gusta que la gente se divierta!)
Procede a toquetearme el pie, lo mueve para todos lados (este se cree que mi pie es la cabeza de una poseída y puede girar 360º?) y finalmente me extiende el pie hacia abajo y me hace ver las estrellas.
T: “Aaaaaaajá. Voy a usar el vocabulario por el que me paga: esto es una bruta tendinitis.” (Bué, no creo que el ‘bruta’ sea un adjetivo calificativo que le enseñaron en la facultad). Va a necesitar quinesiología.”
Yo: “¡Ay, no!”
T: (Mirando mi historia clínica) “Sí, ya sé. No le gusta la kinesiología. Busquemos alternativas entonces.” (Acá me da medicación y una crema) “Pero si esto no funciona en 4 o 5 días no le va  quedar más remedio.”
Yo: “Mire, muchos me han dicho que no tengo remedio, así que ….”
T: “Ja ja. Menos mal que se lo toma con humor.” (¿Y qué querés que haga?) Bueno, vaya y acuérdese – no más de 5 días de este tratamiento. (Me levanto para irme)  Y no quiero que se ‘acuerde de mí y de mi familia’ en estos días, ¿eh? Ja ja”
Yo: “Lo voy a recordad con mucho cariño, no se preocupe. Ja ja.”



Y me voy, rengueando nuevamente, y recuerdo a Santiago Ramón y Cajal: “Sólo el médico y el dramaturgo gozan del raro privilegio de cobrar las desazones que nos dan.” ¡Tendría que agregarle los choferes de larga distancia!

sábado, 15 de noviembre de 2014

Diálogo con chofer de colectivo larga distancia. 

Entrego mi boleto de vuelta a Santa Fe al chofer acompañante, quien mirando el número de asiento, me dice:

Ch: “Arriba Sra.” (La entonación está entre ‘el asiento es arriba’ y ‘Muévase’)
Yo: “¡Ay, no! No puedo ir arriba.”
Ch: (Mirándome como si fuese tarada) “Pero el asiento que le dieron es arriba.” (Sí, ya sé, querido) “Y ud. lo compró hace dos días en Santa Fe.” (O sea, ‘No sea idiota – ud. eligió el asiento)
Yo: “Si. Pero en ese momento no sabía que me iba a lesionar el pie. Mire cómo lo tengo.” (Y subo pudorosamente el pantalón para que contemple la masa amorfa que es mi pie derecho que rebalsa de la zapatilla sin cordones)
Ch: “¡Uy! ¿Pero dónde metió la pata?” (¡Si yo supiera!) “Eso es una empanada – gallega.” (¡Muy gracioso que te tiró!) “Es una torcedura fea.” (Bueno, chofer, comediante y diagnosticador al paso)
Yo: “Sí. Por eso no quiero ir arriba. Primero, me llevaría una vida subir. Segundo, me va a llevar otra vida bajar.” (Me mira como diciendo: ‘bueno, bancatela, pero ya detecto en el tono de voz que ‘se puede trabajar la situación’) “Bueno. Si no se puede no se puede. ¿Me ayudás a subir? Me vas a tener que llevar el bolso. Y te voy a tener que molestar para que me ayudes a bajar si tengo que ir al baño….” (La dejo picando)
Ch: (Reaccionando con la velocidad de servicio de emergencias) “No. No. Cómo va a hacer con ese pie. Vaya abajo (y me da el número de asiento) Es individual. (¡No vaya a ser que un pasajero se queje porque tiene que moverse para dejarme pasar y le perturbe el descanso! ¡O que me caiga por ahí y el seguro tenga que pagar!)
Yo: “¡Muchísimas gracias!” (Dulce sonrisa de ancianita que cree que el Sr. es un ser humano  comprensivo)
Ch: “Suba con cuidado. ¿Puede con el bolso? A ver, vos, dame el pasaje y subile el bolso a la Sra. (Esto dirigido a un pobre muchacho que está detrás de mí en la cola. ¡Pero qué HDP!)
Yo: “No. Está bien. Puedo. Gracias.”


