Diálogo con Traumatólogo (Y bueno, hacía rato que no lo veía…)
Abro
la puerta del consultorio y el T levanta la vista de mi historia clínica.
T: “Bueno,
bueno, bueno. ¡Miren quién apareció!”
Yo:
“Buenas tardes. ¿Cómo anda?” Me siento, coloco los antebrazos en el escritorio
e, involuntariamente, doy un pequeño
respingo por el dolor en mi brazo derecho.
T: “Yo
ando de maravilla. Ud. me parece que no”. (Todo un Sherlock Holmes el hombre)
“A
ver, voy a adivinar. Terminó de coleccionar problemas en los miembros
inferiores y ahora le tocó a los superiores, ¿no?”
Yo: “Muy
gracioso. Tampoco es que me destrocé las piernas, ¿no?” (Mi ‘¿no?’ fue una muy buena imitación de su ‘¿no?’)
T:
(Larga una carcajada). “¿Ve? Por eso la extraño cuando no viene. Seguro lo que
sea que tenga le está doliendo mal y sin embargo se toma el tiempo para hacerme
reír”. (Ya no tenés edad para usar el ‘mal’ de ese modo, che).
Yo: (Me
río) “Bueno, le voy a empezar a cobrar las consultas entonces. Y no atiendo por
obra social”.
T: “Ja
ja. Bueno, veamos, ¿qué hizo esta vez y qué se jodió?” (Por eso yo también lo
extraño. ¿Qué médico usa ‘jodió’ por ‘lastimó/ lesionó’?)
Yo: “No
me va a creer, pero no tengo idea de qué hice”. (No te voy a dar pistas gratis.
Laburá, che)
T: “Si
le creyera a los pacientes no curaría ni uno. Ja Ja”. (¡¿Pero quién sos?! ¡¿Dr House?!). Se levanta, rodea el
escritorio, y yo me veo venir ‘la manipulación’ de aquella parte de mi anatomía
que yo le diga que me duele). “Brazo derecho, ¿no?”
Yo: (Muy
a mi pesar tengo que admitir que tiene ‘ojo clínico’) “Podría ser el izquierdo…”
T: “Naaa
(Para mí, éste está mucho en contacto con adolescentes) Estiró bien el brazo
izquierdo, pero el derecho trató de controlarlo. O sea, le duele”.
Yo:
(Entrego mi brazo derecho al sacrificio) “Y bueno. Diviértase no más”.
T: (Se
ríe y maneja mi brazo como si fuese una manivela, mientras yo aprieto los
dientes). “Ponga el brazo en la posición donde NO le duela”. (Procedo a hacer
lo que me dice y quedo como modelo – re vintage – posando con el brazo doblado por
detrás de la cabeza, como si me estuviese sosteniendo la nuca mientras miro
hacia arriba) “Esta vez sí que se jodió lindo, eh?” (¡Vos seguí ‘jodiendo’ no más,
que yo la estoy pasando ‘bomba’, LPM!) “Bueno, del elevador de la escápula para
abajo tiene una bruta tendinitis”. (Bueno, no sabía que tenía una ‘espátula’ en
la espalda y confirmo que sigue usando ‘bruta’ para describir el grado de una
tendinitis)
“Esta vez no zafa de la kinesiología”. Y
procede a escribir en varios papelitos)
Yo. “¿Está
redactando su testamento?”
T: “Si
sigue así, le convendría hacer a Ud. el testamento”. (¡Bueno, che, pará un poco!)
“A ver si deja de podar en altura”.
Yo: “Frío,
frío. No podé. Por eso le dije que no sé qué hice para que me pase esto”.
T: “Bueno,
ALGO hizo”. Y procede a darme los ‘papelitos’ y explicarme lo que tengo que
tomar, cuántas sesiones de kinesiología tengo que hacer, etc. etc.
Yo: “¡Y
yo que pensaba que me apreciaba. Ja ja”.
T: “Después
que se tome la primera pastilla se va a dar cuenta de que la aprecio mucho. Y
la quiero ver en una semana – se sienta mal o bien”.
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