Diálogo
con Traumatólogo. (Y bueno, tenía que cerrar el ciclo de esta lesión).
Estoy
en la sala de espera cuando el T, contrario a su costumbre – que es gritar el
apellido de la próxima víctima sin dejar su santuario con aire en 24º, abre la
puerta del consultorio y …
T:
“¿Díaz? (Si, así, con entonación de pregunta provocada por sorpresa).
Yo:
(Levanto la mano como en la escuela primaria) “Presente”. (Me dirijo al
santuario y tomo asiento).
T:
(Mirando mi brazo derecho como si estuviese haciendo una radiografía) “¡¿Qué
pasó?!”.
Yo:
“¿Cómo qué pasó? ¿No me dijo que volviera cuando terminara la kinesiología?”
T:
“Sí, sí. Pero el kinesiólogo me dijo que estaba todo bien”.
Yo:
“Es así. Ese muchacho es un mago, la verdad. Yo_” (Me interrumpe).
T: “A
ver si entiendo. Todo salió bien y Ud. vino ‘en respuesta a mi pedido’ (¡Pará
con el énfasis, che!) de la última consulta?”.
Yo:
(Con cara de póker al 100%) “Claro”.
T: “Bueno,
¡ahora sí se viene la madre de todas las tormentas! ¿Cuándo en su… eee… desde
que nos conocemos me dio pelota y volvió si se sentía bien?”. (Estoy segura que
estuvo a punto de decir ‘en su puta vida’, pero debe haber recordado que es un
Sr. Dr. esta vez – aunque el ‘me dio pelota’ estuvo un poco fuera de nivel de
formalidad requerido. En fin…).
Yo: “Al
final, ¿quién entiende a los médicos? Si no les haces caso te retan como a nene
que se portó mal en la próxima consulta, y si les hacés caso _” (Otra vez me
interrumpe – ahora para soltar su típica carcajada).
T: “Na,
na. Si cuento esto nadie me cree”. (Un poco grandecito el Sr. para usar el ‘na’
por ‘no’). “No le puedo negar que es una grata sorpresa. Ahora dígame la verdad,
(¡YO no te puedo creer!) ¿todavía siente alguna molestia? ¿O se jodió otra
cosa?” (¡Y apareció su término preferido! ¡Y debe ser en serio que no les cree a los pacientes!)
Yo: “No,
no. No me quedó ni una molestia. Claro que seguí las instrucciones del kinesiólogo
para hacer unos ejercicios sola para reforzar lo que hice con él”.
T: “¿Y
qué hizo con él además de hacerlo reír – a él y los otros pacientes?” (¡Pero qué
HDP el K! ¡Botón!).
Yo: “¡Después
dicen que las mujeres somos chusmas!”.
T:
(Ooootra carcajada) “Para nada. Solo cumplo con mi deber de hacer un buen
seguimiento de mis pacientes. Lo que pasa es que como es la primera vez que
hace kinesio…” (En algún momento me iba a echar en cara que siempre me resistí
a la kinesiología).
Yo: “Y
digo yo, si Ud. hace el seguimiento, ¿para qué me hace venir?”.
T: “Bueno,
convengamos que no pensé que iba a venir y no me diga que no tenía razones para
pensar así. Ahora dígame, ¿Qué le pareció?”.
(¡Ni que me estuviese preguntando por una serie, película o libro!).
Yo: “Una
tortura con beneficios”.
T: “Jaaaaaaaaaaaaaaa.
Bueno, para su información el kinesiólogo me dijo que la pasó de diez con Ud.”.
Yo: “Y
sí, claro. Un sádico siempre la pasa bomba con la pobre víctima. (Oootra
risotada del T). Pero la verdad, sabe manejar la gente”.
T: “Y,
si pudo con Ud. no lo dudo”. (¡Pero que te tiró!) “Bueno, será hasta la próxima
entonces”. (Ni sueñes que me vas a ver por un laaargo tiempo).
Yo: (Abro
la puerta y giro hacia al T) “No es que no lo aprecie, pero preferiría no verlo
seguido”.
La
risa me sigue por el pasillo hasta que escucho al T gritar el apellido de su próximo
paciente.
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