domingo, 17 de julio de 2022

 Diálogo con Especialista en Calefones

 

Abro la puerta y…

EC: “Buen día, Sra. Soy el especialista en calefones. Hablamos esta mañana”. (Bueno, esta mañana pensé que hablaba con un plomero o gasista, o una combinación de ambos. ¿Pero… ¡¿‘Especialista en calefones’?!)

Lo hago pasar y lo llevo frente al aparato infame que me está haciendo la vida – en realidad el invierno – un infierno. (Aunque esto parezca una contradicción, Uds. me entienden, ¿no?)

EC: “Marca noble ésta. Pero  tiene sus años, ¿no?”.

Yo: “Y, sí”. (¡Ni pienso decirte cuántos!).

EC: “¿Y cuál es el problema?”.

Yo: “Calienta cuando quiere – y no es justamente cuando te bañás”. (Casi digo ‘calienta cuando se le calienta’ pero evito la redundancia a tiempo).

EC: “¡Ah! Sos temperamental, mi amigo”. (Dice esto mirando al calefón. Estoy por reírme cuando recuerdo que yo hablo con los gatos, perros y plantas, y freno la risa).

EC: Se coloca unos guantes cual cirujano dispuesto a usar el bisturí. “¿Alguna otra cosa?”.

Yo: “Hace un ruido raro”.

EC: “¿Raro cómo?”.

Yo: (¡Que te tiró! ¿De dónde saco una onomatopeya que refleje lo que hace el calefón?) “Eeee… no sé cómo describirlo, la verdad”.

Acto seguido, procede a desplegar una serie increíble de combinación de sonidos para ver si identifico ‘el ruido’. Ante cada uno yo niego con la cabeza. ¡Y no puedo evitar pensar que sería un maravilloso alumno de fonética!

Yo: “Te abro la llave del agua así lo escuchás vos mismo”. El aparato maléfico se toma su tiempo  – la llama se mantiene baja por unos momentos y luego aumenta un poco para finalmente empezar con su … eee… ‘recital’’.

EC: “¡Ah! ¡Pero Sra.! Todos los calefones crepitan”.  (¡A la miér… coles! ¡Y yo que sólo vi la palabra ‘crepitar’ en alguna que otra novela en contexto romántico de chimenea y pareja disfrutando de las llamas!). “Eso no es ninguna anormalidad. Los quemadores deben tener residuos que impiden que la llama fluya normalmente”.  (¡¿Por qué no decir solo ‘los quemadores están sucios?!)

Yo. “¡Ah!” (¿Qué quieren que diga? Ya me dio jaque mate en cuatro  jugadas: ‘temperamental’, ‘crepitar’, ‘anormalidad’, y ‘la llama fluye’).

Mientras desarma el calefón y limpia los quemadores, me pregunto cuánto me va a cobrar. Bueno, por lo menos si mi sale caro (¡Y andá a saber qué es caro o barato en este momento de la Argentina!) el  nivel léxico del EC se lo merece.

miércoles, 6 de abril de 2022

 

Diálogo con Empleado de Ferretería

 

Entro a la Ferretería y voy directo al empleado que parece estar más aburrido que vampiro en sarcófago.

EF: “Buenas tardes. ¿En qué la puedo ayudar?”. (Bueno, por lo menos es educado).

Yo: “Buenas tardes. Necesito una remachadora”.

EF: “Ajá. ¿De qué tipo?”. (Su entonación parece venir con subtítulos: ‘¿tenés idea de lo que es una remachadora?’ Borro de mi mente que es educado).

Yo: “La común – no profesional por supuesto”.

EF: “Bueno, pero hay muchos modelos  y de diferentes calidades”. (Esto ya no viene con subtítulos. Lo dice con la típica suficiencia que ya he encontrado cuando voy a comprar repuestos para el auto).

Yo: (Inspiro profundo para no calentarme) “Obvio. ¿Cuáles tenés?”.

EF: “Esas de allá”. (Gira la cabeza señalando las remachadoras en exhibición. Se ve que mi ‘obvio’ fue más ácido de lo que pensé).

Yo: (Me tomo mi tiempo para mirar todas). “Mostrame ésta y ésta”.  (De dañina no más le pido que me muestre la segunda. Ya elegí  la que voy a llevar).

EF: “Umm. Ésta no la va a poder manejar. Es muy pesada para Ud.” Y agrega,  “si es que Ud. la va a usar”. (O sea, ‘no creo que vos  la sepas la usar’).

Ya me rompió las gónadas, para no usar la expresión típica. Lectores que no tuvieron una profe de biología como la mía, googleen el término.

Yo: “Uso remachadora para arreglar sillones de tiras desde hace… ¡uy! como 10 años, pero la pobre no da más. No expulsa el mandril”.

