lunes, 8 de septiembre de 2014

Diálogo con Conciudadana Caminante

El día que logro cruzar el puente colgante, empiezo a estirar un poco antes de pegar la vuelta. De pronto:

CC: “¡Agggggg….yyyyyyy! (Sí así sonó) ¡La PMQLP!”
Giro y veo a una chica de unos veintitantos, tirada de espalda en el pasto, tomándose la pierna derecha. Me acerco, le agarro la pierna y comienzo maniobras anti-calambre.
Yo: “Aguantá un cachito. Ya se va a pasar.”
CC: “¡Aaaaayyyyyy’!” (Seguido de otras varias expresiones soeces). Viendo que esto no funciona, le saco la zapatilla e implemento lo poco que se de reflexología.
CC: “Ahhh. Ya … tá. (Así se habla cuando uno larga aire en medio de una secuencia de sonidos)
Yo: “¿Segura?”
CC: “Si. Gracias.” (Se seca las lágrimas)
Yo: “¡Flor de calambre! Parate y hacé unos pasos. Sin miedo.” (Le tiendo la mano y la ayudo a incorporarse.)
CC: (Mientras pone a prueba la pierna) “Ese masaje me sacó el calambre de una. ¿Qué es? Reiki?” (¿Eh?)
Yo: “No, no. Reflexología.”
CC: “¿Dónde aprendió?”
Yo: “Un libro.” (Omito decir que es una novela de suspenso  donde un personaje hace lo que yo le hice a ella – hasta ahí mi conocimiento. ¡Qué bueno que Joe de Mers sea confiable en la descripción de los movimientos a realizar!) “¿Cómo la sentís?”
CC: “La verdad que bien. Me acalambré por boluda. (bué – yo nunca desmiento nada sin pruebas) Es que estoy hecha una cerda.”
Lo que yo veo es una joven de buenas formas y para nada obesa – para nada. Empezamos a caminar despacio.
Yo: (Riéndome) “Peso no te sobra. Me parece que te faltaba ejercicio.” (Pienso en ‘Narciso’ – ver diálogo 28/08/2014 – y me callo)
CC: “¿En serio no me ve gorda? Yo me miro al espejo y me odio. Las chicas de la facu son unos palos en comparación.” (Allá ellas, pedazo de salame)
Yo: “¿Qué estudiás?” (Me cuenta que está en primer año de una ingeniería) “¡Ah! Todo ciencias duras.”
CC: “Sí. Me gustan porque al contrario de las sociales, todo se puede medir y comprobar.” (No coincido totalmente, pero me guardo el comentario)
Yo: “Bueno, entonces me sorprende que digas que sos gorda.”
CC: “¿Eh? ¿Qué tiene que ver?”
Yo: “Bueno, las ciencias duras son empíricas, ¿no? ¿Cómo comprobaste que sos gorda?”
CC: (Me mira como si fuese lela) “Tengo espejo en casa. Le dije_”
Yo: “Ummm. Eso no es muy empírico, ¿no? Después de todo, lo que uno ve es lo que nuestro cerebro dice que estamos viendo.”
CC: (Se sonríe) “Los famosos misterios de la percepción. Lo vimos en biología.”
Yo: “Eso. Así que tenemos que admitir que tu percepción de tu ‘gordura’ puede estar equivocada.”
CC: (Se ríe) “¿Es psicóloga?”
Yo: (También riéndome) “No. Fui docente mucho tiempo.”
CC: “¡Ah! ¿Y lo empírico qué sería?”
Yo: “Ir a una nutricionista que te haga ese estudio – no sé el nombre – que te da cuál es tu peso ideal de acuerdo a distintas variables: edad, altura, y otras cosas.”
CC: (Se le ilumina la cara) “Tiene razón. ¿Cómo no se me ocurrió? Pero y si_”
Yo: (Anticipando lo que viene) “Si te dice que estás excedida de peso, primero, por lo menos se comprobaría la hipótesis que tenés. (Nos reímos) Y segundo, te daría una dieta para ajustar eso. Bueno, acá cruzo.”


Nos despedimos y mientras cruzo la avenida pienso en la autoimagen – esa fotografía interna que muchas veces nada tiene que ver con cualquier imagen de nosotros que se capte con una cámara.