Subo y me siento. Mientras pongo el bolso en el piso y lo empujo bajo el asiento viene a mí la expresión ‘esquivar el bulto’. En este caso creo que el chofer más que ‘esquivar’ quería encajárselo a otra persona.

lunes, 27 de octubre de 2014

Diálogo con Vecina (la de la quinta)

Después de cortar, podar y limpiar, me siento (más para descansar que para otra cosa) en el césped y me pongo a sacar yuyitos de un cantero. Ahí estoy, disfrutando la sombra cuando desde las rejas escucho:

V: “¡Hola! Esta vez se quedó anoche.” (Se ve que registró las luces prendidas en la cochera y el patio)
Sin muchas ganas me levanto y me acerco al portón. (No se va a ir, y no estoy para hablar a los gritos)
Yo: “¿Cómo le va? Sí, me quedé para poder regar hasta tarde y_”
V: “Me imaginé. Además ahora parece una quinta. El pasto estaba alto.” (¿Cuándo va a aprender la palabra ‘césped’??)
Yo: “Quedó bien ahora.”
V: “Yo pensé que iba a venir más seguido ahora que está jubilada.” (¿¿Cómo carajo se enteró?? Pero no pienso confirmarte la noticia.)
Yo: “Su jazmín del cielo está hermoso.”
V. “Y, sí, yo lo cuido.” (O sea: ‘no como vos que abandonás las pobres plantitas’.) “Se ve que la jubilación ya la hizo engordar.” (Y no contenta con este comentario, señala mi abdomen – como para que no queden dudas que no inventa sino que se nota)
Yo. (Automáticamente escondo la panza – lo que dura hasta que necesito el diafragma para hablar) “¿Le parece? Lo que pasa es que ésto (señalo mi pecho) no me deja ver la panza. Ja Ja.” (Y omito decir: ‘Vos te la verás porque sos más chata que tabla de planchar’.)
Por supuesto, no se inmuta.
V: “Siempre me pregunté por qué usa malla de dos piezas. Acá no se usa mucho, ¿vió?” (¡No! ¡Ésta sí que le da toda una nueva dimensión a la palabra ‘impertinente’!)
Yo: “Siempre usé dos piezas. Y mis vacaciones casi siempre fueron en Brasil y ahí sí se usa – independientemente de la edad o el físico.” (¿Por qué le contesto y no la mando a la M…..?)
V: “¡Ah! Claro. Yo usé hasta hace un tiempo. Pero con la edad …..”
Yo: “Claro. Si a ud. le molesta…. La verdad, con no pasar frente al espejo eso se soluciona. Ja. Ja. Bueno, voy a seguir con el cantero…”
V: “¿No limpió la pileta todavía, no? Porque no escuché la hidrolavadora.” (O vuelvo al cantero o le tiro con algo)
Yo: “No. ¿Y ud.?”
V. “No. Vio que a mí me la limpia el Chicho. (Eso suena feo) El de acá al fondo… ( y viendo que por supuesto no sé de quién habla, sigue:) ¡Pero lo tiene que conocer! El casado con…. (y acá vienen 5 minutos de detalles físicos, psicológicos, familiares y geográficos para que yo ubique quién es ‘el Chicho’. Yo ya no escucho sino que me dedico a pensar cómo cortar esto)                                                                      
Yo: “¡Ah! ¡Sí! Ya sé. Bueno, voy a seguir porque en cualquier momento me da el sol en el cantero y no voy a poder terminar. ¡Que siga bien! Y nos estamos viendo.” (Y giro para volver al ‘trabajo’)
V: “Bueno, la próxima le cuento las novedades del barrio.” (Levanta la voz porque yo ya estoy a buena distancia y la saludo con la mano – aún de espaldas – no sea cuestión que piense que voy a volver a la reja para que me ‘informe’)


Me siento nuevamente en el césped y continúo mi ataque a los yuyos. Viene a mi mente un dicho y me entretengo cambiándole algunas palabras: definitivamente la vecina ‘ve la grasa en el abdomen  ajeno y no la celulitis en el propio’ 

jueves, 2 de octubre de 2014

Diálogo con Empleada de Empresa de Energía (2)

Habiendo llevado a cabo la tarea encomendada por la EEE (ver diálogo 1/10/14), y munida de los datos correspondientes, me dirijo nuevamente a la oficina de la empresa de energía. Voy ‘rumiando’ cómo darle las noticias que tengo.