Se endereza un poco, abandonando su postura indolente apoyado en el mostrador y me mira como bicho raro. Pero evidentemente no puede con su genio.

EF: “Tiene que desarmarla. Es re-simple”. (O sea, hasta vos lo podés hacer). Y procede a darme indicaciones que sospechosamente son las mismas que en el video de youtube que consulté yo.

Yo: “¿Alguna vez desarmaste una? Porque si es así, te traigo la mía y te pago el arreglo en vez de comprarme una”.

EF: (Ahora sí la autosuficiencia desaparece) “Eeee, no, no.” ¡Mire si voy a perder la venta. El dueño me mata!. Ja ja”. (Buena salida, che, a pesar de la risita nerviosa. Ya podés dejar de transpirar).

Yo: “Ja. Ja. Tenés razón. Bueno, dame ésta”.

EF: “Buena elección”. (Sí, claro, ¡porque es la más cara!). Y procede a cobrarme. “¿Puedo preguntarle algo?”.

Yo: “Claro”. (Pero ¡ojo querido!, porque desde que dejé la docencia tengo la paciencia cada vez más débil, digamos).

EF: “¿Cómo hace para llegar a cortar el mandril? Porque se necesita mucha fuerza para eso”.

(O sea, ‘con esos bracitos de desnutrida que tenés es imposible que puedas).

Yo: “¡Ah! Encontré cómo hacer eso en un video de youtube”. Giro y me voy.

 

Lástima que me pierdo el espectáculo del EF buscando en ese sitio cosas como ‘persona débil/vieja/sin fuerza Æusar remachadora’.

sábado, 22 de enero de 2022

 

Diálogo con Traumatólogo. (Y bueno, tenía que cerrar el ciclo de esta lesión).

 

Estoy en la sala de espera cuando el T, contrario a su costumbre – que es gritar el apellido de la próxima víctima sin dejar su santuario con aire en 24º, abre la puerta del consultorio y …

T: “¿Díaz? (Si, así, con entonación de pregunta provocada por sorpresa).

Yo: (Levanto la mano como en la escuela primaria) “Presente”. (Me dirijo al santuario y tomo asiento).

T: (Mirando mi brazo derecho como si estuviese haciendo una radiografía) “¡¿Qué pasó?!”.

Yo: “¿Cómo qué pasó? ¿No me dijo que volviera cuando terminara la kinesiología?”

T: “Sí, sí. Pero el kinesiólogo me dijo que estaba todo bien”.

Yo: “Es así. Ese muchacho es un mago, la verdad. Yo_” (Me interrumpe).

T: “A ver si entiendo. Todo salió bien y Ud. vino ‘en respuesta a mi pedido’ (¡Pará con el énfasis, che!) de la última consulta?”.

Yo: (Con cara de póker al 100%) “Claro”.

T: “Bueno, ¡ahora sí se viene la madre de todas las tormentas! ¿Cuándo en su… eee… desde que nos conocemos me dio pelota y volvió si se sentía bien?”. (Estoy segura que estuvo a punto de decir ‘en su puta vida’, pero debe haber recordado que es un Sr. Dr. esta vez – aunque el ‘me dio pelota’ estuvo un poco fuera de nivel de formalidad requerido. En fin…).

Yo: “Al final, ¿quién entiende a los médicos? Si no les haces caso te retan como a nene que se portó mal en la próxima consulta, y si les hacés caso _” (Otra vez me interrumpe – ahora para soltar su típica carcajada).

T: “Na, na. Si cuento esto nadie me cree”. (Un poco grandecito el Sr. para usar el ‘na’ por ‘no’). “No le puedo negar que es una grata sorpresa. Ahora dígame la verdad, (¡YO no te puedo creer!) ¿todavía siente alguna molestia? ¿O se jodió otra cosa?” (¡Y apareció su término preferido! ¡Y debe ser en serio que no les  cree a los pacientes!)

Yo: “No, no. No me quedó ni una molestia. Claro que seguí las instrucciones del kinesiólogo para hacer unos ejercicios sola para reforzar lo que hice con él”.

T: “¿Y qué hizo con él además de hacerlo reír – a él y los otros pacientes?” (¡Pero qué HDP el K! ¡Botón!).

Yo: “¡Después dicen que las mujeres somos chusmas!”.

T: (Ooootra carcajada) “Para nada. Solo cumplo con mi deber de hacer un buen seguimiento de mis pacientes. Lo que pasa es que como es la primera vez que hace kinesio…” (En algún momento me iba a echar en cara que siempre me resistí a la kinesiología).

Yo: “Y digo yo, si Ud. hace el seguimiento, ¿para qué me hace venir?”.

