domingo, 16 de enero de 2022

 Diálogo con Kinesiólogo (en tercera sesión de tortura terapéutica)

 

El K abre la puerta, doble barbijo y, rociador de alcohol en mano listo para disparar, me saluda.

K: “¡Hola, Adri! ¿Cómo andás hoy?” (Levanto la mano en señal de ‘pare’) “¿Qué? ¿No me vas a dejar que te desinfecte?”.

Yo: “Desinfectá todo lo que quieras. Pero, ¿qué te dije la primera vez que me llamaste ‘Adri’?”

K: (Se pone serio) “Que los únicos habilitados para decirte ‘Adri’ eran tus alumnos. Pero yo pensé_”.

Yo: (Riéndome) “¿Todavía me tomás en serio?”.

K: (Mientras me baña en alcohol y sonríe) “¡Nunca sé cuándo hablás en serio y cuando en joda!”.

Yo: “¿Ves? Mis alumnos siempre se daban cuenta”. (En realidad capaz que no, pero si sobrevivieron  a mí, se ganaron el derecho de usar el ‘Adri’).

K: (Mientras entramos a la sala de tortura) “Te acordás del ejercicio que hicimos la última vez?” (Sí, querido, me acuerdo. Es más, mi espalda y brazo derecho se acordaron de vos cuando me levanté de la cama al otro día).

Yo: “¿Hicimos? Que yo recuerde, vos dabas instrucciones y mirabas mientras yo transpiraba”.

K: (Ignora el comentario) “Prendí el aire y vamos a descansar más entre ejercicio y ejercicio hoy porque el barbijo te va a matar con esta temperatura”.

Yo: “¡Qué considerado! ¿Y si vamos a los masajes directamente?”.

K: “Ja ja. Contra la pared”. (¡A la pelotita!).

Yo: “Mirá, yo sé que te tengo podrido, pero el fusilamiento no me parece muy adecuado”.

Su carcajada se mezcla con la de los otros dos pacientes que interrumpen  la secuencia de ejercicios que estaban haciendo para reírse.

K: “No sé cómo eras de profe, pero como alumna debés haber sido terrible”. (Gira hacia mis compañeros de sufrimiento siestero) “Y uds. sigan. O mejor, empiecen la serie de nuevo”. (¡Pobres!)

Yo: “Y vos como profe serías de terror. Mirá que castigar a mis compañeros por mí. Eso no se hace”. (Bueno, capaz que también lo hice alguna vez, pero calculo que ya prescribió).

Se sonríe, me tira las instrucciones y se dedica a corregir nuestras posturas y movimientos, insertando algunos ‘¡Muy bien!’, ‘¡Eso!’ ‘¡Excelente!’ (No se le puede negar que maneja ‘el refuerzo positivo’ muy bien).

K: (Algunos minutos después) “¿Adri, cómo vas?”

Yo: “Bien”. Hago una pausa. “Bien reventada”. (Esta vez solo él se ríe. Los otros dos apenas se sonríen – ¡no vaya a ser que les haga empezar de nuevo!).

K: “¿Cuánto te falta para terminar la serie de 10?”

Yo: (Entre inhalación, exhalación, resoplido y subida y bajada de la pelota contra la pared) “Ooooocho  … nueeeeve… y …. diiiiiez”.

K: “¡Genial! Ahora ….”

Y así transcurre la sesión hasta llegar a la tan temida masacre de distintos músculos de mi anatomía a manos del K.

K: “Dejá flojito el brazo. Dejame que yo lo maneje”.

Yo: (Depués de unos segundos) “Te digo que si manejás un auto como mi brazo no debés tener carnet de conductor”.

K: “¡Ah! Pero tengo título de kinesiólogo. Ja ja”.

Yo: “Supongo que el número de trámite de tu título es 007”. (Y me río). Se queda pensando unos segundos.

K. “Ese chiste no lo pesqué. ¿Por qué 007?” (¡Chau! Brecha generacional si las hay - ¡Perdonalo James!). En ese momento termina de ‘manejarme’ el brazo.

Yo: “Googlealo y charlamos mañana”.

Me voy pensando en todo lo que se pierde  - o se gana en algunos casos -  si el emisor de un mensaje da por sentado que el receptor va a ‘pescar’ una alusión o implicancia pragmática….

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