Yo: “Buen día. ¿Te acordás que vine ayer?
EEE: “Eeeee.” (Evidentemente no se acuerda)
Yo: “Por el problema del medidor que_”
EEE: “¡Ah! Sí, sí. La que quieren que le cobren.” (Bué, cada uno rotula las cosas como quiere, ¿no?)
Yo: (Con media sonrisa no más, porque todavía tengo que darle las nuevas – que no sé si son buenas) “Mira, hice como vos me dijiste.” (No sea cuestión que no se acuerde) “Miré el medidor.”
EEE: “¿Y?”
Yo: “Tengo una buena y una mala. La buena es que el medidor anda. La mala es que la lectura no coincide para nada con lo que dice la boleta.”
EEE: “¿Cuánto más? Así le hago una nueva factura.” (¡Pero mirá que son rápidos para sumar!)
Yo: “No. (Y le paso la boleta donde anoté la cifra). Cuando llegué era 1250. Después enchufé la heladera y el celular. Me fijé y la ruedita gira – lento pero gira. Cuando me vine la lectura era 1255. La factura dice 1264.” (Énfasis en la cifra para que se note que no va a poder sumar)
EEE: (Se toma un tiempito para corroborar los datos en su compu.) “O sea que….”
Yo: (Terminando la frase) “O sea que la cifra que está repetida durante tres bimestres NO es la que tiene el medidor. Es mayor. Para mí quién tomó la lectura se equivocó. Pero lo que no entiendo es cómo ‘se equivocó’ tres veces…. ” (¡Te quiero ver explicar eso!)
(Espero que me pregunte algo como ‘¿está segura?, ¿no habrá visto mal? – pero nada de eso pasa)
EEE: “¡Ya sé lo que pasó!” (Debe ser psíquica) “La primera lectura está mal (sí, querida, ya sé) y después no le podían poner menos porque no le puede dar consumo negativo, así que repitieron la cifra.” (¡Eso es hacer magia! ¿O sea que yo iba a tener ‘0 consumo’ hasta que consumiese más de 1264 kw???? ¡Si no fuera honesta me sentiría una pelotuda!) “Yo le voy a corregir acá (en la compu) y ahora la lectura tiene que ser a partir de esta cifra.” (Subraya la cifra que yo anoté en la boleta). “Ahora, cuando le llegue la próxima boleta, controle que ésta sea la lectura anterior. Cualquier cosa, dese una vueltita.”
Yo: (Sonriendo) “Perdoname, pero no sería más fácil que uds. llamaran a los usuarios un determinado día y nosotros les diéramos la lectura?”
EEE: (Entre carcajada y carcajada) “¿Sabe lo que perdería la empresa así? Ja. Ja.


Me entrega una hoja donde consta que la última lectura debe ser 1255 y yo me levanto y parto. Me siento como si hubiese presenciado un muy buen acto de magia. Roald Dahl dijo que “El que no cree en la magia, nunca la encontrará”, yo creo que hasta el más escéptico terminaría creyendo si estuviese en mis zapatos en este momento.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Diálogo con Empleada de Empresa de Energía

Después de recibir la boleta de la luz de la quinta con un ‘0 consumo’, y sabiendo que eso no puede ser, me dirijo a la oficina correspondiente.

EEE: “Buen día.”
Yo: “Hola. Mirá, vengo porque me parece que van a tener que revisar el medidor de mi casa porque_” (No me deja terminar)
EEE: “¿Tiene sobrefacturación? A ver.” (Y me extiende la mano para que le dé la factura, cosa que hago)
Yo: “No. No. Me da ‘0 consumo’ y_” (Oootra vez me interrumpe)
EEE: “No entiendo cuál es el problema. Viene con consumo 0 desde el 2do bimestre de este año.”
Yo: “Es que no puede ser.  En los dos bimestres anteriores estoy de acuerdo porque la casa estuvo cerrada y no fue nadie. Pero en este bimestre yo fui a cortar el césped, prendí la heladera, regué, en fin… No puede ser que no haya consumido luz. Van a tener que revisar el medidor.” (Omito agregar: ‘O decile a los que deben tomar la medida  que realmente vayan y miren el medidor’)
EEE: (Mirándome como si fuese extraterreste y finalmente cayendo en cuenta de cuál es el problema) “¿Ud. cree que consumió y quiere que se le facture?” (¡Y sí querida! No creo. Sé.)
Yo: (Con la paciencia con la que solía explicar la tercera condicional a mis alumnos - ¡y miren que se requiere paciencia para eso!) “Mirá, o el medidor no anda, o….” (Lo dejo ahí, pero la EEE inmediatamente completa la oración)
EEE: “O no pasaron a medir y repitieron las lecturas anteriores.” (Lo dice como alguien que declara que el sol sale todos los días)
Yo: “No sé. Lo que quiero es ver si el medidor anda y que me cobren lo que consumo.”
EEE: (Me parece que paso de la categoría ‘extraterrestre’ a ‘extraterrestre salame’) “Bueno, si a Ud. le parece…” (¿Estoy loca, soñando, delirando, o qué?) “Mire, hagamos esto, ¿Ud. va para allá ahora?”
Yo: “Sí, por eso_”
EEE: “Bueno, tome Ud. la lectura y anótela acá.” (Escribe algo como ‘Lect.’ en la mismísima boleta seguido de dos puntos para que yo registre la medición) “Ya le explico cómo se hace.” (Mira algo en la compu.) “¡Ah! El suyo es un medidor mecánico. Es fácil. Baje la tapa y mire los números no más.” (Tendría que mirar si anda primero, ¿no? ¡No se puede creer!)
Yo: (Sorprendida como argentino al que un arbolito le ofreciese el dólar a $8) “Eeee. Bueno. Pero mirá que vuelvo a la tarde, así que te tendría que traer eso mañana a la mañana recién.”
EEE: “No hay problemas. Fíjese y así salimos de la duda. Buenos días.” (O sea, andá hacé vos el laburo que debería realizar la empresa y después contame.)
Yo: “Hasta mañana.” (A ver si entiende que me va a ver mañana nuevamente)


