domingo, 30 de octubre de 2016

Diálogos de hospital  4 -  Con Guardia de Seguridad.

2 a.m. Bajo furtivamente y pongo el consabido papelito en la puerta del piso (una señora me enseñó el truco para no tener que tocar el timbre a la vuelta y bancarse el reto – muy merecido – de las enfermeras) y me dirijo a fumarme un puchito a la calle. El GS – que ya me conoce – me abre la puerta y me sigue a ‘despuntar el vicio’ – literalmente.

GS: “Se la ve cansada, señora. ¿No puede dormir?”
Yo: “¿Probaste alguna vez dormir en las sillas de plástico esas?”
GS: (Mirándome como si fuese extraterrestre) “¿Cuánto hace que duerme así? ¿Por qué no se trajo un sillón o reposera?”
Yo: (Sorprendida por el tono de estupefacción de la pregunta) “¡Pero si hay carteles por todos lados que dicen que no se puede ingresar sillones, reposeras, etc. etc.!”
GS: (Riéndose con ganas) “¡¿Y Ud. le hace caso a los carteles?! También está prohibido tomar mate, comer, etc. etc.” (Estos últimos etcéteras son casi una imitación de mis etcéteras)
Yo: (Despabilándome un poco) “¿Y para qué mier…coles los ponen entonces? Si uno ve un cartel prohibiendo algo, se supone que obedece la prohibición, ¿no?”
GS: (Me mira con lástima) “¿Dónde cree que estamos? ¿En Suiza? Estamos en Argentina, Sra.” (Sí, claro, ¡y así nos va! Pero no hay con qué darle a la lógica de su argumento)
Yo: “¿Vos te das cuenta que ésto viniendo de un guardia de seguridad no es muy … eh… apropiado, no?”
GS: “Y, mire, si tuviese que actuar cada vez que veo una contravención de esas acá, no me quedaría tiempo para vigilar cosas más serias.”
Yo: “¿Cómo qué?” (Tono de ‘¡No me jodas! ¿Qué cosas ‘serias’ pueden pasar acá?’ – aparte de la posibilidad de salir con los pies por delante, por supuesto)
GS: “Robos. El otro día se afanaron dos carteras y una silla de ruedas.”
Yo: “¡Me estás jodiendo!”
GS: “No. Una cartera de la sala de guardia y otra de una señora que se durmió en el corredor.”
Yo: “¿Y la silla de ruedas?”
GS: “Una señora entró y pidió una para bajar un enfermo del auto. Nunca entró de nuevo.”
Yo: “Bueno. ¡Ojalá se haya llevado la que se le sale el tornillo de la rueda!”
GS: (Vuelve a reírse) “¿No hay una como la gente, no?”
Parece que lo de las sillas de ruedas es vox populi.
Yo: “Bueno. Gracias por la compañía y por la charla. Muuuy instructiva. Lo primero que voy a hacer más tarde es mandarle un mensajito a mi hijo para que me traiga un sillón.”
GS: “Ummm. No sé si lo voy a dejar pasar. Ja ja. Y, ¿Sra.?”
Yo: “¿Si?”
GS: “Yo que ustedes uso un pedacito de plástico y no un papelito para la puerta del primer piso. ¡Pero no usen una tarjeta porque alguien se las va a afanar! Ja ja.”

Me da la espalda y se aleja por el corredor rumbo a una de sus rondas, supongo. Yo me quedo ahí parada pensando dos cosas: 1-aunque no lo parezca, a éste no se le escapa nada – excepto los ladrones de carteras y sillas de rueda, claro. Y 2- hay que hacer reunión de ‘cuidadoras’ del primer piso y diseñar nueva estrategia para la puerta de ingreso…

jueves, 27 de octubre de 2016

Diálogos de hospital 3 – Con ‘Personal de Mantenimiento’

De la guardia pasamos a estar  ‘internados’ en una habitación del primer piso. Estamos escuchando el raconto del otro ocupante de la habitación sobre cómo le reconstruyeron la mano y la pierna después de un accidente – con cuanto detalle sangriento se puedan imaginar – cuando aparece un ‘personal de mantenimiento’ – el que nunca apareció por la guardia, ¿vió?

