Diálogo con Mi Otro Yo
sobre el proyecto de ley de ‘blanqueo de capitales’.
Termino de escuchar
diálogos grabados de los alumnos. Me saco los auriculares, cierro los ojos y me
estiro para comprobar que todavía tengo brazos y espalda – sí, también lo que
está debajo de la espalda. Es entonces, en el momento en que mi mente se pone
en blanco, que MOY aparece.
MOY: “Bueno, menos mal
que terminaste! ¿Y por qué no charlamos en estas dos semanas?”
Yo: “Por si no lo
notaste, ¡estaba hasta las manos de trabajo!”
MOY: “Ummm. Sí. Me
pareció que no te quedaba lugar libre en la cabeza. Pero yo quiero hablar de la
futura ley de ‘blanqueo de capitales’.” (Se notan las comillas en su
entonación)
Yo: “¿Por qué lo decís
así? ¿Qué te molesta de ese proyecto de ley?”
MOY: “Lo mismo que a vos,
tarada.”
Yo: “Pará. Pará. ¿A qué
viene tal agresión?”
MOY: “Y, vos sabés lo que
es aguantarme no charlar esto, eh? Vos siempre ocupada,¿ y yo qué, eh?”
Yo: “Bueno, si te sentís
relegada lo lamento. Pero me alegro que todavía no hayas dicho ‘la palabrita’.
Vas mejorando.”
MOY: “No pienso que la
ley sea una boludez.”
Yo: “¡Y dale! Ya me parecía un milagro que no la
usaras. A ver, ¿qué tenés para decir?”
MOY: “Que nuestro país se
va a convertir en las Bahamas o las Caimán. ¿Te parece poco?”
Yo: “¡Ah! Las Bahamas,
las Caimán. Me encantaría eso. Playas, sol, relax….”
MOY: “No te hagas la
idiota. Sabés bien por qué lo digo. Un paraíso fiscal para los fondos de la
trata, los narcos, el mercado negro de armas, de cualquier cosa, bah.”
Yo: (Viendo que no hay
manera de zafar) “No creo, la verdad.”
MOY: ¿Cómo que no? Si
nadie tiene que decir de dónde sacó la guita. Creo que si Al Capone estuviese
congelado a lo Walt Disney, ¡ya se habría descongelado para comprar los
‘bonitos’ argentinos!”
Yo: “Uy, estás de terror
hoy. En una época los suizos tampoco preguntaban de dónde venía la plata, ¿no?
Y andá a decir que los suizos lavaban dinero negro.”
MOY: “¡Me importan un
carajo los suizos! ¿Y los boludos que pagamos impuestos en tiempo y forma, eh?
Es una tomada de pelo. No entiendo cómo vos estás tan tranquila.”
Yo: “Mirá. Yo lo pensé
también. ¿Quién va a comprar unos bonos que no se sabe si te los van a pagar
algún día? Duele decirlo, pero en el exterior ya no nos creen ni el
padrenuestro. ¿Y qué narco que se precie de tal es idiota? Ninguno. ¿Y que te los
paguen al dólar oficial? Ja Ja.”
Silencio por unos minutos
– pienso que desapareció, pero…
MOY: “Capaz que tengas
razón, ¿sabés?” (¡IN-CRE-I-BLE!) “Pero
duele igual, ¿no? Que se intente captar esa guita, digo.”
Yo: “Esta vez te doy toda
la razón. Sí. Duele igual….”
MOY: “Bueno, lo de hoy ha
sido deprimente. Así que me voy con una cita de la escritora y socióloga
española Concepción Arenal: ‘El dolor es la dignidad de la desgracia’.
Y desaparece como llegó.
De golpe y dando golpes bajos.
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