Diálogo con Cirujano.
Atenta
al consejo del Doc que me hizo la colonoscopía, saco turno con un cirujano – lo
que me lleva unos cuaaaantos días y me permite asistir a la consulta con
biopsia en mano.
Después
de los preliminares – datos para la historia clínica, cómo llegué a la colonoscopía,
etc, etc.:
C:
“Bien. Veamos la biopsia.” (Yo ya la vi Doc., y lo poco que entendí me puso los
pelos de punta).
Yo:
(Le paso el sobre). “Por lo que leí, el Doc. tenía razón en decirme que ese
pólipo que parece un pulpo deformado no le gustaba nada.”
C: (Se
ríe). “Bueno, por lo menos los otros cuatro no parecen un pulpo, aunque son los
más grandes que vi en los últimos tiempos.” (Dale no más, agregale humor negro a
la cosa. Ya me está gustando el C). “Hay que sacar todo. Y sí, el ‘pulpo
deformado’ es un tumor. ¿Cuánto está pesando?”
Yo:
“Eeee. Según la balanza de la farmacia, 54.”
C:
“Mmmm. Balanza mentirosa, me parece. Tal vez unos 2 o 3 kilos menos. Vamos a
tener que consultar una nutricionista.”
Yo:
(El ‘vamos’ me permite insertar alguito de humor propio). “¡Ah! ¿Ud. también
necesita subir de peso?”
C:
Esta vez suelta una carcajada. “Lo de incluirse en lo que le decimos a los
pacientes es una deformación profesional difícil de erradicar.”
Yo:
“Mientras los pólipos, incluido el nefasto, sean fáciles de erradicar….”
C:
Esta vez se sonríe, toma una birome y sobre el diagrama incluido en el informe
de la colonoscopía (donde se señala la localización
de cada pólipo) marca dos cortes. “Se corta acá y acá, se unen los extremos y
listo. Pero el paciente tiene que estar en condiciones de aguantar la cirugía.
Ud. tiene bajo peso para su altura, es fumadora y tiene EPOC …”
Yo: “O
sea, soy un despojo donde ni loco mete el bisturí, ¿no?”
C:
“Nunca he renunciado a ‘meter el bisturí’, jaja. Vamos a la camilla.” (Menea la
cabeza y se corrige) “Ud. vaya a la camilla.” (Buen alumno
serías, che. Una sola corrección del docente y ya estás practicando la forma
correcta)
Me
examina la pelvis apretando en distintos lugares con sus manos.
C: “Y
sí, voy a necesitar más carne para cortar.”
Yo:
“Entonces va a necesitar otro paciente. Jaja.”
C:
“Para nada. Hay que fortalecerte antes de la cirugía.” (¿En qué momento pasamos
del ‘Ud,’ al tuteo?) Volvemos al escritorio y me da el nombre de una
nutricionista y pedidos de análisis y
estudios pre-quirúrgicos con neumonólogo y cardiólogo.
C: “Tratá
de hacer esto dentro de, digamos, no más de dos semanas. Andá a la
nutricionista y nos vemos en 15 días.” (Puntos extras para el Doc que
parafrasea ‘dos semanas’ para evitar repetirse). Mientras tanto nada de tabaco
y alcohol.”
Yo:
(Lo miro por encima del marco de los anteojos) “Acá tenemos un problema – o
dos, mejor dicho. Como médico sabe que no se puede dejar de fumar de un día
para el otro. (Menea la cabeza) Así que si me permite la cervecita – Ud. dirá
en qué cantidad, yo prometo reducir la
cantidad de puchos.”
C: Se
ríe. “¡No te puedo creer! ¿Estamos negociando?”
Yo: (Me
encojo de hombros y le sonrío) “Es la mejor oferta que le puedo hacer.”
C:
“Jaja. Ok. Una lata de cerveza los fines de semana y fumar lo menos posible.” Se
levanta y hago lo mismo.
Yo:
“Gracias, doctor. Y nos vemos en dos semanas.”
Salgo
del consultorio dando gracias porque que el doctor es un negociador flojito –
en ningún momento me dijo de qué tamaño debía ser la lata de cerveza.
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