Diálogo con Vecina Trabajadora Rural
Bajo de la ruta desde Santa Fe a más velocidad de la prudente, pero es
que la tormenta ‘me viene pisando los talones’ – aunque una mejor descripción
sería que la tormenta ‘viene tocándole el traste al auto’. A una cuadra de la quinta veo a una VTR que
conozco corriendo con ‘la bolsa de los mandados’ flameando cual bandera al
viento. Me doy cuenta que no corre, sino que el viento fuerte la está llevando.
(¡Es más flaca que yo la pobre! Freno a su lado.
Yo: “¿Dónde va?”
VTR: “¡Hola doña! Del armenio”. Grita para que la escuche por encima
del viento. (¡Pobre armenio – insiste con lo de ‘minimercado’ y todos seguimos
‘yendo del armenio’!)
Yo: “La llevo”. (Total tenía que
comprar cosas igual ... y además el armenio todavía tolera el ‘le alcanzo las
botellas después’ – aunque sólo de quienes conoce bien).
VTR “Se viene, doña, ¿segura que quiere seguir?” (Y, si vos querías
seguir ‘a pata’, yo puedo con el auto).
Lo que no sabe es que si se larga fuerte yo puedo pasar horas en el
auto hasta que ‘amaine’.
Yo: “Mal momento para salir de compras, ¿no?”
VTR: “Y, al ‘Vítor’ se le ocurrió comer milas de pescado. Y vio que el
armenio tiene frescas.”
(¡¿Y no se le ‘ocurrió al Vítor’ ir a buscar las milas él mismo?! Pero
al cuete ir contra ‘el patriarcado’ con la VTR que hace más de 30 años que se
banca ‘el Vítor’).
VTR: (Leyendo mi mente – o la suya propia, y aun así sale en defensa de
su marido…) “El Vítor está trabajando”. (Pienso: ¡Con razón la tormenta!)
“Ahora arregla máquinas de cortar pasto”. (Corrijo mentalmente – ‘¡Césped!’) “La
suya hace un ruido bárbaro. Tendría que llevársela para que la vea.” (¡Encima
también le hace de publicista la pobre! Ni en dope ‘le entrego’ mi máquina ‘al
Vítor’).
Yo: (Divisando ‘lo del armenio’ entre la arena que vuela y todo lo
desdibuja) “Ya estamos. La espero para la vuelta.”
VTR: “No se preocupe, doña, todavía no hay rayos.” (En ese momento, un
trueno hace temblar la tierra y ambas corremos hacia el interior del
minimercado).
Después de saludar al armenio y obtener permiso de comprar cervezas con
el compromiso de llevarle las botellas más tarde, me surto de lo necesario para
‘pasar la tormenta’. Pago con tarjeta de débito – ante la mueca de
desaprobación del armenio que me anoticia que ‘hay descuento por pago al
contado’ debido a ‘la situación económica del país’ (¿?), y espero que la VTR
pague las milanesas que el armenio cobra como si fueran de pollo de mar.
Yo: “Ya se largó la lluvia. La alcanzo hasta su casa”.
VTR: “No, doña, déjeme en su casa no más. Me queda re cerca”.
Partimos patinando en la arena que tiene problemas para absorber la
cantidad de agua que cae de golpe, pero llegamos sin incidente/accidente a mi
casa, donde me empapo cuando abro el portón.
Yo. (Ya dentro de la cochera) “¿No quiere esperar un ratito hasta que
afloje?”
VTR: “No, está bien. Mire, si apenas llovizna ahora. (Evidentemente
entendemos cosas distintas por ‘llovizna’ o, lo más probable, no quiere llegar tarde
con las milas para ‘el Vítor’). ¡Gracias!” Y parte a paso presuroso bajo la
lluvia.
Bajo las cosas del auto, y estoy por buscarme un toallón porque la
mojada me está dando frío, cuando la gata agregada aparece vaya a saber de
dónde, y me recrimina con mirada de desdén y maullidos de queja el no haberle
dejado comida hoy temprano cuando me fui. Me olvido que estoy mojada, y parto rauda a buscarle comida. Pienso: ¡Gata manipuladora! Y mientras la
proveo de comida tengo que aceptar que
“la culpa no es del chancho sino del que le da de comer”.