PM: “Vengo a cambiarles el TV porque me informaron que no anda”
A mí, que ya me había dado una vuelta por el baño, me empieza a subir la presión, pero los dos hombres un poco más y aplauden. No pueden bailar porque ambos deberían hacerlo ‘en una pata’.
Yo: “Después que cambies el tele – porque se ve que es fundamental para la recuperación de estos dos pacientes, ¿podés revisar la luz del baño? Se calienta y se apaga."
PM: (mientras se sube a la silla donde yo voy a tener que sentarme) “¡Ah! ¿Pero cuánto tiempo la tuvo prendida?”
Yo: (Empezando a calentar motores) “Y, no sé. ¿A vos cuánto tiempo te lleva sentarte en el inodoro y hacer lo que tenés que hacer? Y sumale la limpieza de tu anatomía y lavarte las manos…” (Y sigo aunque la sorpresa puede causar que se le caiga el TV que balancea en las manos) “La verdad, nunca me tomé el tiempo. Pero a estos dos (indico a los pacientes) les lleva bastante porque, entre otras cosas, no pueden moverse solos, ¿viste? Más llevarles el suero, etc. etc.…"
PM: “Errr. Apenas conecte el tv veo lo de la luz, señora.”
Yo: “Gracias. Y ya que estás, ¿podrías poner la tapa con el botón para la descarga del inodoro?”
PM: (Ajustando el tele al soporte) “¿No anda el botón?” (Este para hacerse el bolú es peor que alumno que no sabe un joraca en un examen te dice ‘¿Eso lo vimos en clase?’)
Yo: “No es que no anda. No tiene botón. O sea, hay que meter la mano en el hueco y localizar la varilla – cosa que no es fácil, te digo.” (Sarcasmo al cuete)
PM: “¿No puede?” (¿Pero éste quiere ser el próximo internado en la pieza? En cualquier momento le pateo la silla) “Bueno, a lo mejor Ud. no llega porque es _” (Acá baja, gira, y me ve parada. Le llevo dos cabezas. Por lo tanto no puede terminar la estupidez que iba a decir: ¿‘baja / petisa / mujer/chicata / narigona’?  ¡Andá a saber!) “Ahora voy al baño” (¡Sí, mejor querido!)
Ni un minuto está adentro y sale.
“La luz ya está. Estaba floja la lámpara” (¡Mentira! ¡Yo ya revisé!)
Yo: “¿Seguro? Mirá que yo la revisé y no estaba floja para nada. ¿Y lo del inodoro?”
PM: “Y… eso va a tardar porque no tenemos repuestos… y la luz, quédese tranquila, estaba floja.”
Yo: (Sonriendo dulcemente y manteniendo un tono de voz amigable) “Si vos lo decís… Después de todo, si llega a pasarle algo a éstos (nuevamente señalo a los dos internados que ya están mirando un partido de fútbol) cuando vayan al baño por no tener luz, o se agarran cualquier cosa por meter la mano en esa mugre, ya sé a quién voy a demandar. Ja ja.”
PM: Ja. Ja. (Risa nerviosa). “Mañana a la mañana trato de conseguirle el repuesto y traigo otra luz – la verdad, no tenemos en ‘ehtoc’ ahora.” (¡Chau! ¡Con esa pronunciación de ‘stock’ me diste el golpe de gracia!)

Sale como si lo corriera el demonio y yo quiero tener la esperanza que venga al día siguiente – pero como dijo François de La Rochefoucauld, “La esperanza y el temor son inseparables y no hay temor sin esperanza, ni esperanza sin temor."

miércoles, 26 de octubre de 2016

Y van tomando forma de diálogos las notas casi indescifrables de mi celular. Pero es al cuete - nada como escribir 'en caliente'. Sabrán los lectores disculpar....

Diálogo de hospital 2 – con Camillero

Por fin se decide hacer el estudio que necesita mi marido y aparece el camillero con una silla de ruedas.

