sábado, 29 de junio de 2013

Diálogo con ‘Miguelito’ … alguien muy especial.

Paro en un semáforo y un muchacho me hace señas para limpiar el parabrisas. Como de costumbre, pongo mi peor cara de vinagre (cosa que no me cuesta mucho, dirán algunos). El muchacho insiste, bajo el vidrio y niego con la cabeza. De pronto escucho:

M: “A esa no la jodás porque se baja y te pone un piñazo.”
Puedo ser medio ciega, pero las voces son para mí como una huella digital. Reconozco, en un cuerpo desproporcionadamente grande para lo que está en mi memoria, a ‘Miguelito’ – uno de los ‘chicos de la calle’ que estaba en el centro de evacuados de mi escuela durante la inundación del 2003.
M: “¿A que no se acuerda de mí?”
Me tiro a la derecha y me bajo del auto.
Yo: “¡No lo puedo creer! ¡Qué andás haciendo?”
Me da un abrazo que hace que todos los otros ‘trapitos’ se maten de la risa y los automovilistas, que ya están arrancando del semáforo,  se mueran de curiosidad.
M: “Y me conoció, no más.”
Yo: “ ¡Cómo no acordarme si me sacaste canas verdes a la hora de la cena!” Me río y lo miro de arriba abajo. “Para mí todavía sos el petiso rompe….s que me tiraba del carrito de la comida.”
M: “Ya tengo 20, profe.” (Y claro, debe haber tenido 10 años en el 2003.)
Yo: “¿Y qué hacés de tu vida?”
M: “No crea que soy como éstos (señala a los ‘trapitos’).  Vengo a vigilarlos para que no hagan ca_ … boludeces.” (Bueno, cambió la primera mala palabra por otra ‘más suave’) “Ahora soy panadero. ¿Se acuerda que nos pusieron a hacer pan con Julio, el portero? Nadie nos bancaba más.” Se vuelve a reír. Ahí aprendí, y después, bueno, cuando volvimos al barrio no había nada, así que con ‘Pincho’ - ¿se acuerda de ‘Pincho’? lo ayudamos a un vecino panadero a reconstruir la panadería y empezamos a laburar ahí. Yo todavía sigo… Pincho, bueno, el se fue ‘para otro lado’. Me mira directo a los ojos, tal cual hacía cuando era un enano insoportable, pero ahora la mirada no es desafiante sino triste.’
Yo: (Pensando en ‘Pincho) “Me alegro que estés trabajando. Me alegro de verte tan bien.”
M: “Ud. está igual, profe.” ¿Se acuerda cuando la cansé y se agachó a mi altura y me dijo: ‘me volvés a empujar el carrito y te emboco’? Se larga una carcajada y yo, debo reconocerlo, me pongo colorada. Pero es verdad que ese día me sacó de quicio. “¡De ahí en más fui un soldadito!” Vuelve a reírse.
Yo: “Bueno, dos cosas: primero, si me ves igual es que ya te llegó la vejez y no ves bien, y segundo… realmente ese día creo que había llegado a mi límite.”
M: “Naaaa. Si ud. nos tenía ca…..ndo, pero se le notaba que nos quería. Siempre sentí  no poder despedirme de Ud.”
Yo: No sé por qué, pero se me hace un nudo en la garganta. “Bueno, realmente un alegrón haberte encontrado, verte bien y con laburo. ¡Quién lo hubiera dicho! Ya sos todo un hombre.”
M: “Yo también me alegro de haberla visto. Y quédese tranquila – yo no soy Pincho.”
(¿Cómo puede alguien que no veo durante 10 años y que me conoció siendo un chico, y quizás en el peor momento de su vida, leerme la mente con tanta facilidad?)
Yo: “Ya sé. Vos sos distinto. Ya hace 10 años eras distinto a los otros.” Esta vez lo abrazo yo y después  abro la puerta del auto. “Chau. Cuidate.”
M: “Ud. también, profe.”


Y arranco dejando atrás a Miguelito – una de esas personas que entran y salen de  tu vida – o eso creemos – hasta que nos damos cuenta que nunca, en realidad, salieron, y siempre van a estar ahí.

domingo, 2 de junio de 2013

Diálogo con mi otro yo en el día del clásico Colón-Unión / Unión-Colón a puertas cerradas.

Con radio bajita de fondo, estoy corrigiendo transcripciones de fonética cuando:

MOY: “ ¡Volvieron los militares! ¡Volvieron los militares!”
Reacción instintiva: un sudor frío me recorre el cuerpo. Un miedo que hacía rato no sentía. Pero inmediatamente me doy cuenta que no puede ser.
Yo: “ ¡Pero qué decís, idiota! Si querías charlar, con decírmelo ya estaba.”
MOY: “ ¡Pero nó. Te digo que hay golpe de estado!”
Yo: “Esta vez te pasaste de la raya.  ¡Pará antes que me opere de vos!”
MOY: “¿No viste el helicóptero? ¿No sabés que se ‘instó’ a los negocios a cerrar para evitar que la gente se aglutine? ¿No te enteraste que no dejan que la gente se ponga ropa identificatoria de ciertas agrupaciones? ¿En qué burbuja vivís? Haciendo chirimbolos en esos prácticos mientras se coartan las libertades individuales? ¡Si hasta revisan autos!”
Yo. (Dándome cuenta finalmente de qué habla). ¡Pero nó, pedazo de tarada! Todo eso es por el clásico de fútbol – aunque admito que no sabía que había tantas medidas de seguridad – si lo juegan a puertas cerradas.
MOY: “¿El clásico de fútbol? ¿Todo esto por un boludo clásico de fútbol?”
Yo: “ ¡Y dale con el adjetivo calificativo!”
MOY: “Me encantó. Lo juegan a puertas cerradas para que los vándalos no rompan un club y los idiotas que quieran ir se pongan en riesgo a sabiendas, pero nos imponen a todos los demás límites a nuestra libertad de circular, de irse a morfar y chupar algo…”
Yo: “Bueno, che, es un día. Todas esas son medidas de seguridad para cuidarnos. ”
MOY: “Si quieren cuidarnos ¿por qué no se ponen de acuerdo los clubes y la policía y agarran a los 100 o 200 mafiosos que son los que viven haciendo quilombo para proteger sus ‘negocios’, eh? ¿Porque tanto los clubes como la policía tiene parte en esos negocios?”
Yo: “uhm… Tengo que admitir que en algo tenés razón. Pero eso lleva tiempo y el clásico es hoy.”
MOY: “Así que ‘el estado’ hace por nosotros lo que no podemos hacer nosotros mismos?”
Yo: “Algo así.”
MOY: “Sigo caliente, pero creo que todos deberíamos recordar eso de ‘cuando un pueblo entrega su libertad para ganar seguridad, termina no teniendo ni lo uno ni lo otro.”


Y se vá – y me deja pensando…  ¡Cómo me deja pensando!