Salgo de la oficina con la boleta en la mano y todavía no puedo creer lo que pasó. Subo al auto y mientras recorro la ruta en dirección a la quinta me pregunto si tengo una pinza para poder abrir la tapa del medidor y ¡qué puede pensar la vecina si me ve haciendo eso!

lunes, 8 de septiembre de 2014

Diálogo con Conciudadana Caminante

El día que logro cruzar el puente colgante, empiezo a estirar un poco antes de pegar la vuelta. De pronto:

CC: “¡Agggggg….yyyyyyy! (Sí así sonó) ¡La PMQLP!”
Giro y veo a una chica de unos veintitantos, tirada de espalda en el pasto, tomándose la pierna derecha. Me acerco, le agarro la pierna y comienzo maniobras anti-calambre.
Yo: “Aguantá un cachito. Ya se va a pasar.”
CC: “¡Aaaaayyyyyy’!” (Seguido de otras varias expresiones soeces). Viendo que esto no funciona, le saco la zapatilla e implemento lo poco que se de reflexología.
CC: “Ahhh. Ya … tá. (Así se habla cuando uno larga aire en medio de una secuencia de sonidos)
Yo: “¿Segura?”
CC: “Si. Gracias.” (Se seca las lágrimas)
Yo: “¡Flor de calambre! Parate y hacé unos pasos. Sin miedo.” (Le tiendo la mano y la ayudo a incorporarse.)
CC: (Mientras pone a prueba la pierna) “Ese masaje me sacó el calambre de una. ¿Qué es? Reiki?” (¿Eh?)
Yo: “No, no. Reflexología.”
CC: “¿Dónde aprendió?”
Yo: “Un libro.” (Omito decir que es una novela de suspenso  donde un personaje hace lo que yo le hice a ella – hasta ahí mi conocimiento. ¡Qué bueno que Joe de Mers sea confiable en la descripción de los movimientos a realizar!) “¿Cómo la sentís?”
CC: “La verdad que bien. Me acalambré por boluda. (bué – yo nunca desmiento nada sin pruebas) Es que estoy hecha una cerda.”
Lo que yo veo es una joven de buenas formas y para nada obesa – para nada. Empezamos a caminar despacio.
Yo: (Riéndome) “Peso no te sobra. Me parece que te faltaba ejercicio.” (Pienso en ‘Narciso’ – ver diálogo 28/08/2014 – y me callo)
CC: “¿En serio no me ve gorda? Yo me miro al espejo y me odio. Las chicas de la facu son unos palos en comparación.” (Allá ellas, pedazo de salame)
Yo: “¿Qué estudiás?” (Me cuenta que está en primer año de una ingeniería) “¡Ah! Todo ciencias duras.”
CC: “Sí. Me gustan porque al contrario de las sociales, todo se puede medir y comprobar.” (No coincido totalmente, pero me guardo el comentario)
Yo: “Bueno, entonces me sorprende que digas que sos gorda.”
CC: “¿Eh? ¿Qué tiene que ver?”
Yo: “Bueno, las ciencias duras son empíricas, ¿no? ¿Cómo comprobaste que sos gorda?”
CC: (Me mira como si fuese lela) “Tengo espejo en casa. Le dije_”
Yo: “Ummm. Eso no es muy empírico, ¿no? Después de todo, lo que uno ve es lo que nuestro cerebro dice que estamos viendo.”
CC: (Se sonríe) “Los famosos misterios de la percepción. Lo vimos en biología.”
Yo: “Eso. Así que tenemos que admitir que tu percepción de tu ‘gordura’ puede estar equivocada.”
CC: (Se ríe) “¿Es psicóloga?”
Yo: (También riéndome) “No. Fui docente mucho tiempo.”
CC: “¡Ah! ¿Y lo empírico qué sería?”
Yo: “Ir a una nutricionista que te haga ese estudio – no sé el nombre – que te da cuál es tu peso ideal de acuerdo a distintas variables: edad, altura, y otras cosas.”
CC: (Se le ilumina la cara) “Tiene razón. ¿Cómo no se me ocurrió? Pero y si_”
Yo: (Anticipando lo que viene) “Si te dice que estás excedida de peso, primero, por lo menos se comprobaría la hipótesis que tenés. (Nos reímos) Y segundo, te daría una dieta para ajustar eso. Bueno, acá cruzo.”