Yo: “Pero no te hubieses molestado. Lo llevaba yo.”
C: “Para eso estamos, señora.” (¡Pero qué servicial y amable!)
Yo: “Si, ya sé. Si te veo llevar y traer camillas y gente en silla de ruedas todo el día.”
C: “Todo trabajo tiene sus pros y sus contras…”
Mientras intercambiamos estas trivialidades también colocamos al ‘paciente’ en la silla de ruedas y partimos. De las otras dos camas de la guardia surge un “¡Suerte!” al unísono.
C: (Tomando una curva con pericia de corredor de fórmula 1) “No es fácil no perder el ‘pasajero’ en esa curva, ja ja.”
Yo: “La verdad, yo la hubiese tomado a paso de tortuga y seguro le habría roto el brazo contra la esquina.”
(Omito aquí el comentario del ‘paciente’)
C: “Ja ja. Por eso se insiste en que pongan los codos hacia adentro. No crea que no me ha pasado.” Y, ante la mirada atónita mía y del paciente, se apura a aclarar: “No, no. ¡Nunca rompí un codo! Pero algún que otro raspón se han ligado por no hacer caso con lo de los codos.”
Ante esto veo que mi marido pone los codos hacia adentro y empezamos a recorrer un largo pasillo.
Yo: “¿Sabés cuánto durará el estudio?”
C: “Y, depende de cuántos estén esperando. Me dijeron que lo trajera rápido, así que capaz que entra apenas llegamos. El estudio en sí llevará unos 20 minu_”
No termina la frase porque en ese momento se sale el tornillo de una de las ruedas de la silla y tiene que frenar de golpe e inclinar la silla para el otro lado mientras con el pié sostiene la rueda en su lugar. Lo ayudo a sostener la silla.
“¡No te lo puedo creer! ¿Por qué M…RDA no revisan las sillas? ¡Siempre les pasa algo! ¡Mire si se me cae el paciente!”
Lo que veo es que el paciente – nada feliz de tener que hacerse ese estudio, ahora está un poco menos feliz porque no sabe si llega al estudio.
Yo: (Viendo que el C se agacha para agarrar el tornillo) “No. Pará. Vos tenés los guantes. Yo lo coloco. Total, ya tengo grasa en las manos de tratar de arreglar la manija de la cama que no funciona.”
C: “¿Y pudo? Esa manija hace una vida que no anda.”
Yo: “Sí pude. Ahora, cuando alguna vez vengan los de mantenimiento, ¡avisame para verlos sufrir cuando tengan que ‘deshacer’ mi arreglo! Ja ja.”  Termino de poner la tuerca y ajustar todo lo que puedo.
C: “Jaaaaaaa. ¡Eso no me lo pierdo! ¿La ajustó bastante? (Esto con respecto al tornillo en cuestión)
Yo: “Y…. todo lo que pude.” Y viendo que mi marido está por decir algo, agrego: “No te quejés. Después de todo, es la rueda de la pierna que te funciona. Si se vuelve a salir, podés frenar.”
Los tres nos reímos.
C: “¡Menos mal que tienen sentido del humor, señora! Vayamos despacio. Cuando lo deje me vengo a buscar otra silla y si está en condiciones, (acá se produce un intercambio de miradas que significan ‘el día que las vacas vuelen’) se la cambio.”

Llegamos sin otro incidente/accidente y mientras espero, pienso que a los dueños de este lugar les vendría bien un paseíto en alguna de las sillas de ruedas de su propiedad … Y me imagino de camillera, transportando a alguno de ellos, y tomando esa curvita a todo lo que da. No puedo evitar una sonrisa satisfecha. Veo que la gente me mira. Deben estar pensando, ‘¿de qué se reirá esta?”

martes, 25 de octubre de 2016

Diálogo de hospital 1 – con Internado en Sala de Guardia.