T: “Bueno, convengamos que no pensé que iba a venir y no me diga que no tenía razones para pensar así.  Ahora dígame, ¿Qué le pareció?”. (¡Ni que me estuviese preguntando por una serie, película o libro!).

Yo: “Una tortura con beneficios”.

T: “Jaaaaaaaaaaaaaaa. Bueno, para su información el kinesiólogo me dijo que la pasó de diez con Ud.”.

Yo: “Y sí, claro. Un sádico siempre la pasa bomba con la pobre víctima. (Oootra risotada del T). Pero la verdad, sabe manejar la gente”.

T: “Y, si pudo con Ud. no lo dudo”. (¡Pero que te tiró!) “Bueno, será hasta la próxima entonces”. (Ni sueñes que me vas a ver por un laaargo tiempo).

Yo: (Abro la puerta y giro hacia al T) “No es que no lo aprecie, pero preferiría no verlo seguido”.

La risa me sigue por el pasillo hasta que escucho al T gritar el apellido de su próximo paciente.

domingo, 16 de enero de 2022

 Diálogo con Kinesiólogo (en tercera sesión de tortura terapéutica)

 

El K abre la puerta, doble barbijo y, rociador de alcohol en mano listo para disparar, me saluda.

K: “¡Hola, Adri! ¿Cómo andás hoy?” (Levanto la mano en señal de ‘pare’) “¿Qué? ¿No me vas a dejar que te desinfecte?”.

Yo: “Desinfectá todo lo que quieras. Pero, ¿qué te dije la primera vez que me llamaste ‘Adri’?”

K: (Se pone serio) “Que los únicos habilitados para decirte ‘Adri’ eran tus alumnos. Pero yo pensé_”.

Yo: (Riéndome) “¿Todavía me tomás en serio?”.

K: (Mientras me baña en alcohol y sonríe) “¡Nunca sé cuándo hablás en serio y cuando en joda!”.

Yo: “¿Ves? Mis alumnos siempre se daban cuenta”. (En realidad capaz que no, pero si sobrevivieron  a mí, se ganaron el derecho de usar el ‘Adri’).

K: (Mientras entramos a la sala de tortura) “Te acordás del ejercicio que hicimos la última vez?” (Sí, querido, me acuerdo. Es más, mi espalda y brazo derecho se acordaron de vos cuando me levanté de la cama al otro día).

Yo: “¿Hicimos? Que yo recuerde, vos dabas instrucciones y mirabas mientras yo transpiraba”.

K: (Ignora el comentario) “Prendí el aire y vamos a descansar más entre ejercicio y ejercicio hoy porque el barbijo te va a matar con esta temperatura”.

Yo: “¡Qué considerado! ¿Y si vamos a los masajes directamente?”.

K: “Ja ja. Contra la pared”. (¡A la pelotita!).

Yo: “Mirá, yo sé que te tengo podrido, pero el fusilamiento no me parece muy adecuado”.

Su carcajada se mezcla con la de los otros dos pacientes que interrumpen  la secuencia de ejercicios que estaban haciendo para reírse.

K: “No sé cómo eras de profe, pero como alumna debés haber sido terrible”. (Gira hacia mis compañeros de sufrimiento siestero) “Y uds. sigan. O mejor, empiecen la serie de nuevo”. (¡Pobres!)

Yo: “Y vos como profe serías de terror. Mirá que castigar a mis compañeros por mí. Eso no se hace”. (Bueno, capaz que también lo hice alguna vez, pero calculo que ya prescribió).

Se sonríe, me tira las instrucciones y se dedica a corregir nuestras posturas y movimientos, insertando algunos ‘¡Muy bien!’, ‘¡Eso!’ ‘¡Excelente!’ (No se le puede negar que maneja ‘el refuerzo positivo’ muy bien).

K: (Algunos minutos después) “¿Adri, cómo vas?”

Yo: “Bien”. Hago una pausa. “Bien reventada”. (Esta vez solo él se ríe. Los otros dos apenas se sonríen – ¡no vaya a ser que les haga empezar de nuevo!).

K: “¿Cuánto te falta para terminar la serie de 10?”

Yo: (Entre inhalación, exhalación, resoplido y subida y bajada de la pelota contra la pared) “Ooooocho  … nueeeeve… y …. diiiiiez”.

K: “¡Genial! Ahora ….”

Y así transcurre la sesión hasta llegar a la tan temida masacre de distintos músculos de mi anatomía a manos del K.

K: “Dejá flojito el brazo. Dejame que yo lo maneje”.

Yo: (Depués de unos segundos) “Te digo que si manejás un auto como mi brazo no debés tener carnet de conductor”.

K: “¡Ah! Pero tengo título de kinesiólogo. Ja ja”.

