Diálogo
con Vecina Desconocida. (Aunque otra vez hago la salvedad que acá son todos
conocidos)
Estoy
volviendo de hacer unas compras en lo del Armenio (no ha logrado que nadie diga
‘minimercado’, pobre) con dos bolsitas – una en cada mano – cuando escucho
gritos a mis espaldas.
VD:
“¡ATÁJELO! ¡SE ESCAPA! ¡ATÁJELO! ¡SE ESCAPA!”.
Pienso: Le afanaron a alguien. (Sí, en este supuesto paraíso también hay
motochorros, bicichorros y ‘a-pata’ chorros).
Giro instintivamente,
sin pensar que con mi físico no puedo parar ni a un mosquito, menos a un
chorro, sea cual sea la edad o el vehículo en el que se desplaza. La escena que
registro me deja tiesa.
La VD,
mientras sigue gritando, corre como loca tras un … ¡gallo! Corre en zigzag con
una destreza digna de una estrella de
rugby o football americano (El gallo, no la VD).
Dejo las
bolsas en el suelo y me quedo totalmente inmóvil. Logro agarrarlo cuando pasa a
mi lado. (Y ni tuve que hacer un tackle, miren).
VD:
(Toma el gallo de mis manos y lo acaricia para que se calme) “¡Gracias!”.
Yo:
“Por nada. ¡Qué velocidad que tiene! Ja ja”.
VD: “¡Este
HDP me hizo correr dos cuadras!”. (Está más agitada que el gallo, que se queda
quietito en sus brazos). “Es el tercer gallo que le traje a mis gallinas. Y es
el único que aceptaron las guachas”.
Yo:
“¡Mire Ud.! Selectivas las gallinas”. Vuelvo a reírme y pienso que ‘las chicas’
tienen derecho a elegir, che.
VD:
“¡Ay! ¡Se le ensuciaron las bolsas! Véngase hasta casa y le doy dos limpias”.
Yo:
“No hay problema. No traigo nada que se haya podido ensuciar. Gracias de todos
modos”. (Vuelvo al tema del fugitivo) “Qué raro que se le haya escapado así”.
VD:
“Es la segunda vez que lo hace. No sé por qué. Capaz las gallinas lo atacaron
alguna vez, qué se yo”. (El gallo, que se hace el idiota, me mira de reojo).
Yo:
“Raro que una gallina ataque un gallo”.
VD:
“¡No conoce mis gallinas! Son bravas en patota”. (Se ríe, y yo veo que al
gallo, que sigue mirándome de reojo, no
le hace mucha gracia el comentario y sacude la cabeza como para indicar que ya
deje de acariciarlo).
Yo:
“¿Y son ponedoras?”.
VD:
“Gracias a Dios, sí”. (El gallo me mira como diciendo: ‘ ¿y yo no tengo nada
que ver, no?”) “Vendo un montón y eso ayuda ahora que no hay mucho trabajo
¿vio? Le voy a alcanzar algunos. Ud. está en la casa con la Santa Rita grande
en el frente, ¿no? La profe de inglés”. (Vuelve a sorprenderme que todo el mundo sepa quién
soy, y ni agrego que ya hace vaaarios años estoy jubilada).
Yo: “No
se moleste”.
VD:
“¡Qué molestia ni molestia! Si le puedo alcanzar algunos huevos va a ser porque Ud. me agarró el Julio”. (Quedo
regulando unos segundos hasta que me doy cuenta que ‘Julio’ es el gallo).
Yo:
“Bueno, gracias”.
VD: “A
Ud. doña”.
Tomamos
caminos opuestos, y mientras sacudo las bolsitas con las compras, pienso que
‘Julio’ debería cuidarse de la patota femenina del gallinero, y recordar un
dicho muy de campo: “Pluma a pluma se queda el gallo sin ninguna”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario