Diálogo con
traumatólogo
Entro al
consultorio rengueando, saludo al doctor y me dejo caer en la silla.
T: “No le
pregunto cómo anda porque ya veo que no anda bien.” (¿Te parece?) “A ver,
muéstreme el pie.” (Mi traumatólogo – quizá debido a sus años en salas de
emergencias - parece creer que la camilla está reservada para los casos graves,
por lo tanto ese ‘muéstreme el pie’ significa ‘poné la pata arriba del
escritorio’ ¡Menos mal que no es psicólogo! Se me presenta imagen mental de
paciente acostado sobre el escritorio.)
Yo: “Ahora
está bastante deshinchado porque_”
T: “¡Uy!
¿Pero dónde metió la pata?” (¡Ah, nó!) “Parece una empa_” (Acá lo interrumpo
levantando la mano como lo hacía con los alumnos cuando me parecía que iban a
decir alguna b… eh… algún ‘desatino’)
Yo: “Si me va
a decir que parece una empanada y, en particular, una empanada gallega, lo
mando a manejar un colectivo de larga distancia.” (Me mira sin entender, o
quizás pensando que además de un trauma óseo o de tendones, tengo algún otro
tipo de trauma – mental. Así que le cuento la anécdota con el chofer – ver diálogo
15/11/14)
T: “Jaaaaaaaaaaaaaa.
¡Un genio el chofer!”
Yo: “Mire, si
ahora ud. me dice que es una ‘torcedura’, me voy a la empresa de colectivos y
le pago la consulta al chofer.”
T: “Jaaaaaaa.
La verdad que me parece que no le erró mucho. Pero él no la revisó, ¿no? Ja ja.”
(¡Cómo me gusta que la gente se divierta!)
Procede a
toquetearme el pie, lo mueve para todos lados (este se cree que mi pie es la
cabeza de una poseída y puede girar 360º?) y finalmente me extiende el pie
hacia abajo y me hace ver las estrellas.
T: “Aaaaaaajá.
Voy a usar el vocabulario por el que me paga: esto es una bruta tendinitis.”
(Bué, no creo que el ‘bruta’ sea un adjetivo calificativo que le enseñaron en
la facultad). Va a necesitar quinesiología.”
Yo: “¡Ay, no!”
T: (Mirando
mi historia clínica) “Sí, ya sé. No le gusta la kinesiología. Busquemos
alternativas entonces.” (Acá me da medicación y una crema) “Pero si esto no
funciona en 4 o 5 días no le va quedar
más remedio.”
Yo: “Mire,
muchos me han dicho que no tengo remedio, así que ….”
T: “Ja ja. Menos
mal que se lo toma con humor.” (¿Y qué querés que haga?) Bueno, vaya y
acuérdese – no más de 5 días de este tratamiento. (Me levanto para irme) Y no quiero que se ‘acuerde de mí y de mi
familia’ en estos días, ¿eh? Ja ja”
Yo: “Lo voy a
recordad con mucho cariño, no se preocupe. Ja ja.”
Y me voy,
rengueando nuevamente, y recuerdo a Santiago Ramón y Cajal: “Sólo el médico y
el dramaturgo gozan del raro privilegio de cobrar las desazones que nos dan.” ¡Tendría
que agregarle los choferes de larga distancia!