Yo: “Supongo que el número de trámite de tu título es 007”. (Y me río). Se queda pensando unos segundos.

K. “Ese chiste no lo pesqué. ¿Por qué 007?” (¡Chau! Brecha generacional si las hay - ¡Perdonalo James!). En ese momento termina de ‘manejarme’ el brazo.

Yo: “Googlealo y charlamos mañana”.

Me voy pensando en todo lo que se pierde  - o se gana en algunos casos -  si el emisor de un mensaje da por sentado que el receptor va a ‘pescar’ una alusión o implicancia pragmática….

martes, 4 de enero de 2022

 Diálogo con Traumatólogo (Y bueno, hacía rato que no lo veía…)

 

Abro la puerta del consultorio y el T levanta la vista de mi historia clínica.

T: “Bueno, bueno, bueno. ¡Miren quién apareció!”

Yo: “Buenas tardes. ¿Cómo anda?” Me siento, coloco los antebrazos en el escritorio e, involuntariamente,  doy un pequeño respingo por el dolor en mi brazo derecho.

T: “Yo ando de maravilla. Ud. me parece que no”. (Todo un Sherlock Holmes el hombre)

“A ver, voy a adivinar. Terminó de coleccionar problemas en los miembros inferiores y ahora le tocó a los superiores, ¿no?”

Yo: “Muy gracioso. Tampoco es que me destrocé las piernas, ¿no?” (Mi  ‘¿no?’ fue una muy buena imitación de su ‘¿no?’)

T: (Larga una carcajada). “¿Ve? Por eso la extraño cuando no viene. Seguro lo que sea que tenga le está doliendo mal y sin embargo se toma el tiempo para hacerme reír”. (Ya no tenés edad para usar el ‘mal’ de ese modo, che).

Yo: (Me río) “Bueno, le voy a empezar a cobrar las consultas entonces. Y no atiendo por obra social”.

T: “Ja ja. Bueno, veamos, ¿qué hizo esta vez y qué se jodió?” (Por eso yo también lo extraño. ¿Qué médico usa ‘jodió’ por ‘lastimó/ lesionó’?)

Yo: “No me va a creer, pero no tengo idea de qué hice”. (No te voy a dar pistas gratis. Laburá, che)

T: “Si le creyera a los pacientes no curaría ni uno. Ja Ja”. (¡¿Pero quién sos?!  ¡¿Dr House?!). Se levanta, rodea el escritorio, y yo me veo venir ‘la manipulación’ de aquella parte de mi anatomía que yo le diga que me duele). “Brazo derecho, ¿no?”

Yo: (Muy a mi pesar tengo que admitir que tiene ‘ojo clínico’) “Podría ser el izquierdo…”

T: “Naaa (Para mí, éste está mucho en contacto con adolescentes) Estiró bien el brazo izquierdo, pero el derecho trató de controlarlo. O sea, le duele”.

Yo: (Entrego mi brazo derecho al sacrificio) “Y bueno. Diviértase no más”.

T: (Se ríe y maneja mi brazo como si fuese una manivela, mientras yo aprieto los dientes). “Ponga el brazo en la posición donde NO le duela”. (Procedo a hacer lo que me dice y quedo como modelo – re vintage – posando con el brazo doblado por detrás de la cabeza, como si me estuviese sosteniendo la nuca mientras miro hacia arriba) “Esta vez sí que se jodió lindo, eh?” (¡Vos seguí ‘jodiendo’ no más, que yo la estoy pasando ‘bomba’, LPM!) “Bueno, del elevador de la escápula para abajo tiene una bruta tendinitis”. (Bueno, no sabía que tenía una ‘espátula’ en la espalda y confirmo que sigue usando ‘bruta’ para describir el grado de una tendinitis)

 “Esta vez no zafa de la kinesiología”. Y procede a escribir en varios papelitos)

Yo. “¿Está redactando su testamento?”

T: “Si sigue así, le convendría hacer a Ud. el testamento”. (¡Bueno, che, pará un poco!) “A ver si deja de podar en altura”.

Yo: “Frío, frío. No podé. Por eso le dije que no sé qué hice para que me pase esto”.

T: “Bueno, ALGO hizo”. Y procede a darme los ‘papelitos’ y explicarme lo que tengo que tomar, cuántas sesiones de kinesiología tengo que hacer, etc. etc.

Yo: “¡Y yo que pensaba que me apreciaba. Ja ja”.

T: “Después que se tome la primera pastilla se va a dar cuenta de que la aprecio mucho. Y la quiero ver en una semana – se sienta mal o bien”.

 

Como siempre, me mira fijo como para grabar el mensaje y yo le devuelvo la mirada fija con el ojo izquierdo.  El ojo derecho… y bué …. Siempre mira para otro lado…