Diálogo con traumatólogo
(2)
Entro al
consultorio – sin renguear esta vez. (Ver diálogo con traumatólogo –
18/11/2014)
Yo: “Buenas tardes,
doctor.”
T: “Buenas tardes.”
(En realidad no me saluda a mí, sino a mi pie derecho – ahí dirige la mirada)
“Parece que del pie anda bien.” (Y mira mi ficha) “Ajá. Anda bien desde
noviembre del año pasado.”
Yo: (Evitando el
usual ‘¿por qué no vino a controlarse?’) “El pie se mejoró enseguida, como Ud.
me dijo.”
T: (Nuevamente
mirando la ficha) “Hmmm. Bien, ¿y ahora cuál es el problema?”
Yo: (Me levanto de
la silla, señalo un punto donde la pierna derecha se une con la cadera, y evito
calificar la ‘protuberancia’ a la que apunto con el dedo) “Esto.”
T: “¡Ahhh! ¡Pero
eso es un huevo de pascua! Y no de los chiquitos, ¿eh?” (¡Pero y LPM! Para esto
me cuidé de no calificar yo?) “A la camilla.” (¡La pucha! Se ve que considera
seria la cosa)
Yo: “No sé cómo me
apareció.”
T: (Apretando y
moviendo ‘el huevo de pascua’ para todos lados) “Ummm. Se ve que no le duele al
palparlo.”
Yo: “¿A eso le
llama ‘palpar’? Parece más que está amasando.” (Para decirlo con suavidad,
¿vió?)
T: “Jaaaaaa. Es
verdad. Bueno, esto parece un …… (dice algo que suena como dos gatos peleándose)
o, para ponerlo simple, un Ganglión. Y nó, no es un ganglio gigante.” (Pero, che,
dame algún crédito – ¡sé que ahí no hay ganglios!)
Yo: “Y, si tuviese
un ganglio ahí, sería una rareza médica.” (¡Tomá!)
T: “La ‘rareza’ (¡qué
bien que me imita el HDP!) es que no haya notado que se dio un golpe ahí. Esto
es como una pelota de líquido que se forma, en general, por un golpe.”
Yo: “No recuerdo
haberme golpeado. Y no me vi ningún moretón ahí.”
T: “¿Y cuándo se
mira ahí?” (Tiene la capacidad, como el oftalmólogo, de hacerme sentir que
estoy en el jardín de infantes)
Yo: “Cuando me
baño, cuando me cambio_”
T: “O sea, cuando
no tiene los anteojos puestos. O sea, no ve nada.” (¿Y cuándo te recibiste de
oftalmólogo?)
Yo: “Mire, un
moretón veo.”
T: (Como si no me
hubiese oído) “Esto es lo que vamos a hacer. (Escribe en el recetario) Se va a
masajear la zona con este gel a la mañana al levantarse y a la noche antes de
acostarse. Un mes. Y después (acá levanta la vista y me mira directo a los
ojos) viene a control.” (Bueno, che, ¡no me retes así!)
Yo: “Bueno, pero si
desaparece_”
T: (Interrumpiendo)
“Viene igual. Esto se lo doy para ver si evitamos cortar.” (¡A la pelota! Esa
palabra no me gusta)
Yo: (Haciendo un
esfuerzo humorístico) “Y mientras, ¿qué hago con esto? Mire cómo se nota, aún
con jeans.”
T: “Y, pruebe a
golpearse del otro lado a ver si le queda igual. Jaaaaaaaa.” (Bueno, me lo
tengo merecido.)
Yo: “Ya entendí. Ya
entendí. Bueno, nos vemos en un mes.” (¡Y ojalá te salga un ganglión en algún
lado!)
Salgo del
consultorio y pienso que aunque no sea muy didáctico, un buen reto (y/o amenaza)
puede ayudar a modificar conductas nocivas.