Sala de guardia de un sanatorio – puede ser en Santa Fe o en Macondo … no creo que sean muy diferentes…
Son las 22:50 y todo está en silencio en las tres camas ocupadas hasta que …

ISG: “Eh… nena, (y bué) ¿estás despierta? (Esto viene en un murmullo de un señor de 84 años que se quebró la cadera ese día a la mañana y ocupa la cama al otro extremo de la sala)
Yo: (Sin levantar la voz tampoco y acercándome a su cama) “Sí. ¿Necesita algo?”
ISG: “Me está molestando un poco. No me había jodido para nada hasta ahora. No me deja dormir.”
Miro el suero – donde evidentemente le colocaron calmante como para dormir a un elefante, y veo que no está goteando. Y me admiro de la elección de la palabra ‘molestando’ para un dolor que debe ser insoportable. Intenta cambiar de posición.
Yo: “No, no. No se mueva. Le va a doler más. No está pasando el suero. A ver si encuentro el enfermero.” (Salgo y golpeo en la enfermería. Nada. Miro por todos lados y tampoco ‘pesco’ a nadie. Vuelvo a entrar y empiezo a manipular el suero)
ISG: “¿No querés prender la luz así ves bien?”
Yo: “No se haga problemas. No veo nada igual, ja ja.” (Se ríe bajito pero apretando los dientes. Le debe estar doliendo fuerte.)
ISG: (Mientras yo pruebo todo lo que se hacer para que el suero vuelva a fluir) “Ese es un problema que no tengo. Veo de diez para mis ochenta y pico.” (Termina la frase con un quejido quedo y ronco)
Yo: (Tratando de distraerlo mientras sigo atacando el suero) “¿Ah, sí? Pero su hija me dijo que se llevó puesta la mesita de luz y se cayó y se quebró.”
ISG: (Fingiendo indignación) “¡Qué sabe ella si el que se cayó fui yo! El médico me dijo que capaz me quebré y por eso me caí.”
Yo: “¡Ah!” (Logrando que caiga la gotita esquiva) Ya está. En un ratito va a empezar a sentir el efecto del calmante de nuevo. Le queda bastante todavía. Pero va a tener que aguantar un ratito más.”
ISG: “Bueno. Gracias. Pero ya me desvelé.” Intenta incorporarse un poco.
Yo: “No, no. Si quiere le levanto la cama un poquito. Pero no se mueva. Hoy no debería haber tratado de sentarse para comer.”
ISG: (Mientras yo me llevo puestos los pies de la hija que ronca cual tractor y una banqueta que no sé qué carajo hace en la sala mientras me dirijo a los pies de la cama para ‘sentarlo’ un poco) “¿Y qué? Tenía hambre. Me quebré la cadera. ¡En el estómago no tengo nada! Ja ja. Y los fideos con salsa estaban para chuparse los dedos.” (En ese momento mi estómago hace ruido, y me hace acordar que no como nada desde la mañana)
Le subo el respaldo un poco.
Yo: “¿Ahí está bien? ¿Va a poder dormir así?”
ISG: “¡Yo puedo dormirme parado! Si pudiera pararme…”
Yo: “Después que lo operen va a poder pararse, no se preocupe. Trate de descansar porque en cualquier momento viene el enfermero y ¡nos prende todas las luces! Ja ja.”
ISG: “Pensar que mi viejo siempre me decía: ‘Chino, nosotros nos doblamos pero no nos quebramos’. ¡Y mirá cuándo me vengo a quebrar!”
Yo: “Bueno, peor hubiese sido romperse la cabeza y no contar el cuento, ¿no?”
Silencio por unos minutos. Me levanto para volver a mi silla.
ISG: “A veces uno no sabe qué sería mejor… Pero tiene razón. Puedo ser viejo pero no estúpido. Claro que es mejor poder contarla…”
Ahora sí su respiración se hace pareja y en segundos empieza a roncar – acompañando a su hija en el concierto.

Yo voy tanteando mi camino de vuelta a mi silla pensando en la resistencia que tienen los de su generación. 
O quizás sea lo que decía Sófocles: “Los que en realidad aman la vida son aquellos que están envejeciendo.”