domingo, 6 de noviembre de 2016

Diálogo de hospital 6 – con Enfermero

4 a.m. Salgo al pasillo a estirar las piernas un poco. Recorro el pasillo ida y vuelta y me estiro todo lo que puedo – pecho, espalda, cintura. Y finalmente tengo la mala idea de estirar tocándome la punta de los pies. Ahí quedo, sin poder levantarme y temiendo irme de cabeza al piso. Pongo las manos en la pared y empiezo a enderezarme como puedo – estilo ‘hombre araña’ para ser más descriptiva.

E: “¿Estirando? ¡Y eso que hoy tiene sillón!”
Yo: (En un susurro y sintiéndome ridícula en la posición que estoy – en L al revés y traste al pasillo) “Estaba estirando. Ahora sólo quiero tomar la vertical de nuevo, pero no puedo. Tengo la cintura hecha una piedra.”
E: (Deja el carrito y me pone una mano en la espalda a la altura de la cintura y la otra en el pecho justo debajo del cuello) “A ver si la puedo ayudar.”
Yo: “Ya sé que te tengo podrido, pero esto de estrangularme me parece demasiado.”
E: (Riéndose) “¡Usted es de las ‘agradables’, ja ja. ¡Pero la de la pieza X es insoportable!”
Yo: (Siento cuchillos perforándome la cintura mientras el enfermero me endereza centímetro a centímetro) “¿La – que – se – que – ja – ba – por – que – el – sue – ro – no pa – sa – ba – rá – pi – do?” (Bueno, ¡por lo menos todavía puedo separar en sílabas!)
E: “Sí. ¡Imagínese si la XXXXX (acá viene el nombre de una droga que no puedo recordar pero sí sé que no puedo pronunciar) pasa rápido! ¡Lo mata al pobre hombre!”
Yo: (Viendo que el ángulo de mi nariz con la pared ya pasa de 45º a 75º más o menos) “Y… ¡capaz que eso quería! Porque convengamos que el marido también es insoportable.”
E: “¡Ja ja! ¡Tiene razón! Pero uno tiene que tomar partido siempre por el paciente. Ahora quieta y trate de no gritar.” (¡A la pelota! ¿Qué va a hacer?)
Yo: “No me gusta cómo viene esto. Yo _”
No termino la frase porque siento que mi cintura se vuelve de gelatina después de un dolor fugaz.
E: “¡Pero muy bien! ¡Ni lo sintió!” (Tampoco la boludez, querido. Me tomaste de sorpresa y no tuve tiempo de aullar)
Yo: (Exhalando lentamente y probando la cintura a derecha e izquierda) “La verdad, me tenés que enseñar cómo hacer la próxima vez que me pase.”
E: “¡Lo mejor sería que NO le pase una próxima vez! A no ser que tenga un buen enfermero cerca. Ja ja.”
Yo: “¡Muy gracioso! Pero gracias de todo corazón. Ya me imaginaba tener que explicar qué hacía ‘sosteniendo la pared’ a la enfermera de la mañana.”
E: “Jaaaaaaaaa. ¡Me hubiera gustado ver eso! Bueno, voy a controlar los sueros.”
Yo: “Gracias de nuevo.”
E: “¡Por nada! Ojalá los pacientes agradecieran cada vez que los pincho – Ja ja.”


Y se va, empujando el carrito donde lleva cosas que seguramente a los pacientes no les gustan. También seguramente cobra un sueldo que no remunera todo el esfuerzo y conocimiento que su profesión requiere… Pero ya lo dijo Confucio: “Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida.”

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Diálogo de hospital 5 – con Gitana … y sí, hay de todo en una vereda de hospital.

Aprovecho que van a limpiar la pieza y bajo para salir a la vereda a despejarme un poco – y sí, también para fumarme un puchito. Hay más gente que de costumbre y descubro 3 gitanas casi ‘acosando’ a la gente que lo único que quiere es estar en paz a la luz solar un rato.

G: (A pesar de que evito contacto visual) “¡Querida! Seguro vos sos una persona muy religiosa.” (Bueno, si adivina el futuro como percibe ‘la esencia’ de las personas se debe morir de hambre la pobre.)
Yo: “La verdad que no.” (Y exhalo el humo directo a donde está con la esperanza que vaya a ‘acosar’ a otro.)
G: (Despejando el humo con la mano) “¡Ah! Es que todavía no lo has descubierto.” (¿Quién carancho usa el pretérito perfecto así en Santa Fe?) “Pero percibo tu piadosidad” (¿Lo queeé? ¡No, si a mí me tocan todas! No sé cómo me aguanto las ganas de reírme.) “No vendo a venderte humo.” (No, querida, si tengo humo en los pulmones de sobra) “Vengo a dejarte ayuda espiritual y, si querés, también decirte cómo viene tu futuro.” (Yo pensé que iba a decir ‘cómo viene la mano’, miren.)
Yo: (La educación ante todo) “Te agradezco, pero no me interesa.” (Giro para darle la espalda y vuelve a colocarse delante de mí)
G: “Puedo decirte cosas sobre vos que ni te imaginás. Y si sabés lo que te espera en esta vida, la vida se te hace más fácil” (¡Menos mal que no ofreció decirme que me espera ‘en la otra’ vida!)
Yo: “No, gracias. Pero tengo una pregunta.”
G: (Pensando que consiguió clienta) “Pero claro, claro. Pero no leo la mano. Yo solo miro a la persona y me vienen cosas a la cabeza.” (¡Me imagino las cosas que se te pueden ‘venir’ a la cabeza – volando – si jodés a alguien sin la paciencia que te tengo yo!)
Yo: “No. Nada que ver. Quiero saber qué tiene que ver lo religioso con predecir el futuro. A qué iglesia pertenecés?”
G: (Sonando como grabación de oferta de tarjeta de crédito) “No es necesario pertenecer a una iglesia para ser religioso. Y ver el futuro es un don Divino.” (¡Ah, bueno!) “Y también tengo estas estampitas para vender. El santo protector de los enfermos. Para Ud.” (Me extiende la estampita como si la hubiese bendecido exclusivamente para mí.  ¡Diversificación comercial si las hay!)
Yo: (Sin hacer movimiento para tomar la estampita) “¿Qué santo es?”
G: “Eh…”
Yo: “Nunca, pero nunca, ofrezcas un producto si no sabés por lo menos el nombre. Es San Pantaleón.”  Mira para los costados buscando ruta de escape, me parece.
Es ese momento una discusión de dos señoras con las otras gitanas – que había comenzado hace unos minutos – va subiendo de tono y mi interlocutora lanza miradas nerviosas para todos lados.
Yo: (Señalando mi ojo izquierdo) “Bueno, yo con este ojo veo el futuro y (señalando el derecho) con éste veo el universo paralelo. Y veo que en cualquier momento acá se pudre todo. Yo que ustedes me voy antes que alguien se saque mal.”


En un revoleo de polleras coloridas bajan el cordón y cruzan la calle en medio de bocinazos.  No me uno a las expresiones de indignación de las señoras. Me quedo ahí pensando que debería conseguir una estampita de San Nicolás de Bari para acercársela a la gitana – como se dice que puede, entre otras cosas,  lograr la conversión de los ladrones, capaz también la de los chantas …