miércoles, 3 de febrero de 2021

 

Diálogo con Vecina Desconocida. (Aunque otra vez hago la salvedad que acá son todos conocidos)

 

Estoy volviendo de hacer unas compras en lo del Armenio (no ha logrado que nadie diga ‘minimercado’, pobre) con dos bolsitas – una en cada mano – cuando escucho gritos a mis espaldas.

 

VD: “¡ATÁJELO! ¡SE ESCAPA! ¡ATÁJELO! ¡SE ESCAPA!”.  Pienso: Le afanaron a alguien. (Sí, en este supuesto paraíso también hay motochorros, bicichorros y ‘a-pata’ chorros).

Giro instintivamente, sin pensar que con mi físico no puedo parar ni a un mosquito, menos a un chorro, sea cual sea la edad o el vehículo en el que se desplaza. La escena que registro me deja tiesa.

La VD, mientras sigue gritando, corre como loca tras un … ¡gallo! Corre en zigzag con una destreza  digna de una estrella de rugby o football americano (El gallo, no la VD).

Dejo las bolsas en el suelo y me quedo totalmente inmóvil. Logro agarrarlo cuando pasa a mi lado. (Y ni tuve que hacer un tackle, miren).

VD: (Toma el gallo de mis manos y lo acaricia para que se calme) “¡Gracias!”.

Yo: “Por nada. ¡Qué velocidad que tiene! Ja ja”.

VD: “¡Este HDP me hizo correr dos cuadras!”. (Está más agitada que el gallo, que se queda quietito en sus brazos). “Es el tercer gallo que le traje a mis gallinas. Y es el único que aceptaron las guachas”.

Yo: “¡Mire Ud.! Selectivas las gallinas”. Vuelvo a reírme y pienso que ‘las chicas’ tienen derecho a elegir, che.

VD: “¡Ay! ¡Se le ensuciaron las bolsas! Véngase hasta casa y le doy dos limpias”.

Yo: “No hay problema. No traigo nada que se haya podido ensuciar. Gracias de todos modos”. (Vuelvo al tema del fugitivo) “Qué raro que se le haya escapado así”.

VD: “Es la segunda vez que lo hace. No sé por qué. Capaz las gallinas lo atacaron alguna vez, qué se yo”. (El gallo, que se hace el idiota, me mira de reojo).

Yo: “Raro que una gallina ataque un gallo”.

VD: “¡No conoce mis gallinas! Son bravas en patota”. (Se ríe, y yo veo que al gallo, que sigue mirándome de reojo,  no le hace mucha gracia el comentario y sacude la cabeza como para indicar que ya deje de acariciarlo).

Yo: “¿Y son ponedoras?”.

VD: “Gracias a Dios, sí”. (El gallo me mira como diciendo: ‘ ¿y yo no tengo nada que ver, no?”) “Vendo un montón y eso ayuda ahora que no hay mucho trabajo ¿vio? Le voy a alcanzar algunos. Ud. está en la casa con la Santa Rita grande en el frente, ¿no? La profe de inglés”. (Vuelve  a sorprenderme que todo el mundo sepa quién soy, y ni agrego que ya hace vaaarios años estoy jubilada).

Yo: “No se moleste”.

VD: “¡Qué molestia ni molestia! Si le puedo alcanzar algunos huevos  va a ser porque Ud. me agarró el Julio”. (Quedo regulando unos segundos hasta que me doy cuenta que ‘Julio’ es el gallo).

Yo: “Bueno, gracias”.

VD: “A Ud. doña”.

 

Tomamos caminos opuestos, y mientras sacudo las bolsitas con las compras, pienso que ‘Julio’ debería cuidarse de la patota femenina del gallinero, y recordar un dicho muy de campo: “Pluma a pluma se queda el gallo sin ninguna”.

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