Nos despedimos y mientras cruzo la avenida pienso en la autoimagen – esa fotografía interna que muchas veces nada tiene que ver con cualquier imagen de nosotros que se capte con una cámara.

jueves, 28 de agosto de 2014

Diálogo con Conciudadano Caminante.

Salgo a caminar un poco y descubro que estoy en un estado lamentable – de hacer la mitad de la costanera, cruzar el puente colgante y volver a casa como si nada, he pasado a no poder llegar a más de dos cuadras después del faro. Paro y empiezo a estirar nada más que para poder descansar cuando…

CC: “El precio de la vida sedentaria, ¿eh?” (Esto viene de un señor de más o menos mi edad que está estirando como si fuera de goma)
Yo: “Y de ser fumadora.” (Me mira horrorizado – ¡ni que le hubiese dicho que soy asesina serial!)
CC: “¡Con razón ya casi venía arrastrando los pies!” (¡Pero y la PMQTP! Que eso sea cierto no te habilita para decírmelo en la cara) “Debería nadar también, además de caminar todos los días por lo menos una hora.”
Yo: “Umm” (No es que no quiera contestar – solo estoy tratando de respirar)
CC: “Yo hice deportes toda mi vida y cuando me casé me negué a dejarme estar. Le enseñé a mi mujer a cocinar sano. ‘Mi cuerpo es mi templo’ - buena frase, esa.”
Yo: “Aja.” (El mío debe ser uno de esos templos medio en ruinas en la selva)
CC: “Uno tiene que mantenerse joven. Mirarse al espejo y verse avejentado es terrible ¿Cuánto me da?” (Empiezo a pensar en Narciso – no la flor sino el de la mitología griega)
Yo: (Nunca es bueno contestar una pregunta como esa directamente) “Mas o menos mi edad.” (Tomá. El chasis puede estar ‘tuneado’  pero la edad se nota igual)
CC: “¿En los 50?” (No sé si está preguntado por mí, por él, o si está afirmando que ambos estamos en los 50)
Yo: “Ajá.” (Mientras inhalo y exhalo lentamente pienso que, después de todo, sí estoy en los 50 – en qué parte de los 50 es otra cosa) “Lo que pasa es que  hace rato que no caminaba. Ya me voy a acostumbrar de nuevo.”
CC: “Dejar es lo peor. El cuerpo pide ejercicio. Yo ya caminé 2 horas y después me voy a jugar al tenis un rato.” (Al dope está el hombre)
Yo: “Yo ya voy a pegar la vuelta. Como me pesan las piernas me va a llevar un rato.”
CC: “Pero no camine despacio. Póngale energía. Tiene que sentir que su mente domina sus músculos.” (¿Qué músculos? ¿Los que tengo agarrotados?)
Yo: (Le sonrío y giro para irme) “Bueno, que tenga buen día.”
CC: (Sin registrar que eso es una despedida) “Y cuando llegue a su casa hágase un buen jugo de zanahorias – nada mejor que eso después de hacer ejercicio.”


Le sonrío y asiento. Empiezo la vuelta que se siente más como una retirada. Pero me las arreglo para caminar como si nada me doliese hasta estar fuera de su vista. Y juro que la próxima vez que salga a caminar voy a tratar de evitar a Narciso.